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Las películas de los Oscars 2015

El próximo 22 de febrero tendrá lugar en Los Angeles la 87 ceremonia de entrega de los premios de la Academia norteamericana de cine. Los Oscars de toda la vida, vamos. Además del retorno al Teatro Dolby, la novedad este año será la participación de Neil Patrick Harris como presentador de la gala.


Como manda la tradición, servidor realiza su repaso anual a las nominadas más importantes, además de vaticinar lo que (tal vez) ocurrirá en la entrega de premios. Y los VereGIFtos, por supuesto.

Pero antes, unos minutos musicales para presentar brevemente las películas nominadas:



Las grandes favoritas

8 películas compiten por el premio más importante de la noche. Aunque, como viene siendo habitual, las candidaturas en otros apartados destacados (dirección, actor o actriz principal, guión, montaje) ofrecen pistas para distinguir a las nominadas con opciones reales ("Birdman" y "Boyhood" parten como grandes favoritas) de aquellas otras que están para hacer bulto (independientemente de su calidad, "Selma" sólo compite en las categorías de mejor película y mejor canción). Llevo años diciéndolo: a mí me gustaba más cuando la Academia nominaba 5 títulos para competir por el premio a la mejor película. Pese a las preferencias personales de cada uno, existía la sensación de que cualquiera de ellas podía resultar ganadora. Este nuevo sistema, instaurado en 2010, es un absoluto paripé. En fin, cosas de la mercadotecnia.

Éstas son las 8 candidatas de este año a mejor película:

El francotirador (American Sniper)


De qué va: biopic sobre el Navy SEAL estadounidense Chris Kyle, oficialmente reconocido como el francotirador que más muertes ha ejecutado en toda la historia (se le atribuyen más de 160 disparos mortales).

A qué está nominada: 6 candidaturas: película, actor principal (Bradley Cooper), guión adaptado, montaje, sonido, efectos sonoros.

Puntos fuertes: el film ha tenido una acogida espectacular por parte del público estadounidense (oh, sorpresa) y cuenta en la dirección con uno de los grandes nombres del cine contemporáneo, Clint Eastwood. El actual clima internacional de islamofobia podría reavivar el espíritu de revancha por los atentados del 11-S que sirvió como argumento para las invasiones de Afganistán e Irak... y ya sabemos lo mucho que le gusta al Tío Sam enarbolar banderas y ametrallar yihadistas.

Puntos débiles: las comparaciones con los dos últimos films de Kathryn Bygelow ("The Hurt Locker" y "Zero Dark Thirty") parecen inevitables. Lo cual, teniendo en cuenta que "American Sniper" se queda muy por detrás de la primera en cuanto a profundidad psicológica y de la segunda en cuanto a nervio e intensidad narrativa, puede suponerle un handicap importante de cara a conseguir un galardón al que no le gusta repetir temática con tan poco margen de fechas.

Una opinión personal: el tono hagiográfico y maniqueo convierte al film en un ejemplo de propaganda republicana difícil de digerir. Tampoco encuentro en ella nada innovador ni sorprendente. De hecho, ni siquiera me parece entretenida. Por consiguiente, ni todas las virtudes técnicas de la película (que las tiene) ni la correcta interpretación del sobrevalorado Bradley Cooper (nominado por tercer año consecutivo) justifican su plaza en la carrera por el galardón a mejor película. En lo que a mí respecta, "American Sniper" es la mayor decepción de estos Oscars.

¿VereGIFto?
Birdman, o la inesperada virtud de la ignorancia (Birdman, or the Unexpected Virtue of Ignorance)


De qué va: Riggan Thomson, un actor encasillado en el personaje de un super-héroe al que interpretó en la gran pantalla hace más de dos décadas, pretende recuperar el rumbo de su carrera y de su propia vida produciendo, dirigiendo y protagonizando en Broadway una adaptación de un relato de Raymond Carver.

A qué está nominada: 9 candidaturas: película, director (Alejandro González Iñarritu), actor principal (Michael Keaton), actor de reparto (Edward Norton), actriz de reparto (Emma Stone), guión original, fotografía, sonido y efectos sonoros.

Puntos fuertes: un reparto en estado de gracia, con Keaton interpretando el mejor papel de su carrera y Norton componiendo un antagonista narcisista inolvidable. La osadía técnica de rodar todo el film como un solo plano secuencia (qué más da que esté falseado, también eso es parte de la magia del cine), rizando el rizo narrativo hasta niveles orgásmicos.

Puntos débiles: se trata de una película exigente y poliédrica, con varios niveles de lectura (dramático, satírico, trágico, cómico, metalingüístico) y muy alejada del tipo de narración más convencional que suele gustar a los académicos.

Una opinión personal: "Birdman" es el triple mortal sin red que tanto Michael Keaton como Alejandro González Iñarritu necesitaban para reconducir sus respectivas carreras: un liberador ejercicio de autocrítica (el actor encasillado al que nadie toma ya en serio, el director egomaníaco que enfanga su trabajo con infinitas ambiciones filosófico-existenciales) y de crítica al show business (el cine, el teatro, la crítica profesional, la fama y sus consecuencias, el impacto de la celebridad en las redes sociales) envuelto en un experimento narrativo de hibridación entre cine y teatro tan arriesgado y pretencioso como los contenidos contra los que la propia película arremete. "Birdman" es González Iñarritu jugando a ser Brian de Palma dirigiendo un guión de Charlie Kaufman... o el mind-blowing más bestia que recuerdo haber vivido en un cine desde que Paul Thomas Anderson estrenase "The Master".

¿VereGIFto?

Boyhood: momentos de una vida (Boyhood)


De qué va: la vida de Mason, un muchacho cualquiera, desde los 6 años hasta los 18.

A qué está nominada: 6 candidaturas: película, director (Richard Linklater), actor de reparto (Ethan Hawke), actriz de reparto (Patricia Arquette), guión original y montaje.

Puntos fuertes: es una de las grandes favoritas y en los últimos meses se ha hinchado a recibir premios: de las asociaciones de críticos de Nueva York, Los Angeles y Chicago, del Festival de Berlín, del gremio de actores, de los Globos de Oro... Su eficaz campaña de marketing ha conseguido generar bastante revuelo en torno a su inusual proceso de gestación (se rodó durante 12 años, con su reparto creciendo y envejeciendo ante la cámara), lo cual le ha otorgado un halo de culto desde antes incluso de su estreno comercial. La filmografía de Richard Linklater, que incluye algunos títulos muy bien recibidos por la crítica (como la trilogía "Antes de..."), está pidiendo a gritos el reconocimiento de la Academia, y ésta parece la ocasión propicia.

Puntos débiles: es una candidata muy sólida y, más allá de lo competitivas que puedan ser otras nominadas, no manifiesta ningún aspecto particularmente oscuro que pueda disuadir a los académicos a la hora de premiarla.

Una opinión personal: "Boyhood" es un film vocacionalmente cotidiano, con un argumento anecdótico, que sin embargo demuestra una capacidad de empatía prodigiosa en su evocación de la infancia y adolescencia y en su magnífico reflejo del paso del tiempo. El viaje personal de Mason conecta profundamente con mis vivencias personales (bien como protagonista de mi propia juventud, bien como testigo de la de mis allegados) y logra despertarme una profunda implicación en la narración. No siendo mi candidata favorita a mejor film, no me cabe la menor duda de que se trata de una película muy buena.

¿VereGIFto?


El gran hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel)


De qué va: "El gran hotel Budapest" traslada al espectador a la ficticia república europea de Zubrowka, durante el período de entreguerras, para narrar las aventuras de Zero, mozo de los recados, y su mentor el Sr. Gustave, conserje en el edificio que da nombre al film.

A qué está nominada: 9 candidaturas: película, director (Wes Anderson), guión original, montaje, fotografía, banda sonora, dirección artística, vestuario y maquillaje.

Puntos fuertes: la arrolladora personalidad de su director, Wes Anderson. Un reparto estelar capitaneado por un Ralph Fiennes inconmensurable. En los Globos de Oro se impuso a otra de las grandes favoritas, "Birdman", en la categoría de mejor comedia o musical.

Puntos débiles: la arrolladora personalidad de Anderson puede ser demasiado "personal" y "autoral" para algunos de los académicos, que ya sabemos que son unos septuagenarios rancios que reniegan de cualquier cosa que huela a posmoderno. Las comedias suelen tenerlo complicado en los Oscars. Fiennes no está nominado como mejor actor: ¡buu, Villarato!

Una opinión personal: resulta difícil hacer justicia en este breve párrafo al incesante despliegue de imaginación, talento y puro ingenio que se sucede ininterrumpidamente durante los fugaces 100 minutos en los que “El Gran Hotel Budapest” consigue mantener al espectador con una constante sonrisa dibujada en la cara, cuando no le arranca una sonora carcajada. Su genuino sabor aventurero, más presente aquí que en ninguna otra cinta previa del director, conecta además con los iconos del tebeo francobelga, pasándolos por el tamiz de aquel Ernst Lubitsch capaz de reírse de los totalitarismos sin caer en el error de banalizarlos. Aunque hay que tener en cuenta, por supuesto, que el abajo firmante es un apologista confeso de Anderson, consciente pese a todo de que los infinitos travelings laterales, los encuadres meticulosamente simétricos, la estética vintage de colores estridentes, el delicioso gusto musical y el melancólico humorismo del director de “Academia Rushmore” no son plato del gusto de todos.

¿VereGIFto?


The Imitation Game: Descifrando Enigma (The Imitation Game)


De qué va: durante la II Guerra Mundial, el matemático Alan Turing (un tipo con el raro síndrome de Asperger y la cara aún más rara de Benedict Cumberbatch) descifra el código Enigma que los alemanes empleaban para enviar mensajes criptográficos. Oh, spoiler.

A qué está nominada: 8 candidaturas: película, director (Morten Tyldum), actor principal (Cumberbatch), actriz de reparto (Keira Knightley), guión adaptado, montaje, banda sonora y dirección artística.

Puntos fuertes: Bondercut Cummingbitch. Él es la película. Y si no la has visto en V.O. entonces has visto otra peli distinta porque, sweet baby jesus, menuda voz tiene el futuro Doctor Strange de Marvel Studios.

Puntos débiles: "The Imitation Game" es esa película de estreno que inevitablemente ya hemos visto antes: como un mash up prefabricado de "Una mente maravillosa" con unas gotas (mínimas) del espionaje british de "El topo" y el sentido histórico (también muy british) de "El discurso del rey".

Una opinión personal: no es que "The Imitation Game" sea mala. De hecho, tiene unas cuantas virtudes importantes, empezando por el rol protagonista de Ben Cucumberdick. Pero uno la percibe tan irrelevante (desde el punto de vista cinematográfico) y tan for your consideration que acaba viéndola con cierto interés pero también una distancia y una tibieza inevitables. En mi opinión con las nominaciones a Camembertbutt y a Alexandre Desplat (por la BSO) iba que chutaba. Lo de Keira Knightley es de coña.

¿VereGIFto?



Selma


De qué va: reconstrucción de la lucha de Martin Luther King para promover el derecho al voto de la población afroamericana en EE.UU., que culminó con la gran marcha pacífica en el estado de Alabama, desde Selma hasta Montgomery.

A qué está nominada: 2 candidaturas: película y canción (“Glory”).

Puntos fuertes: "Selma" es una película que huele a Oscar desde el minuto 1. Posee un reparto espléndido, capitaneado por un inmenso David Oyelowo, que además reúne un buen puñado de rostros conocidos del cine (Tom Wilkinson, Giovanni Ribisi, Tim Roth, Martin Sheen, Cuba Gooding Jr.) y la televisión (Wendell Pierce, André Holland, el rapero Common y la todopoderosa Oprah Winfrey); se basa en unos acontecimientos fundamentales de la historia moderna de los EE.UU.; trata un tema (la segregación racial) que sigue muy vigente en la actualidad y posee la inteligencia de hacer digerible para el gran público su mensaje político y social acompañándolo de un retrato de personajes cercano.

Puntos débiles: por razones que se me escapan, "Selma" sólo está nominada en dos categorías (película y canción original), con lo que sus posibilidades reales de obtener una estatuilla son mínimas. Y en caso de hacerlo, será sin duda para el tema compuesto por Common y John Legend (que además es mi favorito, con diferencia, de entre los 5 nominados):


Una opinión personal: maltratada de forma llamativa en las nominaciones, "Selma" me parece el biopic más potente de los que se postulan este año a mejor película. Y ni siquiera es un biopic al uso: del mismo modo en que Spielberg enfocó su "Lincoln" como un capítulo autocontenido en la biografía del decimosexto presidente de los EE.UU., Ava DuVernay se centra en un período concreto de la vida de Martin Luther King, restando protagonismo a su trágico destino y otorgándoselo a su importantísimo legado político y social. Las enseñanzas de King, magníficamente interpretado por Oyelowo (imprescindible, para variar, ver la película en V.O.) siguen siendo hoy en día igual de educativas e inspiradoras que en 1965, lo cual convierte a "Selma" en uno de esos films (como "Milk" o "American History X") cuyo visionado debería ser obligatorio en institutos y escuelas secundarias.

¿VereGIFto?


La teoría del todo (The Theory of Everything)


De qué va: biopic sobre el matrimonio de Jane Wilde con el eminente astrofísico Stephen Hawking, enfermo de esclerosis e icono de la cultura popular por derecho propio.

A qué está nominada: 5 candidaturas: película, actor principal (Eddie Redmayne), actriz principal (Felicity Jones), guión adaptado y banda sonora.

Puntos fuertes: dos intérpretes protagonistas, Redmayne y Jones, absolutamente deslumbrantes. El personaje principal es uno de los divulgadores científicos más conocidos del mundo, y la Academia podría cometer el desliz de premiar al film por sus simpatías hacia el Hawking real. En lugar de indagar en el trabajo del astrofísico, "La teoría del todo" pretende arrojar luz sobre su vida personal; lo cual, por supuesto, convierte al film en un drama de personajes mucho más asequible para el común de los espectadores.

Puntos débiles: más allá del espectacular trabajo interpretativo, "La teoría del todo" es una película simplemente cumplidora en términos narrativos. De ahí, claro, que no esté nominada ni a mejor director ni en las categorías técnicas que, muchas veces, son llave a la hora de optar a la estatuilla a mejor película.

Una opinión personal: pese al punto de partida de su argumento, "La teoría del todo" nunca se hunde en los abismos de la pornografía emocional, lo cual es muy de agradecer. Los dos protagonistas están espléndidos y, aunque es posible que él se lleve casi todos los elogios (las composiciones tan físicas es lo que tienen), ella es quien realmente carga con el peso dramático de la película. Sé que muchos espectadores agradecerán la ligereza del film en términos científicos, pero yo echo en falta una explicación, por mínima que sea, de por qué las teorías de Hawking han ampliado el conocimiento que el ser humano tiene del universo: al fin y al cabo, este señor es una celebridad entre la comunidad científica internacional por sentar cátedra al hablar sobre agujeros negros, antimateria y las propiedades físicas del tiempo, y no por estar recluido en una silla de ruedas. También echo de menos algo de atrevimiento formal, más allá de una banda sonora bonita y una fotografía demasiado pastel para mi gusto. Pero a pesar de todo ello, al final son Redmayne, Jones y un guión poco sorprendente pero sí muy eficaz quienes acaban imponiéndose: aún con sus carencias, "La teoría del todo" bien merece un visionado.

¿VereGIFto?



Whiplash


De qué va: Andrew es un joven baterista de jazz que quiere despuntar en el elitista conservatorio en el que estudia. El camino para lograrlo es llamar la atención de Terence Fletcher, un profesor conocido por dirigir a la mejor banda de jazz del conservatorio y, sobre todo, por sus salvajes métodos de enseñanza.

A qué está nominada: 5 candidaturas: película, actor de reparto (J.K. Simmons), guión adaptado, montaje y sonido.

Puntos fuertes: J.K. Simmons lo parte como el profesor psicópata que empuja a sus alumnos al abismo; salvo sorpresa de última hora, el Oscar a mejor actor secundario será suyo. Miles Teller, futuro Reed Richards en la controvertida adaptación de "Los Cuatro Fantásticos" que Fox está llevando a cabo, hace un esfuerzo increíble por estar a la altura de su partenaire y, milagro, sale airoso del desafío. El sentido del ritmo del film, basado en un montaje milimétrico, produce sensaciones muy intensas en las escenas musicales.

Puntos débiles: "Whiplash" es la perfecta película del circuito independiente, pero quizás sea demasiado pequeña e independiente según los estándares de la Academia, que suele premiar films con un perfil más generalista y grandilocuente. El joven director Daniel Chazelle no está nominado en la categoría correspondiente, lo cual supone un obstáculo importante en las aspiraciones a lograr la estatuilla a mejor película. Parece claro que J.K. Simmons recibirá el Oscar por su interpretación, pero también que ése será el único premio que "Whiplash" se lleve del Kodak Theatre el próximo 22 de febrero.

Una opinión personal: tal vez "Whiplash" no sea la mejor película del año (queda mucho año y muchas películas), pero sí me parece una que acierta en cada nota que toca. Funciona de manera excepcional como retrato de y conflicto entre personajes, como relato de crecimiento del protagonista, como ejercicio musical (el montaje, de una precisión rítmica hipnótica, se revela aquí fundamental) y hasta como thriller de alta tensión. Posee además dos interpretaciones magistrales, que atrapan la mirada del espectador como un agujero negro succiona la luz, y tiene la rara virtud de permitir que el espectador saque sus propias conclusiones sobre el argumento al encenderse las luces y abandonar la sala. Oh, y además no es preciso saber absolutamente nada de jazz para disfrutarla. Total, que no es necesario que un film sea perfecto para ser redondo.

¿VereGIFto?

Algunas multinominadas que he podido ver...

Además de las 8 nominadas a mejor película, existen varias cintas que aspiran a más de una estatuilla en la próxima entrega de los Oscars:

Foxcatcher


De qué va: "Foxcatcher" narra la turbia relación entre los hermanos Schultz, medallistas olímpicos de lucha grecorromana, y el excéntrico multimillonario John Du Pont, mecenas del equipo estadounidense de lucha. Basada en hechos reales, y tal.

A qué está nominada: 5 candidaturas: director (Bennett Miller), actor principal (Steve Carell), actor de reparto (Mark Ruffalo), guión original y maquillaje.

Puntos fuertes: tres actores protagonistas dándolo todo en sus respectivos papeles (aunque Channing Tatum se haya quedado sin nominación). Un sentido del encuadre virtuoso, reconocido con la nominación a Bennett Miller, excelente director de actores que ya compitió por la estatuilla en 2006 por "Capote".

Puntos débiles: Mark Schultz, la persona real en la que se basa el personaje de Tatum, ha arremetido públicamente contra el film, acusándolo de pasarse los hechos por el forro y de ofrecer una imagen degradante de su persona. Por otro lado, cuando una cinta compite en las categorías de dirección, actores y guión pero no en la de mejor película, algo falla. Lo más probable es que se trate de una cinta demasiado oscura, pesimista y poco comercial para los gustos de los académicos. Y que al final se vaya de vacío.

Una opinión personal: "Foxcatcher" no es una película deportiva; tampoco un biopic al uso. Es un retrato patético y desasosegante de unas psicologías heridas y enfermas asociadas por azar al mundo de la alta competición. Pese a la temática, le encuentro más similitudes con (la muy inferior) "Capote" que con "Moneyball", la supuesta cinta de beisbol de Miller que tampoco era una película sobre deportes en sentido estricto (y que me había parecido la mar de maja). "Foxcatcher" es densa, fría y despiadada, con una progresión del mal rollo sutil, casi imperceptible: te pasas media película pensando que no está ocurriendo nada del otro jueves, pero sintiendo una opresión en el pecho que va creciendo hasta el ¿clímax? ¿anticlímax? final. Y luego están esos tres actores (Tatum, Ruffalo y Carrell), menospreciados durante buena parte de sus respectivas carreras y asociados a un tipo de papeles que aquí se sacuden de encima en apenas un par de escenas. A mí me ha gustado mucho, y me parece superior a varias de las nominadas a mejor película.

¿VereGIFto?
Interstellar


De qué va: mientras nuestro planeta agoniza, un astronauta llamado Cooper abandona a su familia y se lanza en un viaje suicida hacia las estrellas para encontrar nuevos mundos habitables para la raza humana.

A qué está nominada: 5 candidaturas: banda sonora, dirección artística, sonido, efectos sonoros y efectos visuales.

Puntos fuertes: pese a su exigente lenguaje de ciencia-ficción, "Interstellar" ha sido uno de los 10 films más taquilleros del año pasado y ha encumbrado aún más a su director (Christopher Nolan, bastante discutido tras la decepción de "The Dark Knight Rises") y a su protagonista (Matthew McConaughey, que tuvo un 2014 glorioso). Ha generado debates en la red, dividido a la crítica y al público y acaparado infinidad de titulares, algunos de naturaleza cinematográfica y otros puramente científicos.

Puntos débiles: pese a las nominaciones técnicas (en las que tiene una competencia muy dura), la Academia sigue demostrando su desprecio hacia el cine de Christopher Nolan, negándole a "Interstellar" la posibilidad de competir en categorías tan importantes (y yo creo que merecidas) como las de director, montaje y película. Se lleve lo que se lleve del Kodak Theatre, me parecerá poco.

Una opinión personal: quienes llevan años criticando la ausencia de sentimiento en el cine de Christopher Nolan tendrán que envainársela tras el estreno de “Interstellar”. Contra todo pronóstico, el homérico viaje espacial de Matthew McConaughey te golpea emocionalmente como un tren de mercancías. Puede que el cosmos sea un erial frío y desolado, pero lo que late en las entrañas del film es algo mucho más cálido y humano: el sacrificio infinito, como el universo, que un padre puede llegar a hacer por sus hijos. El gélido trabalenguas espacio-temporal que Nolan pone en boca de Michael Caine tiene su reverso más visceral en la defensa que el personaje de Anne Hathaway hace del amor como variable cuántica, y lo que uno acaba llevándose a casa al terminar la película no es tanto el hiperbólico ejercicio de supervivencia en gravedad cero (que sí, es fascinante e hipnótico) como el drama de un padre destinado a perder a sus hijos para poder asegurarles un futuro. Eso es algo con lo que cualquiera puede conectar (cualquiera que quiera un poco a su familia y trate de imaginarse lo que supondría tener que renunciar a ella para siempre), y es de ahí precisamente de donde emana la fuerza gravitacional que mantiene a la última propuesta de Nolan con los pies bien pegados a la Tierra (metafóricamente hablando) y al espectador con la mandíbula apretada y los ojos vidriosos durante las casi tres horas de metraje.

¿VereGIFto?



De qué va: crossover entre diferentes cuentos de los hermanos Grimm (Wilhelm, Jacob y Benjamin) y "Jack y las habichuelas mágicas". Adaptación del musical de Broadway de James Lapine y Stephen Sondheim.

A qué está nominada: 3 candidaturas: actriz de reparto (Meryl Streep), dirección artística y vestuario.

Puntos fuertes: Meryl Streep rapeando, o casi, en su primera intervención. La señora tiene abono vitalicio para los Oscars y posiblemente su nominación anual le llegue por correo electrónico desde un bot. Que Johnny Depp salga sólo minuto y medio (¿no estáis harrrrtos de él?).

Puntos débiles: lo indefinido de su tono: sabemos que es un musical, sí, pero ¿es además una comedia, un drama, una parodia?. Su fidelidad a la versión teatral le impide desarrollar soluciones cinematográficas propias que habrían mejorado mucho el resultado final. El modo en que el film se parte en dos transcurrida la primera hora, cargándose el ritmo, la trama y el interés del abajo firmante. Su puesta en escena, tan alabada por la crítica, me resulta empalagosamente cursi... casi tanto como la cara y el tupé de Chris Pine (¿el nuevo Rob Lowe?). Además, toda la parte de los gigantes es tan cutre que cuesta imaginar a dónde han ido a parar los 50 millones del presupuesto.

Una opinión personal: tras una prometedora presentación de personajes (de lejos, la mejor escena de la película), "Into the woods" se convierte en una cinta simplemente visible en su primera hora y directamente bochornosa en los 60 interminables minutos restantes. El equipo dirigido por Rob Marshall debería contentarse si al acabar la noche consigue sacar del Kodak Theatre algunos canapés en un tupperware. Sólo para talibanes de los musicales o fans obsesivos de Meryl Streep Fighter.

¿VereGIFto?



Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy)


De qué va: abducido por alienígenas siendo todavía un niño, Peter Quill se convierte en un cazarrecompensas intergaláctico obsesionado con la cultura pop terrestre de los años 70 y 80. En su camino por conseguir un mcguffin con forma de Gema del Infinito conocerá a cuatro excéntricos aliados: la implacable asesina Gamora, el bárbaro y descerebrado Drax, el peluche hiperviolento Rocket y un vegetal antropomórfico de pocas palabras llamado Groot. Adaptación a la gran pantalla de unos personajes poco conocidos de Marvel Comics.

A qué está nominada: 2 candidaturas: efectos visuales y maquillaje.

Puntos fuertes: ha sido uno de los blockbusters del verano, encandilando al público y a una parte de la crítica (no esos críticos que babean con lo último de Goddard, sino los que crecieron, igual que Peter Quill, adorando el cine fantástico de los 80).

Puntos débiles: aunque las categorías en las que compite no requieren de la "trascendencia" que sí se presupone en otro tipo de nominadas, el hecho de no tomarse jamás en serio a sí misma podría echar para atrás al sector más rancio de la Academia.

Una opinión personal: cachondeo sanísimo y carente de pretensiones (más allá de reventar la taquilla, claro), "Guardianes de la Galaxia" es un homenaje nada disimulado hacia un tipo de cine aventurero y un poco payaso que recorre el sendero que lleva desde los templos tribales de "En busca del Arca Perdida" hasta el polvoriento universo creado por Joss Whedon en "Firefly". Una película para acompañar con una generosa ración de palomitas y coca-cola, encendiendo el piloto automático de las risas y de la épica pulp/pop/trash.

¿VereGIFto?



Ida


De qué va: Polonia, años 60. Anna es una joven novicia que ha vivido desde siempre en un convento católico. Antes de tomar los votos y hacerse monja, la madre superiora la envía a conocer a su tía. Ella será quien le revele su verdadero nombre, Ida, y sus raíces judías.

A qué está nominada: 2 candidaturas: película de habla no inglesa y fotografía.

Puntos fuertes: reconocida como mejor película, director y guión en los Premios del Cine Europeo y habiendo encandilado a las asociaciones de críticos de Nueva York y Los Angeles, "Ida" es la candidata con más opciones a la hora de alzarse con el Oscar al mejor largometraje de habla no inglesa. El hecho de que cuente además con otra nominación (indiscutible) a mejor fotografía refuerza su condición de favorita, por mucho que "Leviatán" (la candidata rusa, muy crítica con el régimen de Vladimir Putin) llegue impulsada por un contexto político favorable.

Puntos débiles: a decir verdad, no se me ocurre ningún motivo por el que "Ida" no deba alzarse con la estatuilla a mejor película de habla no inglesa. "Relatos salvajes" me pareció divertidísima, pero dada la abrumadora belleza plástica del film de Pawel Pawlikowski, no dudo de que el Oscar acabará viajando a Polonia.

Una opinión personal: la película más pequeña de estos Oscars (blanco y negro, duración inferior a 80 minutos, formato de 4:3 y 99% de las escenas filmadas con plano fijo) es también una de las más impactantes. Sus imágenes, instantáneas perfectas salidas de otro tiempo (pensad en Dreyer, en Bergman), se agarran a la retina y transmiten, a pesar de su aparente frialdad, una gama muy amplia de emociones en conflicto: fe, represión, sensualidad, muerte, catarsis... "Ida" es una película compleja narrada de forma sencilla. Un triunfo del encuadre, de la composición del plano. Una obra muy hermosa.

¿VereGIFto?




...y otras multinominadas que no he visto

Todos los años intento ver todas las películas con más de una nominación... y todos los años se me escapa alguna. En esta ocasión me han faltado 4 (¡4!) películas por visionar. Ninguna es una de las grandes favoritas en las categorías en que compite, pero uno nunca puede estar seguro al 100% de dónde van a terminar cayendo los premios.

Mr. Turner


De qué va: biopic del pintor inglés J.M.W. Turner.

A qué está nominada: 4 candidaturas: fotografía, banda sonora, dirección artística y vestuario.

Puntos fuertes: Mike Leigh no es un nombre excesivamente conocido entre el público, pero goza de gran prestigio entre la crítica y los cinéfilos de pro. Las biografías de los pintores parten con una ventaja importante en el aspecto visual: en ellas late un universo de colores y texturas deseando ser llevado a la gran pantalla; cuando se hace bien, el acierto es monumental.

Puntos débiles: su condición de cine culto (que no de culto), su ambientación de época y su carácter eminentemente británico pueden dejar fríos a los académicos.

¿Por qué no la he visto?: estrenada en España en plena temporada navideña, un biopic de dos horas y media sobre un maestro del paisajismo del siglo XIX no es precisamente el plan vacacional más estimulante. ¿"El Hobbit"? Vale. ¿"Big Hero 6"? Por supuesto, ¿"Mr. Turner"? Eeeeeh... Y luego, claro, uno lo va dejando y el resto de estrenos llegan y se imponen. Reconozco que me apetece verla, pero no está entre mis prioridades inmediatas.


Invencible (Unbroken)



De qué va: Louis Zamperini, ex-atleta olímpico alistado durante la II Guerra Mundial en las Fuerzas Aéreas de EE.UU., es capturado por las tropas japonesas tras el naufragio de su bombardero en aguas del Pacífico #trustory

A qué está nominada: 3 candidaturas: (fotografía, sonido y efectos sonoros).

Puntos fuertes: en base a sus nominaciones, le presupongo un acabado técnico notable. Aparte de eso, el otro elemento llamativo es el hecho de que su directora sea Angelina Jolie y que el libreto venga firmado por los mismísimos hermanos Coen.

Puntos débiles: la cinta ha tenido un recibimiento tibio por parte de crítica y público y su argumento huele a hagiografía oscarizable por todas partes.

¿Por qué no la he visto?: teniendo en cuenta el nombre de su directora, las críticas de la prensa especializada y las opiniones de algunos conocidos, he desarrollado una pereza de dimensiones planetarias hacia "Invencible". Igual me estoy perdiendo una película interesante, pero no tengo ganas de descubrirlo.


Alma salvaje (Wild)


De qué va: para encontrar sentido a su vida y hallar su lugar en el mundo, una mujer decide recorrer a pie los 1.600 kilómetros que conforman el Sendero de las Cimas del Pacífico, en el desierto de Mojave. Basada en la autobiografía de Cheryl Strayed.

A qué está nominada: 2 candidaturas: actriz principal (Reese Witherspoon) y actriz de reparto (Laura Dern).

Puntos fuertes: su director, Jean-Marc Vallée, vive un momento dulce de aceptación por parte de la crítica tras el éxito, el año pasado, de "Dallas Buyers Club". Tras conseguir una estatuilla por "En la cuerda floja", Reese Witherspoon continúa buscando papeles que le ayuden a demostrar su calidad interpretativa. De todos modos, las probabilidades de que el film consiga algún Oscar provienen de la nominación a Laura Dern, actriz con halo de culto (es una de las musas de David Lynch) que no aspiraba al premio desde 1992 (por "El precio de la ambición").

Puntos débiles: el año pasado los Oscars a mejor actor y mejor actor de reparto recayeron en una película de Vallée (la mentada "Dallas Buyers Club", protagonizada por Matthew McConaughey y Jared Leto), con lo cual es difícil que la situación vuelva a repetirse este año por el lado femenino. Como en tantos otros casos, las posibilidades reales de "Alma salvaje" para alzarse con alguna estatuilla parecen ínfimas, y es probable que los académicos entiendan que las nominaciones son, en sí mismas, todo el reconocimiento que la película merece.

¿Por qué no la he visto?: en realidad sí he visto un trozo de la película, los primeros 20 minutos, pero estaba cansadísimo (acababa de terminar "Into the Woods", ¡qué fatiga!) y no me estaba enganchando demasiado, así que decidí dejarla para otro momento en el que pudiese cogerla con más ganas. Ese momento aún no ha llegado y, dada mi agenda ociopática para las próximas semanas, es posible que no vaya a llegar en breve. Veremos.


Puro vicio (Inherent Vice)


De qué va: adaptación de una novela del escritor de culto, con fama de difícil, Thomas Pynchon. Seguro que tú tampoco has leído nada suyo, pero igual te suena si te digo que era ése que salía en "Los Simpson" con una bolsa de papel en la cabeza. ¿Ves como sí? El caso es que su protagonista es un detective privado con pinta de friki enredado por su ex-novia en una trama de fraudes inmobiliarios y colocones de LSD. Sobre el papel, suena como "Chinatown" protagonizada por el Nota de "El Gran Lebowski".

A qué está nominada: 2 candidaturas: guión adaptado y vestuario.

Puntos fuertes: Paul Thomas Anderson (o PTA): el director y guionista al que los Oscars deben 18 años de reconocimientos. Un gran reparto encabezado por Joaquin Phoenix, el tipo que pasó de ser "el hermano leporino de River Phoenix" a convertirse en "uno de los mejores actores del mundo" a base de bordar buenos papeles en proyectos interesantes con directores de prestigio.

Puntos débiles: los fanses de PTA ya estamos acostumbrados a que la Academia ignore sistemáticamente todas y cada una de sus películas. Las nominan lo mínimo, y rara vez las premian. En una filmografía tan abrumadora como la suya, los dos Oscars de "There Will Be Blood" (AKA "Pozos de Ambición" AKA "Lo que se le ocurra esa mañana al traductor de turno") saben a poco, y los desplantes a "Boogie Nights", "Magnolia" y "The Master" suenan directamente a pitorreo. Así que uno ya asume que "Inherent Vice" se irá de vacío del Kodak Theatre por venir de quien viene e ir destinada a quien va destinada. Y todo esto lo digo como un apriorismo puro y duro: sin haberla visto, vaya.

¿Por qué no la he visto?: la Academia no ha tenido a bien mandarme una copia "for my consideration" de la nueva película de PTA. Qué descaro, ¿verdad? Teniendo en cuenta que en España se estrena en marzo, a estas alturas lo único que puedo decir de "Inherent Vice" es que tengo muchas (pero muchas) ganas de verla.


Mi quiniela personal

La porra que viene a continuación no refleja mis preferencias, sino lo que creo que decidirán los académicos: dos cosas bien distintas.



Mejor película

"Boyhood"

Mejor director

Richard Linklater (por "Boyhood")

Mejor actor principal

Michael Keaton (por "Birdman")

Mejor actriz principal

Felicity Jones (por "La Teoría del Todo")

Mejor actor de reparto

J.K. Simmons (por "Whiplash")

Mejor actriz de reparto

"Patricia Arquette" (por "Boyhood")

Mejor película animada

"Cómo entrenar a tu dragón 2"

Mejor guión original

"Boyhood"

Mejor guión adaptado

"La Teoría del Todo"

Mejor película de habla no inglesa

"Ida"

Mejor diseño de producción

"El Gran Hotel Budapest"

Mejor fotografía

"Birdman"

Mejor vestuario

"El Gran Hotel Budapest"

Mejor montaje

"Boyhood"

Mejores efectos visuales

"El Amanecer del Planeta de los Simios"

Mejor maquillaje

"El Gran Hotel Budapest"

Mejor edición de sonido

"Interstellar"

Mejores efectos sonoros

"Interstellar"

Mejor banda sonora

"La Teoría del Todo"

Mejor canción

"Glory" (de "Selma")

Mejor documental

"Citizenfour"

Mejor cortometraje

"Boogaloo and Graham"

Mejor cortometraje documental

"White Earth"

Mejor cortometraje animado

"The Bigger Picture"

Fe de erratas: mi no colaboración en la edición española de "Astro City 3: Vidas privadas"

Los pocos que sigáis este blog sabréis que desde junio de 2012, fecha de publicación de "Leyendas del Universo DC: Neil Gaiman", he estado colaborando esporádicamente con la editorial ECC, que posee los derechos de publicación en España de los títulos de DC Comics. En total he participado en las ediciones en castellano de 10 tomos correspondientes a series como "American Vampire", "Scalped", "The Unwritten" o "Astro City", además de un texto para la web acerca de "Spaceman". Hace ya un tiempo que no recibo nuevos encargos por parte de ECC, siendo los dos últimos el tomo recopilatorio de la miniserie "Trillium" y el volumen 2 de "Astro City" titulado "Victoria" (tal y como podéis comprobar en la columna de la derecha en esta misma web).


El pasado miércoles acudí a mi librería habitual a cosechar las primeras novedades de marzo (ya sé que aún estamos en febrero, pero Norma y ECC suelen lanzar sus publicaciones siempre unos días antes de que termine el mes): el primer volumen de la muy recomendable "Ciencia Oscura" de Remender y Scalera, el tomo final de la etapa de Azzarello y Chiang al frente de "Wonder Woman" y "Astro City 3: Vidas privadas". Tenía una curiosidad especial por saber si finalmente habrían incluido un texto editorial a modo de prólogo o epílogo en el nuevo tomo de "Astro City" porque ésta era, precisamente, una de las series en las que hasta entonces yo había participado. En el caso del último "American Vampire", el tomo 7, no había texto de ningún tipo para dejar espacio a las portadas y algunos anuncios de otro material de la editorial. Sin embargo, "Astro City 3: Vidas privadas" si contiene en sus últimas páginas un texto que aparece... firmado con mi nombre.


Mi primera reacción fue un enorme "WTF?". Allí, en medio de Elektra Comics. La segunda, pensar: "¿lo habré redactado, corregido, enviado y facturado bajo la influencia de las drogas y por eso no lo recuerdo?". Tampoco recordaba haber leído en inglés los episodios de "Astro City" incluidos en el nuevo tomo. De hecho no he leído nada de la colección en inglés desde el final del arco argumental incluido en "Victoria". No obstante, hace un tiempo descubrí unas declaraciones en las que Stephen King afirmaba no recordar haber escrito algunas de sus novelas de la década de los 80 por culpa de su adicción al alcohol y la cocaína. Mi argumento definitivo en contra de esta hipótesis, sin embargo, reside en el hecho de que nunca he consumido drogas, puedo contar con los dedos de una sola mano las veces que me he emborrachado y, de hecho, hace tanto tiempo que no salgo de fiesta que para mí la palabra "fiesta" está ahora más asociada al fabricante de chupa-chups y golosinas que al hecho de quedar con los amigos, comer guarro, hacer bailes ridículos y arreglar el mundo en conversaciones etílicas a las 5 de la mañana.

Alucinado y sin ningún tipo de explicación capaz de satisfacer a mi morbosa imaginación, le envié un e-mail a la persona responsable de la contratación de colaboradores externos en ECC; la misma persona que me había ofrecido mis últimos trabajos como articulista para la editorial. Su respuesta fue que se había producido un error en el proceso de maquetación y que (cito textualmente) "el diseñador, al copiar y pegar diseño del artículo para luego cambiar el texto, se dejó el nombre del articulista anterior". El autor del texto que aparece al final de "Astro City 3: Vidas privadas" no es, por consiguiente, un servidor sino otra persona: Jorge García. No conozco a Jorge, pero lamento que se haya tomado la molestia de redactar, corregir y enviar un texto a la editorial para que finalmente haya sido atribuido en su publicación impresa a mi persona.

Desconozco si ECC hará algún tipo de comunicado al respecto (cosa que dudo, porque al final esto sólo nos atañe a Jorge García y a mí), así que he preferido explicarlo en mi blog, no sea que alguien se compre el tomo, lea el artículo de marras y piense (con toda lógica) que he sido yo quien lo ha escrito. Vamos, que si os ha gustado el texto no es a mí a quien debéis felicitar.

Aclarado el asunto, posiblemente lo que más le interese a quien esté leyendo estas líneas sea que "Astro City", como tebeo de super-héroes, sigue gozando de una espléndida salud y que cualquier nuevo recopilatorio que se publique en España de esta colección será por mi parte compra obligatoria, independientemente de qué firma aparezca al pie de sus textos editoriales.

Start spreading the news...

Viendo en los noticiarios las imágenes de las llamadas fuerzas del orden enzarzadas con la población civil en las actuales revueltas raciales en Misuri no resulta complicado encontrar peligrosamente factible el escenario que el guionista Brian Wood y el dibujante Riccardo Burchielli proponen en su tebeo "DMZ". Editadas por el sello Vertigo de DC Comics entre noviembre de 2005 y febrero de 2012, las 72 entregas de la colección narran el trabajo de campo de Matty Roth, becario convertido a su pesar en reportero bélico en una Nueva York situada en el epicentro de una hipotética Segunda Guerra Civil estadounidense. DMZ son las siglas en inglés para Zona Desmilitarizada, término con el que se conoce a la isla de Manhattan en el conflicto que enfrenta a los Estados Unidos con los autoproclamados Estados Libres, un movimiento separatista que aglutina una creciente ola de disturbios contra las políticas del gobierno central de Washington.

Portada de Brian Wood para el número 1 USA de "DMZ".

La DMZ es el lugar donde las fuerzas armadas de los EE.UU. consiguieron detener el arrollador avance del ejército de los EE.LL., y por consiguiente el enclave estratégico que decantará la contienda en favor de uno u otro bando. El papel de Roth en este contexto comienza siendo meramente testimonial: él es el único periodista que reside permanentemente en la DMZ, cuya población se ha visto mermada por una desastrosa maniobra de evacuación y por el peligroso día a día en el que bandas callejeras y milicias ciudadanas se reparten los cinco barrios de Nueva York. Sin embargo, pronto Roth se convertirá en un relevante personaje público, la voz de los civiles en la DMZ, y tanto los EE.UU. como los EE.LL. pretenderán manipularlo para aprovecharse de su creciente influencia mediática.

Todos los días son 11-S: presentación de Matty Roth en el número 1 USA de "DMZ". Dibujo de Riccardo Burchielli.

Parece inevitable entender la serie de Wood y Burchielli como una respuesta en forma de ficción a tres de los grandes eventos que marcaron la historia de Norteamérica en la década pasada: los atentados del 11-S y las invasiones de Afganistán e Irak. Por un lado, la destrucción del World Trade Center despertó en la población estadounidense, y más concretamente en la ciudad de Nueva York, una percepción de guerra en casa que no se conocía desde el ataque japonés a Pearl Harbor. Además, la paranoia frente al atentado impredecible y al terrorista potencial, infiltrado entre la ciudadanía, encajan perfectamente con el clima de miedo e inseguridad constantes que acompaña a diario a los habitantes de la DMZ: en una guerra callejera de norteamericanos contra norteamericanos, nunca se sabe cuándo ni dónde se producirá la siguiente emboscada o el próximo bombardeo.

Página del número 11 USA, dedicado al personaje de Zee, a cargo del dibujante de fill-in Kristian Donaldson.

Por otro lado, las estrategias militares de ocupación y reconstrucción que los EE.UU. han venido realizando en Oriente Medio en los últimos años permiten una lectura ecónomica demasiado evidente como para que uno se crea, a estas alturas, el cariz humanitario y democrático con el que los medios oficiales pretenden justificarlas. Las guerras siempre han sido, son y serán un negocio. En "DMZ" estas políticas ultracapitalistas están representadas por Trustwell, una empresa de reconstrucción aliada con el gobierno de Washington y con el grupo mediático Liberty News, y que además defiende sus intereses en la antigua Manhattan empleando un ejército privado con obvias reminiscencias de los mercenarios reales de Blackwater.

Los cascos azules cumplen con su papel decorativo en el irreconocible barrio de Tribeca. Dibuja Riccardo Burchielli.

En el epicentro de estos intereses territoriales, politicos y económicos se encuentran los vecinos de Nueva York, sitiados por ambos frentes por uno y otro ejércitos, tratando desesperadamente de reconquistar la normalidad en una ciudad cuya catastrófica arquitectura recuerda más a la franja de Gaza que al imponente skyline homenajeado en el cine de Woody Allen o Martin Scorsese. En las calles de la DMZ el lector conocerá a Zee, una estudiante de medicina obligada por su brújula moral a convertirse en asistente sanitaria para cualquiera que lo necesite; a Década Después, un graffitero que continuará dejando su impronta en calles, trenes y azoteas hasta el día en que se derrumbe la última pared de la ciudad; a Wilson, el mafioso/caudillo protector de Chinatown... Músicos, artistas, arquitectos, civiles al fin y al cabo, que tienen su propia historia personal en un relato bélico que condiciona inexorablemente sus vidas pero que, en última instancia, no los supera. Porque ni siquiera la guerra puede acabar con el alma de Nueva York.

Portada del número 67 USA, obra del ilustrador Jean Paul Leon.

Pese a haber nacido en Vermont, el guionista Brian Wood es uno de esos neoyorkinos de adopción que proclama a los cuatro vientos su devoción por la ciudad que nunca duerme. Y, de una forma un tanto extrema, "DMZ" es su carta de amor hacia esas calles y, sobre todo, sus habitantes. Según Wood el auténtico neoyorkino, ya sea nativo o prohijado, no se parece al resto de los estadounidenses. Pese al totum revolutum de razas, culturas y religiones, el neoyorkino posee una idiosincrasia propia y, de hecho, es antes neoyorkino que cualquier otra cosa. Incluso que estadounidense.

Portada de Jean Paul Leon para el número 54 USA.

"DMZ" pone el dedo en algunas de las llagas más sangrantes de las actuales políticas exteriores e interiores de los EE.UU., presentando además un rico escenario en el que desarrollar tantas historias potenciales (con puntos de vista muy diferentes) como habitantes tiene esta ruinosa isla de Manhattan. Y es precisamente ahí donde un servidor encuentra uno de los mayores problemas de la coleción: el marco creado por Wood tiene un potencial inmenso, casi infinito, pero el escritor de "Local" y "Northlanders" no acaba de sacarle todo el jugo posible. Ni desde el punto de vista bélico, donde el guionista no ahonda en los orígenes, la cronología ni el desarrollo de esta Segunda Guerra Civil estadounidense, cuyos principales actores y sus respectivas posturas políticas y sociales apenas aparecen bosquejados en el argumento principal; ni desde el punto de vista de los personajes protagonistas, entre los cuales sólo unos pocos (Roth, Zee y en menor medida el líder populista Parco Delgado) me parecen plenamente desarrollados.

Parco Delgado, la alternativa política, en un acto de campaña dibujado por Riccardo Burchielli.

En el conmemorativo número 50 USA de la colección se incluye una historia corta protagonizada por un personaje que colecciona obras de arte para protegerlas de la progresiva destrucción de los museos de Nueva York. Es un ejemplo perfecto de la clase de argumentos que Wood podría haber llevado a sus últimas consecuencias a lo largo de la colección, pero que se quedan en mera anécdota al igual que las tramas de un montón de personajes secundarios, sepultados por las vivencias en primera persona de Roth, que progresivamente pasa de testigo presencial de la contienda a protagonista destacado de la misma, en una maniobra de focalización de la trama que no acaba de convencerme. Me hubiera gustado encontrar en "DMZ" una mayor coralidad e interrelación de personajes pues el punto de partida, creo yo, demandaba precisamente esa clase de protagonismo compartido. Esperemos que la inminente adaptación televisiva para el canal SyFy (cadena que no ofrece demasiadas garantías de calidad) y que actualmente desarrollan los guionistas Andre y Maria Jacquetton (que sí ofrecen una mayor confianza, dado su trabajo previo en las primeras temporadas de "Mad Men") incida en todos los aspectos insinuados pero apenas desarrollados por Wood y Burchielli.

Matty Roth en horas bajas. Página de Buchielli para el número 54 USA.

Mi otro gran reproche a "DMZ" es el abuso en la segunda mitad de la colección del decompressive storytelling, tendencia actual del tebeo comercial norteamericano de dilatar la narración para cubrir las 20-24 páginas mensuales que demanda el formato comic-book, por mucho que los mismos acontecimientos pudieran haberse desarrollado en la mitad de espacio. Desde luego, no hacían falta 72 comics de grapa, 12 tomitos recopilatorios en la edición española a cargo de Planeta de Agostini y (en última instancia) ECC Ediciones, para desarrollar lo que Wood y Burchielli proponen en "DMZ".

Página de Nathan Fox para el flashback que ocupa gran parte del número 18 USA.

El problema, me parece, no está tanto en las decisiones tomadas por el dibujante italiano y sus ocasionales sustitutos (para cubrir con las fechas de entrega), los cuales realizan un trabajo competente aún sin grandes alardes, sino en la escritura y planificación de Wood, que sacrifica la calidad y densidad del relato en favor de la cantidad y comercialidad del mismo. Leyendo "DMZ" uno se vuelve de pronto consciente de cuánto echa de menos a los guionistas que definieron el tebeo angloparlante de los años 80; tipos como Frank Miller ("Ronin", "Give me liberty"), Alan Moore ("V de Vendetta", "Watchmen") o Howard Chaykin ("American Flagg!") que en 4, 8 ó 12 números podían presentarte una distopía cargada de lecturas políticas y sociales y un buen puñado de caracteres interesantes y llevarlos hasta sus últimas consecuencias aprovechando hasta la viñeta más pequeña para introducir el mayor número de conceptos posible.

Una comparativa caprichosa: la densidad de una página del "Give Me Liberty" (1990) de Miller y Gibbons frente al decompressive storytelling de Woods y Burchielli en "DMZ" (2011).

"DMZ" es un tebeo interesante. Una lectura agradable que posee un arranque muy prometedor y una conclusión arriesgada y honesta, pero que entre uno y otra da demasiadas vueltas alrededor de sus planteamientos sin entrar casi nunca a matar. Y así, se queda en el cómputo global unos cuantos peldaños por debajo de títulos históricos de la línea Vertigo como "The Sandman", "Predicador", "Scalped" o "100 Balas", y más próximo a la irregularidad de otros bastante recomendables aunque evidentemente menos meritorios, como "Transmetropolitan", "Y, el último hombre" o "The Unwritten". Siempre, eso sí, infinitamente mejor que "Fábulas": qué manía le tengo a "Fábulas", madre mía.

Portada de Jean Paul Leon para el número 64 USA.

Un apunte final: la sinestesia, ese curioso fenómeno por el que relacionamos sensaciones propias de un sentido (por ejemplo la vista) con otro (como el oído) ha despertado en mi cabeza numerosas asociaciones musicales mientras leía del tirón los 12 volúmenes que recogen "DMZ" en castellano (y que merecen un tirón de orejas para Planeta de Agostini por su traducción plagada de errores). La más evidente ha sido con el excelente álbum "The Monitor" de Titus Andronicus, inspirado en la Guerra Civil estadounidense (la primera, la de verdad). Pero también ha habido ramalazos del "Gold" de Ryan Adams o del "The Rising" de Bruce Springsteen. Son asociaciones muy personales, desde luego, porque sospecho que Wood tenía en mente los ritmos del hip-hop y de la música electrónica cuando describía el ambiente cultural de la DMZ (en el número 12 USA hay bastante de eso), pero así funcionan mis conexiones neuronales...

Dos viñetas del número 4 USA: Matty Roth se queja de que Radio Free New Jersey pincha demasiado Springsteen para su gusto.

Volvemos después de la publicidad

Ultron Unlimited

Marvel Studios está que lo tira en este 2015. Al estreno de su primera serie televisiva para la plataforma Netflix, un "Daredevil" que está encandilando a crítica y público a partes iguales, se suman los dos largometrajes que concluirán su Fase 2 cinematográfica: "Ant Man" se estrenará en verano, pero el fandom sabe que el plato fuerte de las adaptaciones super-heroicas de este año es "Los Vengadores: La era de Ultron", que este fin de semana ha llegado a las salas españolas.


Repite como director y guionista Joss Whedon, artífice de la primera película conjunta de los Héroes Más Poderosos de la Tierra y hombre de referencia de Marvel en su división audiovisual. El reto era superar en espectacularidad, complejidad argumental y desarrollo de personajes al film precedente, y resulta innegable que Whedon ha puesto todo su talento al servicio del proyecto... aunque el resultado sea, como mínimo, irregular. "La era de Ultron" es una cinta complicada de abordar, tanto para su autor desde el punto de vista creativo, como para el espectador casual (el que no se ha empollado cincuenta años de tebeos ni ha revisado los diez films anteriores de Marvel Studios antes de entrar en la sala) desde el punto de vista puramente argumental.


Mientras cada cinta dedicada a un héroe en solitario desarrollaba un aspecto particular del vasto Universo Marvel (ya fueran los Nueve Mundos de "Thor" y su secuela, las conspiraciones internacionales de S.H.I.E.L.D. e Hydra de "Capitán América: el Soldado de Invierno" o la pintoresca space opera de los "Guardianes de la Galaxia"), "La era de Ultron" se propone la imposible (multi)tarea de 1) aglutinar todos estos aspectos en un mismo entramado narrativo, 2) presentar un nuevo villano y tres (¡tres!) nuevos Vengadores, 3) profundizar en las motivaciones de los protagonistas que no poseen franquicia propia (Ojo de Halcón, Viuda Negra y, en menor medida, Bruce Banner/Hulk), 4) servir de antesala para la Guerra del Infinito (la ya anunciada tercera entrega de la saga) y 5) funcionar como episodio (más o menos) autocontenido en el que los Vengadores se enfrenten a una nueva amenaza global, con todo el despliegue de acción, FX y destrucción masiva en pantalla que ello conlleva.


La profusión de subtramas, personajes, conceptos y giros de guión parece más apropiada para una miniserie televisiva que para un único film y resulta evidente que, pese a los 140 minutos de metraje que dura la proyección, son muchas las escenas que Whedon ha debido abandonar en la sala de montaje con el fin de reducir "La era de Ultron" hasta un minutaje "comercial"(signifique eso lo que signifique en los despachos de Hollywood). El gran perjudicado es el villano de la función: las motivaciones de Ultron no están bien expuestas, su antagonismo con los Vengadores responde más a las necesidades del guión que a la caracterización simplista del personaje y su vínculo con los mellizos Pietro y Wanda Maximoff resulta bastante caprichoso. Más tarde o más temprano acabaremos teniendo, ya sea como director's cut o como escenas descartadas en el DVD/Blu Ray, una visión más completa de las intenciones originales del realizador, pero hasta entonces la versión exhibida en salas es la que hay que juzgar por sí misma, y en ella hay casi tantos elementos dudosos como, por suerte, aciertos a celebrar.


Decía antes que "La era de Ultron" puede resultar farragosa para quien no tenga un conocimiento preciso del Universo Marvel, ya sea en su versión cinematográfica como viñetera. Llegados a este punto hay que entender dos cosas. La primera es que "La era de Ultron" es el décimo episodio de una macro-saga que apunta, como mínimo, a la veintena de entregas; verla sin conocer todo lo que ha venido antes es como empezar "Juego de tronos" por su quinta temporada. La segunda es más cuestionable, aunque a mí particularmente no me supone un handicap de cara a disfrutar el film: "La era de Ultron" es una película hecha por geeks marvelitas para geeks marvelitas, así que más te vale saber de antemano que el vibranium viene de Wakanda, que los hermanos Maximoff son mutantes (o "mejorados" en esta versión libre de copyright) por la gloria de Stan Lee o que Hel es el infierno al que tanto temen los compañeros asgardianos de Thor, porque la película no tiene tiempo para explicar estos conceptos de "primero de Marvel": hay demasiadas cosas que explotar y robots que aporrear para pararse a esperar al espectador rezagado.


Aclarado esto, resulta que hay muy poco que reprocharle a "La era de Ultron" como blockbuster hormonado de acción y efectos especiales. Las batallas son colosales, las coreografías han mejorado (por imposible que parezca) desde la anterior entrega, con unos Vengadores que luchan cada vez más como un equipo perfectamente coordinado, y la interacción entre los personajes digitales como Ultron y Hulk y los actores reales es prácticamente perfecta. Desde el asalto a la base de Hydra en el prólogo hasta la multitudinaria batalla final, "La era de Ultron" es una montaña rusa de tiros, puñetazos, rayos de energía y chascarrillos hilarantes. El humor siempre ha sido una de las señas de identidad en los guiones de Whedon, y aquí el creador de "Firefly" y "Buffy Cazavampiros" vuelve a brillar como dialoguista, consiguiendo que las escenas tranquilas, las conversaciones casuales entre personajes, resultan tanto o más interesantes que las peleas y las explosiones. Lograr que "La era de Ultron" funcione como película coral y que uno se crea los lazos de camaradería entre unos protagonistas que pueden pasar de ser los mejores amigos del mundo a zurrarse de lo lindo en apenas cinco minutos (como mandan los cánones marvelitas) es uno de los grandes méritos de Whedon en el ajustadísimo libreto de la película. A saber la de borradores y reescrituras que el pobre Joss habrá tenido que redactar antes de conseguir el equilibrio definitivo entre humor, acción y desarrollo de personajes.


El balance final dependerá más que nunca del bagaje y las expectativas de cada espectador. Para los marvelitas de núcleo duro posiblemente éste sea el film más completo y que mejor representa el espíritu de los comics en la gran pantalla: por mucho que vayan a quejarse de que "éste no es su Ojo de Halcón" (porque, al igual que Furia, es la versión Ultimate escrita por Mark Millar), se les pondrá la piel de gallina cuando Tony Stark se enfunde la Hulkbuster y se quedarán boquiabiertos cuando vean lo bien que luce en pantalla el personaje encarnado por Paul Bettany. Para quienes no se compliquen la vida y sólo busquen una super-producción con la que pasarlo bien durante dos horas y media regadas de coca-cola y palomitas, lo más probable es que tengan una opción mejor en la sala de al lado, donde se proyecta "Furious 7" en glorioso 3D. Los más pequeños saldrán del cine taladrando a sus padres con infinidad de preguntas que éstos sólo podrían responder teniendo un post-grado en mitología Marvel, y los más cascarrabias llegarán a la conclusión de que "el cine de ahora es demasiado caótico y ruidoso" y abandonarán la sala pensando que al menos han podido ver en pantalla grande el trailer del Episodio VII de "Star Wars".


Yo, pese a todos los peros que pueda encontrarle al film, me lo he pasado una vez más como un enano: porque el plan apocalíptico de Ultrón, esa I.A. genocida que actúa como un adolescente enrabietado, es tan loco y descabellado que podría habérseles ocurrido a Lee y Kirby en sus años dorados; porque Ojo de Halcón y la Viuda Negra se convierten, cada vez más, en el alma y el corazón de un equipo que a priori no parecía necesitarlos; porque Robert Downey Jr. sigue siendo la estrella, pero menos; porque por primera vez (aunque no será la última) te descubres deseando que el Capitán América le estampe el vibranium en la cara a Iron Man; porque Nick Furia hace algo dramático y Hulk, por supuesto, aplasta; por el "¡jamás nos rendiremos!" de Hydra, puro Indiana Jones; por la fiesta en el ático de Stark y las caras de Rhodey; por Mjolnir y el tipo que lo sostiene, y por la forma en que la película se funde finalmente a negro dejando que seamos nosotros quienes completemos en nuestra cabeza el último guiño de Whedon al espectador y a estos personajes a los que, se nota en cada fotograma, tanto ama.

Ex-fucking-celsior.

El Hombre Sin Miedo

Cuando apenas han pasado unos días desde que publiqué mi reseña de "Los Vengadores: la era de Ultron", me siento obligado a escribir una vez más sobre un producto de Marvel Studios, la división audiovisual de la editorial más importante, junto a su rival DC, del mercado estadounidense de comics. Y es que la filial de Disney (una de tantas, cualquier día llegarás a casa y descubrirás que tus padres te han vendido a la multinacional fundada por el tito Walt) ha aprovechado sabiamente su calendario de estrenos cinematográficos para lanzarse a la aventura televisiva de Netflix apenas veinte días antes de que la segunda película de los Héroes Más Poderosos de la Tierra aterrizase en las salas de cine de medio mundo. Estoy hablando, por supuesto, de "Daredevil", la serie de 13 episodios que conseguirá borrar (¡por fin!) de nuestra memoria aquella primera y bochornosa adaptación protagonizada por Ben Affleck del personaje creado por Stan Lee y Bill Everett en 1964.


Debo aclarar, ante todo, que Daredevil es mi personaje Marvel favorito1. En parte porque posee una serie de matices muy concretos que lo distinguen claramente de cualquier super-héroe al uso. Se trata, en primer lugar, de una persona teóricamente discapacitada: cuando era niño Matt Murdock estuvo implicado en un accidente de tráfico y los residuos radiactivos que transportaba un camión lo dejaron completamente ciego. Por supuesto, tratándose del Universo Marvel esos mismos residuos que mataron uno de sus sentidos amplificaron milagrosamente los demás, otorgándole una suerte de radar hipersensible que le permite proezas como detectar la verdad y la mentira en boca de una persona por el olor de su sudor o su frecuencia cardíaca. Lo cual le viene muy bien, obviamente, para ejercer su trabajo diurno como abogado defensor en el modesto despacho que dirige junto a su mejor amigo desde los días en la facultad de derecho, el simpático y fiel Foggy Nelson. Por irónico que pueda sonar, los mismos delincuentes a los que Matt y Foggy defienden en los juzgados durante el día pueden ser víctima de sus palizas como justiciero urbano durante la noche. Murdock es además todo un icono de la inmigración irlandesa en Nueva York: por si ser profundamente católico no fuese suficiente tortura, su padre fue un boxeador mediocre asesinado por los mismos mafiosos que amañaban sus combates en el cuadrilátero. Curiosamente, el radio de acción de Daredevil se circunscribe a un barrio concreto de la gran metrópolis, Hell's Kitchen; porque el Hombre sin Miedo es un héroe proletario, que prefiere enfrentarse a gangsters locales y a villanos de segunda fila antes que a invasores de otras dimensiones y devoradores de planetas: para eso ya están los Cuatro Fantásticos. Para colmo de males, su madre lo abandonó antes de que Matt pudiese conocerla y su novia de la universidad acabó siendo una ninja psicópata con un trauma familiar propio de una tragedia griega: no es de extrañar que nuestro héroe acabe enrollándose siempre con la mujer más desequilibrada de la fiesta. Mientras los Vengadores y los X-Men son, con sus alineaciones imposibles y sus aventuras más grandes que la vida, el Real Madrid y el Barcelona, Daredevil es el Rayo Vallecano de los comics Marvel3.


Pese a estos humildes orígenes, Daredevil tuvo la inmensa fortuna de cruzarse a principios de los 80 en el camino de un joven dibujante y guionista llamado Frank Miller, que cogería una colección con bajas ventas y un amplio margen de libertad creativa y convertiría su estancia en la serie en una de las etapas más recordadas de todos los tiempos en un comic Marvel. Es precisamente de esta etapa y de las miniseries derivadas de ella (principalmente "El Hombre Sin Miedo", la revisión de los orígenes del personaje escrita por Miller y dibujada por John Romita Jr.) de las que la actual teleserie toma tanto el tono como la caracterización básica de sus protagonistas.


El Daredevil de Netflix (llamado en realidad "Marvel's Daredevil", para dejar claro que comparte universo con las películas de Iron Man, el Capitán América y el resto de Vengadores) no tiene nada que ver con otras series de televisión actuales que adaptan personajes de comic a la pequeña pantalla. Frente al carácter desenfadado e infantiloide de "The Flash" y al impostado tono pulp de "Gotham", las dos grandes (y fallidas) apuestas televisivas de DC para esta temporada, "Daredevil" esgrime un aspecto realista, violento e incluso sórdido que recuerda a productos con un perfil mucho más alto; policíacos de la talla de "The Shield" o (genuflexión) "The Wire" que poco o nada tienen que ver, a priori, con los conceptos ideados por Stan Lee para las viñetas hace ya medio siglo. Habrá quien quiera ver la influencia de Christopher Nolan y su Caballero Oscuro en la propuesta de Drew Goddard (director y co-guionista, junto a Joss Whedon, de la fabulosa cinta de meta-terror "La cabaña en el bosque"), pero esos aspectos oscuros e introspectivos han acompañado al personaje desde que Miller firmase los guiones de sendas obras maestras del tebeo como son "Ruleta" (Daredevil #191) o la saga "Born Again" (Daredevil #226-233), y han sido santo y seña de las aventuras del Hombre Sin Miedo en casi todas las etapas posteriores (firmadas por escritores tan apegados a lo cotidiano como Ann Nocenti, Brian Michael Bendis o Ed Brubaker), hasta que recientemente Mark Waid decidió llevar de nuevo al héroe al colorido terreno de sus primeras aventuras.


Frente al modelo procedimental de "The Flash" y "Gotham", con un caso/villano por capítulo, "Daredevil" plantea su primera temporada como un todo, una película en 13 partes que sigue el modelo de otras cabeceras de la televisión privada estadounidense (desde "House of Cards", de la propia Netflix, hasta "Breaking Bad" de la AMC, pasando por las vacas sagradas de la HBO). Todo ello nos habla de un producto ambicioso, alejado de los clichés y complejos que tradicionalmente han perseguido a las adaptaciones del comic a la pantalla. Curiosamente, "Daredevil" es sorprendentemente fiel al material dibujado del que procede, bastante más de lo que habitualmente lo son las películas que la propia Marvel produce para el cine, lo cual dice mucho sobre la acusación de inmadurez que los propios lectores de super-héroes a veces nos reprochamos a nosotros mismos, y que el resto del mundo (los no lectores) tiene asumido de un modo bastante prejuicioso.


Ayuda, por supuesto, que los actores que intervienen en la serie se tomen sus papeles tan en serio como lo harían en la más solemne tragedia de Shakespeare, y que el casting acumule un acierto tras otro a medida que se van presentando los distintos personajes. No sólo Charlie Cox (al que los espectadores de "Boardwalk Empire" reconocerán como el asesino del IRA Owen Slater) compone un convincente Matt Murdock, tanto en su identidad civil de abogado discapacitado como en su faceta de violento vigilante, sino que Elden Henson ("Los juegos del hambre") y Deborah Ann Woll (la virginal Jessica de "True Blood") son unos perfectos Foggy Nelson y Karen Page, respectivamente. Rosario Dawson está espléndida dando vida a Claire Temple, por mucho que en la serie su personaje recuerde más a Linda Carter (la Enfermera de Noche) que a la novia de Luke Cage, y contra todo pronóstico el veterano secundario Vondie Curtis-Hall borda al periodista de vuelta de todo Ben Urich pese al chocante cambio de raza en el personaje (al contrario que Curtis-Hall, Urich es blanco en los comics). Pero sin duda el actor que captura como nadie el espíritu de su personaje y lo eleva por encima de su homólogo en viñetas es Vincent D'Onofrio, aquel lastimoso recluta patoso de "La chaqueta metálica" de Kubrick que aquí compone un Wilson Fisk memorable. El trabajo de D'Onofrio va más allá de la lograda caracterización física: su voz, casi un gruñido, y su amenazadora mirada de animal enjaulado contrastan con la dulzura con que el rey del crimen trata a su amada Vanessa (Ayelet Zurer, madre de Kal-El en "El hombre de acero" de Zack Snyder). En mi opinión, nos encontramos ante la mejor adaptación de un villano de comic a la pantalla desde el inquietante Joker de Heath Ledger en "El caballero oscuro".


Otro aspecto especialmente gozoso de "Daredevil" es la forma en que desmiente (una vez más) el cliché de que las escenas de acción rodadas para televisión son inevitablemente cutres. Tomando como referencia títulos como la trilogía "Venganza" protagonizada por Liam Neeson o la divertidísima (e inédita en España) "John Wick", el equipo de directores capitaneados por Drew Goddard filma unas coreografías fluidas y realistas que no recurren a los habituales trucos de montaje que muchas veces impiden percibir lo que realmente están haciendo los especialistas ante las cámaras. El paradigma de este buen hacer se encuentra en el formidable plano secuencia que cierra el segundo episodio, heredero directo de la escena del martillo de "Old Boy" (joya del reciente cine coreano) y uno de los ejemplos más evidentes de por qué este "Daredevil" juega en la liga de las grandes producciones televisivas de nuestros días.


Y luego están los guiños, ese plus destinado al espectador que venía con la lección comiquera aprendida y que aplaudirá emocionado al descubrir en "Daredevil" menciones soterradas a villanos como el Gladiador (ésta es explícita) o el Zancudo (bastante más sutil), alusiones a Roxxon y a "aquella chica griega de la universidad" o la promesa velada de que la Serpiente de Acero de K'un L'un hará acto de presencia en la anunciada serie dedicada al inmortal Puño de Hierro, también bajo el logo de Netflix.


La serie es tan satisfactoria a todos los niveles que, de hecho, sólo se me ocurren dos reproches que hacerle. El primero se refiere al desarrollo del último episodio, demasiado apresurado para lo que el resto de la temporada había sido hasta el momento, casi como si a los guionistas les hubiesen entrado las prisas por resolverlo todo antes de los créditos del decimotercer capítulo por si acaso nunca llegásemos a ver una segunda temporada (que, por suerte, ya ha sido confirmada). El segundo es algo tan superficial como la queja de turno sobre el uniforme del héroe. Si bien el primitivo disfraz negro que Murdock luce en primer lugar me parece que funciona maravillosamente en pantalla, el traje ¿definitivo? de Daredevil no termina de gustarme, porque rompe con ese realismo oscuro que hasta entonces había imperado en la narración. No son defectos que invaliden el resto de sus virtudes, que son legión, y seguramente al espectador que se acerca por primera vez al personaje le preocupe mucho más no haber entendido quién demonios es ese tal Stick (Scott Glenn, nacido para el papel) que aparece de imprevisto en el capítulo 7 y de qué va todo el asunto del Cielo Negro, pero quienes hemos leído los tebeos de Miller sabemos que ahí residen, con toda seguridad, las claves de esa segunda temporada que, si mantiene el nivel de ésta, confirmará a "Marvel's Daredevil" no sólo como una de las series de televisión más entretenidas que uno puede llevarse a los ojos y oídos actualmente, sino también como la mejor adaptación de un super-héroe del tebeo a la pantalla de todos los tiempos. Así de buena me ha parecido.



1: Por supuesto, no dejo de preguntarme cómo es posible que Affleck haya conseguido encarnar en la gran pantalla a mi personaje favorito de Marvel y a mis dos personajes favoritos de DC2, pero supongo que eso no puede explicarlo ni Iker Jiménez.

2: Vale, en "Hollywoodland" realmente interpretaba a George Reeves, pero para el caso es lo mismo: llevaba la S en el pecho, ¿no? Ya sólo por eso estoy deseando que Henry Cavill lo haga puré...

3: Sé lo que estás pensando y sí, Spider-Man es el Atleti.

Viñetas de primavera

La celebración del 33º Salón Internacional del Comic de Barcelona a mediados de abril ha traído un montón de novedades interesantes a las estanterías de las librerías españolas. Muchos de estos lanzamientos todavía no han caído en mis manos, pero entre los que sí lo han hecho y otras publicaciones aparecidas durante las semanas precedentes he reunido una decena de micro-reseñas que dan buen ejemplo del nivel de mis últimas lecturas:

Los Muertos Vivientes vol. 22: Un nuevo comienzo
Guión: Robert Kirkman. Dibujo: Charlie Adlard.
Planeta Comic. Rústica. 168 págs.

La serie decana de Image Comics (con permiso del "Spawn" de Todd McFarlane) inicia una nueva etapa de la mano de su creador, el guionista super-estrella Robert Kirkman, y del que lleva 10 años siendo su dibujante sin faltar un solo mes a la  cita, Charlie Adlard. Tal y como reza el título de este tomo, "Un nuevo comienzo" supone no sólo un punto y aparte respecto a la saga inmediatamente anterior ("Guerra sin cuartel") sino también el primer gran salto temporal que se ha visto hasta ahora en la colección. Dos años han transcurrido desde el fin de la guerra entre los bandos de Rick y Negan: el statu quo de los protagonistas ha cambiado, algunos personajes han desaparecido, otros han continuado evolucionando y sólo la amenazadora presencia de los caminantes y la desconfianza inicial hacia cualquier humano desconocido continúan siendo los pilares fundamentales de la narración.

Poco más puedo adentrarme en esta nueva entrega de la longeva colección que inauguró, más que ninguna otra obra, el reciente (y ya algo cansino) revival zombie de los últimos años sin entrar en spoilers. Lo que sí puedo decir es que, tras un par de tomos que parecían anunciar el lento declive cualitativo de "Los muertos vivientes", "Un nuevo comienzo" ha supuesto un necesario soplo de aire fresco que ha reavivado mi interés por la cabecera. Teniendo en cuenta que hablamos de una serie que en los EE.UU. se aproxima con pulso firme a las 150 entregas, no se me ocurre un cumplido mejor.



Paria vol. 1: Una oscuridad lo rodea
Guión: Robert Kirkman. Dibujos: Paul Azaceta.
Planeta Coimcs. Rústica. 160 págs.


De la creación más longeva de Kirkman pasamos a la más reciente. "Outcast", traducida al castellano por Planeta Comic como "Paria", nos presenta a Kyle Barnes, un hombre de mediana edad que pasa por una profunda depresión tras un trauma familiar vinculado con sucesos paranormales. Porque Kyle ha vivido desde niño rodeado de casos de posesiones demoníacas que lo atormentan por motivos desconocidos. Con la ayuda de un exorcista proletario, el reverendo Anderson, tratará de descubrir qué buscan de él estas presencias malignas que lo persiguen haciendo daño a sus seres queridos. El propio Kirkman define "Paria" como su intento más serio de hacer auténtico género de terror sobrenatural, y lo cierto es que la atmósfera malsana y la sobriedad en los diálogos y la caracterización de personajes le confieren un tono aún más oscuro que el de "Los Muertos Vivientes", que tiene más de slice of life postapocalíptico que de verdadero terror. Que Kirkman consiga su propósito (dar mal yuyu y que nos interesemos por la historia del protagonista desde las primeras páginas) tiene mucho que ver no sólo con su talento para plantar unos cimientos sólidos para un relato que se prevé de largo recorrido, sino también con el atmosférico dibujo de Paul Azaceta y el elegante uso del color de Elizabeth Breitweiser.


El resultado es notable, pero no puedo evitar sentir ciertas dudas ante un lenguaje visual sospechosamente televisivo, como si la narrativa de "Paria" respondiese más a las necesidades de un storyboard especialmente detallado de cara a la puesta en escena de la ya anunciada serie de televisión que adapte el tebeo a la pantalla. Tanto es así que este primer recopilatorio, con los números 1 al 6 de la edición original estadounidense, le deja a uno la sensación más de episodio piloto que de arco argumental completo. Obviamente, tras su experiencia como productor y guionista de "The Walking Dead" para AMC, Kirkman ha visto que el dinero de verdad no se lo van a dar los comics sino las consiguientes adaptaciones televisivas, y ahora mismo uno podría pensar que el creador de "Invencible" se plantea cada nuevo trabajo como un vehículo para seguir explotando su carrera en el medio audiovisual. Sólo espero que eso no implique un bajón de calidad en sus guiones para las viñetas, como sí le ha ocurrido a Mark Millar desde que descubrió la gallina de los huevos de oro en la industria del cine.
Velvet vol. 1: Antes del gran final
Guión: Ed Brubaker. Dibujos: Steve Epting.
Panini Comics. Cartoné. 128 págs.


El equipo creativo responsable de los tebeos más relevantes del Capitán América en décadas desembarca en Image con una premisa sugerente: ¿qué pasaría si la principal sospechosa del asesinato a sangre fría de James Bond fuese la secretaria Moneypenny? Sustituyamos al MI-6 por la organización ARC-7, al agente 00-ídem por el nombre en clave X-14 y a la enamoradiza burócrata creada por Ian Fleming por la Velvet Templeton del título (la cual esconde un turbulento pasado como agente de campo), añadamos unas gotas de "Modesty Blaise" y obtendremos la receta del éxito de "Velvet".


A Bru el cambio de aires (de Marvel a Image) le ha sentado de maravilla, y aquí se muestra pletórico en la descripción de personajes y en la construcción de una trama adictiva, tirando de recursos tan clásicos y eficaces como el flashback y la voz en off. Por su parte, Epting entrega las mejores páginas de su carrera: un prodigio de anatomía realista y gran cuidado en los fondos que, al contrario que en el caso de otros dibujantes que abusan de las referencias fotográficas como Alex Maleev o Greg Land, no repercute en absoluto en el ritmo narrativo. De hecho, pocos tebeos he leído últimamente capaces de transmitir el nervio que Epting imprime a las escenas de combate cuerpo a cuerpo, tiroteos y espectaculares persecuciones en las que Velvet se ve inmersa mientras recorre el mundo tratando de limpiar su nombre y desentrañar las claves del asesinato del agente X-14.



Lazarus vol. 1: Familia
Guión: Greg Rucka. Dibujos: Michael Lark.
Norma Editorial. Rústica. 104 págs.


En un futuro no demasiado lejano, la división geográfica del planeta no responde a territorios políticos sino financieros, dirigidos por familias que acumulan toda la riqueza y la tecnología. La minoría útil para estas totalitarias familias, los siervos, tiene un estatus y unos privilegios con los que no cuentan los sobrantes, una inmensa mayoría de la población que vive en la indigencia. Cada familia cuenta con un miembro modificado con alta tecnología genética y cibernética, virtualmente inmortal, llamado Lazarus. Los Lazari, auténticas armas vivientes monitorizadas por telemetría, están diseñados para obedecer ciegamente a su familia. La Lazarus de la familia Carlyle se llama Forever, y está a punto de descubrir que cuando se trata de conspirar para obtener poder y riquezas, la sangre no es más espesa que el agua.


Pese a ser un refrito de ideas ya conocidas, la nueva serie escrita por Greg Rucka y dibujada por Michael Lark (ambos habían coincidido hace años en la excelente “Gotham Central”) consigue dejar atrás la inicial desconfianza que despiertan los lugares comunes en que se asienta presentando una trama adictiva, una interesante galería de personajes y unas escenas de acción fabulosas. Su crítica hacia el actual orden económico mundial le otorga una segunda lectura de corte social que, pese a la ausencia total de sutileza con que está planteada, no deja de ser un valor añadido. Este recopilatorio publicado por Norma reúne los 5 primeros números de la edición estadounidense y, tal y como ocurre con "Paria", deja el regusto de ser una suerte de episodio piloto en viñetas de cara a la ya anunciada adaptación por parte de Legendary Television. Lo cual evidencia una vez más que las productoras, por un lado, tienen muy presentes los recientes lanzamientos de comic a la hora de encontrar nuevas ideas que llevar a la pantalla y que los creadores, por el otro, tienen perfectamente claro que los tebeos son un paso intermedio de cara a un éxito mayor en la caja (ya no tan) tonta.



Muerdeuñas vol .1: Habrá sangre
Guión: Joshua Williamson. Dibujos: Mike Henderson.
Norma Editorial. Rústica. 132 págs.


La idea en torno a la cual se articula "Muerdeuñas" es por sí sola un gancho de lo más llamativo. Buckaroo es una pequeña ciudad del estado de Oregón tristemente célebre por ser el lugar de nacimiento de 16 de los más retorcidos asesinos en serie del último siglo: desde el infame Quemalibros hasta la más reciente celebridad local, el Muerdeuñas del título, pasando por psicópatas tan extravagantes como el Asesino del Cine, que mataba a quienes hablaban durante la proyección de una película, o La Rubia, que elegía a sus víctimas entre los machistas que la piropeaban por la calle. Cuando el policía Eliot Carroll desaparece mientras investiga los indicios que podrían explicar esta proliferación de maníacos en Buckaroo, su amigo Nicholas Finch, otro agente de la ley (en horas muy bajas), viajará con el fin de encontrarlo hasta el terrorífico enclave, convertido con el paso de los años en poco menos que un parque temático para periodistas oportunistas y turistas morbosos.

El ascendente escritor Joshua Williamson, creador de la series "Ghosted" y "Birthright" también para Image, plantea una historia muy entretenida, fresca a pesar de su escasa originalidad (de psycho-killers están el cine, las series de tv y los comics repletos), que tiene la virtud de no tomarse demasiado en serio a sí misma y de recurrir en igual medida al humor negro que al gore y el horror. El dibujante Mike Henderson mantiene el nivel gráfico en una aceptable mediocridad, sin comerse demasiado el coco con la puesta en página y las soluciones narrativas, y aunque "Muerdeuñas" no destaca especialmente ni por un guión vanguardista ni por un apartado visual sorprendente, el conjunto resulta tan desenfadado y adictivo que uno no puede evitar cerrar este primer tomo y empezar a contar los días para la salida del siguiente.



Wonder Woman vol. 9
Guión: Brian Azzarello. Dibujos: Cliff Chiang, Goran Sudzuka.
ECC Ediciones. Rúsica. 112 págs.
Aprovechando la aparición en marzo del tomo con el que ECC concluye la publicación de la Wonder Woman guionizada por Brian Azzarello, resulta apropiado releer en bloque estos nueve volúmenes para valorar en conjunto el relanzamiento de la amazona en el Nuevo Universo DC. El creador de "100 Balas", una elección a priori controvertida para ocuparse de un personaje tan positivo y luminoso, reformula la plana mayor de la mitología griega como una familia disfuncional en la que cada miembro (cada dios) conspira con el fin de sentarse en el trono de Zeus, desaparecido en misteriosas circunstancias. La presencia de una mortal embarazada por el propio padre de los dioses y amenazada por el resto del panteón olímpico involucrará a Diana en este berenjenal de alianzas, traiciones, rencillas y secretos por desvelar. Por suerte, el planteamiento editorial resulta conveniente para el desarrollo de la trama: 37 comic-books escritos por una misma persona y dibujados por artistas de estilos semejantes (Cliff Chiang es algo así como el "dibujante titular", pero Akins y Sudzuka lo sustituyen habitualmente sin que el nivel gráfico se resienta significativamente), narrando una única historia de principio a fin sin involucrarse en eventos ni crossovers ni gaitas sacacuartos. Tal y como está el patio super-heroico, ya sólo por eso merece destacarse esta "Wonder Woman" como una rara avis dentro de las majors Marvel y DC.

Con todo, tal vez sea ese mismo patio super-heroico, de una vulgaridad pasmosa y un continuo reciclado de (malas) ideas, lo que haya convertido a esta encarnación de Diana en un título de culto entre el fandom. Es algo parecido a lo que ha sucedido con el "Ojo de Halcón" de Fraction y Aja o el "Daredevil" de Waid y Samnee. La competencia es casi nula, y cuando una serie ofrece algo tan claramente superior a la media el lector de afiliación pijamera se deshace en elogios y se apresura a hablar de obras maestras y clásicos inmediatos. Me temo que, al igual que los títulos antes citados, esta "Wonder Woman" sólo es un buen tebeo de super-héroes, bien escrito (pese al cripticismo habitual de Azzarello en los diálogos) y mejor dibujado; a años luz, sin embargo, de las vacas sagradas del género (no hay más que poner en el otro plato de la balanza a los mejores Moore, Miller o Morrison y ver hacia dónde se inclina ésta). Lo cual no es impedimento para que uno pueda disfrutarla sanamente como lo que es, sin buscarle tres pies (narrativos) al gato y sin esperar que su lectura vaya a cambiarle la vida a nadie. Para quien haya llegado tarde a esta primera edición, que sepa que la misma editorial ha presentado entre sus novedades del Saló una nueva recopilación, esta vez en cartoné, recogiendo los seis primeros comic-books estadounidenses bajo el subtítulo "Sangre".



Green Arrow: Roto
Guión: Jeff Lemire. Dibujos: Andrea Sorrentino.
ECC Ediciones. Rústica. 72 págs.

ECC concluye con este tomo otra etapa destacada en las aventuras de un héroe de DC Comics, en este caso el arquero esmeralda que en los últimos años ha visto crecer su popularidad gracias a una oportuna adaptación televisiva. Con los Nuevos 52, la editorial vio la ocasión propicia para rejuvenecer a Oliver Queen, acercándolo a su homónimo catódico (primero al visto en "Smallville", después al de "Arrow") con la esperanza de darle un empujón a las ventas, pero cometió el error de confiar demasiado en el marketing y muy poco en la necesidad de un equipo creativo solvente. Tras unas desastrosas primeras entregas debidas a J. T. Krull, Dan Jurgens y una Ann Nocenti en horas muy bajas, DC se puso las pilas y situó al frente de la cabecera a Jeff Lemire, un guionista con una carrera muy interesante (con títulos como "Animal Man", "Trillium" o la deliciosa "Sweet Tooth", inexplicablemente inédita por estos lares), y a Andrea Sorrentino, auténtica estrella creativa de la serie gracias a una notable habilidad para plasmar las escenas de accion y a un sentido del claroscuro que recuerda mucho al de Jae Lee.

Lejos de sus trabajos más introspectivos, Lemire roba de aquí y de allá (y más que de ningún otro sitio, del estupendo "El inmortal Puño de Hierro" de Brubaker, Fraction y Aja) para construir alrededor del personaje una nueva mitología que incluye clanes ninja consagrados al uso de armas místicas, unos cuantos secundarios nuevos y la reinterpretación de antiguos villanos adaptándolos a los tiempos modernos. No es particularmente original, y desde luego este último recopilatorio no ofrece los niveles de diversión de la precedente "Guerra de los Outsiders", pero no deja de ser un correcto cierre para una de las mejores etapas del personaje que un servidor haya podido leer (en su día me gustó bastante la de Kevin Smith, Brad Meltzer y Phil Hester), integrándose entre esos buenos tebeos de super-héroes actuales que mencionaba a propósito de la "Wonder Woman" de Azzarello. Tanto es así que, recién iniciado su nuevo contrato con Marvel, el primer encargo de Lemire ha sido el de sustituir al saliente Matt Fraction como escritor de "Ojo de Halcón": de arquero en arquero y tira porque le toca. Un buen motivo para seguir coleccionando la serie protagonizada por Clint Barton.

Grayson vol. 1
Guión: Tim Seeley y Tom King. Dibujo: Mikel Janín.
ECC. Rústica. 96 págs.

Y de unas series de DC que terminan a otra que comienza: "Grayson" arranca tras el desenmascaramiento público y la aparente muerte de Dick Grayson (a.k.a. Nightwing) durante el crossover/evento/whatever"Maldad Eterna" (que no he leído, ni ganas). Aprovechando el nuevo status de su pupilo, Batman decide infiltrar a Dick como agente doble en la organización secreta Spyral, que se dedica a recuperar los órganos artificiales super-poderosos de un tal Paragon (ni idea de quién es) y a acumular información sobre las identidades de los principales héroes de la Tierra con fines poco claros. Todo ello en un tono de espionaje pulp y ciencia-ficción super-heroica cuyo referente más claro, salvando abismales distancias de calidad, es el "Sleeper" de Brubaker y Phillips que, casualmente, ECC recupera para el lector español en su listado de novedades de mayo.

Pese a mi obvio desconocimiento de la actual continuidad DCeíta (las series que sigo están, en la medida de lo posible, desvinculadas de los mega-eventos que lo cambian todo para no cambiar nada un año sí y otro también), los cuatro primeros números de "Grayson" reunidos en este tomo resultan una lectura amena y entretenida, con muchas posibilidades para ir a más en un futuro próximo, y con un dibujo muy apropiado de la mano del español Mikel Janín, quien resulta ser además un narrador bastante imaginativo. Está claro que la lectura de "Grayson" no le cambiará la vida a nadie, pero es un tebeo de super-héroes más que correcto en unos tiempos en los que el género, salvo contadas excepciones, no parece levantar cabeza.


The Private Eye: números 1 a 10
Guión: Brian K. Vaughan. Dibujos: Marcos Martín.
Panel Syndicate. Formato digital, disponible en castellano e inglés. Número variable de págs. (en torno a 30 por archivo).

En 2013, el dibujante español Marcos Martín, conocido principalmente por sus trabajos para DC ("Batgirl: Año uno") y Marvel ("Amazing Spider-Man", "Daredevil"), y el guionista Brian K. Vaughan ("Y, el último hombre", "Ex Machina") fundaron Panel Syndicate, una iniciativa editorial para la publicación online de comics en formato digital, pudiendo pagar el lector la cantidad que estimase oportuna a cambio de cada descarga. Algo parecido, en realidad, a lo que la banda británica Radiohead propuso en su día con el lanzamiento del álbum "In rainbows". El primer título nacido bajo el paraguas de Panel Syndicate es "The Private Eye", una serie limitada de 10 episodios firmada por ambos emprendedores. Como proyecto, "The Private Eye" me parece una forma muy inteligente de adaptarse a la realidad de las descargas en internet y al auge del comic en formato digital.

Marcos Martín explicaba así el argumento de la serie en esta entrevista para ZonaNegativa"The Private Eye transcurre en un futuro cercano y en un mundo donde Internet ha desaparecido tras una catástrofe que desveló la información personal de millones de usuarios. En esta situación de máxima exposición, la privacidad personal se convierte en el valor más preciado de una sociedad que lo lleva al extremo de crear identidades secretas para su vida y relaciones diarias. Nuestro protagonista es un paparazzi, el equivalente a un investigador privado, que se verá envuelto en un misterio con ramificaciones mayores de las que en un principio podía parecer". Supongo que a nadie se le escapará la ironía de que "The Private Eye" sea un comic digital que sólo se puede adquirir vía web. La idea es sumamente atractiva, y Vaughan, del que cada día soy más devoto (la culpa de todo la tiene "Saga") plantea la trama como un relato de serie negra, puro detectivesco, plagado de ideas inteligentes y personajes pintorescos. El hecho de que la puesta en página (¿o habría que decir "puesta en pantalla"?) esté pensada específicamente para la lectura en un ordenador o una tablet confiere un sentido del ritmo propio al tebeo, y permite a Martín, narrador superdotado (suyas son las mejores planchas de "Amazing Spider-man" y "Daredevil" de la última década), proponer soluciones visuales que posiblemente no funcionarían en una edición impresa. Su trazo pulcro y ágil, unido a los espléndidos colores planos de Muntsa Vicente, ofrece una experiencia plástica arrebatadora que convierte a este "The Private Eye" en una de las lecturas más satisfactorias de esta remesa primaveral.

¡Universo!: números 1 y 2
Guión y dibujos: Albert Monteys.
Panel Syndicate. Formato digital, disponible en castellano, inglés y catalán. Número variable de págs. (en torno a 40 por archivo).


El segundo título publicado por Panel Syndicate resultó, para un servidor, una sorpresa tanto o más inesperada que el primero. Albert Monteys, humorista de un talento galáctico que me enamoró el alma con sus series para la revista "El Jueves""Tato" y "Para ti que eres joven" (ésta a cuatro manos con otro monstruo de la carcajada en viñetas, Manel Fontdevila), regresa a la ciencia-ficción con una cabecera bimestral y antológica (cada número propone una historia autoconclusiva) ambientada en un mundo futuro que tiene mucho que ver con las añoradas "Calavera Lunar" y "Carlitos Fax" (y también, por sensibilidades afines, con "Futurama" de Matt Groening).


Alejado del formato de tiras cómicas, con un sentido del humor más negro y sutil y una mayor profundidad dramática, "¡Universo!" me parece, con apenas dos números publicados, un paso arriesgado y triunfal en la carrera de Monteys. Todo en ella apunta a hito, a obra mayor. El segundo número, una fábula robótica à la Asimov sobre las relaciones de pareja hechas a medida, esconde una tristeza soterrada que invita a la reflexión. El primero es incluso mejor: una crítica bestial a la expansión infinita de las grandes multinacionales, disfrazada de relato canónico de ciencia-ficción cósmica (ya sabéis: viajes en el tiempo, cavernícolas, I.A.s a lo Hal 9000, etc). Y luego está el dibujo: un irresistible trazo cartoon con diseños enloquecedores y una expresividad bestial; una explosión pop de colores planos que arrebata la mirada; una narrativa limpia, atrevida, de una fluidez pasmosa. Lo del precio al gusto del consumidor me parece, una vez más, la repanocha. Ojalá las cosas le vayan bien a Monteys con este nuevo proyecto y tengamos "¡Universo!" para rato.

Arte, amor y muerte

David Smith es un escultor en crisis. En su veintiséis cumpleaños se encuentra arruinado, solo y borracho en un restaurante de Nueva York, cuando la Muerte se le aparece bajo una cara conocida y le ofrece un trato excepcional: ser capaz de esculpir, sólo con las manos, cualquier cosa que imagine. A cambio, David rechaza una larga vida de ¿feliz? mediocridad y firma su propia defunción en el plazo de 200 días. Pero tener la habilidad para hacer algo no implica necesariamente el éxito en su desempeño, y en 200 días pueden pasar demasiadas cosas, incluyendo la irrupción inesperada del amor.


“El escultor” de Scott McCloud es uno de los comics que más me han gustado de cuantos se han publicado (y, obviamente, he podido leer) en estos primeros meses de 2015. Me ha gustado mucho por varias razones, algunas de las cuales son puramente subjetivas y me obligan a perdonarle sus defectos, que los tiene pero que, cuanto más pienso en ellos, menos me importan en el cómputo global.


Antes de ponerme a escribir esta entrada leí “El escultor” dos veces: la primera en inglés, en el tren bala que va desde Kyoto hasta Hiroshima, durante un viaje mucho mayor del que tal vez (o tal vez no) escriba algo en este blog cuando por fin consiga ordenar mis fotos y mis pensamientos. Aquélla fue una lectura impulsiva, como casi todas las que hago en la tablet, acelerada por la imperiosa necesidad de llegar al final de la historia y así saber qué sucede con David Smith. Ese día, en Japón, me di un atracón vertiginoso con las 500 páginas de “El escultor”, pero en las jornadas siguientes no tuve demasiado tiempo para reflexionar acerca de lo leído. Al regresar a Madrid, unos días después, el tebeo ya se había publicado en castellano de la mano de Planeta Cómic, que lo había anunciado a bombo y platillo como una de sus novedades estrella para el Salón del Cómic de Barcelona. Inducida por mis (nada sutiles) insinuaciones, F. me lo regaló poco después en su edición física, una preciosa “novela gráfica” (ese término, ya sabéis) en tapas duras con medio millar de páginas en blanco, negro y azul. Por fin pude volver a leerlo hace un par de días de forma pausada, deteniéndome en cada viñeta, buscando las claves en la gramática visual de Scott McCloud, un artista más conocido en el mundo del cómic por sus estudios teóricos sobre el propio medio (en obras fundamentales como “Entender el Cómic: el arte invisible”) que por su producción de ficción (en títulos como “Zot!”).

Tal vez fueran esos mismos trabajos teóricos, con su acertado análisis de los mecanismos narrativos del arte secuencial, los que me llevaron a pensar que “El escultor” sería una obra mucho más experimental en términos formales. Algo más cercano a, por ejemplo, el “Asterios Polyp” de David Mazzuchelli. Pero el tomazo escrito y dibujado por McCloud no resulta tan atrevido, y siempre parece tener claro que la historia y los personajes lo son todo y que los recursos narrativos son herramienta y no razón de ser del tebeo. Lo cual posiblemente sea un síntoma de la madurez como dibujante de McCloud y de la concepción artesanal de su propio trabajo. Dicho de otro modo: creo que “El escultor” no pretende sentar cátedra ni revolucionar el mundo del cómic sacándose recursos de la chistera en cada viñeta, sino contar la historia que McCloud tenía en la cabeza de la forma más adecuada y honesta.

Espero que no se me malinterprete: el cómic está repleto de soluciones visuales que funcionan a las mil maravillas dentro de una maquinaria narrativa perfectamente engrasada, pero ninguno de sus recursos es estrictamente un hallazgo, en la medida en que no son nada que no hayamos visto ya en obras anteriores de otros muchos autores que sí abrieron camino en lo que respecta al lenguaje en viñetas. Que no sea innovador no significa que no sea formalmente brillante. Por otro lado, sé que la honestidaddel arte es una idea terriblemente abstracta y subjetiva, pero yo la percibo en cada página de “El escultor”: creo que, al igual que su protagonista, McCloud ama profundamente su trabajo y lo desempeña con una dedicación sincera, desde las entrañas, aunque esto mismo acabe arrastrándolo hacia esos defectos que antes anunciaba, y que se refieren principalmente a su labor como guionista.


Hay algo profundamente naïf en la descripción de los personajes y en la visión romántica, ingenuamente idealizada, que David (y el propio McCloud) tienen de la protagonista femenina de “El escultor”, y que choca con lo (poco) que sé sobre el amor y las mujeres. La angelical Meg, estereotipo de chica buena-guapa-un-poco-loca-en-plan-divertido-pero-loca-de-verdad-a-la-que-los-hombres-queremos-salvar-de-sí-misma-mientras-ella-nos-salva-de-nuestras-propias-inseguridades, parece más la fantasía de un hipster veinteañero que una persona real. Es la Summer de los primeros 45 minutos de “(500) Days of Summer” vista a través de los ojos de Tom, antes de que el personaje de Joseph Gordon-Levitt se dé de bruces con la dura realidad. Pero aquí nadie se golpea contra ese muro: Meg es perfecta desde la primera hasta la última página de “El escultor”, incluso a pesar de esa imperfección que McCloud impone al personaje en el nudo del relato.


Del mismo modo, la visión que McCloud tiene sobre el mundo del arte y sus propias ideas sobre la escultura en pleno siglo XXI me parecen algo simplistas. No soy ningún experto en la materia, pero sospecho que un estudiante de Historia del Arte podría aportar argumentos muy concretos de por qué el trabajo escultórico de David resulta intrascendente. Mi propia explicación sería desde luego más sencilla: porque McCloud es dibujante de comics y, por mucho que se documente sobre escultura o sobre las modas artísticas entre los galeristas de Nueva York, eso no hará que las creaciones de David sean auténtico Arte (con A mayúscula)... aunque su historia dibujada sí pueda serlo.


Por supuesto, por un lado podría argumentarse que la relación entre David y Meg es puro flechazo y que, dadas las circunstancias del protagonista, su desarrollo es intenso pero breve, con lo cual el personaje (y por tanto el lector, que siempre tiene a David como referencia para seguir la narración) no tiene tiempo para verla más allá de esa idealización inicial que se da en cualquier romance de estas características. Por el otro, la vanalidad de la obra de David podría ser precisamente la condición que le ha impedido triunfar hasta el momento en el mercado artístico (más allá de lo basado que éste esté en el nepotismo y la hipocresía), y su desesperada búsqueda de un Arte real, una obra elevada que supere la mera condición de artesanía cincelada, sea otro de los aspectos que McCloud desliza en el guión de "El escultor" por boca del crítico profesional Brecht Becker. Sea como fuere, estos dos aspectos del comic no están exentos de complicaciones en su desarrollo que podrían hacer tambalearse el conjunto si no fuera porque McCloud acierta plenamente con la tercera pata del taburete.

Hay un momento en la saga “Vidas breves” de “The Sandman” en el que un Anciano, un humano excepcional que ha vivido desde los tiempos prehistóricos, se encuentra finalmente con Muerte cuando un muro de ladrillos se desploma sobre él. “No. Por favor, no”, dice el Anciano, “Después de tanto tiempo. Por un accidente estúpido. Pero no me fue mal, ¿verdad? Han sido, no sé, quince mil años. Está muy bien, ¿no? He vivido mucho tiempo”. A lo que Muerte responde: “Has vivido lo que todos, Bernie. Toda una vida. Ni más ni menos”. Dicho lo cual, es posible que no sorprenda tanto la cita que el propio Neil Gaiman (quien, sospecho, es amigo de McCloud) dedica a “El escultor” en la portada de la edición norteamericana del tebeo, publicada por First Second: “La mejor novela gráfica que he leído en años”.

Porque “El escultor”, o una parte importante de él, trata precisamente de ese “toda una vida”y de lo que implica: del destino indudable que nos aguarda a todos, dentro de 200 días o de 20.000; de la inevitabilidad del olvido y de cómo querríamos, sin embargo, ser recordados por aquellos cuyas vidas hemos tocado; de la asunción de que nuestra obra maestra definitiva no será aquella que habríamos podido imaginar, y de la certeza de que el amor tal vez no sea capaz de vencer a la muerte, pero sí puede darle sentido a toda una vida. En mi opinión, es en estos aspectos de la historia donde McCloud acierta con plenitud y consigue zarandearme emocionalmente e implicarme al 100% en lo que me cuenta. “El escultor” me toca entonces la patata de una forma que muy pocos tebeos han logrado, y que no tiene tanto que ver con sus valores técnicos y narrativos (que, por otro lado, ayudan a hacer el mensaje más atractivo) como con su humanidad. Es algo parecido a lo que me ocurre con los últimos episodios del “Starman” de James Robinson, un cómic cuyo planteamiento no tiene nada que ver con el de “El escultor” pero que consigue resultados similares: su lectura me desarma haciendo que pase por alto todas sus posibles flaquezas e imperfecciones. Hay, desde luego, tebeos que me parecen mejores que estos dos, pero que no me emocionan de la misma manera.


Esta capacidad para llegarmefue lo que hizo de aquella primera lectura de “El escultor” un trance tan acelerado, un no parar de pasar las páginas, involucrado como estaba en la crónica de la anunciada muerte de David Smith. La segunda lectura, que podría haber echado abajo esa primera impresión tan visceral, no ha hecho más que fortalecer mi opinión: hay algo intangible en la propuesta de Scott McCloud que no responde a razonamientos técnicos ni a teorías sobre la escritura de guiones, y que hace de “El escultor” una obra capaz de aferrarse con fuerza a la memoria y el corazón del lector.

Si creyera en esas cosas, diría que se trata de Alma.

Jornada de reflexión

De capa y espada

En 1980, el guionista Patrick Cothias y el dibujante André Juillard presentaron en la revista “Pif Gadget” a un espadachín encapuchado llamado Masquerouge, valedor del pueblo llano en la Francia de principios del siglo XVII. Tras la aparición de varias aventuras cortas protagonizadas por el personaje, la dirección de la revista decidió cancelar la serie y Cothias y Juillard se llevaron su creación a otra publicación, “Circus”, donde prefirieron indagar en la génesis del héroe de la máscara roja desarrollando un ambicioso novelón folletinesco.


Se trata de “Las 7 vidas del Gavilán”, cuerpo central de lo que a posteriori sería una inmensa saga compuesta por varias cabeceras y que, en última instancia, abarca más de cien años de Historia (desde 1554 hasta 1658). Así, además de “Masquerouge” (compuesta por 10 álbumes) y “Las 7 vidas del Gavilán” (formada a su vez por 7 volúmenes), Cothias ha escrito a lo largo de los últimos 25 años las precuelas “Las tentaciones de Navarra” (2 álbumes) y “El caballero, la muerte y el diablo” (2 álbumes), y las secuelas “Pluma al Viento” (4 álbumes), “Corazón quemado” (7 álbumes), “El loco del rey” (9 álbumes), “Máscara de hierro” (6 álbumes), “Ninon secreta” (6 álbumes) y "Las 7 vidas del Gavilán: Después de 15 años" (1 álbum... por ahora). De todas ellas en España sólo hemos podido disfrutar, de la mano de Norma Editorial, de aquellos títulos ilustrados exclusivamente por Juillard. Es decir: “Las 7 vidas del Gavilán”, “Pluma al Viento”, el primer volumen de "Después de 15 años" y los tres primeros libros de “Masquerouge” (que, a todo esto, cronológicamente irían entre los álbumes 6 y 7 de "Las 7 vidas del Gavilán").


Dicho así, resulta inevitable que el lector potencial se sienta abrumado por la cantidad de títulos, tramas y personajes que puedan tener cabida en estos más de 50 álbumes, pero conviene aclarar que “Las 7 vidas del Gavilán”, en su edición integral a cargo de Norma, es una lectura perfectamente abordable (y lo que es más, absolutamente recomendable) de forma individual.


La historia se abre con el nacimiento, el mismo día de 1601, del heredero al trono de Francia, futuro Luis XIII, y de Ariane de Troil, hija de un barón de las tierras altas de Auvernia. La muchacha conocerá en sus años de infancia a un espadachín encapuchado, el misterioso Gavilán, que acompañado de su fiel pájaro homónimo impartirá justicia contra la nobleza y el clero. La admiración de Ariane hacia este héroe subversivo le llevará a meterse en serios problemas y a descubrir oscuros secretos sobre su propia historia familiar. Mientras tanto, en la corte parisina, las tensiones entre hugonotes y católicos traerán de cabeza a la monarquía francesa, inmersa en una conspiración con raíces en el Vaticano. Siguiendo la senda de Alejandro Dumas, Cothias logra que sus caracteres ficticios convivan con naturalidad con personajes históricos como Enrique IV o el cardenal Richelieu, y añade además un pequeño pero significativo componente sobrenatural al culebrón en que acaban convirtiéndose las vidas de Ariane de Troil y de sus familiares, aliados y enemigos. Esta combinación entre Historia y fantasía, aventura y romance, acción y tragedia, resulta sorprendentemente fresca, teniendo en cuenta que el género al que “Las 7 vidas del Gavilán” se adscribe tuvo sus mayores exponentes literarios hace casi 200 años.


Es difícil dilucidar qué parte del mérito reside en los carismáticos personajes y la imaginativa trama ideados por Cothias y cuál en el arte sublime de Juillard. La perfecta anatomía de los personajes (¡y animales!), su obsesivo detallismo por la arquitectura y la belleza de los elementos naturales abandonan los postulados del realismo pictórico para convertirse, gracias al entintado de línea clara y a la sencillez cromática de unas acuarelas casi planas, en una sinergia entre academicismo y arte pop que me desencaja la mandíbula en cada plancha. Pero “Las 7 vidas del Gavilán” no es sólo un tebeo repleto de preciosas viñetas, sino también una clase magistral de narración gráfica pletórica de ritmo, pese a su densidad, y plagada de recursos que no por conocidos dejan de resultar eficaces. En su clasicismo francobelga, extremo opuesto a la locura descomprimida del manga nipón, Juillard consigue plasmar vibrantes duelos a espada en apenas tres viñetas, travelings a vista de pájaro que le dejan a uno ojiplático y escenas desarrolladas en paralelo que cocinan su clímax con precisión de relojero (como en la cacería / magnicidio / duelo a espadas que cierra el cuarto álbum).


El final de “Las 7 vidas del Gavilán” es abrupto y terrible, y dependerá del lector, que a esas alturas ya se habrá deshecho del vértigo que la inmensidad de la historia ideada por Cothias pudiera haberle generado, el decidir si es un punto y final o tan sólo el puente que conecta un capítulo con el siguiente. Para quien quiera más, la recomendación es evidente: “Pluma al Viento” retoma argumento y personajes apenas unos meses después, y aunque no logra alcanzar el refinamiento dramático de estos siete álbumes previos, ofrece otras 200 páginas firmadas por un Juillard pletórico que se atreve a retratar la Norteamérica colonial como pocas veces se ha visto en el Noveno Arte.

Killed by drones

Hoy es el día en que se pone oficialmente a la venta el séptimo disco de estudio de Muse, titulado “Drones”. Pese a considerarme un fan histórico del trío de Teignmouth, después del batacazo cualitativo de su anterior largo, “The 2nd Law”, mis expectativas eran moderadas: incluso entre sus más voluntariosos apologistas existe la certeza de que Chris Wostenholme (bajo y coros), Dominic Howard (percusión) y Matthew Bellamy (voz, guitarra, teclados y megalomanía apocalíptica) lo tienen muy complicado para alcanzar las cotas de brillantez de sus primeros trabajos, especialmente el triplete que va de “Origin of Symmetry” (2001) a “Black Holes & Revelations” (2006) pasando por “Absolution” (2003). De entre todas las razones que podrían explicar la decadencia de la banda, el éxito acomodaticio y la búsqueda de una mayor popularidad en detrimento de la complejidad musical de sus primeros años me parecen las más evidentes: de luchar por hacerse un hueco en la industria, Muse ha pasado a llenar estadios en conciertos regados de pirotecnia y espectáculo lumínico. Su base de seguidores ha mutado considerablemente, y si al principio su perfil de rock alternativo llamaba la atención de melómanos en la onda de Radiohead, Skunk Anansie o The Smashing Pumpkins, en los últimos años han asimilado también al fan de U2, Coldplay o Bon Jovi, colaborado en la banda sonora de la saga cinematográfica “Crepúsculo” y abrazado subgéneros tan coyunturales como el dubstep o la electrónica de subidón-subidón. Lo que vulgarmente se conoce como “se han vendido”.


Es por ello que, aún asumiendo esa imposibilidad de entregar a estas alturas su mejor disco, la primera escucha de “Drones” sorprende muy positivamente. Más allá de su coartada conceptual, que presenta a un hombre despechado que acaba sometido al lavado de cerebro de la maquinaria militar, “Drones” tiene la enorme virtud de traernos de vuelta a los Muse más guitarreros, menos preocupados por producir singles que puedan sonar en las radios generalistas y más enfocados a construir un disco escuchable de principio a fin sin que sintamos la necesidad de saltarnos sus canciones más flojas. “Drones” es un disco magro, sin temas de relleno más allá de un par de breves interludios hablados que ni siquiera resultan especialmente molestos (y eso que a mí este tipo de cortes, cuando un disco me está gustando, siempre me parecen intromisiones innecesarias).


El álbum comienza con “Dead Inside”, uno de los adelantos ya conocidos previamente y también una de esas canciones que han llevado a tantos fans del sonido original de Muse a renegar de los últimos trabajos de la banda. En la línea de “Undisclosed Desires” y “Madness”, “Dead Inside” es un ejercicio de tecno-pop que en su segunda mitad nos trae al Bellamy más Bono, tan intenso y desgarrado él. Reconozco que a mí estos arranques pop de Muse siempre me acaban gustando pese al inevitable arqueo de ceja del primer contacto. Con las sucesivas escuchas “Dead Inside” se vuelve no sólo pegadiza sino incluso viral, y de pronto uno se descubre a sí mismo desgañitándose en la ducha, con el puño apretado, cantando eso de “Don't leave me out in the cold / Don't leave me out to die / I gave you everything / I can't give you anymore” sin ser muy consciente de que, en realidad, los 80 terminaron hace décadas y nadie debería echarlos demasiado de menos. No sé si entra en la categoría de guilty pleasure, pero reconozco que “Dead Inside” me pone un montón.


El primer interludio, un “Drill Sergeant” que remite inevitablemente al brutal Sgt. Hartman de “La Chaqueta Metálica” de Kubrick, da paso a otro de los cortes de “Drones” que ya habíamos podido escuchar hace semanas. Se trata de “Psycho”, un tema rockero con un riff pesado que recuerda por momentos a “Uprising”, pero también al Marylin Manson de “The Beautiful People” en el “I'm gonna make you / I'm gonna break you” que antecede al estribillo. Sin ser una canción especialmente memorable, establece bastante mejor que “Dead Inside” el tono general de “Drones”, incluso aunque la siguiente pista vuelva a jugar al despiste.

“Mercy” es, con toda probabilidad, uno de los cortes más comerciales que Muse hayan compuesto nunca: una amalgama entre su propio “Starlight”, el ritmillo contagioso del “Viva la Vida” de Coldplay y la plegaria de voces superpuestas de Queen en “Save Me”. Resumiendo: otro corte popero que crece con las escuchas, perfecto (una vez más) para cantar a grito pelado con el puño en alto. O lo que es lo mismo: carne de directo con explosiones de confetti y karaoke en las pantallas gigantes del estadio de turno.


Lo de “Reapers” es, desde luego, otra historia: una canción rápida y agresiva, con absoluto protagonismo de la guitarra y un fuerte deje a Rage Against the Machine. Bellamy saca a relucir su virtuosismo con el mastil y las seis cuerdas y retoma el camino rockero de “Drones” con esta oda al headbanging con destellos funk.


“The Handler” es posiblemente la mejor del lote, hasta el punto de que Howard y Wostenholme han afirmado en recientes entrevistas que es su favorita del nuevo disco. Contiene todas las señas de identidad del sonido clásico de Muse, con un potente riff de guitarra, una intensa interpretación vocal (falsetto incluido), toques electrónicos y una machacona línea de bajo. No habría desentonado en absoluto en la segunda mitad de “The Resistance”, e incluso allí, al lado de pedradas como “Unnatural Selection” o “MK Ultra”, habría destacado notablemente.


El segundo interludio, “JFK”, protagonizado por un discurso del presidente Kennedy acerca de la libertad, da paso a “Defector”, uno de los temas que más me desorientan de Drones. No es que no me guste; es más, me parece una canción moderadamente buena, pero los ecos de Pixies (pareciera que en cualquier momento Frank Black soltará aquello de “With your feet on the air / And your head on the ground”) y los coros estilo Queen (una vez más, y no será la última) no terminan de casar tan bien como Bellamy pretende. Aún así me parece un tema muy digno, y con las sucesivas escuchas he ido apreciándolo cada vez más.


El noveno corte del disco lleva por título “Revolt” y contiene el estribillo más pegadizo de “Drones”. Es una melodía alegre, una de las canciones más luminosas en la trayectoria de la banda, a la que (esta vez sí) le sientan de maravilla los coros à la Queen. Al igual que tantos otros buenos temas que con los años se han ido quedando en la cuneta dentro de la discografía de Muse (pienso en composiciones tan infravaloradas como “Exo Politics” o “Thoughts of a Dying Atheist”), dudo que “Revolt” se convierta en un clásico del grupo. Y sin embargo es, junto con “The Handler”, uno de mis momentos preferidos del disco.


Le sigue “Aftermath”, un tema no apto para diabéticos. Lejos del sentimiento genuino del “Brothers in Arms” de Dire Straits y del “One” de U2, las canciones inolvidables en las que el líder de Muse parece haberse inspirado para componerlo, Bellamy vuelve a fracasar a la hora de abordar su ansiada Gran Balada. Le ocurrió ya en 2009 con “Guiding Light” y en 2012 con “Explorers”, y le vuelve a suceder en 2015 con “Aftermath”: el supuesto romanticismo deriva en cursilería y, aún con sus virtudes (que las tiene), el décimo corte de “Drones” acaba resultando el más prescindible del conjunto.


Por suerte a continuación llega “The Globalist” para elevar considerablemente la nota media y ofrecerle al fan nuevos motivos para reconciliarse con estos últimos Muse. Presentada por la propia banda como una segunda parte de “Citizen Erased”, una de las joyas indiscutibles de “Origin of Symmetry”, “The Globalist” ofrece en sus 11 minutos de duración una narrativa autocontenida dentro del contexto global de “Drones”: la historia de un dictador que termina por condenar a su país a un desastre nuclear. En su desarrollo se pueden rastrear casi todas las facetas musicales que Muse han ido cultivando a lo largo de los años: una introducción con reminiscencias del spaghetti western de Ennio Morricone; un segundo segmento progresivo, más tranquilo, que da paso a una intensa progresión guitarrera, para finalmente desembocar en un cierre al piano al estilo de “United States of Eurasia” (y, por ende, muy Queen también; yo veo a Queen por todos lados). En su ambición por construir una pieza total, Bellamy se revela una vez más como un experto del pastiche, un Dr. Frankenstein del rock que crea sus mejores obras (y también sus engendros más monstruosos) con retales de otros cuerpos musicales. A quien le guste reconocer estas influencias de otras bandas le parecerá estupendo que Muse siga coleccionando referentes para agitarlos en su coctelera y sacar nuevas permutaciones de sus propias filias en cada nuevo disco. A quien le parezca un expolio (y no le faltará razón), le dará una vez más vergüenza ajena comprobar cómo el trío británico sigue apropiándose con descaro del sonido de otros: haters gonna hate y musers gonna Muse.


El duodécimo corte del álbum se enlaza con “The Globalist” sin solución de continuidad, hasta el punto de que en una primera escucha uno cree que la megalomaníaca pieza anterior todavía no ha terminado. "Drones", el tema que comparte título con el LP, es una coda a capela inspirada en una misa papal del siglo XVI, pero que a mí particularmente me recuerda mucho al interludio coral de “The Prophet Song”, aquella deliciosa marcianada que Freddie Mercury se marcó en medio del pluscuamperfecto “A Night at the Opera”.

Es un cierre de altura para un álbum notable en la discografía de Muse, varios peldaños por debajo de sus mejores obras, pero sin lugar a dudas mucho más honroso y disfrutable que “The 2nd Law”. Puede sonar a consolación de fan incombustible, pero yo estoy contento de que este “Drones” me haya devuelto la fe en el trío de Teignmouth que ya le ha puesto banda sonora a la mitad de mi vida.

El hombre que ríe

El argumento de "La Broma Asesina", un relato de 48 páginas escrito por Alan Moore y dibujado por Brian Bolland, es engañosamente sencillo: el Joker se fuga del Asilo Arkham, como tantas otras veces anteriormente, y pone en marcha un retorcido plan para sumir al comisario Gordon en la locura. Paralelamente, un flashback nos desvela cómo una serie de catastróficas desdichas convierten a un ciudadano anónimo de Gotham, un don nadie que atraviesa la peor racha de su vida, en el más carismático enemigo del Caballero Oscuro.

Portada de la edición en inglés para el 20 aniversario de "La Broma Asesina".

En el momento de publicación de “La Broma Asesina”, a principios del año 1988, Moore ostentaba un lugar prominente en la industria del comic norteamericano: no en vano, sus trabajos previos dentro del ámbito super-heroico (“Watchmen”, “La Cosa del Pantano”, “Miracleman”) habían redefinido los códigos del género y establecido nuevos paradigmas de calidad. Entre los dibujantes que deseaban trabajar con él se encontraba Brian Bolland, conocido principalmente por sus aportaciones a la revista británica “2000 AD” (sobre todo en la cabecera del “Juez Dedd”) y por la maxiserie de 12 números para DC Comics “Camelot 3000”, en la que compartía créditos con el escritor Mike W. Barr.

"Había dos tipos en un manicomio..."

El proyecto de “La Broma Asesina” nace pues como una petición expresa de Bolland al editor Dick Giordano: la posibilidad de trabajar con Moore en un tebeo protagonizado por Batman y el Joker, precisamente los personajes que al ilustrador inglés más le apetecía abordar. Lo que para Moore comenzó como un trabajo de encargo y acabó como un favor personal hacia Bolland (pues las relaciones del barbudo guionista con DC Comics atravesaban un momento complicado), terminaría convirtiéndose a la postre en una de las historias más importantes, tanto por calidad como por influencia posterior, en la mitología del Caballero Oscuro. No es difícil encontrar referencias a la versión del Joker propuesta por Moore y Bolland en películas (desde el "Batman" de Burton, admirador confeso de "La Broma Asesina", hasta "El Caballero Oscuro" de Nolan), videojuegos (la saga "Arkham" desarrollada por Rocksteady) y, por supuesto, el propio comic (como recientemente puso de manifiesto la polémica portada de "Batgirl" que DC Comics se vio obligada a retirar por la presión de un grupo de enfurecidos lectores).

Portada alternativa de "Batgirl" núm. 41, obra de Rafael Albuquerque.

El primer editor asignado por Giordano para supervisar el desarrollo de “La Broma Asesina” fue el mítico guionista Len Wein, quien permitió a Moore y Bolland la libertad creativa necesaria no sólo para narrar el origen del Joker, sino también para trastocar profundamente el status quo de uno de los secundarios recurrentes del universo gothamita (Barbara Gordon A.K.A. Batgirl) y asimilar esta nueva situación dentro de la continuidad posterior. Wein abandonó DC durante la gestación de “La Broma Asesina” y fue sustituido por Dennis O'Neill, quien se mantuvo alejado de las decisiones artísticas y permitió a los autores un amplio margen de maniobra, hasta el punto de que Bolland sólo recuerda haber tenido una única conversación con O'Neill acerca del proyecto.

Barbara Gordon abre la puerta al Joker: una escena que ha marcado a miles de lectores.

Pese a todo, Bolland no quedó contento con el resultado final del tebeo debido a las decisiones tomadas por el colorista John Higgins (quien ya había colaborado con Moore en “Watchmen”), que pasó por alto las indicaciones del dibujante de (entre otras cosas) mantener los flashbacks en un blanco y negro inspirado, según Bolland, en la película de David Lynch “Cabeza borradora”. Dos décadas después, el artista podría al fin quitarse esta espina recoloreando el comic desde cero (y de paso redibujando algunas viñetas) para la edición conmemorativa del vigésimo aniversario de su publicación.1

Página de flashback de "La Broma Asesina" con el nuevo color obra del propio Bolland.

En el aspecto narrativo, “La Broma Asesina” evidencia la influencia que la escritura de “Watchmen” tenía por aquel entonces en Alan Moore. La rejilla de 9 viñetas, tan característica de las planchas firmadas por Dave Gibbons, comparte aquí espacio con una variante de 6 viñetas, manteniendo casi siempre una disposición de 3 tiras horizontales por página.

Primera página de "La Broma Asesina".

Son también recurrentes los motivos visuales que aluden al sentido circular del relato, otro de los pilares narrativos de “Watchmen”, que aquí queda perfectamente de manifiesto tanto en la forma que la omnipresente lluvia dibuja en los charcos de Gotham como en la planificación visual de las páginas primera y última. Otro de los aspectos que remite claramente a la maxiserie protagonizada por el Dr. Manhattan y cía. son las transiciones entre el pasado del Joker (un pasado posible, pues la memoria del Joker es, como él mismo declara, imprecisa) y el tiempo presente de la narración, empleando imágenes visualmente asociadas entre sí, tal y como sucedía con el test de Rorschach que el psiquiatra proponía a Walter Kovacs en el episodio sexto de “Watchmen”.

Transición (en las dos primeras viñetas) entre presente y pasado en una página de "Watchmen".

Transición (en las dos últimas viñetas) entre pasado y presente en una página de "La Broma Asesina".

Esta clase de dedicación a la puesta en página (tanto por parte de Moore como de su mano ejecutora en “La Broma Asesina”, un Bolland meticuloso y entregado) confieren al comic una complejidad poco habitual en el género. El exquisito trazo del dibujante genera una atmósfera oscura y desquiciada que ilustra a la perfección las profundidades del alma del auténtico protagonista, un Joker al que jamás habíamos visto tan salvaje y, sin embargo, profundamente humano. En las páginas finales de “La Broma Asesina” asistimos a un momento clave de la larga historia común entre Batman y su némesis: una especie de comunión desde los opuestos, en la que el término “antagonista”adquiere su sentido definitivo. “¿Cómo pueden odiarse tanto dos personas que no se conocen?”, le preguntaba Bruce Wayne a Alfred unas páginas antes, en la seguridad de su batcueva.

Batman dándose de bruces contra un muro: su incapacidad para entender las motivaciones del Joker.

La respuesta adquiere connotaciones metalingüísticas cuando el lector se plantea la naturaleza de la relación que une a ambos personajes: sin ser conscientes de ello, Batman y el Joker, héroe y villano, son los actores forzosos de un arquetípico relato super-heroico2. Son, como el propio Joker advierte al final de “La Broma Asesina”, los protagonistas de un chiste que editores, guionistas y dibujantes llevan contándonos desde abril de 1940, cuando el Príncipe Payaso del Crimen fue introducido por primera vez por Bob Kane, Jerry Robinson y Bill Finger. Un chiste infinito; un bucle de odio irracional en el que se encuentran enzarzados desde hace 75 años dos tipos que, una vez, tuvieron un mal día.

"Estás haciendo lo que cualquier hombre cuerdo haría en tus terribles circunstancias. Volverte loco".


1: Al respecto del nuevo color de "La Broma Asesina" recomiendo leer esta entrada del blog "El Daily que Daily".

2: Esta visión metalingüística de "La Broma Asesina" está perfectamente argumentada en esta reseña de Tebeosfera y en esta otra de ZonaNegativa, en la que además se profundiza (en los comentarios) en otra polémica que para mí no es tal: su final ¿abierto?

Hortera y Cassette*

"(...) If the 80's were tough,
the 90's were mean (...)"

"Cynical bastards", Arkells


Si hubiera justicia en el mundo los israelíes dejarían de masacrar al pueblo palestino, mi cuñada encontraría rápidamente un trabajo y, en otro orden de cosas totalmente distinto, "Come to light" de Arkells sería la canción de este verano. De todos los veranos. El tema de presentación del tercer largo de los canadienses es el single perfecto: capaz con una sola escucha de convertir con semanas de antelación a "High Noon" en uno de mis discos más esperados de la temporada estival. Eso, viniendo de un tipo que jamás había oído hablar del quinteto de Ontario, tiene que significar algo (bien sobre la contundencia de la canción de marras, bien sobre mi escaso criterio musical).

Esas buenas vibraciones creadas por el adelanto aparecido a mediados de mayo se han concretado en un álbum que arranca de forma inmejorable con "Fake money", himno punk-folk de taberna reconducido, milagros de la producción, hacia el terreno del pop para modernos. "Dirty blonde" parece rescatada de un/a viejo/a cassette (¿es cassette/casete/caset un término masculino o femenino?) en el que podría hacer compañía a Culture Club y al David Bowie de "Modern love". Llámalo guilty pleasure si quieres, pero a mí me pone de buen humor. Exactamente igual que "What are you holding on to?", que no habría desentonado en un disco de Hall & Oates. "Leather jacket" suena a single (también) por los cuatro costados, con un estribillo pensado para barrer en las radios generalistas: piensa en Brandon Flowers cantando "Call me maybe" y, si consigues superar la vergüenza inicial, no andarás muy desencaminado. Antes de "Systematic", otro chicle musical pegado al velo del paladar (con unos violines de palo que harían llorar de alegría al difunto Bobby Farrell), "Crawling through the window" nos trae esa épica pseudo-rockera tan querida por los Killers de "Battle Born".


Porque, obviamente, "High Noon" es una absoluta horterada. Pero si uno no tiene reparos en admitir que a veces pone el dial en M80 mientras conduce en soledad y canta a grito pelado aquellos hits pegadizos de hace tres décadas, posiblemente encuentre aquí un disco ligero, alegre y veraniego, de esos que cuando menos te lo esperas te pintan una sonrisa tonta en la cara.


* El título de la entrada está robado de la página de facebook de estos pinchadiscos de postín. Venía muy a cuento. Si no lo menciono hubiera sido plagio, pero con esta nota al pie de entrada lo he convertido en homenaje: viva el gorroneo conceptual.

Otros 10 comics todavía inéditos en España que estoy leyendo en formato digital

¿Recordáis cuando hace unos meses escribí una batería de reseñas con una decena de tebeos pendientes de publicación en nuestro país? Algunas de aquellas colecciones ya han concluido, otras prosiguen con muy buena salud y la mayoría no tienen todavía fecha de edición en España (aunque hay excepciones como "Black Science" y "The Wake", de próxima aparición en las librerías autóctonas).

El caso es que hoy traigo otra tanda de títulos, 10 nuevamente, que estoy siguiendo en inglés y en formato digital. Me gustaría constatar, además, que la aplastante mayoría de estas colecciones pertenecen a la editorial Image Comics. Teniendo en cuenta tanto estas cabeceras como otras que ya se están publicando en lengua española (como "Los Muertos Vivientes", "Invencible", "Saga", "Este del Oeste", "Fatale" o "Los Proyectos Manhattan") no me cabe la menor duda de que la editorial con el logo en forma de "I" es ahora mismo el mayor hervidero de creatividad en lo que respecta al comic comercial estadounidense, ocupando el trono que hace 15 años ostentaba el sello Vertigo de DC Comics.


Bedlam
Guión: Nick Spencer. Dibujo: Riley Rossmo, Ryan Browne. Color: Jean-Paul Csuka.
Image Comics. Serie abierta. 11 números publicados.
¿Por qué un lector veterano debería a estas alturas prestar atención a la enésima vuelta de tuerca del modelo "expeditivo super-héroe en ciudad decadente (a.k.a. Batman) contra mente maestra del crimen absolutamente depravada (a.k.a. Joker)"? Pues porque Nick Spencer, el creador de "Morning Glories" (esa otra serie de Image que Panini dejó colgada en España tras su tercer tomo recopilatorio), propone una de las reescrituras más salvajes, turbadoras y al mismo tiempo entretenidas del citado canon, y lo hace añadiendo una variación que da muchísimo juego: ¿qué pasa cuando Madder Red (nuestro sosias del Joker) se reforma, hipnosis y lobotomía mediante, y se convierte sin que nadie lo sepa en una suerte de asesor policial a lo Hannibal Lecter? De hecho, a partir de ese giro "Bedlam" se parece muy poco a lo que uno podría esperar de un tebeo de super-héroes y mucho a una versión (aún) más retorcida de las novelas de Thomas Harris, aderezada con elementos de "La naranja mecánica" de Burguess/Kubrick.
No se trata de un tebeo apto para todos lo estómagos, pero si uno disfruta con / es capaz de obviar la violencia física y psicológica más bestia que un servidor se haya encontrado en un comic comercial USA, encontrará en este "Bedlam" un título ingenioso, sorprendente y mortalmente adictivo. Ni siquiera el limitado dibujo de Riley Rossmo (en el primer arco argumental) y Ryan Browne (en el segundo) consigue rebajar mi entusiasmo, pues resulta de lo más adecuado (por turbador y feísta) para la historia que se nos narra en la colección.

Little Nemo: Return to Slumberland
Guión: Eric Shanover. Dibujo: Gabriel Rodríguez.  Color: Nelson Daniel.
IDW Publishing. Serie abierta. 1 número publicado.


¿Pero... pero esto qué es? ¿Una secuela de "Little Nemo in Slumberland"? ¿En serio? ¿Y por qué no "Centauros del desierto 2: desmadre en Texas" o la segunda parte de "Blade Runner"? (Oh, wait). Y sin embargo así es: "Return to Slumberland" supone un reencuentro con el universo fantástico creado en 1905 por Winsor McCay en uno de los comics más influyentes de todos los tiempos (a la altura de "The Spirit" de Will Eisner, "Príncipe Valiente" de Hal Foster y el "Youngblood" de Rob Liefeld). Y es una secuela. Ni reboot ni revisión ni leches: secuela. De hecho la trama gira en torno a la búsqueda por parte de los sirvientes del Rey Morfeo de un nuevo compañero de juegos para la hija del monarca. El elegido es James Nemo Summerton, que comparte nombre (parcialmente) con un antiguo amigo de la princesa del País de los Sueños. Curiosamente, debo reconocer que el primer número de "Return to Slumberland" me ha sorprendido en sentido positivo. Se trata de un tebeo profundamente nostálgico y respetuoso con el original, que remite de forma constante a las planchas de McCay, con pequeñas aventuras oníricas (de 2 ó 3 páginas) que terminan invariablemente con Nemo despertándose en una viñeta situada en la esquina inferior derecha, al tiempo que trata de desarrollar una trama general, sencilla y amable, que unifique el relato y presente progresivamente diversos aspectos y personajes del País de los Sueños.

Podría decirse que Eric Shanover, el creador de la colosal "La Edad de Bronce", ha hecho los deberes y ha optado por reproducir la inagotable imaginería onírica de McCay haciendo un mayor énfasis en la continuidad y presentándolo de forma atractiva para una nueva generación de lectores. A ello contribuye, de forma rotunda, el espectacular dibujo de Gabriel Rodríguez, quien ya había demostrado su capacidad para homenajear al clásico de principios del siglo XX en la deliciosa historia corta "Open the moon" (integrada en la colección "Locke & Key" co-creada por Rodríguez y Joe Hill). Lo diré de otro modo: asumiendo que NADIE ES McCAY, e independientemente del mejor o peor hacer de Shanover a los guiones, voy a continuar leyendo esta serie porque soy muy fan del dibujante chileno. Está claro que la importancia de esta nueva cabecera publicada por IDW será irrisoria en comparación con el destacado lugar que el primer "Little Nemo" ostenta en el Olimpo del Noveno Arte pero, pese a las cóleras que a buen seguro "Return to Slumberland" despertará entre algunos de los fans históricos del personaje, a mí el primer episodio escrito por Shanover y dibujado por Rodríguez me ha parecido un entretenido comic destinado al público infantil... y también a todos aquellos que seguimos siendo niños, tantos años después y a pesar de todo.


Nailbiter
Guión: Joshua Williamson. Dibujo: Mike Henderson. Color: Adam Guzowski.
Image Comics. Serie abierta. 4 números publicados.


La idea en torno a la cual se articula "Nailbiter" es por sí sola un gancho de lo más llamativo. Buckaroo es una pequeña ciudad del estado de Oregón tristemente célebre por ser el lugar de nacimiento de 16 de los más retorcidos asesinos en serie del último siglo: desde el infame Quemalibros ("Book Burner") hasta la más reciente celebridad local, el Muerdeuñas ("Nailbiter") del título, pasando por psicópatas tan extravagantes como El Asesino del Cine Mudo ("the Silent Movie Killer"), que mataba a quienes hablaban durante la proyección de una película, o La Rubia ("the Blonde"), que elegía a sus víctimas entre los machistas que la piropeaban por la calle. Cuando el policía Eliot Carroll desaparece mientras investiga los indicios que podrían explicar esta proliferación de maníacos en Buckaroo, su amigo Nicholas Finch, otro agente de la ley (en horas muy bajas), viajará con el fin de encontrarlo hasta el terrorífico enclave, convertido con el paso de los años en poco menos que un parque temático para periodistas oportunistas y turistas morbosos.


El ascendente escritor Joshua Williamson, creador de la serie "Ghosted" también para Image, plantea una historia muy entretenida, fresca a pesar de su escasa originalidad (de psycho-killers están el cine, las series de tv y los comics repletos), que tiene la virtud de no tomarse demasiado en serio a sí misma y de recurrir en igual medida al humor negro que al gore y el horror. El dibujante Mike Henderson mantiene el nivel gráfico en una aceptable mediocridad, sin comerse demasiado el coco con la puesta en página y las soluciones narrativas, y aunque "Nailbiter" no destaca especialmente ni por un guión vanguardista ni por un apartado visual sorprendente, el conjunto resulta tan desenfadado y adictivo que uno siempre se lleva una pequeña alegría cuando un nuevo número sale a la venta en EE.UU.

Outcast
Guión: Robert Kirkman. Dibujo: Paul Azaceta. Color: Elizabeth Breitweiser.
Image Comics. Serie abierta. 3 números publicados.


Tras pasarse la última década alegrándome la vida con sus guiones para "Los Muertos Vivientes" e "Invencible" (las dos cabeceras que iniciaron la profunda renovación del sello Image), el anuncio de una nueva serie regular creada y escrita por Robert Kirkman sólo podía ser recibido con ilusión y gran curiosidad. El argumento de "Outcast" nos presenta a Kyle Barnes, un hombre de mediana edad que pasa por una profunda depresión tras un trauma familiar vinculado con sucesos paranormales. Porque Kyle ha vivido desde niño rodeado de casos de posesiones demoníacas que lo atormentan por motivos desconocidos. Con la ayuda de un exorcista proletario, el reverendo Anderson, tratará de descubrir qué buscan de él estas presencias malignas que lo persiguen haciendo daño a sus seres queridos.


El propio Kirkman define "Outcast" como su intento más serio de hacer auténtico género de terror sobrenatural, y lo cierto es que la atmósfera malsana y la sobriedad en los diálogos y la caracterización de personajes le confieren un tono aún más oscuro que el de "Los Muertos Vivientes", que tiene más de slice of life postapocalíptico que de verdadero terror. Que Kirkman consiga su propósito (dar mal yuyu y que nos interesemos por la historia del protagonista desde las primeras páginas) tiene mucho que ver no sólo con su talento para plantar unos cimientos sólidos para un relato que se prevé de largo recorrido, sino también con el atmosférico dibujo de Paul Azaceta (con reminiscencias del Mazzuchelli de mediados de los años 80) y el elegante uso del color de Elizabeth Breitweiser. Si éste es el camino a seguir en las sucesivas entregas, le auguro a "Outcast" una exitosa trayectoria tanto a nivel cualitativo como comercial, además de una inevitable adaptación a la pequeña pantalla.



Southern Bastards
Guión: Jason Aaron. Dibujo y color: Jason Latour.
Image Comics. Serie abierta. 3 números publicados.


¡Hay que ver las ganas que le tenía a este comic! El guionista de la superlativa "Scalped", una de mis colecciones favoritas de la última década, presenta su nuevo proyecto de creación propia y retoma algunos de los aspectos que hicieron de las andanzas de Dash Caballo Terco y Lincoln Cuervo Rojo una lectura apasionante. En esta ocasión quien regresa a sus orígenes es Earl Tubb, un anciano que abandonó Craw County muchos años atrás y que vuelve a la casa en la que se crió para recoger unas pertenencias personales de su tío, confinado en un asilo. Lo que en teoría debía ser un viaje de un par de días se convierte en una estancia de duración indeterminada: al igual que su padre, el temible y difunto sheriff Bertrand Tubb, Earl tiene un serio problema a la hora de mirar hacia otro lado cuando se trata de corrupción e injusticia. Y Craw County (que no es un tipo de helado) resulta ser un recodo sin ley en el sur profundo de los EE.UU. particularmente corrupto.


Aunque las expectativas estaban por las nubes (al menos en mi caso), este primer arco argumental de "Southern Bastards" me está pareciendo una gozada. Su protagonista, una suerte de Lee Marvin musculoso ejerciendo de Gary Cooper en "Solo ante el peligro", es un dechado de carisma. La asfixiante atmósfera, el miedo palpable en la población de Craw County, parecen el contexto perfecto para que Jason Aaron saque a escena lo mejor (¿o es lo peor?) de su catálogo de personajes, lejos por fin de sus alimenticios trabajos super-heroicos para Marvel Comics. Y, no menos importante, la labor artística de Jason Latour no sólo está a la altura de la prosa del guionista, sino que la engrandece con su trazo expresivo, su narrativa ágil y su terrosa paleta cromática. Un must como una casa, vaya.



Supreme: Blue Rose
Guión: Warren Ellis. Dibujo y color: Tula Lotay.
Image Comics. Serie abierta. 2 números publicados.


Warren Ellis, el prestigioso creador de "Planetary" y "The Authority", retoma el personaje creado en los 90 por Rob Liefield, gloriosamente reinventado por Alan Moore en la década siguiente y continuado con escasa fortuna por Erik Larsen en 2012, y ofrece una vuelta de tuerca radical a sus conceptos fundacionales (un clon desvergonzado de Superman, para entendernos). Más allá del nombre de personajes y lugares, poco o nada se parece este "Supreme: Blue Rose" al trabajo de los autores precedentes. La ciencia-ficción de vanguardia que tanto fascina a Ellis sustituye al componente super-heroico hasta el punto de que el personaje que da nombre al tebeo apenas ha aparecido de refilón en una sola viñeta de los dos números publicados hasta el momento (y en su identidad secreta de Ethan Crane, para más inri).


El resto es misterio periodístico y onirismo críptico. O lo que es lo mismo: "Supreme: Blue Rose" me interesa por lo que tiene de incógnita, de "a ver qué se saca Ellis de la manga para explicar todo esto y conectarlo con las versiones anteriores de Supreme", pero es todavía muy pronto para saber si el resultado final estará a la altura de las enormes ínfulas de su planteamiento. Lo que no admite reproches es el trabajo gráfico de la ilustradora Tula Lotay: su estilo suelto, prácticamente abocetado, y su personalísimo uso del color convierten a "Supreme: Blue Rose" en una experiencia estética deliciosa.



The Fade Out
Guión: Ed Brubaker. Dibujo: Sean Phillips. Color: Elizabeth Breitweiser (la misma, sí, que en "Outcast").
Image Comics. Serie abierta. 1 número publicado.


¿Cuántos números necesito para saber que "The Fade Out" es una de las nuevas series a seguir con interés? Ninguno. El nombre de sus autores en la portada es más que suficiente para anticipar qué puede uno encontrar en este tebeo. Por suerte Brubaker y Phillips, el celebrado equipo artístico de melocotonazos como "Sleeper", "Criminal" y "Fatale", ofrecen en este primer proyecto de su contrato en exclusiva con Image Comics lo que yo espero de ellos: serie negra canónica y artesanal, escrita con brillantez e ilustrada con innegable talento. En esta ocasión el argumento nos sitúa en el Hollywood de los años 40, en el que la caza de brujas y las fiestas desmadradas en las mansiones de las estrellas sirven de contexto para el clásico "whodunit": tras una de estas multitudinarias celebraciones repletas de alcohol y sexo, la actriz emergente Val Sommers aparece estrangulada. El protagonista del relato, el guionista de cine Charlie Parish, despierta junto al cadáver con una resaca de mil demonios y un vacío en su memoria que cubre la mayor parte de la noche anterior.

A estas alturas de su carrera Bru y Phillips funcionan como una única fuerza creativa, y eso se traduce en una simbiosis de guión y dibujo sencillamente perfecta, hasta el punto de que cada nueva obra suya no hace sino refinar su sobriedad narrativa y pulir su sentido del ritmo. Soy consciente de que la absoluta ausencia de novedades tanto argumentales como formales puede desilusionar a más de uno, pero si se sabe entender "The Fade Out" como lo que es (una historia de "Criminal" ambientada en la era dorada de Hollywood) es imposible que nadie salga decepcionado.




The Multiversity
Guión: Grant Morrison. Dibujo y color: Varios autores.
DC Comics. Serie limitada de 2 números, más 8 one-shots más o menos autoconclusivos ubicados entre uno y otro (suena raro, pero así es). 1 número publicado.


Al igual que "The Fade Out", "The Multiversity" es otro de esos títulos que ya tenían mi interés ganado de antemano, tanto por los nombres de los autores implicados como por la propia naturaleza del proyecto. Retomando algunos de los elementos más atractivos de "Los Siete Soldados de la Victoria" y de "Crisis Final", el lisérgico guionista escocés Grant Morrison nos lleva de viaje por las 52 realidades paralelas surgidas como consecuencia de "Crisis Infinita", uno de tantos crossovers DCeros que pusieron la continuidad de la editorial patas arriba cuando se suponía que debían arreglarla: la misma cantinela que viene repitiéndose desde mediados de los años 80 de forma cíclica en la empresa que publica las aventuras de Batman y Superman. No obstante, si de todo esto Morrison obtiene el material necesario para concebir una epopeya de la escala insinuada en el primer número de "The Multiversity", no seré yo quien se queje. El plan del guionista de "Doom Patrol" y "Los Invisibles" es publicar 8 one-shots autoconclusivos de 48 páginas, cada uno dibujado por un artista de primera magnitud y dedicado a una tierra paralela distinta, además de dos números de una cabecera central (la titulada simplemente "The Multiversity") que sirvan como elemento cohesivo para una trama que implique tangencialmente a los diferentes planos de realidad. A priori, el episodio de "The Multiversity" que más me llama la atención es el que verá la luz en noviembre bajo el epígrafe de "Pax Americana", y que reunirá al equipo creativo de "All-Star Superman" (el propio Morrison y el dibujante Frank Quitely) en una reinterpretación de los personajes de Charlton Comics que en su día sirvieron de inspiración a Alan Moore para "Watchmen". Las páginas de "Pax Americana" vistas hasta ahora en la red no podrían tener mejor pinta.
Por el momento, el único capítulo publicado de "The Multiversity" supone una generosa dosis de conceptos morrisonianos que ofrece al lector una sorpresa al girar cada página, además de un ejercicio de genuina épica super-heroica ilustrado con primor por el artista que mejor ha entendido las enseñanzas del maestro Alan Davis: el talento de Ivan Reis parece no tener techo, y lo que hace en este primer episodio de "The Multiversity" no tiene nada que envidiar a las detallistas congregaciones de héroes ilustradas por George Pérez ni a las espectaculares escenas de acción plasmadas por Bryan Hitch. En manos de Reis, los diálogos crípticos y grandilocuentes, las amenazas inenarrables de escala cósmica, el metalenguaje más delirante y todos los demás tics y lugares comunes del imaginario morrisoniano parecen más asequibles que nunca, lo cual se agradece una barbaridad. Veremos en qué acaba derivando todo esto ("Crisis Final" también empezaba a lo grande y ya sabemos cómo terminó la cosa), pero desde luego el arranque de "The Multiversity" ha dejado muy alto el listón para próximas entregas.


Velvet
Guión: Ed Brubaker. Dibujo: Steve Epting. Color: Elizabeth Breitweiser (y viva el estajanovismo).
Image Comics. Serie abierta. 6 números publicados.


El equipo creativo responsable de los tebeos más relevantes del Capitán América en décadas desembarca en Image con una premisa sugerente: ¿qué pasaría si la principal sospechosa del asesinato a sangre fría de James Bond fuese la secretaria Moneypenny? Sustituyamos al MI-6 por la organización ARC-7, al agente 00-ídem por el nombre en clave X-14 y a la enamoradiza burócrata creada por Ian Fleming por la Velvet Templeton del título (la cual esconde un turbulento pasado como agente de campo), añadamos unas gotas de "Modesty Blaise" y de "Sleeper" (¿el mejor trabajo de Brubaker?) y obtendremos la receta del éxito de "Velvet".

A Bru el cambio de aires (de Marvel a Image) le ha sentado de maravilla, y aquí se muestra pletórico en la descripción de personajes y en la construcción de una trama adictiva, tirando de recursos tan clásicos y eficaces como el flashback y la voz en off. Por su parte, Epting entrega las mejores páginas de su carrera: un prodigio de anatomía realista y gran cuidado en los fondos que, al contrario que en el caso de otros dibujantes que abusan de las referencias fotográficas como Alex Maleev o Greg Land, no repercute en absoluto en el ritmo narrativo. De hecho, pocos tebeos he leído últimamente capaces de transmitir el nervio que Epting imprime a las escenas de combate cuerpo a cuerpo, tiroteos y espectaculares persecuciones en las que Velvet se ve inmersa mientras recorre el mundo tratando de limpiar su nombre y desentrañar las claves del asesinato del agente X-14.

Zero
Guión: Ales Kot. Dibujo: un artista diferente en cada número. Color: Jordi Bellaire.
Image Comics. Serie abierta. 10 números publicados.


Cuanto más pienso en ello, más evidente me parece el hecho de que la mayoría de mis comics comerciales favoritos de los últimos tiempos han sido aquellos que mejor partido le han sacado al formato comic-book de 24 páginas. Títulos como "Planetary", "All-Star Superman" o "Sleeper", en los que cada entrega mensual suponía en sí misma un estímulo plenamente satisfactorio y no sólo una parte mínima de un todo mayor. Es una tradición narrativa que se está perdiendo, con guionistas cada vez más cómodos en el terreno del decompressive storytelling, con las intenciones puestas en el tomo recopilatorio y no en la publicación mes a mes. Por suerte todavía quedan tebeos como "Zero", capaces de desarrollar episodios más o menos cerrados dentro de una trama mayor, consiguiendo revalorizar el formato tradicional de serialización en el comic estadounidense. Más aún si tenemos en cuenta que cada capítulo está dibujado por un artista diferente, adaptando el aspecto visual al tono y al ritmo de la narración. Lo que habitualmente se denomina despectivamente como "baile de dibujantes" se convierte aquí en un valor añadido, del mismo modo en que sucedía con la "Global Frecuency" de Warren Ellis, y por imposible que parezca esto no implica una gran irregularidad en el resultado final, pues la calidad media de "Zero" se mantiene muy alta en todo momento (por mucho que haya episodios como el 2, el 3 o el 9 que sobresalgan por encima del resto). Por pomposo que pueda sonar, lo apropiado en este caso sería hablar de "vals de dibujantes".
El argumento de "Zero" combina el género de espías con la ciencia-ficción, con un protagonista primo-hermano de Jason Bourne, acuciado por dudas existenciales respecto a su pasado y al verdadero propósito de sus misiones, trabajando para una misteriosa Agencia recién salida de un capítulo de "Fringe". Que no sea una idea precisamente original no implica que no esté brillantemente desarrollada. La conspiración de fondo, la fantasía hi-tech y las impactantes escenas de acción que salpican el relato no esconden la auténtica importancia del elemento dramático y de la precisa caracterización de personajes con apenas cuatro pinceladas. A este respecto, el trabajo del guionista Ales Kot se merece todas las alabanzas posibles. Y las buenas noticias no terminan aquí: ECC Ediciones ya ha anunciado su publicación en nuestro país para el mes de octubre, arrancando con el tomo que recoge los 5 primeros comic-books (y que culmina con un cliffhanger realmente interesante). Para el menda, compra segura. Sin pestañear.

Awesome Mix Vol. 1

A toro pasado y con las cifras de recaudación delante es muy fácil sacar conclusiones sobre el éxito de “Guardianes de la Galaxia”, pero lo cierto es que el riesgo en la apuesta de Marvel Studios con esta película sólo tenía un precedente: la primera cinta de “Iron Man” dirigida en 2008 por Jon Favreau, y que dio origen al fenómeno cinematográfico marvelita. Y tal vez ni eso, porque no es lo mismo tener a Robert Downey Jr. (que por aquel entonces no era la super-estrella que es hoy, pero sí un actor de cierto prestigio) interpretando a Tony Stark (personaje poco conocido por el gran público, pero muy querido por una base de fieles lectores de tebeos), que a Chris Pratt, Zoe Saldana y Dave Bautista (Vin Diesel y Bradley Cooper sólo prestan su voz) dando vida a un grupo de héroes absolutamente secundarios dentro de la mitología de la editorial, apenas conocidos incluso por lectores con miles de viñetas a sus espaldas (como es mi caso).


Para más inri, estos Guardianes ni siquiera son los originales, creados por Arnold Drake y Gene Colan en 1969, sino la encarnación más reciente del equipo, reunida por Dan Abnett y Andy Lanning en 2008, y que actualmente goza de una coyuntural colección regular, mejor dibujada (por Sarah Picchelli y Nick Bradshaw) que escrita (por Brian Michael Bendis). Pero, pese a un reparto (a priori) discreto, a un director sin un gran éxito precedente (su anterior film, “Super”, ni siquiera se estrenó en los cines españoles) y a estar protagonizada por unos personajes que casi nadie conoce, “Guardianes de la Galaxia” ya es la película más taquillera del 2014 en EE.UU., y lleva más de 500 millones de dólares recaudados a nivel mundial.


Las razones de este triunfo comercial pasan, tal y como apunta Octavio Beares en su acertada reflexión, por la imagen de marca: el logo de Marvel, la sola mención del nombre de la compañía, vende. Hasta el punto en que, pasado el esperadísimo estreno en 2015 de “Los Vengadores: la Era de Ultrón” (que lo va a petar, no hace falta ser adivino para saber eso), estoy convencido de que tanto “El Hombre Hormiga” como “Doctor Extraño” serán sendos taquillazos por la misma razón; porque formarán parte de la filmografía de Marvel Studios (irregular, cierto, pero con unas coordenadas artísticas y comerciales muy claras) y el público, tanto el lector de comics de toda la vida como el que nunca ha hojeado un tebeo de Thor o del Capitán América, está encantado con este universo cinematográfico y con sus múltiples ramificaciones y secuelas. De hecho, a estas alturas a Marvel lo de publicar comics se la debe traer bastante floja, vistas las cifras de ventas de sus cabeceras y el número de espectadores que pasan por caja en el estreno de sus películas.


Como cinéfilo, sin embargo, el éxito o el fracaso comercial de “Guardianes de la Galaxia” es algo que no me quita el sueño. Lo que me concierne en última instancia es que la película me dé lo que le pido a esta clase de producto: mucha acción, muchas risas, buenos efectos especiales, unas gotas de épica y un poco de ternura. Y ahí, “Guardianes de la Galaxia” cumple.


La película narra la primera aventura conjunta de unos forajidos estelares de medio pelo, a caballo entre la tripulación de la Serenity (no es casual que Joss Whedon sea el gran hombre de Marvel Studios a nivel creativo) y los contrabandistas galácticos de George Lucas (la relación Rocket/Groot bebe directamente del modelo Han Solo/Chewbacca), reunidos por una carambola del destino en torno a un artefacto de poder inimaginable (Arca de la Alianza style) que diferentes facciones están buscando por todo el Universo. El diseño de producción remite por momentos al “Star Trek” de J.J. Abrams(sobre todo en la parte que transcurre en el planeta Xandar), y el héroe principal de la función, Peter Quill, es un aspirante a Indiana Jones (con mucho del Philip J. Fry de “Futurama”) que vive inmerso en la nostalgia por los años 80 de su infancia robada. Lo cual justifica, por cierto, una de las selecciones musicales más bizarras y divertidas que se recuerden en una película de ciencia-ficción, alcanzando niveles tarantinianos de delirio pop.


Awesome Mix: ensalada de referencias, ninguna especialmente original, que cristalizan en un guión que se toma muy poquito en serio a sí mismo (difícil que fuese de otra manera, cuando uno de los personajes más carismáticos del film es un mapache parlanchín), y que podría haberse precipitado directamente al abismo del ridículo si no fuese porque James Gunn afronta la escritura del libreto y la dirección el film como un trabajo autoral, unificando elementos bajo un sello personal (o todo lo personal que puede ser un proyecto gestado bajo las directrices de Marvel Studios) y haciendo que el conjunto funcione como un reloj suizo. O casi: porque, pese al entusiasmo, hay un par de aspectos de “Guardianes de la Galaxia” que no me terminan de convencer.


En su intento de encajar la cinta en la cronología global del universo cinematográfico marvelita, Gunn presenta a un villano unidimensional (Ronan el Acusador) siempre a la sombra de la gran amenaza encarnada por Thanos (que asume aquí el rol pasivo del Emperador Palpatine en “El imperio contraataca”), y se queda corto a la hora de contarnos quiénes son estos malosos tan temibles y por qué actúan como actúan. Yo, como lector de tebeos, conozco a Thanos, Ronan y (en menor medida) a Nébula, pero al espectador que no ha tenido contacto previo con la rama galáctica de los comics Marvel la información ofrecida (los Kree, los Nova Corps, los Celestiales, las Gemas del Infinito...) podría parecerle confusa. Y no debería ser así, en la medida en que “Guardianes de la Galaxia” se postula como la más autocontenida de las cintas de Marvel Studios desde la mentada “Iron Man” de 2008.


Tampoco tengo claro que cualquier espectador ajeno a la mitología marvelita vaya a entender los motivos de la abducción de Peter Quill por parte de Yondu y su tropa de saqueadores: es algo que se merecía un mínimo flashback explicativo (otro más, quiero decir), al igual que la infancia de Gamora, pero cuyos motivos apenas se dejan entrever en un par de diálogos. Para eso están las secuelas, dirá alguno, pero yo no me quejo tanto de que la información sea insuficiente (lo es en la medida en que está dosificada intencionadamente) como de que los datos que sí están ahí no están todo lo bien presentados que deberían.


Son fallos menores, y perfectamente olvidables cuando la peli se mete en harina (los chistes, las explosiones, los hits musicales de los 70 y 80), en un conjunto tremendamente ágil: dos horas de metraje totalmente magras, repletas de frases divertidas, escenas de acción bien rodadas (algunas mejor que otras, es cierto) y personajes carismáticos (difícil elegir un favorito entre los cinco tripulantes de la Milano... bueno, vale, Groot). Y en medio de todo ello, dos momentos dramáticos muy potentes que elevan al film desde su autoconsciente condición de parida galáctica de gran presupuestohasta inesperados niveles de emoción y lirismo.


Al igual que “Capitán América: el Soldado de Invierno” hace unos meses, “Guardianes de la Galaxia” no es la mejor película de Marvel Studios hasta la fecha porque antes existió “Los Vengadores”, clímax indiscutible (por ahora) del fresco super-heroico de la compañía. Tampoco logrará hacerse con el título de blockbuster del verano, ya que compite con un film de ciencia-ficción (de intenciones muy distintas) que se me antoja superior: “El Amanecer del Planeta de los Simios”. Pero eso no significa que la película de James Gunn no haya cumplido con las toneladas de hypeque su abrumadora campaña de marketing había logrado despertar. O que, no siendo la película perfecta, sí sea la que yo quería ver cuando pagué la entrada del cine.

Across the Universe

No existe asomo de duda, para un servidor, de que Image ha sustituido al sello Vertigo de DC Comics como la editorial más interesante del actual tebeo estadounidense. Este relevo no es sólo temático o de público objetivo (que también), sino que se manifiesta de forma muy concreta en un trasvase de autores (guionistas, en particular) que han pasado de publicar sus trabajos más personales en la filial de DC a hacerlo en la casa que coordina el editor Eric Stephenson. Tan llamativo como el caso de Jason Aaron, que tras la finalización de su superlativa "Scalped" prefirió que su siguiente serie de creación propia, "Southern Bastards", viese la luz con el logo de Image en portada, lo es el de Brian K. Vaughan, autor de las celebradas "Y, el último hombre" y "Ex Machina".

Vaughan lleva más de dos años triunfando en EE.UU. con la publicación para Image Comics de "Saga", colección regular con visos de eternidad (el propio guionista confía en superar la numeración de "The Walking Dead") que hace unas semanas se hizo con tres de los cuatro premios Eisner a los que estaba nominada: mejor guionista (para Vaughan), mejor artista multimedia (para la ilustradora Fiona Staples) y mejor serie regular. El triunfo se repitió hace 6 días en los premios Harvey, en los que "Saga" se llevó los galardones a mejor guionista, dibujante, portadista (la propia Staples) y serie. ¿Es merecido el revuelo? La respuesta, después de una breve sinopsis.

La historia de "Saga" comienza con el nacimiento de Hazel, narradora muchos años después (texto en off mediante) del romance prohibido de sus padres, Marko y Alana, soldados de dos ejércitos enfrentados en una guerra intergaláctica que lleva asolando el cosmos desde hace generaciones. La existencia de Hazel, un caso de mestizaje sin precedentes en la historia de las dos razas en conflicto, será tomada por ambos bandos como una potencial crisis propagandística, lo cual conducirá a una incansable persecución de la recién formada familia a lo largo y ancho del universo. De la combinación de la space-opera más aventurera con las complicaciones de una tragicomedia familiar surge el mayor atractivo de "Saga", una narración inspirada en la paternidad del propio Vaughan.

En realidad, lo que el guionista de Cleveland propone no es especialmente original ("Romeo y Julieta" + "Star Wars" + "How I met your mother"), pero la forma en que lo articula resulta audaz y divertida, presentando en un entorno de ciencia-ficción (con sus consabidos planetas exóticos, razas alienígenas y tecnología futurista) una historia casi costumbrista, con diálogos ágiles (y malhablados y picantes) que la mayoría de las veces suenan como lo harían en un genuino slice of life ambientado en el siglo XXI del mundo real.

Esta cercanía por parte de unos personajes a priori tan ajenos al lector (Marko tiene cuernos de cabra y formula hechizos mágicos en esperanto; Alana posee unas pequeñas e insectoides alas vestigiales) logra que uno empatice rápidamente con los protagonistas y disfrute tanto con su romántica y chapucera huida a través de las estrellas como con la persecución a la que un engolado miembro de la realeza robot y un cazarrecompensas con el corazón roto (y su tronchante ayudante felina) los someten.


La encargada de plasmar todo esto en viñetas es Fiona Staples, artista canadiense muy capacitada para el diseño de caracteres y para la expresividad facial y corporal, que toma aquí la arriesgada decisión de entintar solamente los personajes, definiendo los escenarios únicamente mediante el uso del color. El resultado es atípico y tiene entre el fandom tantos detractores (que acusan la sensación de que los personajes flotan, poco integrados, sobre los fondos) como defensores (que enuncian la agilidad y frescura del trazo, idóneo para la historia narrada). A mí personalmente me gusta mucho lo que Staples hace en esta serie, aunque no me parece superior al trabajo de otros dibujantes (David Aja, Paul Pope, Matteo Scalera, Steve Epting...) que optaban, o deberían haber optado (en mi opinión), a los premios Eisner y Harvey de este año. Lo que sí es objetivable es la ventaja más inmediata de este económico método de trabajo: "Saga" lleva más de 20 números publicados sin haber recurrido a ilustradores sustitutos, ofreciendo un resultado global coherente y uniforme, ahorrando al lector esos molestos bailes de dibujantes que tanto daño hacen habitualmente a los títulos de Marvel y DC.


Para asegurar esta continuidad en el tándem guionista/dibujante, la colección se beneficia además del modelo de publicación que ya se ha convertido en norma en Image: entre un arco argumental y el siguiente la serie se toma un pequeño respiro (de 2 ó 3 meses) para permitir a sus responsables trabajar sin las presiones de las exigentes fechas de entrega habituales en el mercado norteamericano, cubriendo este lapso temporal con la edición de un tomo recopilatorio en tapa blanda que recoja el último arco publicado a un precio bastante asequible. Para los coleccionistas más exigentes, en EE.UU. ya está anunciada para finales de noviembre una recopilación que reunirá los 18 primeros números de la colección, además de una gran cantidad de extras, en un lujoso (y voluminoso) tomo. En España esos 18 comic-books, que funcionan a modo de primera temporada televisiva, han visto la luz de la mano de Planeta de Agostini en tres libros en cartoné (correspondientes a los tres primeros recopilatorios yankis en tapas blandas) que se leen de maravilla del tirón, tal y como lo he hecho yo esta semana aprovechando que me los han regalado por mi último cumpleaños. La diferencia de precio entre las ediciones estadounidense y española, así como la decisión de Planeta de apostar por el cartoné en la primera edición de una colección tan reciente, es materia para un debate totalmente distinto...


"Saga" es un tebeo bien escrito, quizás el mejor trabajo de Vaughan hasta la fecha, con un sólido y personal apartado gráfico, en el que sus dos responsables trabajan con ilusión manteniendo una media de calidad muy elevada. Un muy buen comic, en resumen. Ahora bien: ¿es realmente la mejor serie regular que se publica actualmente en EE.UU.? Posiblemente no. Títulos como "Velvet", "Zero", la mentada "Southern Bastards" o "Sex Criminals" me gustan tanto o más que "Saga". Lo cual no es óbice para que la colección escrita por Vaughan y dibujada por Staples se haya convertido irremediablemente en compra obligada cada vez que Planeta ponga en circulación un nuevo volumen recopilatorio... como sucede con tantas otras cabeceras publicadas hoy en día por Image Comics, una editorial que ya se ha convertido para mí en sinónimo de calidad.

Jailhouse rock

Tengo un cuelgue importante con “Orange is the new black”, la serie que emite en streaming Netflix, empresa californiana de difusión de contenidos audiovisuales en internet, y que en España puede verse a través de Canal + o, lógicamente, de tu página favorita de descargas o visionado online. Aprovechando mis vacaciones (en septiembre, cuando casi todos habéis vuelto ya al trabajo... si es que lo tenéis, que ya sabemos lo bien que está el tema), me estoy pegando un importante atracón con los 26 episodios emitidos hasta el momento, distribuidos en dos temporadas de 13 capítulos cada una.


Comencé a ver “Orange is the new black” por dos razones:

1) Para comprobar si la altísima calidad de “House of Cards”, la única serie de Netflix que había visto hasta la fecha, era algo casual o podíamos estar ante el ascenso de otra plataforma con capacidad para competir cualitativamente con HBO, AMC y (en menor medida) Showtime. Pero sobre todo porque

2) David Simon (a.k.a. El creador de la mejor serie de la historia de la TV y si no piensas igual es porque aún no has visto “The Wire”) dijo que "hay una serie ahora en Netflix llamada "Orange is the new black" que es genial. Es de Jenji Kohan y la verdad es que ella hace un trabajo genial, es muy inteligente". Y si lo dice David Simon hay que verla. Indeed.


Kohan, creadora de “Weeds”, se inspiró en la novela autobiográfica de Piper Kierman para narrar la historia de su homóloga catódica, Piper Chapman, prototipo de neoyorkina WASP de buena familia que acaba entre rejas, apenas unos meses antes de su boda con el bienintencionado y pusilánime Larry, como consecuencia de ciertas actividades ilegales cometidas durante una “época loca”al terminar la universidad: para sorpresa de su prometido y de las familias de ambos, Piper tuvo en su momento un apasionado romance lésbico con una narcotraficante para la que ejerció puntualmente de mula.


Posiblemente la trama relativa a Piper sea la más predecible y genérica en “Orange is the new black”. Quizás porque su personaje es un poco cargante al principio, con sus aires de Reese Witherspoon sabelotodo, o porque su familia y amigos, los que se han quedado fuera siguiendo con sus vidas, son una panda de gilipollas egoístas. Gente bastante normal, en realidad, pero que cae mal porque sus problemas son pura chuminada comparados con los de las reclusas de la penitenciaría de Litchfield. Que el episodio piloto no desanime a nadie: en cuanto la serie termina con las presentaciones preliminares y comienza a indagar en el funcionamiento interno de la prisión, el protagonismo se difumina y “Orange is the new black” se convierte en un divertidísimo fresco sobre el día a día en un centro correccional femenino.


La estructura narrativa de los capítulos, con flashbacks dedicados al pasado de las reclusas (al más puro estilo “Lost”), refuerza la sensación de coralidad y consigue que uno empatice rápidamente con las compañeras de presidio de Piper. Sus tragedias personales, que rara vez tienen una relación directa con el delito por el que cumplen condena, unidas a su inagotable voluntad para buscar la felicidad incluso tras las rejas, son el auténtico motor de la serie. El contrabando, la segregación racial, las relaciones sexuales entre convictas, la maternidad en prisión, las dinámicas de poder e incluso el culto religioso son algunos de los temas abordados por Kohan y sus guionistas; siempre desde un punto de vista humorístico, a veces kafkiano, aunque sin perder de vista la humanidad de sus personajes y el drama, muy serio, que representa su vida en presidio. Pero no sólo las reclusas son protagonistas de la acción: los carceleros, habitualmente más brutales y despóticos que las propias internas (pero “también personas”, como le gusta recordar al asistente de alcaide Caputo), son una parte fundamental de la ecuación que convierte a “Orange is the new black” en una mezcla tan exitosa.


Hay en ella un equilibrio muy delicado entre la risa y la emoción, entre el culebrón más adictivo y la sociología más ilustrativa, todo ello presentado de una forma muy amena y ligera que facilita que uno pueda ver dos o tres capítulos seguidos sin empacharse o sentirse fatigado, pese a que la serie proponga muchas ideas con bastante más enjundia de lo que inicialmente aparenta. Un equilibrio que hace de “Orange is the new black” una recomendación infalible para casi cualquier tipo de espectador... siempre que uno no tenga reparos en contemplar un par de escenas explícitamente lésbicas por capítulo o en saber a ciencia cierta que sus responsables son gente tirando a liberal, con muy poco aprecio por los fanatismos religiosos, la homofobia y el machismo más recalcitrante. Gente inteligente, la llamo yo.

Cuatro recomendaciones para acertar en la Fiesta del Cine

Desde hoy y hasta el miércoles 29 de octubre se celebra en nuestro país la Fiesta del Cine, que permite a todos aquellos que hayan solicitado por internet su acreditación (totalmente gratuita, se puede conseguir AQUÍ) acudir a un gran número de salas de la geografía nacional pagando solamente 2,90 € por entrada, lo cual en algunas ciudades supone un descuento de hasta un 65% respecto al precio habitual. Esto se traduce en que habrá no pocas personas que aprovecharán estos tres días para empaparse todo lo posible de ese cine de estreno que tan caro les resulta disfrutar el resto del año. Me gustaría aprovechar la coyuntura para recomendar cuatro películas que se proyectan en la actualidad en nuestro país y que merecen mucho la pena. Cuatro cintas con las que disfrutar plenamente de esta Fiesta del Cine 2014:

Boyhood: Momentos de una vida (Boyhood)
País: EE.UU.
Dirección: Richard Linklater.
Guión: Richard Linklater.
Intérpretes: Ellar Coltrane, Ethan Hawke, Patricia Arquette, Lorelei Linklater.
Duración: 165 min.


La sublimación audiovisual del Bildungsroman: el realizador de la trilogía “Antes del amanecer/atardecer/anochecer” rodó durante 12 años (2002-2013) el paso de la infancia a la madurez de Mason, encarnado durante todo el proceso por el joven actor Ellar Coltrane. Escena por escena, “Boyhood” supone un retrato naturalista de las vivencias cotidianas de un niño/adolescente de lo más normal. Es en la conjunción de estos momentos, y en el magnífico reflejo del paso del tiempo (no sólo gracias al empleo de los mismos actores sino también al inteligente uso de la música, que contextualiza cada escena en el año concreto en que se publicó cada canción), donde la película adquiere una mayor trascendencia.


El viaje personal de Mason se adapta al contexto cronológico, demostrando que el guión del film es algo orgánico, en constante reinvención (hay una escena en la que el personaje de Hawke hace campaña por Obama, algo que obviamente el director/guionista no podía prever cuando el proyecto arrancó en 2002). Pero lo realmente importante es que, más allá de los recursos de los que Linklater se vale para articular el film, “Boyhood” supone un intento casi siempre exitoso de comprimir en una pantalla de cine ese cúmulo de anhelos, miedos, satisfacciones y desengaños que llamamos vida. Y eso, desde luego, está al alcance de muy pocos proyectos cinematográficos.




La isla mínima
País: España.
Dirección: Alberto Rodríguez.
Guión: Alberto Rodríguez, Rafael Cobos.
Intérpretes: Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez, Nerea Barros, Antonio de la Torre, Jesús Castro. 
Duración: 105 min.


Se dice de ella que es la película española del año, y a falta de ver “Magical Girl” de Carlos Vermut (en la medida de lo posible, mi apuesta cinéfila para esta semana), dudo mucho que las exageradas recaudaciones de “Torrente 5” y de esa mamarrachada que es “Ocho apellidos vascos” puedan ensombrecer al espléndido thriller policial de Alberto Rodríguez. Pasaré de puntillas sobre los parecidos con “True Detective”: los hay y son bastante evidentes, pero a la larga resultan más circunstanciales (las fechas de producción no mienten) y puramente estéticos (la atmósfera lóbrega y pantanosa) que dramáticos.


“La isla mínima” tiene varias lecturas posibles, y para mí la más interesante es la que hunde sus raíces en el espejismo de la transición española, representado por un joven detective de convicciones democráticas (correcto Raúl Arévalo) y un cínico agente de la vieja escuela franquista (superlativo Javier Gutiérrez, cuyas dotes interpretativas ya había podido valorar en su justa medida en la representación teatral y musical de “Ay, Carmela”). La finísima labor visual de Alberto Rodríguez lo confirma como uno de esos directores a seguir (“Grupo 7”, su película anterior, ya era excelente), y lo ubica junto a Enrique Urbizu (“La caja 507”, “No habrá paz para los malvados”) y Daniel Monzón (“Celda 211”, “El Niño”) en la punta de tridente del actual género negro patrio.




Perdida (Gone Girl)
País: EEUU.
Dirección: David Fincher.
Guión: Gillian Flynn.
Intérpretes: Ben Affleck, Rosamund Pike, Kim Dickens, Neil Patrick Harris.
Duración: 149 min.


Si uno se fía del planteamiento incial de “Perdida” corre el riesgo de confundir el décimo largometraje de David Fincher con un thriller más o menos convencional de “esposa desaparecida y marido sospechoso”, bordeando temerariamente el telefilm de sobremesa. Es necesario confiar en el preciso libreto escrito por Gillian Flynn (autora de la exitosa novela en que se basa) para ir descubriendo, a medida que el metraje avanza, la implacable sátira sobre la vida conyugal, los medios de (des)información y la imagen pública en la era de las redes sociales que la película propone.


El próximo Batman (porque Affleck lo será mucho antes que David Mazouz) se esfuerza lo suficiente para resultar creíble en su papel de marido (supuestamente) ejemplar, y es Rosamund Pike quien se lleva de calle el lado interpretativo del film: nominable y premiable en los próximos Oscar de Hollywood. Fincher, cada vez más convencido del poder del encuadre y, sobre todo, de la edición, se olvida de los exhibicionistas movimientos de cámara de “El club de la lucha” y “La habitación del pánico” para entregar uno de sus trabajos más sobrios y milimétricamente montados. No siendo la mejor película del realizador, el resultado es igualmente hipnótico y apasionante: una mezcla de misterio y humor negro (muy sutil, no creo que todo el mundo le pille la gracia al asunto) que supone un nuevo éxito cualitativo en la filmografía de mi director en activo preferido (junto con Paul Thomas Anderson y Martin Scorsese).




Relatos salvajes
País: Argentina.
Dirección: Damián Szifrón.
Guión: Damián Szifrón.
Intérpretes: Nancy Dupláa, Zulieta Zylberberg, Rita Cortese, Leonardo Sbaraglia, Ricardo Darín, Óscar Martínez, Érica Rivas.
Duración: 115 min.


“Relatos salvajes” es una antología compuesta por seis historias de inspiración directa (y confesa) en los “Cuentos asombrosos” de Steven Spielberg... aunque yo les veo mucho más parecido con las “Historias negras” que Enrique S. Abulí y Jordi Bernet publicaron en comic durante tres lustros. Venganzas, celos, corrupción y estallidos (más o menos) irracionales de violencia se dan la mano en estos relatos que elevan los roces del día a día (un conductor haciendo una peineta, una multa de tráfico, el reencuentro con un viejo conocido al que se la tenemos guardada) a la quintaesencia de la mala baba y el humor negro (más negro que el sobaco de un grillo, o el culo de una cucaracha, o las Visas de Caja Madrid... escoja usted el símil que más le guste).


No todas las historias están al mismo nivel, aunque la calidad media es elevadísima y algunos fragmentos alcanzan inesperadas cotas de delirio y diversión (sobre todo los protagonizados por Ricardo Darín y Érica Rivas). En el corazón (podrido) del conjunto laten realidades tristemente cotidianas como la desigualdad de clases, los tortuosos caminos de la burocracia y todas esa ridículas convenciones sociales que nos impiden ver lo que en realidad somos: animales salvajes disfrazados con traje y corbata. Con razón Argentina ha seleccionado esta producción para competir en la categoría de mejor película de habla no inglesa en los próximos Oscar.


Las inevitables consecuencias del tsundoku bloguero

La expresión japonesa tsundoku (no confundir con otra mucho más popular: sudoku), se refiere al acto de comprar libros para después no leerlos. Descubrí esta palabra en el muro de facebook de David B. Gil, blogger vecino y autor de la novela "El guerrero a la sombra del cerezo", que servidor tiene metafóricamente apilada en su Torre de Lecturas Pendientes (léase con voz de ultratumba) junto a muchas otras. Digo metafóricamente, por cierto, porque la novela de David aún no se puede conseguir en formato físico y sólo está disponible de forma digital... lo cual a mí me da cien patadas, porque para el "tema libros" soy un auténtico dinosaurio analógico.

Una aproximación parcial a mi Torre de Lecturas Pendientes: ni están todas los que son ni son todas las que están.

No sólo se me acumulan los libros, claro: tengo una lista de comics, películas, discos y videojuegos pendientes que da auténtico pavor. Títulos que cogen polvo en las estanterías y en el disco duro y que no consigo disfrutar porque a) no tengo tiempo para todo y b) algo se cuela por delante y le doy prioridad. Resulta casi vergonzoso reconocer que tengo la edición 50 aniversario que Norma publicó de "El Eternauta" de Oesterheld y Solano López pendiente de lectura desde las navidades de 2007, o que todavía no he encontrado el momento para leer la primera novela que mi pareja me recomendó cuando empezamos a salir. "Encontrar el momento" es una de esas expresiones eufemísticas que significan "algo se coló por delante y le di prioridad, Wendy, F., querida, luz de mi vida, pero no pienses que no me tomo en serio tus recomendaciones, es sólo que no puedo parar, ¡NO PUEDO PARAR!". Shame on me, lo sé.

Un hombre tan elegante como Karl no puede equivocarse.

En un alarde de estar a la última, después de meses de insistencia por parte de F. y de J. mayúscula, la semana pasada empecé por fin a jugar en la PS3 a "The Last of Us", juego del año para multitud de publicaciones del sector. Del año 2013, quiero decir.

Juegazo. O lo siguiente.

Esta acumulación de tareas pendientes se refleja, por supuesto, en el ritmo de actualización del Abismo, que tiene su propia Torre de Reseñas por Escribir que se amontonan y, a la larga, jamás encuentran su lugar en internet. Tal vez alguno de mis escasos (pero entusiastas... espero) lectores se haya dado cuenta de que en este blog ya no se habla de música. Lo cual no significa, claro, que un servidor haya dejado de escucharla. Como decía antes, "algo se coló por delante" de mis reseñas de "Turn Blue" de The Black Keys, "Lazaretto" de Jack White, "Get hurt" de The Gaslight Anthem, el debut homónimo de Antemasque, "48:13" de Kasabian, "New Crown" de Wolfmother, "Great Western Valkyrie" de Rival Sons, "Songs of Innocence" de U2, "The Hunting Party" de Linkin Park, "Forever for Now" de LP, "Once More 'Round the Sun" de Mastodon, "This is All Yours" de Alt-J, el muy decepcionante "Gonzo" de Foxy Shazam o el estupendo "Royal Blood" de Royal Blood. Por mentar algunos de los que recuerdo, vaya. La intención de escribir unas líneas sobre cada uno de estos álbumes estaba ahí, pero me temo que se quedó en el tintero digital porque, en realidad, la música me da menos alegrías ahora mismo que el cine, el comic o las series de televisión.

Uno de los discos que más he escuchado en 2014.

El formato "batería de reseñas" se va imponiendo en el blog a fuerza de acumulación de títulos, abarcando mucho y apretando poco, y haciendo que inevitablemente se queden por el camino algunos de los aspectos más interesantes de las obras reseñadas. Sin ir más lejos, la entrada inmediatamente anterior a ésta no hacía justicia a ninguna de las cuatro películas mencionadas, las cuales se merecían, cada una y por separado, una de aquellas kilométricas parrafadas que hace un par de años me permitía redactar sobre cualquier cosa que me hiciese mínimamente feliz.

Antes mi vida era así.

He estado pensando seriamente si no sería el momento adecuado para dar carpetazo al blog o, al menos, dejarlo reposar durante una buena temporada. No por falta de ganas, sino de tiempo. Y por una cuestión de prioridades. Cuando se te acumulan tantas cosas buenas (y malas) por descubrir, cuando compras más libros y comics de los que a la larga puedes permitirte leer, y descargas tantísimas series que te apetece ver (todavía no sé cuándo me pondré con las últimas temporadas de "Mad Men", "House of Cards", "Boardwalk Empire", "Utopia", "Girls", "Treme" o "Sherlock", además de nuevas producciones como "1864", "Sonic Highways", "The Passing Bells" o "Constantine"), dedicarle tiempo a escribir sobre las que ya has conseguido despachar en lugar de ponerte con el siguiente título de la lista no es sino otra manera de contribuir a la acumulación; de dejar que el blog "se cuele por delante" de lo que realmente te hace feliz, que es (en un cierto orden de cosas) el puro ocio.

El blasfemo Dr. Thackery, magníficamente interpretado por Clive Owen en "The Knick".

¿Escribo una entrada sobre "The Knick", apasionante recreación del ambiente médico en la Nueva York de principios del siglo XX, y posiblemente la mayor sorpresa catódica del año, o me tumbo en la cama y leo, de una maldita vez, "The League of Extraordinary Gentlemen: Dossier Negro" de Alan Moore y Kevin O'Neill? ¿Reseño la última entrega del "Parker" de Darwyn Cooke o avanzo 60 páginas en la lectura del adictivo "NOS4A2" de Joe Hill? ¿Blogueo mis impresiones sobre "Cómo entrenar a tu dragón 2" o me armo de valor y acometo la escucha del temido "The Endless River" de Pink-Floyd-sin-Roger-Waters? ¿Por qué me estoy planteando reseñar "Batman: el Tribunal de los Búhos" cuando aún no he encontrado tiempo para ver "Maps to the Stars", la última de Cronenberg, que tengo en el disco duro desde hace más de un mes?

Sí, hay un dibujante estadounidense de comics que se llama Capullo.

Ya he intentado cerrar el Abismo en el pasado y la cosa no funcionó. Porque realmente me gusta escribir aquí y compartir mis opiniones sobre lo que veo, leo y (en menor medida) escucho. Hoy se estrena en España "Interstellar" de Christopher Nolan: ¿de verdad creéis que podré resistir el impulso de publicar una entrada sobre la película después de haberla visto? Conociéndome como me conozco, resulta bastante difícil de imaginar. Y si no es "Interstellar" será otra. Lo sé del mismo modo en que estoy convencido de que, al dar las campanadas de medianoche del 31 de diciembre, mi cerebro se excitará con la sola idea de reflejar en el blog los ya habituales Top 10 con mis títulos favoritos del año concluido. Pero es evidente que hoy por hoy no puedo mantener el ritmo de publicación que el Abismo tenía hace dos ó tres años, y que lo más probable es que de ahora en adelante tenga que conformarme con publicar cada mes una o dos entradas perezosas. Y a veces ni eso. Mientras tanto, decenas de reseñas que jamás escribiré se perderán en el tiempo como bla bla bla.

Esta pasada de póster se vende aquí. En persona (bueno, en póster) es aún más molón.

¿Es presuntuoso escribir una entrada tan larga sólo para decir que "esto está un poco parado"? Supongo que sí. Éste siempre ha sido un blog bastante presuntuoso (el otro día utilicé la expresión Bildungsroman, maldita sea), así que tampoco debería extrañarle a nadie. Si todo esto ha sonado a disculpa, en parte es porque lo es: mis escasos (y entusiastas, habíamos quedado) lectores se la merecen, sin duda.

A partir de ahora, el Abismo se relaja un poco más. Pero no está muerto, sólo descansa.


Black Holes and Revelations

En una de las últimas entradas del Abismo, servidor nombraba a David Fincher, Paul Thomas Anderson y Martin Scorsese como sus tres directores en activo preferidos. Christopher Nolan, un tipo que me ha hecho disfrutar con su cine como un cerdo en un lodazal, se quedaba fuera de la selección porque el menda todavía no había logrado perdonarle la tremenda decepción que en su momento supuso el cierre de su trilogía del Caballero Oscuro. “La leyenda renace” (ridículo subtítulo para la traducción española de “The Dark Knight Rises”) sigue pareciéndome lo peor de su filmografía, pero a la vista de las últimas revelaciones uno comprende que el cineasta londinense debió escribirla y filmarla con el piloto automático puesto, por pura presión contractual y lidiando a duras penas con el handicap que la muerte de Heath Ledger (pieza irreemplazable de su fresco gothamita) supuso para el proyecto. No trato de disculpar a Nolan; es sólo que, vista por fin “Interstellar”, uno puede percibir claramente la abismal diferencia de energía e ilusión puestas en uno y otro proyecto por parte del realizador.


Co-escrito junto a su hermano Jonathan, el noveno largometraje del artífice de “Memento” nos conduce a un futuro próximo y desesperanzado en el que el planeta Tierra, saqueado durante siglos por la codicia humana, padece sus últimos estertores. Las cosechas se pierden, la atmósfera se vuelve irrespirable y los gobiernos del mundo desvían sus recursos económicos hacia soluciones a corto plazo para la supervivencia de nuestra especie. La investigación científica se ha convertido en un lujo con mala prensa y el “pan para hoy, hambre para mañana”se ha impuesto como un nuevo mantra para la humanidad. En este contexto, un ex-piloto, ingeniero reconvertido en granjero y esforzado padre de familia viudo, deberá tomar la complicada decisión de quedarse con sus hijos en la Tierra y contemplar cómo todo lo que ama muere en el plazo de unas décadas o lanzarse al espacio en una misión desesperada, con escasas posibilidades de retorno, a la búsqueda de un nuevo mundo habitable para el ser humano.


Matthew McConaughey interpreta al abnegado pionero cósmico aportando profundidad y cercanía a un personaje que podría haber caído fácilmente en el retrato simplista tan habitual de las superproducciones modernas (como el Bruce Willis de “Armaggedon” o cualquiera de los héroes de la filmografía de Roland Emmerich). Magníficamente flanqueado por Anne “I dreamed a dream”Hathaway, Jessica “Where is Bin Laden?”Chastain, Casey “Robert Ford”Affleck y el actor fetiche de Nolan, Sir Michael “Why do we fall?” Caine, el último ganador del Oscar al mejor protagonista masculino ofrece un recital de sentimientos y humanidad, poniendo la guinda a un 2014 irreprochable que en nuestro país incluye títulos como “El lobo de Wall Street” (en EEUU se estrenó a finales de 2013), “Dallas Buyers Club” y la primera temporada de “True Detective”. El tipo de “Los fantasmas de mis ex novias”. Ja.


Hay en el film una carga importante de ciencia-ficción (y de ciencia a secas) ultra-verbalizada que resulta menos compleja de lo que en un principio uno podría suponer. A la larga, de hecho, sólo hay que tener claras dos o tres ideas que no son precisamente nuevas: agujeros de gusano, agujeros negros y los efectos de la relatividad aplicada al paso del tiempo cuando uno viaja a través del cosmos. Quizás para el gran público no sean cuestiones de naturaleza cotidiana, pero tampoco es nada que uno no haya podido leer antes en infinidad de novelas o tebeos de ciencia-ficción. Por el lado cinematográfico, las referencias de “Interstellar” son numerosas: “2001: una odisea en el espacio” es la más evidente, pero también encontramos elementos reconocibles de “Encuentros en la tercera fase”, “Horizonte final”, “Alien, el octavo pasajero”, “Misión a Marte” e incluso la reciente “Gravity” de Alfonso Cuarón.


Más allá de la falta de novedades reales en el terreno conceptual, resulta fascinante descubrir cómo el director se las arregla para traducir algunas ideas (digamos) poco visuales a la pantalla, sobre todo en el último tercio del film, tirando de una sofisticada imaginería escénica que recuerda inevitablemente a su propio trabajo en "Inception (Origen)". Éste es el Nolan en el que el fandom confía. El que tira la casa por la ventana (y no sólo en cuestión de presupuesto) a la hora de abordar sus propuestas más arriesgadas. El Nolan infinitamente ambicioso y consciente de su propia genialidad, sea ésta real o no (algo que dependerá del punto de vista de cada espectador). De ahí lo que comentaba antes acerca de la implicación puesta en este film en comparación con su último Batman: lo que allí era pura rutina, recursos más o menos hábiles para solucionar la papeleta sin estrujarse demasiado el seso, aquí es hambre de gloria y delirios de grandeza. Nolan no quiere hacer taquilla, eso viene de serie con las expectativas que el público ha depositado en él. Nolan quiere ser Kubrick. Quiere ser Tarkovsky. O mejor aún, quiere ser Kubrick y Tarkovsky juntos. Y también Steven Spielberg, el tipo que ha hecho de la expresión “cine familiar”un sello de identidad.


Quienes llevan años criticando la ausencia de sentimiento en el cine del británico tendrán que envainársela tras el estreno de “Interstellar”. Contra todo pronóstico, el homérico viaje espacial de McConaughey te golpea emocionalmente como un tren de mercancías. Puede que el cosmos sea un erial frío y desolado, pero lo que late en las entrañas del film es algo mucho más cálido y humano: el sacrificio infinito, como el universo, que un padre puede llegar a hacer por sus hijos. El gélido trabalenguas espacio-temporal que Nolan pone en boca de Michael Caine tiene su reverso más visceral en la defensa que el personaje de Anne Hathaway hace del amor como variable cuántica, y lo que uno acaba llevándose a casa al terminar la película no es tanto el hiperbólico ejercicio de supervivencia en gravedad cero (que sí, es fascinante e hipnótico) como el drama de un padre destinado a perder a sus hijos para poder asegurarles un futuro. Eso es algo con lo que cualquiera puede conectar (cualquiera que quiera un poco a su familia y trate de imaginarse lo que supondría tener que renunciar a ella para siempre), y es de ahí precisamente de donde emana la fuerza gravitacional que mantiene a la última propuesta de Nolan con los pies bien pegados a la Tierra (metafóricamente hablando) y al espectador con la mandíbula apretada y los ojos vidriosos durante las casi tres horas de metraje.


Buena parte del mérito a la hora de aterrarnos y sobrecogernos la tiene la banda sonora que Hans Zimmer ha compuesto tomando como referente la orquestación ominosa, con gran presencia del órgano, que Phillip Glass había planteado para “Koyanisqaatsi” (y que tan popular se volvió a raíz de su utilización en la discutible adaptación al cine de “Watchmen”). También hay espacio en la partitura de Zimmer para fragmentos más calmados que recuerdan a las piezas de Strauss seleccionadas por Kubrick para “2001”: otra más de las muchas deudas de “Interstellar” hacia el film de culto de 1968.


La épica galáctica de Nolan sirve en bandeja tanto a sus apologistas como a sus detractores multitud de argumentos para la glorificación o el escarnio. Quienes le acusen de ser grandilocuente y sobreexplicativo y de hacer malabarismos para ocultar los agujeros en sus guiones encontrarán en “Interstellar” nuevos motivos para desdeñar sus evidentes logros cinematográficos. Sus seguidores, por el contrario, tendrán munición de sobra para defender a uno de los pocos cineastas actuales capaces de plantear blockbusters de género fantástico sin renunciar a las pretensiones trascendentales del cine de autor; y además desde ahora podrán quitarle el estigma de no saber conectar con el lado emocional del espectador. Como en “Inception”, la película de Nolan a la que “Interstellar” más se aproxima en ambiciones y resultados, el grado de satisfacción del público dependerá en gran medida de su facilidad (o voluntad) para dejarse engatusar por la propuesta del director y guionista. Aún consciente de las imperfecciones de la cinta y del hecho, bastante importante, de que me sabía su final desde el minuto quince, yo he vuelto a enamorarme del talento del realizador británico como lo estaba antes de esa decepción que en 2012 lo arrastró fuera de mi lista de directores actuales preferidos.

Bienvenido de nuevo, Christopher Nolan. No sabes cuánto te echaba de menos.
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