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Arquetipos con sombrero y pistola

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Por mucho que uno intente estar al día de todos los tebeos que se publican en España (aunque luego acabe picoteando sólo de una parte mínima), es inevitable que entre la marea de publicaciones mensuales más de una novedad interesante se escape por debajo del radar. Desde luego, a mí se me habría pasado por alto el brillante debut en nuestro país de la serie francesa “Tyler Cross” si no llega a regalármelo sin previo aviso J. (mayúscula). Sospecho que el tebeo escrito por Fabien Nury (del que hasta ahora sólo había leído los álbumes publicados por Norma de la interesantísima “Yo soy legión”) y dibujado por Brüno (a quien no conocía en absoluto) dará bastante que hablar entre los comentaristas y recomendadores habituales de las webs de comics, o al menos así debería ser, pero lo cierto es que yo no tenía ni idea de su existencia hasta que mi hermano me lo entregó envuelto en papel de regalo el pasado fin de semana.


“Río Bravo”, primer álbum de la colección, fue publicado en abril por Dibbuks en una excelente edición en tapa dura, y supone la presentación de un anti-héroe de serie negra muy en la línea del Parker de Richard Stark: un bastardo de sangre fría y mandíbula cuadrada metido en problemas con los cárteles mexicanos y la mafia italiana, víctima de traiciones por parte de sus supuestos aliados y objeto romántico (a su pesar, o tal vez no) de sensuales mujeres de dudosas intenciones. Un arquetipo, en fin, situado en el epicentro de una trama no menos arquetípica, a caballo entre el western y el hard boiled, que dedica sus 90 páginas a pulsar sin descanso los resortes de ambos géneros. Tanto es así que los propios Nury y Brüno incluyen en el libro unas notas finales en las que desvelan, sin asomo de vergüenza, de dónde han salido muchas de las influencias tomadas para dar forma a la narración: “Más allá de Río Grande”, “El último refugio”, “La Dalia Negra”, “La huida”, “Los profesionales”, “Grupo salvaje”, la Trilogía del Dólar de Sergio Leone...


El dibujo de Brüno, una curiosa simbiosis entre el estilo cartoon de Michael Avon Oeming y el trazo indie (término un tanto impreciso, lo sé) de Seth, puede parecer esquemático o poco trabajado en un primer acercamiento, pero a la larga se revela como uno de los mayores atractivos de “Tyler Cross”. Sus diseños de personajes son certeros en su simplicidad y su puesta en página es elegante y diáfana. Una herramienta narrativa idónea para la historia y el tono planteados por Nury, que parece sentirse muy cómodo escribiendo el argumento que su compatriota plasmará luego en viñetas sobre el papel.



Hay ciertos comics que, mientras uno los lee, inevitablemente siente el disfrute con el que sus autores los han ido construyendo. A veces esa diversión se percibe como algo ajeno, un juego privado entre guionista y dibujante en el que uno no consigue involucrarse. En otras ocasiones (las mejores), el equipo creativo consigue transmitir ese sentido lúdico al lector y hacerlo partícipe del disfrute. “Tyler Cross: Río Bravo” es un buen ejemplo de esto último. Ni su absoluta falta de originalidad, ni su narrativa convencional, sin grandes alardes narrativos, consiguen empañar el hecho de encontrarnos ante un comic divertidísimo, que se coge con curiosidad desde la primera página y no se suelta ni a tiros hasta la última. Y tiros, os lo aseguro, hay muchos.



Colaboraciones con ECC Ediciones: "Astro City: Victoria" y "Trillium"

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ECC Ediciones, propietaria de los derechos de publicación de los tebeos de DC Comics en España, acaba de comunicar a través de su web oficial su listado de novedades para el mes de septiembre. En él se incluyen dos títulos en los que colabora un servidor, redactando en ambos casos epílogo y contraportada. Por un lado aparece el segundo recopilatorio del relanzamiento de "Astro City", la serie con la que Kurt Busiek, Alex Ross y Brent Anderson recuperan el sentido de la maravilla de la Silver Age en historias super-heroicas que van de lo cósmico a lo intimista.


Por el otro, Jeff Lemire entrega en "Trillium" su mejor trabajo como autor completo. Reconozco que no sabía demasiado sobre la trayectoria de Lemire hasta que tuve que hacer los deberes para esta colaboración con ECC, pero títulos como "Sweet Tooth" y "The underwater welder" (desgraciadamente inéditos en España) me convirtieron en un apologista convencido del canadiense. Con "Trillium", sin embargo, el autor da un salto de gigante tanto a nivel argumental como, sobre todo, narrativo, y aunque no me gusta dar excesivo bombo a los tebeos en los que colaboro (tal vez porque me da pudor, o porque temo que suene a publicidad engañosa), éste es uno de esos casos, como lo fueron en el pasado "Scalped: el final de la senda" o "Punk Rock Jesus", en los que mi entusiasmo le gana la partida a dichos reparos. "Trillium" es uno de mis candidatos fijos para el futurible Top 10 comiquero del 2014, y estoy seguro de que también lo será para mucha más gente.


Monkey gone to heaven

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Pese a mi reticencia habitual hacia los remakes, reboots y precuelas oportunistas de sagas cinematográficas con solera, "El origen del Planeta de los Simios" me sorprendió en 2011 de muy grata forma: al contrario que el despropósito pergeñado por Tim Burton diez años antes, la cinta dirigida por el prácticamente desconocido Rupert Wyatt no sólo atesoraba un apartado visual magnífico, apoyado en uno de los mejores ejemplos de motion capture que se recuerden, sino que se erigía sobre un guión sólido, plagado de personajes carismáticos con motivaciones creíbles... o al menos todo lo creíbles que pueden ser las motivaciones de un chimpancé super-inteligente dispuesto a rebelarse contra el homo sapiens para romper las cadenas (metafóricas y literales) que mantenían en cautividad a sus peludos hermanos primates. "El origen del Planeta de los Simios" era una película de ciencia-ficción con trasfondo ecologista que uno podía tomarse en serio, capaz de remover las emociones del espectador y conseguir que empatizásemos precisamente con el elemento extraño de la narración: frente a la crueldad del ser humano, resultaba inevitable alinearse con el bando de los simios oprimidos y disfrutar enormemente de su odisea hacia la libertad.


Dado el éxito comercial del film y su obvia condición de punto de arranque para una nueva saga, tres años después nos encontramos en las carteleras con su secuela directa, "El amanecer del Planeta de los Simios". En ella el realizador Matt Reeves, conocido por su trabajo en "Cloverfield" (el título de esta película en castellano sí que es realmente "monstruoso") y en el remake norteamericano de "Déjame entrar", retoma la historia del libertador Caesar varios años después de los hechos narrados en la entrega anterior. Mientras la raza humana está al borde de la extinción a causa de una plaga vírica derivada de la investigación con animales, la tribu de Caesar vive pacíficamente en los frondosos bosques del área de San Francisco, ajena al apocalítptico porvenir de los hombres. La llegada de un grupo de exploradores humanos a los dominios de los simios obligará a ambas sociedades a establecer un frágil plan de convivencia envenenado desde el principio por la desconfianza mutua.


Aún sin desviarse demasiado de los principios que llevaron al éxito a su antecesora, "El amanecer del Planeta de los Simios" supera a aquélla en todos los aspectos. Desde lo puramente técnico, perfeccionando las herramientas que permiten exportar los movimientos y gestos faciales del especialista Andy Serkis a la anatomía simiesca de Caesar, hasta la cuidada planificación visual llevada a cabo por Reeves, con algunas soluciones narrativas realmente inspiradas (como el movimiento circular de la cámara sobre la ametralladora de un tanque o el plano secuencia con que se resuelve la infiltración del héroe humano en el campamento de San Francisco). Salvo en el caso de Gary Oldman, secundario camaleónico que aporta empaque y galones a cualquier reparto, el estudio ha tomado la decisión más lógica y económica: relegar los papeles humanos a intérpretes poco conocidos, como el cumplidor Jason Clarke, dejando que la atención recaiga en los auténticos protagonistas de la función.


El director neoyorkino (co-creador de la teleserie "Felicity", a cuya protagonista Keri Russell repesca aquí en un rol de mediana importancia) se toma su tiempo para presentar la sociedad de los simios y el destacado papel que Caesar juega en ella. Desde el prodigioso arranque, deudor tanto del segmento prehistórico de "2001: una odisea en el espacio" de Stanley Kubrick como de los apuntes pseudo-documentales del "Apocalypto" de Mel Gibson, la identificación del espectador con el primate protagonista es total. La intromisión en este atávico equilibrio de un elemento tan poderoso como el miedo al otro (el ser humano, en este caso, aunque es inevitable sustraer de todo esto una lectura geopolítica tristemente actual) pondrá en jaque los principios elementales en que se sustenta la civilización simia. El desmoronamiento del reino de Caesar es un reflejo (simplificado, sí, pero dolorosamente obvio) del devenir intrínseco a toda sociedad humana; una alegoría animal tan contundente como lo fue en su momento la sublevación agraria de George Orwell. Al igual que en el clásico literario de 1945, "Rebelión en la granja", la evolución social de los animales protagonistas los acerca inexorablemente a posturas peligrosamente humanas. El mensaje no podría ser más pesimista: una creciente complejidad socio-política genera luchas de poder y derramamiento de sangre. Cuando dos culturas, dos ideologías, dos pueblos coinciden en el mismo palmo de tierra, la respuesta instintiva, el impulso más básico, es aplastar al otro. Morir, matar y morir matando.


Aunque este planteamiento no es en absoluto novedoso, la forma en que se articula desde el punto de vista dramático me parece ejemplar. Todos los personajes implicados en "El amanecer del Planeta de los Simios" tienen razones de peso para actuar del modo en que lo hacen. Su progresión es tan lógica como, en realidad, humana. Incluso el gran villano de la función tiene sus motivos, perfectamente comprensibles, para tomar las decisiones que desembocarán en el clímax final de la cinta: una batalla urbana espléndidamente coreografiada que en ningún momento antepone los alardes pirotécnicos al interés emocional del relato. No se puede afirmar que la cinta firmada por Reeves sea precisamente cine de autor, pero sin duda es bastante más contenida, reflexiva y conmovedora que el típico blockbuster hipervitaminado de la temporada estival. Valorándola además como secuela, "El amanecer del Planeta de los Simios" entra por méritos propios en la selecta categoría de segundas partes que expanden, enriquecen y superan a sus predecesoras, en la liga de hitos como "El imperio contraataca", "El mito de Bourne" o "El caballero oscuro".


De forma absolutamente coherente, el final de la película deja una puerta abierta a una tercera entrega que aterrizará en las salas (si todo va bien) en dos o tres años, y el nombre de Matt Reeves aparece de nuevo vinculado al proyecto desde sus primeras fases creativas. Si éste es el camino a seguir, por mí como si continúan haciendo películas del Planeta de los Simios hasta que conozcamos a las tataranietos de Caesar.

Scary Monsters (and Super Creeps)

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En el ámbito de las cadenas estadounidenses de televisión por cable que ofrecen series de televisión para un público adulto, podríamos considerar a Showtime como la tercera en discordia por detrás de HBO (que actualmente emite títulos como “Juego de Tronos”, “Boardwalk Empire” y “True Detective”) y AMC (responsable de “Mad Men”, “The Walking Dead” y la recientemente finalizada “Breaking Bad”). En un momento dado, justo antes del gran despegue de AMC, parecía que Showtime podía convertirse en el gran relevo tras tantos años de hegemonía por parte de HBO: las primeras temporadas de “Weeds”, “Dexter” y “Californication” entraron con fuerza en las parrillas televisivas norteamericanas y en los hogares de un montón de teleadictos por descargade todo el mundo, pero ninguna de estas series consiguió a la postre mantener el nivel prometido por sus primeras entregas. Tampoco la sobrevalorada “Homeland”, elevada a los altares catódicos en los Premios Emmy de 2012, logró cumplir con las expectativas generadas por una primera temporada repleta de agujeros de guión y caprichosos giros argumentales. Más allá de las desventuras conspiranoides de la agente de la CIA Carrie Mathison, el futuro de Showtime parece ahora marcado por dos producciones de nuevo cuño con perfiles bien distintos. La primera es “Ray Donovan”, una narración de género negro protagonizada por Liev Schreiber y Jon Voight que la semana pasada estrenó su segunda temporada. La otra es una de las grandes candidatas al podio del género de terror para este 2014, en pugna, presumiblemente, con “The Strain” y “American Horror Story: Freak Show”.


Se trata de “Penny Dreadful”, un pastiche de horror victoriano creado y escrito por John Logan, autor de los libretos de “Gladiator”, “El último samurai”, “El aviador” y “Skyfall”, en el que los iconos imaginados hace más de un siglo por Bram Stoker, Mary Shelley u Oscar Wilde son reinventados y situados en un universo compartido que remite inevitablemente al comic “The League of Extraordinary Gentlemen” de Alan Moore y Kevin O'Neill y, en menor medida, al “Van Helsing” dirigido por Stephen Sommers. Sin embargo, lo que en las viñetas de Moore y O'Neill es puro malabarismo enciclopédico, en “Penny Dreadful” sirve simplemente como base para un relato genérico sin grandes complicaciones metaficcionales: una historia de aventuras, acción y terror salpicada con referencias bastante asequibles para cualquier espectador que no haya estado en coma durante los últimos 50 años.


En el epicentro del relato, rodeado por los mismos monstruos que en su día la Hammer convirtió en franquicias fílmicas en blanco y negro, se encuentra el personaje de Vanessa Ives, una misteriosa médium encarnada por la hipnótica actriz Eva Green. La intérprete francesa, a quien pronto veremos en cines en la secuela (con polémica pezonil) del “Sin City” de Frank Miller y Robert Rodríguez y acompañando a Mads “Hannibal” Mikkelsen en el western danés The Salvation”,  ofrece en “Penny Dreadful” un auténtico recital dramático a través de un personaje complejo, cargado de matices y registros diferentes, logrando que la serie alcance sus picos de máximo interés cada vez que sus ojos azules asoman por la pantalla. Cuando su descubridor para el cine, el sátiro Bernardo Bertolucci, la describió como “tan bella que es indecente”se olvidó de aclarar que mi chica Bondfavorita (en “Casino Royale”) es además una actriz espléndida.


Le acompaña, casualmente, el peor agente 007 que se recuerde (porque nadie recuerda a George Lazenby): Timothy Dalton, cuyo trabajo más memorable en los últimos 25 años ha sido prestar su voz al erizo Mr. Pricklepants en “Toy Story 3”. Josh Hartnett (actor discreto por quien siento simpatías a raíz de “El caso Slevin”), Harry Treadaway y el gran Rory Kinnear (en un rol muy alejado de aquel Primer Ministro británico al que daba vida en el primer episodio de “Black Mirror”) completan el reparto principal: un improvisado equipo de investigadores de lo paranormal reclutado para encontrar a una joven desaparecida que responde al nombre de Wilhelmina Murray. Resulta llamativo que sean precisamente los episodios más orientados hacia la búsqueda de la Srta. Murray, el primero y el último, los que rebajen mi entusiasmo hacia “Penny Dreadful”. Los seis capítulos que discurren entre uno y otro son tan entretenidos y disfrutan de un desarrollo de personajes tan interesante que uno lamenta que la trama (teóricamente) principal sea poco más que un enorme mcguffinpara reunir a los extraordinarios caballerosde John Logan y dejar que sea la dinámica entre sus protagonistas la que realmente lleve la serie por otros derroteros.


No obstante, hay mucho más en “Penny Dreadful” para la alabanza que para el lamento: desde la exquisita puesta en escena, con Juan Antonio Bayona (“El orfanato”, “Lo imposible”) ejerciendo de maestro de ceremonias, hasta el elegante diseño de producción y los muy convincentes efectos especiales y de maquillaje, pasando por una banda sonora memorable a cargo de Abel Korzeniowski (con especial hincapié en el tema que acompaña a los créditos iniciales). En términos de producción, la serie de terror de Showtime juega en las ligas mayores, y cada centavo (o penique) invertido en su presupuesto luce magníficamente en pantalla. Habrá que ver si las buenas vibraciones transmitidas por esta primera temporada se corresponden el próximo año con una segunda entrega a la altura de las circunstancias. Yo, aunque sólo sea por ver de nuevo a Eva Green en uno de los mejores papeles de su carrera, la estaré esperando con ganas.

Start spreading the news...

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Viendo en los noticiarios las imágenes de las llamadas fuerzas del orden enzarzadas con la población civil en las actuales revueltas raciales en Misuri no resulta complicado encontrar peligrosamente factible el escenario que el guionista Brian Wood y el dibujante Riccardo Burchielli proponen en su tebeo "DMZ". Editadas por el sello Vertigo de DC Comics entre noviembre de 2005 y febrero de 2012, las 72 entregas de la colección narran el trabajo de campo de Matty Roth, becario convertido a su pesar en reportero bélico en una Nueva York situada en el epicentro de una hipotética Segunda Guerra Civil estadounidense. DMZ son las siglas en inglés para Zona Desmilitarizada, término con el que se conoce a la isla de Manhattan en el conflicto que enfrenta a los Estados Unidos con los autoproclamados Estados Libres, un movimiento separatista que aglutina una creciente ola de disturbios contra las políticas del gobierno central de Washington.

Portada de Brian Wood para el número 1 USA de "DMZ".

La DMZ es el lugar donde las fuerzas armadas de los EE.UU. consiguieron detener el arrollador avance del ejército de los EE.LL., y por consiguiente el enclave estratégico que decantará la contienda en favor de uno u otro bando. El papel de Roth en este contexto comienza siendo meramente testimonial: él es el único periodista que reside permanentemente en la DMZ, cuya población se ha visto mermada por una desastrosa maniobra de evacuación y por el peligroso día a día en el que bandas callejeras y milicias ciudadanas se reparten los cinco barrios de Nueva York. Sin embargo, pronto Roth se convertirá en un relevante personaje público, la voz de los civiles en la DMZ, y tanto los EE.UU. como los EE.LL. pretenderán manipularlo para aprovecharse de su creciente influencia mediática.

Todos los días son 11-S: presentación de Matty Roth en el número 1 USA de "DMZ". Dibujo de Riccardo Burchielli.

Parece inevitable entender la serie de Wood y Burchielli como una respuesta en forma de ficción a tres de los grandes eventos que marcaron la historia de Norteamérica en la década pasada: los atentados del 11-S y las invasiones de Afganistán e Irak. Por un lado, la destrucción del World Trade Center despertó en la población estadounidense, y más concretamente en la ciudad de Nueva York, una percepción de guerra en casa que no se conocía desde el ataque japonés a Pearl Harbor. Además, la paranoia frente al atentado impredecible y al terrorista potencial, infiltrado entre la ciudadanía, encajan perfectamente con el clima de miedo e inseguridad constantes que acompaña a diario a los habitantes de la DMZ: en una guerra callejera de norteamericanos contra norteamericanos, nunca se sabe cuándo ni dónde se producirá la siguiente emboscada o el próximo bombardeo.

Página del número 11 USA, dedicado al personaje de Zee, a cargo del dibujante de fill-in Kristian Donaldson.

Por otro lado, las estrategias militares de ocupación y reconstrucción que los EE.UU. han venido realizando en Oriente Medio en los últimos años permiten una lectura ecónomica demasiado evidente como para que uno se crea, a estas alturas, el cariz humanitario y democrático con el que los medios oficiales pretenden justificarlas. Las guerras siempre han sido, son y serán un negocio. En "DMZ" estas políticas ultracapitalistas están representadas por Trustwell, una empresa de reconstrucción aliada con el gobierno de Washington y con el grupo mediático Liberty News, y que además defiende sus intereses en la antigua Manhattan empleando un ejército privado con obvias reminiscencias de los mercenarios reales de Blackwater.

Los cascos azules cumplen con su papel decorativo en el irreconocible barrio de Tribeca. Dibuja Riccardo Burchielli.

En el epicentro de estos intereses territoriales, politicos y económicos se encuentran los vecinos de Nueva York, sitiados por ambos frentes por uno y otro ejércitos, tratando desesperadamente de reconquistar la normalidad en una ciudad cuya catastrófica arquitectura recuerda más a la franja de Gaza que al imponente skyline homenajeado en el cine de Woody Allen o Martin Scorsese. En las calles de la DMZ el lector conocerá a Zee, una estudiante de medicina obligada por su brújula moral a convertirse en asistente sanitaria para cualquiera que lo necesite; a Década Después, un graffitero que continuará dejando su impronta en calles, trenes y azoteas hasta el día en que se derrumbe la última pared de la ciudad; a Wilson, el mafioso/caudillo protector de Chinatown... Músicos, artistas, arquitectos, civiles al fin y al cabo, que tienen su propia historia personal en un relato bélico que condiciona inexorablemente sus vidas pero que, en última instancia, no los supera. Porque ni siquiera la guerra puede acabar con el alma de Nueva York.

Portada del número 67 USA, obra del ilustrador Jean Paul Leon.

Pese a haber nacido en Vermont, el guionista Brian Wood es uno de esos neoyorkinos de adopción que proclama a los cuatro vientos su devoción por la ciudad que nunca duerme. Y, de una forma un tanto extrema, "DMZ" es su carta de amor hacia esas calles y, sobre todo, sus habitantes. Según Wood el auténtico neoyorkino, ya sea nativo o prohijado, no se parece al resto de los estadounidenses. Pese al totum revolutum de razas, culturas y religiones, el neoyorkino posee una idiosincrasia propia y, de hecho, es antes neoyorkino que cualquier otra cosa. Incluso que estadounidense.

Portada de Jean Paul Leon para el número 54 USA.

"DMZ" pone el dedo en algunas de las llagas más sangrantes de las actuales políticas exteriores e interiores de los EE.UU., presentando además un rico escenario en el que desarrollar tantas historias potenciales (con puntos de vista muy diferentes) como habitantes tiene esta ruinosa isla de Manhattan. Y es precisamente ahí donde un servidor encuentra uno de los mayores problemas de la coleción: el marco creado por Wood tiene un potencial inmenso, casi infinito, pero el escritor de "Local" y "Northlanders" no acaba de sacarle todo el jugo posible. Ni desde el punto de vista bélico, donde el guionista no ahonda en los orígenes, la cronología ni el desarrollo de esta Segunda Guerra Civil estadounidense, cuyos principales actores y sus respectivas posturas políticas y sociales apenas aparecen bosquejados en el argumento principal; ni desde el punto de vista de los personajes protagonistas, entre los cuales sólo unos pocos (Roth, Zee y en menor medida el líder populista Parco Delgado) me parecen plenamente desarrollados.

Parco Delgado, la alternativa política, en un acto de campaña dibujado por Riccardo Burchielli.

En el conmemorativo número 50 USA de la colección se incluye una historia corta protagonizada por un personaje que colecciona obras de arte para protegerlas de la progresiva destrucción de los museos de Nueva York. Es un ejemplo perfecto de la clase de argumentos que Wood podría haber llevado a sus últimas consecuencias a lo largo de la colección, pero que se quedan en mera anécdota al igual que las tramas de un montón de personajes secundarios, sepultados por las vivencias en primera persona de Roth, que progresivamente pasa de testigo presencial de la contienda a protagonista destacado de la misma, en una maniobra de focalización de la trama que no acaba de convencerme. Me hubiera gustado encontrar en "DMZ" una mayor coralidad e interrelación de personajes pues el punto de partida, creo yo, demandaba precisamente esa clase de protagonismo compartido. Esperemos que la inminente adaptación televisiva para el canal SyFy (cadena que no ofrece demasiadas garantías de calidad) y que actualmente desarrollan los guionistas Andre y Maria Jacquetton (que sí ofrecen una mayor confianza, dado su trabajo previo en las primeras temporadas de "Mad Men") incida en todos los aspectos insinuados pero apenas desarrollados por Wood y Burchielli.

Matty Roth en horas bajas. Página de Buchielli para el número 54 USA.

Mi otro gran reproche a "DMZ" es el abuso en la segunda mitad de la colección del decompressive storytelling, tendencia actual del tebeo comercial norteamericano de dilatar la narración para cubrir las 20-24 páginas mensuales que demanda el formato comic-book, por mucho que los mismos acontecimientos pudieran haberse desarrollado en la mitad de espacio. Desde luego, no hacían falta 72 comics de grapa, 12 tomitos recopilatorios en la edición española a cargo de Planeta de Agostini y (en última instancia) ECC Ediciones, para desarrollar lo que Wood y Burchielli proponen en "DMZ".

Página de Nathan Fox para el flashback que ocupa gran parte del número 18 USA.

El problema, me parece, no está tanto en las decisiones tomadas por el dibujante italiano y sus ocasionales sustitutos (para cubrir con las fechas de entrega), los cuales realizan un trabajo competente aún sin grandes alardes, sino en la escritura y planificación de Wood, que sacrifica la calidad y densidad del relato en favor de la cantidad y comercialidad del mismo. Leyendo "DMZ" uno se vuelve de pronto consciente de cuánto echa de menos a los guionistas que definieron el tebeo angloparlante de los años 80; tipos como Frank Miller ("Ronin", "Give me liberty"), Alan Moore ("V de Vendetta", "Watchmen") o Howard Chaykin ("American Flagg!") que en 4, 8 ó 12 números podían presentarte una distopía cargada de lecturas políticas y sociales y un buen puñado de caracteres interesantes y llevarlos hasta sus últimas consecuencias aprovechando hasta la viñeta más pequeña para introducir el mayor número de conceptos posible.

Una comparativa caprichosa: la densidad de una página del "Give Me Liberty" (1990) de Miller y Gibbons frente al decompressive storytelling de Woods y Burchielli en "DMZ" (2011).

"DMZ" es un tebeo interesante. Una lectura agradable que posee un arranque muy prometedor y una conclusión arriesgada y honesta, pero que entre uno y otra da demasiadas vueltas alrededor de sus planteamientos sin entrar casi nunca a matar. Y así, se queda en el cómputo global unos cuantos peldaños por debajo de títulos históricos de la línea Vertigo como "The Sandman", "Predicador", "Scalped" o "100 Balas", y más próximo a la irregularidad de otros bastante recomendables aunque evidentemente menos meritorios, como "Transmetropolitan", "Y, el último hombre" o "The Unwritten". Siempre, eso sí, infinitamente mejor que "Fábulas": qué manía le tengo a "Fábulas", madre mía.

Portada de Jean Paul Leon para el número 64 USA.

Un apunte final: la sinestesia, ese curioso fenómeno por el que relacionamos sensaciones propias de un sentido (por ejemplo la vista) con otro (como el oído) ha despertado en mi cabeza numerosas asociaciones musicales mientras leía del tirón los 12 volúmenes que recogen "DMZ" en castellano (y que merecen un tirón de orejas para Planeta de Agostini por su traducción plagada de errores). La más evidente ha sido con el excelente álbum "The Monitor" de Titus Andronicus, inspirado en la Guerra Civil estadounidense (la primera, la de verdad). Pero también ha habido ramalazos del "Gold" de Ryan Adams o del "The Rising" de Bruce Springsteen. Son asociaciones muy personales, desde luego, porque sospecho que Wood tenía en mente los ritmos del hip-hop y de la música electrónica cuando describía el ambiente cultural de la DMZ (en el número 12 USA hay bastante de eso), pero así funcionan mis conexiones neuronales...

Dos viñetas del número 4 USA: Matty Roth se queja de que Radio Free New Jersey pincha demasiado Springsteen para su gusto.

Hortera y Cassette*

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"(...) If the 80's were tough,
the 90's were mean (...)"

"Cynical bastards", Arkells


Si hubiera justicia en el mundo los israelíes dejarían de masacrar al pueblo palestino, mi cuñada encontraría rápidamente un trabajo y, en otro orden de cosas totalmente distinto, "Come to light" de Arkells sería la canción de este verano. De todos los veranos. El tema de presentación del tercer largo de los canadienses es el single perfecto: capaz con una sola escucha de convertir con semanas de antelación a "High Noon" en uno de mis discos más esperados de la temporada estival. Eso, viniendo de un tipo que jamás había oído hablar del quinteto de Ontario, tiene que significar algo (bien sobre la contundencia de la canción de marras, bien sobre mi escaso criterio musical).

Esas buenas vibraciones creadas por el adelanto aparecido a mediados de mayo se han concretado en un álbum que arranca de forma inmejorable con "Fake money", himno punk-folk de taberna reconducido, milagros de la producción, hacia el terreno del pop para modernos. "Dirty blonde" parece rescatada de un/a viejo/a cassette (¿es cassette/casete/caset un término masculino o femenino?) en el que podría hacer compañía a Culture Club y al David Bowie de "Modern love". Llámalo guilty pleasure si quieres, pero a mí me pone de buen humor. Exactamente igual que "What are you holding on to?", que no habría desentonado en un disco de Haley and the Oates. "Leather jacket" suena a single (también) por los cuatro costados, con un estribillo pensado para barrer en las radios generalistas: piensa en Brandon Flowers cantando "Call me maybe" y, si consigues superar la vergüenza inicial, no andarás muy desencaminado. Antes de "Systematic", otro chicle musical pegado al velo del paladar (con unos violines de palo que harían llorar de alegría al difunto Bobby Farrell), "Crawling through the window" nos trae esa épica pseudo-rockera tan querida por los Killers de "Battle Born".


Porque, obviamente, "High Noon" es una absoluta horterada. Pero si uno no tiene reparos en admitir que a veces pone el dial en M80 mientras conduce en soledad y canta a grito pelado aquellos hits pegadizos de hace tres décadas, posiblemente encuentre aquí un disco ligero, alegre y veraniego, de esos que cuando menos te lo esperas te pintan una sonrisa tonta en la cara.


* El título de la entrada está robado de la página de facebook de estos pinchadiscos de postín. Venía muy a cuento. Si no lo menciono hubiera sido plagio, pero con esta nota al pie de entrada lo he convertido en homenaje: viva el gorroneo conceptual.

Otros 10 comics todavía inéditos en España que estoy leyendo en formato digital

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¿Recordáis cuando hace unos meses escribí una batería de reseñas con una decena de tebeos pendientes de publicación en nuestro país? Algunas de aquellas colecciones ya han concluido, otras prosiguen con muy buena salud y la mayoría no tienen todavía fecha de edición en España (aunque hay excepciones como "Black Science" y "The Wake", de próxima aparición en las librerías autóctonas).

El caso es que hoy traigo otra tanda de títulos, 10 nuevamente, que estoy siguiendo en inglés y en formato digital. Me gustaría constatar, además, que la aplastante mayoría de estas colecciones pertenecen a la editorial Image Comics. Teniendo en cuenta tanto estas cabeceras como otras que ya se están publicando en lengua española (como "Los Muertos Vivientes", "Invencible", "Saga", "Este del Oeste", "Fatale" o "Los Proyectos Manhattan") no me cabe la menor duda de que la editorial con el logo en forma de "I" es ahora mismo el mayor hervidero de creatividad en lo que respecta al comic comercial estadounidense, ocupando el trono que hace 15 años ostentaba el sello Vertigo de DC Comics.


Bedlam
Guión: Nick Spencer. Dibujo: Riley Rossmo, Ryan Browne. Color: Jean-Paul Csuka.
Image Comics. Serie abierta. 11 números publicados.


¿Por qué un lector veterano debería a estas alturas prestar atención a la enésima vuelta de tuerca del modelo "expeditivo super-héroe en ciudad decadente (a.k.a. Batman) contra mente maestra del crimen absolutamente depravada (a.k.a. Joker)"? Pues porque Nick Spencer, el creador de "Morning Glories" (esa otra serie de Image que Panini dejó colgada en España tras su tercer tomo recopilatorio), propone una de las reescrituras más salvajes, turbadoras y al mismo tiempo entretenidas del citado canon, y lo hace añadiendo una variación que da muchísimo juego: ¿qué pasa cuando Madder Red (nuestro sosias del Joker) se reforma, hipnosis y lobotomía mediante, y se convierte sin que nadie lo sepa en una suerte de asesor policial a lo Hannibal Lecter? De hecho, a partir de ese giro "Bedlam" se parece muy poco a lo que uno podría esperar de un tebeo de super-héroes y mucho a una versión (aún) más retorcida de las novelas de Thomas Harris, aderezada con elementos de "La naranja mecánica" de Burguess/Kubrick.


No se trata de un tebeo apto para todos lo estómagos, pero si uno disfruta con / es capaz de obviar la violencia física y psicológica más bestia que un servidor se haya encontrado en un comic comercial USA, encontrará en este "Bedlam" un título ingenioso, sorprendente y mortalmente adictivo. Ni siquiera el limitado dibujo de Riley Rossmo (en el primer arco argumental) y Ryan Browne (en el segundo) consigue rebajar mi entusiasmo, pues resulta de lo más adecuado (por turbador y feísta) para la historia que se nos narra en la colección.



Little Nemo: Return to Slumberland
Guión: Eric Shanover. Dibujo: Gabriel Rodríguez.  Color: Nelson Daniel.
IDW Publishing. Serie abierta. 1 número publicado.


¿Pero... pero esto qué es? ¿Una secuela de "Little Nemo in Slumberland"? ¿En serio? ¿Y por qué no "Centauros del desierto 2: desmadre en Texas" o la segunda parte de "Blade Runner"? (Oh, wait). Y sin embargo así es: "Return to Slumberland" supone un reencuentro con el universo fantástico creado en 1905 por Winsor McCay en uno de los comics más influyentes de todos los tiempos (a la altura de "The Spirit" de Will Eisner, "Príncipe Valiente" de Hal Foster y el "Youngblood" de Rob Liefeld). Y es una secuela. Ni reboot ni revisión ni leches: secuela. De hecho la trama gira en torno a la búsqueda por parte de los sirvientes del Rey Morfeo de un nuevo compañero de juegos para la hija del monarca. El elegido es James Nemo Summerton, que comparte nombre (parcialmente) con un antiguo amigo de la princesa del País de los Sueños. Curiosamente, debo reconocer que el primer número de "Return to Slumberland" me ha sorprendido en sentido positivo. Se trata de un tebeo profundamente nostálgico y respetuoso con el original, que remite de forma constante a las planchas de McCay, con pequeñas aventuras oníricas (de 2 ó 3 páginas) que terminan invariablemente con Nemo despertándose en una viñeta situada en la esquina inferior derecha, al tiempo que trata de desarrollar una trama general, sencilla y amable, que unifique el relato y presente progresivamente diversos aspectos y personajes del País de los Sueños.


Podría decirse que Eric Shanover, el creador de la colosal "La Edad de Bronce", ha hecho los deberes y ha optado por reproducir la inagotable imaginería onírica de McCay haciendo un mayor énfasis en la continuidad y presentándolo de forma atractiva para una nueva generación de lectores. A ello contribuye, de forma rotunda, el espectacular dibujo de Gabriel Rodríguez, quien ya había demostrado su capacidad para homenajear al clásico de principios del siglo XX en la deliciosa historia corta "Open the moon" (integrada en la colección "Locke & Key" co-creada por Rodríguez y Joe Hill). Lo diré de otro modo: asumiendo que NADIE ES McCAY, e independientemente del mejor o peor hacer de Shanover a los guiones, voy a continuar leyendo esta serie porque soy muy fan del dibujante chileno. Está claro que la importancia de esta nueva cabecera publicada por IDW será irrisoria en comparación con el destacado lugar que el primer "Little Nemo" ostenta en el Olimpo del Noveno Arte pero, pese a las cóleras que a buen seguro "Return to Slumberland" despertará entre algunos de los fans históricos del personaje, a mí el primer episodio escrito por Shanover y dibujado por Rodríguez me ha parecido un entretenido comic destinado al público infantil... y también a todos aquellos que seguimos siendo niños, tantos años después y a pesar de todo.



Nailbiter
Guión: Joshua Williamson. Dibujo: Mike Henderson. Color: Adam Guzowski.
Image Comics. Serie abierta. 4 números publicados.


La idea en torno a la cual se articula "Nailbiter" es por sí sola un gancho de lo más llamativo. Buckaroo es una pequeña ciudad del estado de Oregón tristemente célebre por ser el lugar de nacimiento de 16 de los más retorcidos asesinos en serie del último siglo: desde el infame Quemalibros ("Book Burner") hasta la más reciente celebridad local, el Muerdeuñas ("Nailbiter") del título, pasando por psicópatas tan extravagantes como El Asesino del Cine Mudo ("the Silent Movie Killer"), que mataba a quienes hablaban durante la proyección de una película, o La Rubia ("the Blonde"), que elegía a sus víctimas entre los machistas que la piropeaban por la calle. Cuando el policía Eliot Carroll desaparece mientras investiga los indicios que podrían explicar esta proliferación de maníacos en Buckaroo, su amigo Nicholas Finch, otro agente de la ley (en horas muy bajas), viajará con el fin de encontrarlo hasta el terrorífico enclave, convertido con el paso de los años en poco menos que un parque temático para periodistas oportunistas y turistas morbosos.


El ascendente escritor Joshua Williamson, creador de la serie "Ghosted" también para Image, plantea una historia muy entretenida, fresca a pesar de su escasa originalidad (de psycho-killers están el cine, las series de tv y los comics repletos), que tiene la virtud de no tomarse demasiado en serio a sí misma y de recurrir en igual medida al humor negro que al gore y el horror. El dibujante Mike Henderson mantiene el nivel gráfico en una aceptable mediocridad, sin comerse demasiado el coco con la puesta en página y las soluciones narrativas, y aunque "Nailbiter" no destaca especialmente ni por un guión vanguardista ni por un apartado visual sorprendente, el conjunto resulta tan desenfadado y adictivo que uno siempre se lleva una pequeña alegría cuando un nuevo número sale a la venta en EE.UU.



Outcast
Guión: Robert Kirkman. Dibujo: Paul Azaceta. Color: Elizabeth Breitweiser.
Image Comics. Serie abierta. 3 números publicados.


Tras pasarse la última década alegrándome la vida con sus guiones para "Los Muertos Vivientes" e "Invencible" (las dos cabeceras que iniciaron la profunda renovación del sello Image), el anuncio de una nueva serie regular creada y escrita por Robert Kirkman sólo podía ser recibido con ilusión y gran curiosidad. El argumento de "Outcast" nos presenta a Kyle Barnes, un hombre de mediana edad que pasa por una profunda depresión tras un trauma familiar vinculado con sucesos paranormales. Porque Kyle ha vivido desde niño rodeado de casos de posesiones demoníacas que lo atormentan por motivos desconocidos. Con la ayuda de un exorcista proletario, el reverendo Anderson, tratará de descubrir qué buscan de él estas presencias malignas que lo persiguen haciendo daño a sus seres queridos.


El propio Kirkman define "Outcast" como su intento más serio de hacer auténtico género de terror sobrenatural, y lo cierto es que la atmósfera malsana y la sobriedad en los diálogos y la caracterización de personajes le confieren un tono aún más oscuro que el de "Los Muertos Vivientes", que tiene más de slice of life postapocalíptico que de verdadero terror. Que Kirkman consiga su propósito (dar mal yuyu y que nos interesemos por la historia del protagonista desde las primeras páginas) tiene mucho que ver no sólo con su talento para plantar unos cimientos sólidos para un relato que se prevé de largo recorrido, sino también con el atmosférico dibujo de Paul Azaceta (con reminiscencias del Mazzuchelli de mediados de los años 80) y el elegante uso del color de Elizabeth Breitweiser. Si éste es el camino a seguir en las sucesivas entregas, le auguro a "Outcast" una exitosa trayectoria tanto a nivel cualitativo como comercial, además de una inevitable adaptación a la pequeña pantalla.



Southern Bastards
Guión: Jason Aaron. Dibujo y color: Jason Latour.
Image Comics. Serie abierta. 3 números publicados.


¡Hay que ver las ganas que le tenía a este comic! El guionista de la superlativa "Scalped", una de mis colecciones favoritas de la última década, presenta su nuevo proyecto de creación propia y retoma algunos de los aspectos que hicieron de las andanzas de Dash Caballo Terco y Lincoln Cuervo Rojo una lectura apasionante. En esta ocasión quien regresa a sus orígenes es Earl Tubb, un anciano que abandonó Craw County muchos años atrás y que vuelve a la casa en la que se crió para recoger unas pertenencias personales de su tío, confinado en un asilo. Lo que en teoría debía ser un viaje de un par de días se convierte en una estancia de duración indeterminada: al igual que su padre, el temible y difunto sheriff Bertrand Tubb, Earl tiene un serio problema a la hora de mirar hacia otro lado cuando se trata de corrupción e injusticia. Y Craw County (que no es un tipo de helado) resulta ser un recodo sin ley en el sur profundo de los EE.UU. particularmente corrupto.


Aunque las expectativas estaban por las nubes (al menos en mi caso), este primer arco argumental de "Southern Bastards" me está pareciendo una gozada. Su protagonista, una suerte de Lee Marvin musculoso ejerciendo de Gary Cooper en "Solo ante el peligro", es un dechado de carisma. La asfixiante atmósfera, el miedo palpable en la población de Craw County, parecen el contexto perfecto para que Jason Aaron saque a escena lo mejor (¿o es lo peor?) de su catálogo de personajes, lejos por fin de sus alimenticios trabajos super-heroicos para Marvel Comics. Y, no menos importante, la labor artística de Jason Latour no sólo está a la altura de la prosa del guionista, sino que la engrandece con su trazo expresivo, su narrativa ágil y su terrosa paleta cromática. Un must como una casa, vaya.



Supreme: Blue Rose
Guión: Warren Ellis. Dibujo y color: Tula Lotay.
Image Comics. Serie abierta. 2 números publicados.


Warren Ellis, el prestigioso creador de "Planetary" y "The Authority", retoma el personaje creado en los 90 por Rob Liefield, gloriosamente reinventado por Alan Moore en la década siguiente y continuado con escasa fortuna por Erik Larsen en 2012, y ofrece una vuelta de tuerca radical a sus conceptos fundacionales (un clon desvergonzado de Superman, para entendernos). Más allá del nombre de personajes y lugares, poco o nada se parece este "Supreme: Blue Rose" al trabajo de los autores precedentes. La ciencia-ficción de vanguardia que tanto fascina a Ellis sustituye al componente super-heroico hasta el punto de que el personaje que da nombre al tebeo apenas ha aparecido de refilón en una sola viñeta de los dos números publicados hasta el momento (y en su identidad secreta de Ethan Crane, para más inri).


El resto es misterio periodístico y onirismo críptico. O lo que es lo mismo: "Supreme: Blue Rose" me interesa por lo que tiene de incógnita, de "a ver qué se saca Ellis de la manga para explicar todo esto y conectarlo con las versiones anteriores de Supreme", pero es todavía muy pronto para saber si el resultado final estará a la altura de las enormes ínfulas de su planteamiento. Lo que no admite reproches es el trabajo gráfico de la ilustradora Tula Lotay: su estilo suelto, prácticamente abocetado, y su personalísimo uso del color convierten a "Supreme: Blue Rose" en una experiencia estética deliciosa.



The Fade Out
Guión: Ed Brubaker. Dibujo: Sean Phillips. Color: Elizabeth Breitweiser (la misma, sí, que en "Outcast").
Image Comics. Serie abierta. 1 número publicado.


¿Cuántos números necesito para saber que "The Fade Out" es una de las nuevas series a seguir con interés? Ninguno. El nombre de sus autores en la portada es más que suficiente para anticipar qué puede uno encontrar en este tebeo. Por suerte Brubaker y Phillips, el celebrado equipo artístico de melocotonazos como "Sleeper", "Criminal" y "Fatale", ofrecen en este primer proyecto de su contrato en exclusiva con Image Comics lo que yo espero de ellos: serie negra canónica y artesanal, escrita con brillantez e ilustrada con innegable talento. En esta ocasión el argumento nos sitúa en el Hollywood de los años 40, en el que la caza de brujas y las fiestas desmadradas en las mansiones de las estrellas sirven de contexto para el clásico "whodunit": tras una de estas multitudinarias celebraciones repletas de alcohol y sexo, la actriz emergente Val Sommers aparece estrangulada. El protagonista del relato, el guionista de cine Charlie Parish, despierta junto al cadáver con una resaca de mil demonios y un vacío en su memoria que cubre la mayor parte de la noche anterior.


A estas alturas de su carrera Bru y Phillips funcionan como una única fuerza creativa, y eso se traduce en una simbiosis de guión y dibujo sencillamente perfecta, hasta el punto de que cada nueva obra suya no hace sino refinar su sobriedad narrativa y pulir su sentido del ritmo. Soy consciente de que la absoluta ausencia de novedades tanto argumentales como formales puede desilusionar a más de uno, pero si se sabe entender "The Fade Out" como lo que es (una historia de "Criminal" ambientada en la era dorada de Hollywood) es imposible que nadie salga decepcionado.




The Multiversity
Guión: Grant Morrison. Dibujo y color: Varios autores.
DC Comics. Serie limitada de 2 números, más 8 one-shots más o menos autoconclusivos ubicados entre uno y otro (suena raro, pero así es). 1 número publicado.


Al igual que "The Fade Out", "The Multiversity" es otro de esos títulos que ya tenían mi interés ganado de antemano, tanto por los nombres de los autores implicados como por la propia naturaleza del proyecto. Retomando algunos de los elementos más atractivos de "Los Siete Soldados de la Victoria" y de "Crisis Final", el lisérgico guionista escocés Grant Morrison nos lleva de viaje por las 52 realidades paralelas surgidas como consecuencia de "Crisis Infinita", uno de tantos crossovers DCeros que pusieron la continuidad de la editorial patas arriba cuando se suponía que debían arreglarla: la misma cantinela que viene repitiéndose desde mediados de los años 80 de forma cíclica en la empresa que publica las aventuras de Batman y Superman. No obstante, si de todo esto Morrison obtiene el material necesario para concebir una epopeya de la escala insinuada en el primer número de "The Multiversity", no seré yo quien se queje. El plan del guionista de "Doom Patrol" y "Los Invisibles" es publicar 8 one-shots autoconclusivos de 48 páginas, cada uno dibujado por un artista de primera magnitud y dedicado a una tierra paralela distinta, además de dos números de una cabecera central (la titulada simplemente "The Multiversity") que sirvan como elemento cohesivo para una trama que implique tangencialmente a los diferentes planos de realidad. A priori, el episodio de "The Multiversity" que más me llama la atención es el que verá la luz en noviembre bajo el epígrafe de "Pax Americana", y que reunirá al equipo creativo de "All-Star Superman" (el propio Morrison y el dibujante Frank Quitely) en una reinterpretación de los personajes de Charlton Comics que en su día sirvieron de inspiración a Alan Moore para "Watchmen". Las páginas de "Pax Americana" vistas hasta ahora en la red no podrían tener mejor pinta.


Por el momento, el único capítulo publicado de "The Multiversity" supone una generosa dosis de conceptos morrisonianos que ofrece al lector una sorpresa al girar cada página, además de un ejercicio de genuina épica super-heroica ilustrado con primor por el artista que mejor ha entendido las enseñanzas del maestro Alan Davis: el talento de Ivan Reis parece no tener techo, y lo que hace en este primer episodio de "The Multiversity" no tiene nada que envidiar a las detallistas congregaciones de héroes ilustradas por George Pérez ni a las espectaculares escenas de acción plasmadas por Bryan Hitch. En manos de Reis, los diálogos crípticos y grandilocuentes, las amenazas inenarrables de escala cósmica, el metalenguaje más delirante y todos los demás tics y lugares comunes del imaginario morrisoniano parecen más asequibles que nunca, lo cual se agradece una barbaridad. Veremos en qué acaba derivando todo esto ("Crisis Final" también empezaba a lo grande y ya sabemos cómo terminó la cosa), pero desde luego el arranque de "The Multiversity" ha dejado muy alto el listón para próximas entregas.



Velvet
Guión: Ed Brubaker. Dibujo: Steve Epting. Color: Elizabeth Breitweiser (y viva el estajanovismo).
Image Comics. Serie abierta. 6 números publicados.


El equipo creativo responsable de los tebeos más relevantes del Capitán América en décadas desembarca en Image con una premisa sugerente: ¿qué pasaría si la principal sospechosa del asesinato a sangre fría de James Bond fuese la secretaria Moneypenny? Sustituyamos al MI-6 por la organización ARC-7, al agente 00-ídem por el nombre en clave X-14 y a la enamoradiza burócrata creada por Ian Fleming por la Velvet Templeton del título (la cual esconde un turbulento pasado como agente de campo), añadamos unas gotas de "Modesty Blaise" y de "Sleeper" (¿el mejor trabajo de Brubaker?) y obtendremos la receta del éxito de "Velvet".


A Bru el cambio de aires (de Marvel a Image) le ha sentado de maravilla, y aquí se muestra pletórico en la descripción de personajes y en la construcción de una trama adictiva, tirando de recursos tan clásicos y eficaces como el flashback y la voz en off. Por su parte, Epting entrega las mejores páginas de su carrera: un prodigio de anatomía realista y gran cuidado en los fondos que, al contrario que en el caso de otros dibujantes que abusan de las referencias fotográficas como Alex Maleev o Greg Land, no repercute en absoluto en el ritmo narrativo. De hecho, pocos tebeos he leído últimamente capaces de transmitir el nervio que Epting imprime a las escenas de combate cuerpo a cuerpo, tiroteos y espectaculares persecuciones en las que Velvet se ve inmersa mientras recorre el mundo tratando de limpiar su nombre y desentrañar las claves del asesinato del agente X-14.



Zero
Guión: Alex Kot. Dibujo: un artista diferente en cada número. Color: Jordi Bellaire.
Image Comics. Serie abierta. 10 números publicados.


Cuanto más pienso en ello, más evidente me parece el hecho de que la mayoría de mis comics comerciales favoritos de los últimos tiempos han sido aquellos que mejor partido le han sacado al formato comic-book de 24 páginas. Títulos como "Planetary", "All-Star Superman" o "Sleeper", en los que cada entrega mensual suponía en sí misma un estímulo plenamente satisfactorio y no sólo una parte mínima de un todo mayor. Es una tradición narrativa que se está perdiendo, con guionistas cada vez más cómodos en el terreno del decompressive storytelling, con las intenciones puestas en el tomo recopilatorio y no en la publicación mes a mes. Por suerte todavía quedan tebeos como "Zero", capaces de desarrollar episodios más o menos cerrados dentro de una trama mayor, consiguiendo revalorizar el formato tradicional de serialización en el comic estadounidense. Más aún si tenemos en cuenta que cada capítulo está dibujado por un artista diferente, adaptando el aspecto visual al tono y al ritmo de la narración. Lo que habitualmente se denomina despectivamente como "baile de dibujantes" se convierte aquí en un valor añadido, del mismo modo en que sucedía con la "Global Frecuency" de Warren Ellis, y por imposible que parezca esto no implica una gran irregularidad en el resultado final, pues la calidad media de "Zero" se mantiene muy alta en todo momento (por mucho que haya episodios como el 2, el 3 o el 9 que sobresalgan por encima del resto). Por pomposo que pueda sonar, lo apropiado en este caso sería hablar de "vals de dibujantes".


El argumento de "Zero" combina el género de espías con la ciencia-ficción, con un protagonista primo-hermano de Jason Bourne, acuciado por dudas existenciales respecto a su pasado y al verdadero propósito de sus misiones, trabajando para una misteriosa Agencia recién salida de un capítulo de "Fringe". Que no sea una idea precisamente original no implica que no esté brillantemente desarrollada. La conspiración de fondo, la fantasía hi-tech y las impactantes escenas de acción que salpican el relato no esconden la auténtica importancia del elemento dramático y de la precisa caracterización de personajes con apenas cuatro pinceladas. A este respecto, el trabajo del guionista Alex Kot se merece todas las alabanzas posibles. Y las buenas noticias no terminan aquí: ECC Ediciones ya ha anunciado su publicación en nuestro país para el mes de octubre, arrancando con el tomo que recoge los 5 primeros comic-books (y que culmina con un cliffhanger realmente interesante). Para el menda, compra segura. Sin pestañear.

Awesome Mix Vol. 1

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A toro pasado y con las cifras de recaudación delante es muy fácil sacar conclusiones sobre el éxito de “Guardianes de la Galaxia”, pero lo cierto es que el riesgo en la apuesta de Marvel Studios con esta película sólo tenía un precedente: la primera cinta de “Iron Man” dirigida en 2008 por Jon Favreau, y que dio origen al fenómeno cinematográfico marvelita. Y tal vez ni eso, porque no es lo mismo tener a Robert Downey Jr. (que por aquel entonces no era la super-estrella que es hoy, pero sí un actor de cierto prestigio) interpretando a Tony Stark (personaje poco conocido por el gran público, pero muy querido por una base de fieles lectores de tebeos), que a Chris Pratt, Zoe Saldana y Dave Bautista (Vin Diesel y Bradley Cooper sólo prestan su voz) dando vida a un grupo de héroes absolutamente secundarios dentro de la mitología de la editorial, apenas conocidos incluso por lectores con miles de viñetas a sus espaldas (como es mi caso).


Para más inri, estos Guardianes ni siquiera son los originales, creados por Arnold Drake y Gene Colan en 1969, sino la encarnación más reciente del equipo, reunida por Dan Abnett y Andy Lanning en 2008, y que actualmente goza de una coyuntural colección regular, mejor dibujada (por Sarah Picchelli y Nick Bradshaw) que escrita (por Brian Michael Bendis). Pero, pese a un reparto (a priori) discreto, a un director sin un gran éxito precedente (su anterior film, “Super”, ni siquiera se estrenó en los cines españoles) y a estar protagonizada por unos personajes que casi nadie conoce, “Guardianes de la Galaxia” ya es la película más taquillera del 2014 en EE.UU., y lleva más de 500 millones de dólares recaudados a nivel mundial.


Las razones de este triunfo comercial pasan, tal y como apunta Octavio Beares en su acertada reflexión, por la imagen de marca: el logo de Marvel, la sola mención del nombre de la compañía, vende. Hasta el punto en que, pasado el esperadísimo estreno en 2015 de “Los Vengadores: la Era de Ultrón” (que lo va a petar, no hace falta ser adivino para saber eso), estoy convencido de que tanto “El Hombre Hormiga” como “Doctor Extraño” serán sendos taquillazos por la misma razón; porque formarán parte de la filmografía de Marvel Studios (irregular, cierto, pero con unas coordenadas artísticas y comerciales muy claras) y el público, tanto el lector de comics de toda la vida como el que nunca ha hojeado un tebeo de Thor o del Capitán América, está encantado con este universo cinematográfico y con sus múltiples ramificaciones y secuelas. De hecho, a estas alturas a Marvel lo de publicar comics se la debe traer bastante floja, vistas las cifras de ventas de sus cabeceras y el número de espectadores que pasan por caja en el estreno de sus películas.


Como cinéfilo, sin embargo, el éxito o el fracaso comercial de “Guardianes de la Galaxia” es algo que no me quita el sueño. Lo que me concierne en última instancia es que la película me dé lo que le pido a esta clase de producto: mucha acción, muchas risas, buenos efectos especiales, unas gotas de épica y un poco de ternura. Y ahí, “Guardianes de la Galaxia” cumple.


La película narra la primera aventura conjunta de unos forajidos estelares de medio pelo, a caballo entre la tripulación de la Serenity (no es casual que Joss Whedon sea el gran hombre de Marvel Studios a nivel creativo) y los contrabandistas galácticos de George Lucas (la relación Rocket/Groot bebe directamente del modelo Han Solo/Chewbacca), reunidos por una carambola del destino en torno a un artefacto de poder inimaginable (Arca de la Alianza style) que diferentes facciones están buscando por todo el Universo. El diseño de producción remite por momentos al “Star Trek” de J.J. Abrams(sobre todo en la parte que transcurre en el planeta Xandar), y el héroe principal de la función, Peter Quill, es un aspirante a Indiana Jones (con mucho del Philip J. Fry de “Futurama”) que vive inmerso en la nostalgia por los años 80 de su infancia robada. Lo cual justifica, por cierto, una de las selecciones musicales más bizarras y divertidas que se recuerden en una película de ciencia-ficción, alcanzando niveles tarantinianos de delirio pop.


Awesome Mix: ensalada de referencias, ninguna especialmente original, que cristalizan en un guión que se toma muy poquito en serio a sí mismo (difícil que fuese de otra manera, cuando uno de los personajes más carismáticos del film es un mapache parlanchín), y que podría haberse precipitado directamente al abismo del ridículo si no fuese porque James Gunn afronta la escritura del libreto y la dirección el film como un trabajo autoral, unificando elementos bajo un sello personal (o todo lo personal que puede ser un proyecto gestado bajo las directrices de Marvel Studios) y haciendo que el conjunto funcione como un reloj suizo. O casi: porque, pese al entusiasmo, hay un par de aspectos de “Guardianes de la Galaxia” que no me terminan de convencer.


En su intento de encajar la cinta en la cronología global del universo cinematográfico marvelita, Gunn presenta a un villano unidimensional (Ronan el Acusador) siempre a la sombra de la gran amenaza encarnada por Thanos (que asume aquí el rol pasivo del Emperador Palpatine en “El imperio contraataca”), y se queda corto a la hora de contarnos quiénes son estos malosos tan temibles y por qué actúan como actúan. Yo, como lector de tebeos, conozco a Thanos, Ronan y (en menor medida) a Nébula, pero al espectador que no ha tenido contacto previo con la rama galáctica de los comics Marvel la información ofrecida (los Kree, los Nova Corps, los Celestiales, las Gemas del Infinito...) podría parecerle confusa. Y no debería ser así, en la medida en que “Guardianes de la Galaxia” se postula como la más autocontenida de las cintas de Marvel Studios desde la mentada “Iron Man” de 2008.


Tampoco tengo claro que cualquier espectador ajeno a la mitología marvelita vaya a entender los motivos de la abducción de Peter Quill por parte de Yondu y su tropa de saqueadores: es algo que se merecía un mínimo flashback explicativo (otro más, quiero decir), al igual que la infancia de Gamora, pero cuyos motivos apenas se dejan entrever en un par de diálogos. Para eso están las secuelas, dirá alguno, pero yo no me quejo tanto de que la información sea insuficiente (lo es en la medida en que está dosificada intencionadamente) como de que los datos que sí están ahí no están todo lo bien presentados que deberían.


Son fallos menores, y perfectamente olvidables cuando la peli se mete en harina (los chistes, las explosiones, los hits musicales de los 70 y 80), en un conjunto tremendamente ágil: dos horas de metraje totalmente magras, repletas de frases divertidas, escenas de acción bien rodadas (algunas mejor que otras, es cierto) y personajes carismáticos (difícil elegir un favorito entre los cinco tripulantes de la Milano... bueno, vale, Groot). Y en medio de todo ello, dos momentos dramáticos muy potentes que elevan al film desde su autoconsciente condición de parida galáctica de gran presupuestohasta inesperados niveles de emoción y lirismo.


Al igual que “Capitán América: el Soldado de Invierno” hace unos meses, “Guardianes de la Galaxia” no es la mejor película de Marvel Studios hasta la fecha porque antes existió “Los Vengadores”, clímax indiscutible (por ahora) del fresco super-heroico de la compañía. Tampoco logrará hacerse con el título de blockbuster del verano, ya que compite con un film de ciencia-ficción (de intenciones muy distintas) que se me antoja superior: “El Amanecer del Planeta de los Simios”. Pero eso no significa que la película de James Gunn no haya cumplido con las toneladas de hypeque su abrumadora campaña de marketing había logrado despertar. O que, no siendo la película perfecta, sí sea la que yo quería ver cuando pagué la entrada del cine.

Across the Universe

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No existe asomo de duda, para un servidor, de que Image ha sustituido al sello Vertigo de DC Comics como la editorial más interesante del actual tebeo estadounidense. Este relevo no es sólo temático o de público objetivo (que también), sino que se manifiesta de forma muy concreta en un trasvase de autores (guionistas, en particular) que han pasado de publicar sus trabajos más personales en la filial de DC a hacerlo en la casa que coordina el editor Eric Stephenson. Tan llamativo como el caso de Jason Aaron, que tras la finalización de su superlativa "Scalped" prefirió que su siguiente serie de creación propia, "Southern Bastards", viese la luz con el logo de Image en portada, lo es el de Brian K. Vaughan, autor de las celebradas "Y, el último hombre" y "Ex Machina".


Vaughan lleva más de dos años triunfando en EE.UU. con la publicación para Image Comics de "Saga", colección regular con visos de eternidad (el propio guionista confía en superar la numeración de "The Walking Dead") que hace unas semanas se hizo con tres de los cuatro premios Eisner a los que estaba nominada: mejor guionista (para Vaughan), mejor artista multimedia (para la ilustradora Fiona Staples) y mejor serie regular. El triunfo se repitió hace 6 días en los premios Harvey, en los que "Saga" se llevó los galardones a mejor guionista, dibujante, portadista (la propia Staples) y serie. ¿Es merecido el revuelo? La respuesta, después de una breve sinopsis.


La historia de "Saga" comienza con el nacimiento de Hazel, narradora muchos años después (texto en off mediante) del romance prohibido de sus padres, Marko y Alana, soldados de dos ejércitos enfrentados en una guerra intergaláctica que lleva asolando el cosmos desde hace generaciones. La existencia de Hazel, un caso de mestizaje sin precedentes en la historia de las dos razas en conflicto, será tomada por ambos bandos como una potencial crisis propagandística, lo cual conducirá a una incansable persecución de la recién formada familia a lo largo y ancho del universo. De la combinación de la space-opera más aventurera con las complicaciones de una tragicomedia familiar surge el mayor atractivo de "Saga", una narración inspirada en la paternidad del propio Vaughan.


En realidad, lo que el guionista de Cleveland propone no es especialmente original ("Romeo y Julieta" + "Star Wars" + "How I met your mother"), pero la forma en que lo articula resulta audaz y divertida, presentando en un entorno de ciencia-ficción (con sus consabidos planetas exóticos, razas alienígenas y tecnología futurista) una historia casi costumbrista, con diálogos ágiles (y malhablados y picantes) que la mayoría de las veces suenan como lo harían en un genuino slice of life ambientado en el siglo XXI del mundo real.


Esta cercanía por parte de unos personajes a priori tan ajenos al lector (Marko tiene cuernos de cabra y formula hechizos mágicos en esperanto; Alana posee unas pequeñas e insectoides alas vestigiales) logra que uno empatice rápidamente con los protagonistas y disfrute tanto con su romántica y chapucera huida a través de las estrellas como con la persecución a la que un engolado miembro de la realeza robot y un cazarrecompensas con el corazón roto (y su tronchante ayudante felina) los someten.


La encargada de plasmar todo esto en viñetas es Fiona Staples, artista canadiense muy capacitada para el diseño de caracteres y para la expresividad facial y corporal, que toma aquí la arriesgada decisión de entintar solamente los personajes, definiendo los escenarios únicamente mediante el uso del color. El resultado es atípico y tiene entre el fandom tantos detractores (que acusan la sensación de que los personajes flotan, poco integrados, sobre los fondos) como defensores (que enuncian la agilidad y frescura del trazo, idóneo para la historia narrada). A mí personalmente me gusta mucho lo que Staples hace en esta serie, aunque no me parece superior al trabajo de otros dibujantes (David Aja, Paul Pope, Matteo Scalera, Steve Epting...) que optaban, o deberían haber optado (en mi opinión), a los premios Eisner y Harvey de este año. Lo que sí es objetivable es la ventaja más inmediata de este económico método de trabajo: "Saga" lleva más de 20 números publicados sin haber recurrido a ilustradores sustitutos, ofreciendo un resultado global coherente y uniforme, ahorrando al lector esos molestos bailes de dibujantes que tanto daño hacen habitualmente a los títulos de Marvel y DC.


Para asegurar esta continuidad en el tándem guionista/dibujante, la colección se beneficia además del modelo de publicación que ya se ha convertido en norma en Image: entre un arco argumental y el siguiente la serie se toma un pequeño respiro (de 2 ó 3 meses) para permitir a sus responsables trabajar sin las presiones de las exigentes fechas de entrega habituales en el mercado norteamericano, cubriendo este lapso temporal con la edición de un tomo recopilatorio en tapa blanda que recoja el último arco publicado a un precio bastante asequible. Para los coleccionistas más exigentes, en EE.UU. ya está anunciada para finales de noviembre una recopilación que reunirá los 18 primeros números de la colección, además de una gran cantidad de extras, en un lujoso (y voluminoso) tomo. En España esos 18 comic-books, que funcionan a modo de primera temporada televisiva, han visto la luz de la mano de Planeta de Agostini en tres libros en cartoné (correspondientes a los tres primeros recopilatorios yankis en tapas blandas) que se leen de maravilla del tirón, tal y como lo he hecho yo esta semana aprovechando que me los han regalado por mi último cumpleaños. La diferencia de precio entre las ediciones estadounidense y española, así como la decisión de Planeta de apostar por el cartoné en la primera edición de una colección tan reciente, es materia para un debate totalmente distinto...


"Saga" es un tebeo bien escrito, quizás el mejor trabajo de Vaughan hasta la fecha, con un sólido y personal apartado gráfico, en el que sus dos responsables trabajan con ilusión manteniendo una media de calidad muy elevada. Un muy buen comic, en resumen. Ahora bien: ¿es realmente la mejor serie regular que se publica actualmente en EE.UU.? Posiblemente no. Títulos como "Velvet", "Zero", la mentada "Southern Bastards" o "Sex Criminals" me gustan tanto o más que "Saga". Lo cual no es óbice para que la colección escrita por Vaughan y dibujada por Staples se haya convertido irremediablemente en compra obligada cada vez que Planeta ponga en circulación un nuevo volumen recopilatorio... como sucede con tantas otras cabeceras publicadas hoy en día por Image Comics, una editorial que ya se ha convertido para mí en sinónimo de calidad.

Jailhouse rock

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Tengo un cuelgue importante con “Orange is the new black”, la serie que emite en streaming Netflix, empresa californiana de difusión de contenidos audiovisuales en internet, y que en España puede verse a través de Canal + o, lógicamente, de tu página favorita de descargas o visionado online. Aprovechando mis vacaciones (en septiembre, cuando casi todos habéis vuelto ya al trabajo... si es que lo tenéis, que ya sabemos lo bien que está el tema), me estoy pegando un importante atracón con los 26 episodios emitidos hasta el momento, distribuidos en dos temporadas de 13 capítulos cada una.


Comencé a ver “Orange is the new black” por dos razones:

1) Para comprobar si la altísima calidad de “House of Cards”, la única serie de Netflix que había visto hasta la fecha, era algo casual o podíamos estar ante el ascenso de otra plataforma con capacidad para competir cualitativamente con HBO, AMC y (en menor medida) Showtime. Pero sobre todo porque

2) David Simon (a.k.a. El creador de la mejor serie de la historia de la TV y si no piensas igual es porque aún no has visto “The Wire”) dijo que "hay una serie ahora en Netflix llamada "Orange is the new black" que es genial. Es de Jenji Kohan y la verdad es que ella hace un trabajo genial, es muy inteligente". Y si lo dice David Simon hay que verla. Indeed.


Kohan, creadora de “Weeds”, se inspiró en la novela autobiográfica de Piper Kierman para narrar la historia de su homóloga catódica, Piper Chapman, prototipo de neoyorkina WASP de buena familia que acaba entre rejas, apenas unos meses antes de su boda con el bienintencionado y pusilánime Larry, como consecuencia de ciertas actividades ilegales cometidas durante una “época loca”al terminar la universidad: para sorpresa de su prometido y de las familias de ambos, Piper tuvo en su momento un apasionado romance lésbico con una narcotraficante para la que ejerció puntualmente de mula.


Posiblemente la trama relativa a Piper sea la más predecible y genérica en “Orange is the new black”. Quizás porque su personaje es un poco cargante al principio, con sus aires de Reese Witherspoon sabelotodo, o porque su familia y amigos, los que se han quedado fuera siguiendo con sus vidas, son una panda de gilipollas egoístas. Gente bastante normal, en realidad, pero que cae mal porque sus problemas son pura chuminada comparados con los de las reclusas de la penitenciaría de Litchfield. Que el episodio piloto no desanime a nadie: en cuanto la serie termina con las presentaciones preliminares y comienza a indagar en el funcionamiento interno de la prisión, el protagonismo se difumina y “Orange is the new black” se convierte en un divertidísimo fresco sobre el día a día en un centro correccional femenino.


La estructura narrativa de los capítulos, con flashbacks dedicados al pasado de las reclusas (al más puro estilo “Lost”), refuerza la sensación de coralidad y consigue que uno empatice rápidamente con las compañeras de presidio de Piper. Sus tragedias personales, que rara vez tienen una relación directa con el delito por el que cumplen condena, unidas a su inagotable voluntad para buscar la felicidad incluso tras las rejas, son el auténtico motor de la serie. El contrabando, la segregación racial, las relaciones sexuales entre convictas, la maternidad en prisión, las dinámicas de poder e incluso el culto religioso son algunos de los temas abordados por Kohan y sus guionistas; siempre desde un punto de vista humorístico, a veces kafkiano, aunque sin perder de vista la humanidad de sus personajes y el drama, muy serio, que representa su vida en presidio. Pero no sólo las reclusas son protagonistas de la acción: los carceleros, habitualmente más brutales y despóticos que las propias internas (pero “también personas”, como le gusta recordar al asistente de alcaide Caputo), son una parte fundamental de la ecuación que convierte a “Orange is the new black” en una mezcla tan exitosa.


Hay en ella un equilibrio muy delicado entre la risa y la emoción, entre el culebrón más adictivo y la sociología más ilustrativa, todo ello presentado de una forma muy amena y ligera que facilita que uno pueda ver dos o tres capítulos seguidos sin empacharse o sentirse fatigado, pese a que la serie proponga muchas ideas con bastante más enjundia de lo que inicialmente aparenta. Un equilibrio que hace de “Orange is the new black” una recomendación infalible para casi cualquier tipo de espectador... siempre que uno no tenga reparos en contemplar un par de escenas explícitamente lésbicas por capítulo o en saber a ciencia cierta que sus responsables son gente tirando a liberal, con muy poco aprecio por los fanatismos religiosos, la homofobia y el machismo más recalcitrante. Gente inteligente, la llamo yo.

Cuatro recomendaciones para acertar en la Fiesta del Cine

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Desde hoy y hasta el miércoles 29 de octubre se celebra en nuestro país la Fiesta del Cine, que permite a todos aquellos que hayan solicitado por internet su acreditación (totalmente gratuita, se puede conseguir AQUÍ) acudir a un gran número de salas de la geografía nacional pagando solamente 2,90 € por entrada, lo cual en algunas ciudades supone un descuento de hasta un 65% respecto al precio habitual. Esto se traduce en que habrá no pocas personas que aprovecharán estos tres días para empaparse todo lo posible de ese cine de estreno que tan caro les resulta disfrutar el resto del año. Me gustaría aprovechar la coyuntura para recomendar cuatro películas que se proyectan en la actualidad en nuestro país y que merecen mucho la pena. Cuatro cintas con las que disfrutar plenamente de esta Fiesta del Cine 2014:

Boyhood: Momentos de una vida (Boyhood)
País: EE.UU.
Dirección: Richard Linklater.
Guión: Richard Linklater.
Intérpretes: Ellar Coltrane, Ethan Hawke, Patricia Arquette, Lorelei Linklater.
Duración: 165 min.


La sublimación audiovisual del Bildungsroman: el realizador de la trilogía “Antes del amanecer/atardecer/anochecer” rodó durante 12 años (2002-2013) el paso de la infancia a la madurez de Mason, encarnado durante todo el proceso por el joven actor Ellar Coltrane. Escena por escena, “Boyhood” supone un retrato naturalista de las vivencias cotidianas de un niño/adolescente de lo más normal. Es en la conjunción de estos momentos, y en el magnífico reflejo del paso del tiempo (no sólo gracias al empleo de los mismos actores sino también al inteligente uso de la música, que contextualiza cada escena en el año concreto en que se publicó cada canción), donde la película adquiere una mayor trascendencia.


El viaje personal de Mason se adapta al contexto cronológico, demostrando que el guión del film es algo orgánico, en constante reinvención (hay una escena en la que el personaje de Hawke hace campaña por Obama, algo que obviamente el director/guionista no podía prever cuando el proyecto arrancó en 2002). Pero lo realmente importante es que, más allá de los recursos de los que Linklater se vale para articular el film, “Boyhood” supone un intento casi siempre exitoso de comprimir en una pantalla de cine ese cúmulo de anhelos, miedos, satisfacciones y desengaños que llamamos vida. Y eso, desde luego, está al alcance de muy pocos proyectos cinematográficos.




La isla mínima
País: España.
Dirección: Alberto Rodríguez.
Guión: Alberto Rodríguez, Rafael Cobos.
Intérpretes: Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez, Nerea Barros, Antonio de la Torre, Jesús Castro. 
Duración: 105 min.


Se dice de ella que es la película española del año, y a falta de ver “Magical Girl” de Carlos Vermut (en la medida de lo posible, mi apuesta cinéfila para esta semana), dudo mucho que las exageradas recaudaciones de “Torrente 5” y de esa mamarrachada que es “Ocho apellidos vascos” puedan ensombrecer al espléndido thriller policial de Alberto Rodríguez. Pasaré de puntillas sobre los parecidos con “True Detective”: los hay y son bastante evidentes, pero a la larga resultan más circunstanciales (las fechas de producción no mienten) y puramente estéticos (la atmósfera lóbrega y pantanosa) que dramáticos.


“La isla mínima” tiene varias lecturas posibles, y para mí la más interesante es la que hunde sus raíces en el espejismo de la transición española, representado por un joven detective de convicciones democráticas (correcto Raúl Arévalo) y un cínico agente de la vieja escuela franquista (superlativo Javier Gutiérrez, cuyas dotes interpretativas ya había podido valorar en su justa medida en la representación teatral y musical de “Ay, Carmela”). La finísima labor visual de Alberto Rodríguez lo confirma como uno de esos directores a seguir (“Grupo 7”, su película anterior, ya era excelente), y lo ubica junto a Enrique Urbizu (“La caja 507”, “No habrá paz para los malvados”) y Daniel Monzón (“Celda 211”, “El Niño”) en la punta de tridente del actual género negro patrio.




Perdida (Gone Girl)
País: EEUU.
Dirección: David Fincher.
Guión: Gillian Flynn.
Intérpretes: Ben Affleck, Rosamund Pike, Kim Dickens, Neil Patrick Harris.
Duración: 149 min.


Si uno se fía del planteamiento incial de “Perdida” corre el riesgo de confundir el décimo largometraje de David Fincher con un thriller más o menos convencional de “esposa desaparecida y marido sospechoso”, bordeando temerariamente el telefilm de sobremesa. Es necesario confiar en el preciso libreto escrito por Gillian Flynn (autora de la exitosa novela en que se basa) para ir descubriendo, a medida que el metraje avanza, la implacable sátira sobre la vida conyugal, los medios de (des)información y la imagen pública en la era de las redes sociales que la película propone.


El próximo Batman (porque Affleck lo será mucho antes que David Mazouz) se esfuerza lo suficiente para resultar creíble en su papel de marido (supuestamente) ejemplar, y es Rosamund Pike quien se lleva de calle el lado interpretativo del film: nominable y premiable en los próximos Oscar de Hollywood. Fincher, cada vez más convencido del poder del encuadre y, sobre todo, de la edición, se olvida de los exhibicionistas movimientos de cámara de “El club de la lucha” y “La habitación del pánico” para entregar uno de sus trabajos más sobrios y milimétricamente montados. No siendo la mejor película del realizador, el resultado es igualmente hipnótico y apasionante: una mezcla de misterio y humor negro (muy sutil, no creo que todo el mundo le pille la gracia al asunto) que supone un nuevo éxito cualitativo en la filmografía de mi director en activo preferido (junto con Paul Thomas Anderson y Martin Scorsese).




Relatos salvajes
País: Argentina.
Dirección: Damián Szifrón.
Guión: Damián Szifrón.
Intérpretes: Nancy Dupláa, Zulieta Zylberberg, Rita Cortese, Leonardo Sbaraglia, Ricardo Darín, Óscar Martínez, Érica Rivas.
Duración: 115 min.


“Relatos salvajes” es una antología compuesta por seis historias de inspiración directa (y confesa) en los “Cuentos asombrosos” de Steven Spielberg... aunque yo les veo mucho más parecido con las “Historias negras” que Enrique S. Abulí y Jordi Bernet publicaron en comic durante tres lustros. Venganzas, celos, corrupción y estallidos (más o menos) irracionales de violencia se dan la mano en estos relatos que elevan los roces del día a día (un conductor haciendo una peineta, una multa de tráfico, el reencuentro con un viejo conocido al que se la tenemos guardada) a la quintaesencia de la mala baba y el humor negro (más negro que el sobaco de un grillo, o el culo de una cucaracha, o las Visas de Caja Madrid... escoja usted el símil que más le guste).


No todas las historias están al mismo nivel, aunque la calidad media es elevadísima y algunos fragmentos alcanzan inesperadas cotas de delirio y diversión (sobre todo los protagonizados por Ricardo Darín y Érica Rivas). En el corazón (podrido) del conjunto laten realidades tristemente cotidianas como la desigualdad de clases, los tortuosos caminos de la burocracia y todas esa ridículas convenciones sociales que nos impiden ver lo que en realidad somos: animales salvajes disfrazados con traje y corbata. Con razón Argentina ha seleccionado esta producción para competir en la categoría de mejor película de habla no inglesa en los próximos Oscar.


Las inevitables consecuencias del tsundoku bloguero

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La expresión japonesa tsundoku (no confundir con otra mucho más popular: sudoku), se refiere al acto de comprar libros para después no leerlos. Descubrí esta palabra en el muro de facebook de David B. Gil, blogger vecino y autor de la novela "El guerrero a la sombra del cerezo", que servidor tiene metafóricamente apilada en su Torre de Lecturas Pendientes (léase con voz de ultratumba) junto a muchas otras. Digo metafóricamente, por cierto, porque la novela de David aún no se puede conseguir en formato físico y sólo está disponible de forma digital... lo cual a mí me da cien patadas, porque para el "tema libros" soy un auténtico dinosaurio analógico.

Una aproximación parcial a mi Torre de Lecturas Pendientes: ni están todas los que son ni son todas las que están.

No sólo se me acumulan los libros, claro: tengo una lista de comics, películas, discos y videojuegos pendientes que da auténtico pavor. Títulos que cogen polvo en las estanterías y en el disco duro y que no consigo disfrutar porque a) no tengo tiempo para todo y b) algo se cuela por delante y le doy prioridad. Resulta casi vergonzoso reconocer que tengo la edición 50 aniversario que Norma publicó de "El Eternauta" de Oesterheld y Solano López pendiente de lectura desde las navidades de 2007, o que todavía no he encontrado el momento para leer la primera novela que mi pareja me recomendó cuando empezamos a salir. "Encontrar el momento" es una de esas expresiones eufemísticas que significan "algo se coló por delante y le di prioridad, Wendy, F., querida, luz de mi vida, pero no pienses que no me tomo en serio tus recomendaciones, es sólo que no puedo parar, ¡NO PUEDO PARAR!". Shame on me, lo sé.

Un hombre tan elegante como Karl no puede equivocarse.

En un alarde de estar a la última, después de meses de insistencia por parte de F. y de J. mayúscula, la semana pasada empecé por fin a jugar en la PS3 a "The Last of Us", juego del año para multitud de publicaciones del sector. Del año 2013, quiero decir.

Juegazo. O lo siguiente.

Esta acumulación de tareas pendientes se refleja, por supuesto, en el ritmo de actualización del Abismo, que tiene su propia Torre de Reseñas por Escribir que se amontonan y, a la larga, jamás encuentran su lugar en internet. Tal vez alguno de mis escasos (pero entusiastas... espero) lectores se haya dado cuenta de que en este blog ya no se habla de música. Lo cual no significa, claro, que un servidor haya dejado de escucharla. Como decía antes, "algo se coló por delante" de mis reseñas de "Turn Blue" de The Black Keys, "Lazaretto" de Jack White, "Get hurt" de The Gaslight Anthem, el debut homónimo de Antemasque, "48:13" de Kasabian, "New Crown" de Wolfmother, "Great Western Valkyrie" de Rival Sons, "Songs of Innocence" de U2, "The Hunting Party" de Linkin Park, "Forever for Now" de LP, "Once More 'Round the Sun" de Mastodon, "This is All Yours" de Alt-J, el muy decepcionante "Gonzo" de Foxy Shazam o el estupendo "Royal Blood" de Royal Blood. Por mentar algunos de los que recuerdo, vaya. La intención de escribir unas líneas sobre cada uno de estos álbumes estaba ahí, pero me temo que se quedó en el tintero digital porque, en realidad, la música me da menos alegrías ahora mismo que el cine, el comic o las series de televisión.

Uno de los discos que más he escuchado en 2014.

El formato "batería de reseñas" se va imponiendo en el blog a fuerza de acumulación de títulos, abarcando mucho y apretando poco, y haciendo que inevitablemente se queden por el camino algunos de los aspectos más interesantes de las obras reseñadas. Sin ir más lejos, la entrada inmediatamente anterior a ésta no hacía justicia a ninguna de las cuatro películas mencionadas, las cuales se merecían, cada una y por separado, una de aquellas kilométricas parrafadas que hace un par de años me permitía redactar sobre cualquier cosa que me hiciese mínimamente feliz.

Antes mi vida era así.

He estado pensando seriamente si no sería el momento adecuado para dar carpetazo al blog o, al menos, dejarlo reposar durante una buena temporada. No por falta de ganas, sino de tiempo. Y por una cuestión de prioridades. Cuando se te acumulan tantas cosas buenas (y malas) por descubrir, cuando compras más libros y comics de los que a la larga puedes permitirte leer, y descargas tantísimas series que te apetece ver (todavía no sé cuándo me pondré con las últimas temporadas de "Mad Men", "House of Cards", "Boardwalk Empire", "Utopia", "Girls", "Treme" o "Sherlock", además de nuevas producciones como "1864", "Sonic Highways", "The Passing Bells" o "Constantine"), dedicarle tiempo a escribir sobre las que ya has conseguido despachar en lugar de ponerte con el siguiente título de la lista no es sino otra manera de contribuir a la acumulación; de dejar que el blog "se cuele por delante" de lo que realmente te hace feliz, que es (en un cierto orden de cosas) el puro ocio.

El blasfemo Dr. Thackery, magníficamente interpretado por Clive Owen en "The Knick".

¿Escribo una entrada sobre "The Knick", apasionante recreación del ambiente médico en la Nueva York de principios del siglo XX, y posiblemente la mayor sorpresa catódica del año, o me tumbo en la cama y leo, de una maldita vez, "The League of Extraordinary Gentlemen: Dossier Negro" de Alan Moore y Kevin O'Neill? ¿Reseño la última entrega del "Parker" de Darwyn Cooke o avanzo 60 páginas en la lectura del adictivo "NOS4A2" de Joe Hill? ¿Blogueo mis impresiones sobre "Cómo entrenar a tu dragón 2" o me armo de valor y acometo la escucha del temido "The Endless River" de Pink-Floyd-sin-Roger-Waters? ¿Por qué me estoy planteando reseñar "Batman: el Tribunal de los Búhos" cuando aún no he encontrado tiempo para ver "Maps to the Stars", la última de Cronenberg, que tengo en el disco duro desde hace más de un mes?

Sí, hay un dibujante estadounidense de comics que se llama Capullo.

Ya he intentado cerrar el Abismo en el pasado y la cosa no funcionó. Porque realmente me gusta escribir aquí y compartir mis opiniones sobre lo que veo, leo y (en menor medida) escucho. Hoy se estrena en España "Interstellar" de Christopher Nolan: ¿de verdad creéis que podré resistir el impulso de publicar una entrada sobre la película después de haberla visto? Conociéndome como me conozco, resulta bastante difícil de imaginar. Y si no es "Interstellar" será otra. Lo sé del mismo modo en que estoy convencido de que, al dar las campanadas de medianoche del 31 de diciembre, mi cerebro se excitará con la sola idea de reflejar en el blog los ya habituales Top 10 con mis títulos favoritos del año concluido. Pero es evidente que hoy por hoy no puedo mantener el ritmo de publicación que el Abismo tenía hace dos ó tres años, y que lo más probable es que de ahora en adelante tenga que conformarme con publicar cada mes una o dos entradas perezosas. Y a veces ni eso. Mientras tanto, decenas de reseñas que jamás escribiré se perderán en el tiempo como bla bla bla.

Esta pasada de póster se vende aquí. En persona (bueno, en póster) es aún más molón.

¿Es presuntuoso escribir una entrada tan larga sólo para decir que "esto está un poco parado"? Supongo que sí. Éste siempre ha sido un blog bastante presuntuoso (el otro día utilicé la expresión Bildungsroman, maldita sea), así que tampoco debería extrañarle a nadie. Si todo esto ha sonado a disculpa, en parte es porque lo es: mis escasos (y entusiastas, habíamos quedado) lectores se la merecen, sin duda.

A partir de ahora, el Abismo se relaja un poco más. Pero no está muerto, sólo descansa.


Black Holes and Revelations

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En una de las últimas entradas del Abismo, servidor nombraba a David Fincher, Paul Thomas Anderson y Martin Scorsese como sus tres directores en activo preferidos. Christopher Nolan, un tipo que me ha hecho disfrutar con su cine como un cerdo en un lodazal, se quedaba fuera de la selección porque el menda todavía no había logrado perdonarle la tremenda decepción que en su momento supuso el cierre de su trilogía del Caballero Oscuro. “La leyenda renace” (ridículo subtítulo para la traducción española de “The Dark Knight Rises”) sigue pareciéndome lo peor de su filmografía, pero a la vista de las últimas revelaciones uno comprende que el cineasta londinense debió escribirla y filmarla con el piloto automático puesto, por pura presión contractual y lidiando a duras penas con el handicap que la muerte de Heath Ledger (pieza irreemplazable de su fresco gothamita) supuso para el proyecto. No trato de disculpar a Nolan; es sólo que, vista por fin “Interstellar”, uno puede percibir claramente la abismal diferencia de energía e ilusión puestas en uno y otro proyecto por parte del realizador.


Co-escrito junto a su hermano Jonathan, el noveno largometraje del artífice de “Memento” nos conduce a un futuro próximo y desesperanzado en el que el planeta Tierra, saqueado durante siglos por la codicia humana, padece sus últimos estertores. Las cosechas se pierden, la atmósfera se vuelve irrespirable y los gobiernos del mundo desvían sus recursos económicos hacia soluciones a corto plazo para la supervivencia de nuestra especie. La investigación científica se ha convertido en un lujo con mala prensa y el “pan para hoy, hambre para mañana”se ha impuesto como un nuevo mantra para la humanidad. En este contexto, un ex-piloto, ingeniero reconvertido en granjero y esforzado padre de familia viudo, deberá tomar la complicada decisión de quedarse con sus hijos en la Tierra y contemplar cómo todo lo que ama muere en el plazo de unas décadas o lanzarse al espacio en una misión desesperada, con escasas posibilidades de retorno, a la búsqueda de un nuevo mundo habitable para el ser humano.


Matthew McConaughey interpreta al abnegado pionero cósmico aportando profundidad y cercanía a un personaje que podría haber caído fácilmente en el retrato simplista tan habitual de las superproducciones modernas (como el Bruce Willis de “Armaggedon” o cualquiera de los héroes de la filmografía de Roland Emmerich). Magníficamente flanqueado por Anne “I dreamed a dream”Hathaway, Jessica “Where is Bin Laden?”Chastain, Casey “Robert Ford”Affleck y el actor fetiche de Nolan, Sir Michael “Why do we fall?” Caine, el último ganador del Oscar al mejor protagonista masculino ofrece un recital de sentimientos y humanidad, poniendo la guinda a un 2014 irreprochable que en nuestro país incluye títulos como “El lobo de Wall Street” (en EEUU se estrenó a finales de 2013), “Dallas Buyers Club” y la primera temporada de “True Detective”. El tipo de “Los fantasmas de mis ex novias”. Ja.


Hay en el film una carga importante de ciencia-ficción (y de ciencia a secas) ultra-verbalizada que resulta menos compleja de lo que en un principio uno podría suponer. A la larga, de hecho, sólo hay que tener claras dos o tres ideas que no son precisamente nuevas: agujeros de gusano, agujeros negros y los efectos de la relatividad aplicada al paso del tiempo cuando uno viaja a través del cosmos. Quizás para el gran público no sean cuestiones de naturaleza cotidiana, pero tampoco es nada que uno no haya podido leer antes en infinidad de novelas o tebeos de ciencia-ficción. Por el lado cinematográfico, las referencias de “Interstellar” son numerosas: “2001: una odisea en el espacio” es la más evidente, pero también encontramos elementos reconocibles de “Encuentros en la tercera fase”, “Horizonte final”, “Alien, el octavo pasajero”, “Misión a Marte” e incluso la reciente “Gravity” de Alfonso Cuarón.


Más allá de la falta de novedades reales en el terreno conceptual, resulta fascinante descubrir cómo el director se las arregla para traducir algunas ideas (digamos) poco visuales a la pantalla, sobre todo en el último tercio del film, tirando de una sofisticada imaginería escénica que recuerda inevitablemente a su propio trabajo en "Inception (Origen)". Éste es el Nolan en el que el fandom confía. El que tira la casa por la ventana (y no sólo en cuestión de presupuesto) a la hora de abordar sus propuestas más arriesgadas. El Nolan infinitamente ambicioso y consciente de su propia genialidad, sea ésta real o no (algo que dependerá del punto de vista de cada espectador). De ahí lo que comentaba antes acerca de la implicación puesta en este film en comparación con su último Batman: lo que allí era pura rutina, recursos más o menos hábiles para solucionar la papeleta sin estrujarse demasiado el seso, aquí es hambre de gloria y delirios de grandeza. Nolan no quiere hacer taquilla, eso viene de serie con las expectativas que el público ha depositado en él. Nolan quiere ser Kubrick. Quiere ser Tarkovsky. O mejor aún, quiere ser Kubrick y Tarkovsky juntos. Y también Steven Spielberg, el tipo que ha hecho de la expresión “cine familiar”un sello de identidad.


Quienes llevan años criticando la ausencia de sentimiento en el cine del británico tendrán que envainársela tras el estreno de “Interstellar”. Contra todo pronóstico, el homérico viaje espacial de McConaughey te golpea emocionalmente como un tren de mercancías. Puede que el cosmos sea un erial frío y desolado, pero lo que late en las entrañas del film es algo mucho más cálido y humano: el sacrificio infinito, como el universo, que un padre puede llegar a hacer por sus hijos. El gélido trabalenguas espacio-temporal que Nolan pone en boca de Michael Caine tiene su reverso más visceral en la defensa que el personaje de Anne Hathaway hace del amor como variable cuántica, y lo que uno acaba llevándose a casa al terminar la película no es tanto el hiperbólico ejercicio de supervivencia en gravedad cero (que sí, es fascinante e hipnótico) como el drama de un padre destinado a perder a sus hijos para poder asegurarles un futuro. Eso es algo con lo que cualquiera puede conectar (cualquiera que quiera un poco a su familia y trate de imaginarse lo que supondría tener que renunciar a ella para siempre), y es de ahí precisamente de donde emana la fuerza gravitacional que mantiene a la última propuesta de Nolan con los pies bien pegados a la Tierra (metafóricamente hablando) y al espectador con la mandíbula apretada y los ojos vidriosos durante las casi tres horas de metraje.


Buena parte del mérito a la hora de aterrarnos y sobrecogernos la tiene la banda sonora que Hans Zimmer ha compuesto tomando como referente la orquestación ominosa, con gran presencia del órgano, que Phillip Glass había planteado para “Koyanisqaatsi” (y que tan popular se volvió a raíz de su utilización en la discutible adaptación al cine de “Watchmen”). También hay espacio en la partitura de Zimmer para fragmentos más calmados que recuerdan a las piezas de Strauss seleccionadas por Kubrick para “2001”: otra más de las muchas deudas de “Interstellar” hacia el film de culto de 1968.


La épica galáctica de Nolan sirve en bandeja tanto a sus apologistas como a sus detractores multitud de argumentos para la glorificación o el escarnio. Quienes le acusen de ser grandilocuente y sobreexplicativo y de hacer malabarismos para ocultar los agujeros en sus guiones encontrarán en “Interstellar” nuevos motivos para desdeñar sus evidentes logros cinematográficos. Sus seguidores, por el contrario, tendrán munición de sobra para defender a uno de los pocos cineastas actuales capaces de plantear blockbusters de género fantástico sin renunciar a las pretensiones trascendentales del cine de autor; y además desde ahora podrán quitarle el estigma de no saber conectar con el lado emocional del espectador. Como en “Inception”, la película de Nolan a la que “Interstellar” más se aproxima en ambiciones y resultados, el grado de satisfacción del público dependerá en gran medida de su facilidad (o voluntad) para dejarse engatusar por la propuesta del director y guionista. Aún consciente de las imperfecciones de la cinta y del hecho, bastante importante, de que me sabía su final desde el minuto quince, yo he vuelto a enamorarme del talento del realizador británico como lo estaba antes de esa decepción que en 2012 lo arrastró fuera de mi lista de directores actuales preferidos.

Bienvenido de nuevo, Christopher Nolan. No sabes cuánto te echaba de menos.

Viñetas de otoño

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Escribía hace poco, en esta entrada, acerca del fenómeno que los nipones denominan tsundoku y de cómo me estaba costando despachar la pila de tebeos pendientes de lectura... y sus correspondientes reseñas. Aprovechando que he tenido unos días (más o menos) libres, me he puesto manos a la obra para rebajar considerablemente la lista de deberes comiqueros y plasmar, escuetamente y a vuelapluma, mis impresiones. El orden de esta batería de reseñas es puramente alfabético, y aunque algunos de los títulos mencionados son novedades muy recientes, otros ya tienen unos cuantos meses a sus espaldas:

Batman: El Tribunal de los Búhos
Guión: Scott Snyder. Dibujos: Greg Capullo, Rafael Albuquerque.
ECC Ediciones. Cartoné. 352 págs.


Invocar al canon cuando uno se refiere al Caballero Oscuro es un sinsentido. En los 75 años de aventuras del Hombre Murciélago existen casi tantas aproximaciones como autores, y aunque todas son defendibles en cierto modo (incluso el Batman de Adam West tiene sus apologistas), cada uno de nosotros tiene en su cabeza una visión concreta de cómo debería enfocarse al cruzado de Gotham City (algo así postulaban, ya en 1973, Frank Robbins y Dick Giordano en la excelente historia "El Batman que nadie conoce"). Después de la confusa y psicotrónica etapa de Grant Morrison narrando las aventuras del icono de DC Comics, el relanzamiento editorial bautizado como los Nuevos 52 puso al frente de las andanzas del Murciélago al guionista de fama creciente Scott Snyder y al dibujante Greg Capullo (mano ejecutora de Todd McFarlane en el "Spawn" de este último durante más de 150 episodios). Éstos alejaron al álter ego de Bruce Wayne de los triposos viajes espacio-temporales del escocés alopécico y lo devolvieron al terreno urbano y a la mezcla de género negro, terror gótico y alta tecnología que lo aproximan a mi imagen mental ideal del Caballero Oscuro (de hecho, si tuviera que elegir una sola encarnación del personaje, algo así como el Batman sublimado, ésta sería la serie de animación de los años 90 debida a Paul Dini y Bruce Timm).


"El Tribunal de los Búhos" comprende los 11 primeros números de la nueva colección regular (la titulada simplemente "Batman") más un Annual dedicado a Mr. Freeze y tangencialmente ligado a la trama del gran arco argumental principal. Bien escrito y mejor dibujado, este tomo editado con primor por ECC (al contrario que su inconveniente grapa mensual dedicada al personaje) supone un inmejorable punto de contacto para quienes deseen subirse por vez primera al carro gothamita (asumiendo, claro está, que TODO EL MUNDO sabe a estas alturas quién es el Cruzado de la Capa y por qué hace lo que hace), y una alegría para todos aquellos que echábamos de menos a un Batman más preocupado por los asuntos humanos que por los metahumanos. Aunque es cierto que la cosa empieza ligeramente mejor que como termina (algo muy habitual en los guiones escritos por Snyder), el resultado es a todas luces notable: el escritor de "American Vampire" se las arregla para ampliar la mitología que rodea al héroe y crear nuevas amenazas que enriquezcan su pintoresca galería de villanos, introducir multitud de escenas de acción espectacularmente resueltas por Capullo y ahondar en la personalidad de Batman/Bruce Wayne y en su relación con la ciudad que ha jurado proteger. Habiendo disfrutado en inglés de las dos siguientes sagas de la colección ("La Muerte de la Familia" y "Año Zero"), espero con mucho interés la continuación de esta edición de lujo por parte de la depositaria de los derechos de DC Comics en nuestro país.



Battling Boy: El Momento de Aurora West
Guión: Paul Pope. Dibujos: David Rubín.
Ed. DeBolsillo. Rústica. 160 págs.


Paul Pope recluta al artista multimedia J.T. Petty y al dibujante gallego David Rubín para afrontar el spin-off de su última creación, "Battling Boy" (que hasta el momento sigue siendo uno de mis comics preferidos de 2014). Por dimensiones, número de páginas y uso del blanco y negro, la primera entrega (de dos) de los orígenes de Aurora West recuerda al formato tankõbon japonés; una decisión que a mí personalmente no me entusiasma. Si hace unos años Rubín me parecía un autor de talentos sobredimensionados por la crítica especializada nacional, desde la publicación de la segunda parte de "El Héroe" se ha convertido en uno de esos nombres a seguir haga lo que haga. De hecho, el ourensano sigue dibujando de maravilla, con ese estilo gráfico y narrativo que reúne enseñanzas de Jack Kirby, Frank Miller, Frederik Peeters, Craig Thompson y del propio Pope, entre otros. De ahí que, tras alucinar hace unos meses con sus tintas y colores en las grandes páginas de "Beowulf", estas miniaturas grises me resulten un tanto insatisfactorias. A veces el tamaño sí importa.


En cuanto a la historia, "El momento de Aurora West" ejerce de precuela para lo narrado en "Battling Boy", indagando en el pasado de su protagonista y en la relación de ésta con su padre, el héroe científico Haggard West. Pese a tratarse de un tebeo con vocación juvenil, "El momento de Aurora West" es una lectura ágil y refrescante para adultos (o anomalías de edad mental imprecisa como un servidor). Carece del factor sorpresa de "Battling Boy" y rebaja un par de puntos su sentido de la maravilla (que era estratosférico), pero es un digno spin-off del título principal al que aún le queda otra mitad para demostrar todo su potencial. Teniendo en cuenta que aún no le he leído un tebeo malo a Pope y que "El Héroe" de Rubín pasaba en su segundo tomo de "comic entretenido" a "obra maestra", mis expectativas para "The Fall of the House of West" siguen estando muy altas.



Bella Muerte
Guión: Kelly Sue DeConnick. Dibujos: Emma Ríos.
Ed. Astiberri. Cartoné. 160 págs.


Comencé a leer "Pretty Deadly" (el título de "Bella Muerte" en EE.UU.) hace unos meses en formato digital, más o menos cuando comenzó a publicarse en su edición original, pero la dejé a la altura del número 3 porque sentía que mi nivel de inglés no era suficiente para enterarme de todo lo que Kelly Sue DeConnick y Emma Ríos (otra artista gallega conquistando las Américas) intentaban contarme. Por eso esperaba con muchas ganas la edición española a cargo de Astiberri, recopilando el primer (y único hasta la fecha) arco argumental de la colección. Para mi sorpresa, la traducción al castellano a cargo de Santiago García (un nombre que es garantía de un trabajo bien hecho) no ha simplificado mi relación con el guión de "Bella Muerte". El problema, creo, provenía de mis expectativas previas hacia la serie. Yo me esperaba un western fantástico que encajase con el perfil (digamos) convencional de mis series preferidas en la actual Image; títulos como "Zero", "Saga", "Velvet" o "Southern Bastards", que si bien tienen un claro componente autoral, son más o menos tradicionales en términos narrativos. "Bella Muerte", por el contrario, es un tebeo muy libre, ajeno a los postulados del comic mainstream USAmericano, plagado de diálogos crípticos y con una carga lírica y onírica muy fuerte.


El dibujo de Emma Ríos conjuga elementos del manga y del comic independiente norteamericano con un acabado muy visceral, y sin embargo poético, dotando a las escenas de acción de un dinamismo salvaje. A veces me pierdo un poco en sus planos detalle, pero no cabe duda de que sus composiciones de página, potenciadas por los elegantes colores planos o casi planos de Jordi Bellaire, son una gozada. Esta misma poética y visceralidad inundan a nivel global la lectura de "Bella Muerte", hasta el punto en que, sintiéndome en ocasiones perdido o fuera de la narración, no puedo dejar de asombrarme ante la cantidad de grandes momentos que atesora el comic. El balance final es engañoso: "Bella Muerte" es un título que maravillará y horrorizará por igual a distintos lectores dependiendo de sus filias y fobias. Está al mismo tiempo mucho más próximo a la línea editorial arriesgada e independiente de Astiberri y al concepto que puedan tener en oriente del shonen sobrenatural que a los títulos bandera de Image Comics, y me sorprende muchísimo que haya sido un éxito de ventas al otro lado del charco. "Bella Muerte" tiene un punto pretencioso que me irrita. Y un sustrato mitológico, con aires de tragedia griega, que me fascina. Si debo ser sincero, a estas alturas todavía no tengo claro cuánto me ha gustado y cuánto, simplemente, me ha sorprendido: ambas cosas no son necesariamente lo mismo.


  
Fatale: Al Oeste del Infierno
Guión: Ed Brubaker. Dibujos: Sean Phillips.
Panini Comics. Cartoné. 112 págs.


Panini Comics prosigue con la edición en castellano de la penúltima maravilla debida al tándem Brubaker/Phillips (la última, por ahora, es el arranque de "The Fade Out", también para Image Comics). Este tercer tomo recopilatorio, publicado en lujoso formato de tapa dura al igual que los precedentes, contiene las entregas 11 a 14 de la serialización original estadounidense. Se trata de cuatro relatos ubicados en distintos lugares y momentos históricos (la Norteamérica de la Gran Depresión, la Europa medieval, el Lejano Oeste de finales del siglo XIX y la Alemania de la Segunda Guerra Mundial), que añaden unas gotas de western, género bélico y metalenguaje (gracias a ese personaje que representa a un anciano H.P. Lovecraft) al entramado de serie negra y horror tentacular sobre el que se erige la narración.


Poco se puede añadir a esta alturas acerca del buen hacer de Brubaker a los guiones y de Phillips a los lápices y tintas. "Fatale" concluye en su número 24 estadounidense, por lo que aún quedarían otros dos volúmenes en castellano por publicar, y si la calidad continúa siendo tan alta como hasta ahora no me cabe duda de que el tiempo la situará como uno de los trabajos más destacados no sólo del dúo creativo que ya deslumbró con "Sleeper" o "Criminal", sino del moderno tebeo comercial estadounidense.



Parker: Matadero
Guión y dibujos: Darwyn Cooke (adaptando la obra literaria de Richard Stark).
Ed. Astiberri. Cartoné. 104 págs.


La cuarta adaptación de una novela de Richard Stark (nom de plume del novelista Donald E. Westlake) llevada a cabo por Darwyn Cooke ("DC: The New Frontier", "Catwoman") es también la más breve y, por así decirlo, anecdótica. Lejos de la complejidad de anteriores entregas, "Matadero" simplifica al máximo su argumento: el criminal protagonista huye de la escena de su último robo y, tras un aparatoso accidente de tráfico, acaba acorralado por un grupo de mafiosos y policías corruptos que buscan arrebatarle el botín en un parque de atracciones cerrado durante el invierno. Parker es un personaje de una sola pieza, un arquetipo de serie negra cuya gracia consiste precisamente en su incapacidad para la redención y en su condición de superviviente. Como una fuerza de la naturaleza, Parker no evoluciona dramáticamente ni tiene grandes debates internos sobre sus acciones y las consecuencias de éstas. Parker es simplemente Parker.


Que "Matadero" sea el tomo de "Parker" que menos me ha gustado es algo que merece matizarse. Los tres títulos anteriores ("El cazador", "La compañía" y "El golpe") fueron fabulosos, sobre todo el segundo; éste sólo me parece muy bueno. Sigue siendo un placer detenerse en cada plancha salida del lápiz y el pincel de Cooke y maravillarse ante su maestría en la puesta en página, su portentoso sentido del ritmo y su alucinante economía visual. El volumen incluye además una historia corta, "El 7éptimo", que supone la última incursión del guionista y dibujante en el universo literario de Westlake, hasta el punto de que a día de hoy todavía no se sabe si Cooke seguirá adaptando las andanzas de Parker en nuevas entregas o si ya ha dado por concluido ese ciclo de su carrera profesional. Lo cual sería una auténtica lástima: yo quiero más Parker.



El Resurgir
Guión: Scott Snyder. Dibujos: Sean Murphy.
ECC Ediciones. Rústica. 232 págs.


Fui siguiendo en formato digital la publicación de "The Wake" (el título en inglés de "El Resurgir") durante su serialización en los EE.UU. hasta su octavo número, y en aquel momento me estaba pareciendo el mejor trabajo hasta la fecha de su guionista, Scott Snyder (el mismo que firma "Batman: el Tribunal de los Búhos"). El hecho de que el dibujante fuese Sean Murphy, un autor que me cautivó con "Punk Rock Jesus", sumaba (y mucho) a favor de este comic. El anuncio de su publicación en España por parte de ECC Ediciones me animó a esperar a su aparición en castellano para releerme del tirón los capítulos ya conocidos junto al final de la maxiserie, y ahora por fin puedo valorar la obra en su conjunto. Por poner un poco en antecedentes y sin spoilear demasiado: "El Resurgir" parte de una premisa que conjuga terror abisal y ciencia-ficción (un poco de "Abyss" y otro poco de "Deep Blue Sea") para dar en su ecuador un gran giro de timón y derivar en una aventura post-apocalíptica a caballo entre "Waterworld" y "Xenozoic Tales". Snyder combina un montón de ideas con (un leve) trasfondo científico con mitos del folclore marino de distintas culturas en un popurrí que hubiera dado para mucho más en una serie regular: hay al respecto una elipsis en las primeras páginas del capítulo 9 que resulta especialmente llamativa.


La lectura del tomo español de "El Resurgir" me ha dejado un sabor agridulce. Más allá del notable apartado gráfico, en el que se echa de menos algo más de personalidad en el diseño de personajes y criaturas (los sires son todos idénticos independientemente de su tamaño), el guión no profundiza en muchos de sus aspectos más interesantes y ofrece un final rocambolesco de difícil digestión. Da la impresión de que Snyder ha querido abarcar demasiado y su creación se le ha ido de las manos. "El Resurgir" empieza bastante bien y prosigue incluso mejor, pero se desinfla en su tercio final y se convierte en un agradable tebeo del montón. Esperemos que a la nueva serie de creación propia de Snyder, la prometedora "Wytches" de Image Comics, no le acabe pasando lo mismo.



Revival. Vol. 1: Estás entre amigos
Guión: Tim Seeley. Dibujos: Mike Morton.
Ed. Aleta. Rústica. 128 págs.


"Revival" nos lleva hasta Wasau, en el centro rural de Wisconsin, donde un día las personas allí fallecidas durante esa misma jornada vuelven a la vida. Ante la estupefacción de la comunidad científica y las reacciones (apocalípticas e inevitables) de los distintos colectivos religiosos, estos resucitados regresan con sus familias y tratan de reintegrarse en el día a día de la localidad. A primera vista los retornados siguen conservando sus recuerdos y personalidades intactas, pero el inicio de una serie de sucesos extraños induce a pensar que el incidente tendrá aún más consecuencias de las ya evidentes. Con Wasau acordonado por las autoridades federales y los medios y la opinión pública pendientes de cualquier nueva información que arroje algo de luz sobre el inexplicable fenómeno, el sheriff local pondrá a su hija mayor, la agente Dana Cypress, como encargada de dirigir la unidad dedicada a tratar cualquier crimen o conflicto relacionado con los resucitados.


Con la publicación de "Revival" Aleta se apunta un tanto al sumar a sus licencias de Image en España ("Prophet", "Sex", "Glory" y el universo "Invencible") otra de las colecciones regulares de la editorial con el logo en forma de i. Espero que la serie vaya bien de ventas y eso les anime no sólo a continuar con la publicación de los siguientes tomos, sino también a la adquisición de otros títulos del sello norteamericano que quizás no interesen a las mayores editoriales patrias. Series como "Nailbiter", "Manifest Destiny", "Bedlam" o "Copperhead", cuyos autores no tienen en principio el tirón comercial de los Brubaker, Hickman, Remender o Vaughan, no deberían quedar inéditas en nuestro país, y Aleta me parece una seria candidata a publicarlas por estos lares. Sobre el comic en sí, puedo decir que este primer tomo me ha dejado buen sabor de boca: si bien el dibujo de Morton es puramente funcional y carece de cualquier atisbo de personalidad artística, el guión de Seeley propone un punto de partida con muchas posibilidades y resuelve la presentación de personajes con acierto. Veremos cómo prosigue este prometedor cruce entre "Les Revenants" y "Fargo".


Seconds
Guión y dibujos: Bryan Lee O'Malley.
Ed. DeBolsillo. Rústica. 336 págs.


Bryan Lee O'Malley, responsable del sorprendente "Scott Pilgrim", demuestra en su segunda obra una madurez y una consistencia artísticas de las que carecía su ópera prima, que empezaba de forma discreta y en cada nuevo tomo daba un pequeño salto cualitativo hacia la excelencia. A cambio, "Seconds" pierde en desparpajo y frenesí conceptual. La notable evolución del dibujo, el inteligente uso del color y una narrativa muy sólida, con algunos interesantes hallazgos formales (la protagonista pudiendo escuchar al narrador en off, por ejemplo, tal y como ocurría en la película "Más extraño que la ficción"), consiguen que pasemos por alto la ausencia de esas innumerables referencias al manga, el rol y los videojuegos que hacían de "Scott Pilgrim" una obra de marcado carácter generacional. "Seconds" es un tebeo mucho más contenido y, hasta cierto punto, convencional. Y quizás por eso mismo consiga agradar a un público al que "Scott Pilgrim" no estaba destinado.


El argumento de "Seconds" presenta a Kate, chef en el restaurante que da nombre al comic, cuya relación con su novio acaba de irse a pique y su sueño de abrir un restaurante propio parece cada día más lejano. En estas circunstancias conocerá a Lis, un misterioso espíritu que habita el Seconds y que posee unas setas mágicas que otorgarán a Kate la posibilidad de deshacer errores pasados y reescribir su vida como si de un comando Ctrl + Z se tratase. Con esta premisa, que recuerda al estupendo film de Richard Curtis "Una cuestión de tiempo", O´Malley nos habla de las segundas oportunidades (el título es un triple juego de palabras), los sueños que dejamos escapar y la necesidad de afrontar con valentía las consecuencias de nuestros actos. De madurar, en definitiva. Algo que, desde el punto de vista artístico, el autor parece estar haciendo de maravilla.

La terrible simetría de "Pax Americana"

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"The Multiversity" es el gran proyecto actual de Grant Morrison: una serie formada por 8 one-shots, cada uno ambientado en un universo alternativo de los 52 que conforman el multiverso de DC Comics, más otros dos episodios de apertura y cierre (denominados "The Multiversity #0" y "The Multiversity #1") que ejercen de vínculo entre el resto de cabeceras. Cada título está dibujado por un artista distinto y se basa en diferentes personajes o familias de la editorial. Es una estructura que parece gustar a Morrison, similar a la empleada por el escocés en "Los 7 Soldados de la Victoria", y destinada a expandir las posibilidades creativas de la compañía y llamar la atención del lector sobre personajes menos conocidos que posteriormente podrían ser desarrollados en forma de series regulares o limitadas por diferentes guionistas. Morrison afronta el proyecto con gran libertad creativa, manteniendo sus filias y obsesiones (con el metalenguaje por bandera) muy presentes en todo momento. En EE.UU. han aparecido ya cuatro entregas de "The Multiversity": el número 0 (del que escribí por aquí unas primeras impresiones) y los dedicados a la Sociedad de Super-Héroes de Tierra-20 (una versión al estilo años 40 de la Sociedad de la Justicia), a la próxima generación de super-héroes de Tierra-16 (hijos de los actuales integrantes de la Liga de la Justicia) y a Pax Americana, el grupo formado por los personajes que DC compró a Charlton Comics en 1983 y en los que Alan Moore y Dave Gibbons se inspiraron para realizar "Watchmen".

Portada del one-shot "The Multiversity: Pax Americana".

La versión más o menos oficial afirma que el planteamiento inicial de "Watchmen" que Moore presentó a DC a mediados de los 80 era demasiado radical y chocaba con el plan que la editorial tenía para integrar a los personajes de Charlton en su continuidad. No es de extrañar, teniendo en cuenta que tras los 12 números planificados por el barbudo de Northampton muchas de las recientes adquisiciones de la compañía resultarían inutilizables. Por eso mismo Moore y Gibbons acabaron desarrollando sus propias versiones de aquellos personajes: The Question se convirtió en Rorschach, el Captain Atom pasó a ser el Dr. Manhattan, Blue Beetle fue rebautizado para lo ocasión como Nite Owl/Búho Nocturno, Nightshade se transformó en Silk Spectre/Espectro de Seda, Thunderbolt se reencarnó en Ozymandias y Peacemaker se convirtió en Comedian/El Comediante.

Primera reunión de los Crimebusters en las páginas de "Watchmen".

En "Pax Americana" Morrison se reúne con uno de los dibujantes que mejor ha comprendido y plasmado en viñetas el imaginario del guionista, Frank Quitely, con quien ya había colaborado (con resultados superlativos) en obras como "Flex Mentallo", "Los Invisibles", "WE3", "New X-Men", "Batman y Robin" y "All-Star Superman". Juntos, Morrison y Quitely desarrollan en apenas 40 páginas su particular reimaginación de "Watchmen" empleando los personajes que Moore y Gibbons tuvieron que descartar en los 80 por imposición de DC Comics. El resultado, advierto de antemano, es una de las grapas unitarias más fascinantes que un servidor haya leído en años.

Primera reunión de la Liga de la Justicia en las páginas de "Pax Americana".

(WARNING! A continuación voy a meterme a saco en los entresijos narrativos de "Pax Americana", desvelando por el camino algunas de sus claves argumentales. Quien quiera llegar "virgen" a una primera lectura del tebeo debería pasar del resto de esta entrada).

A tenor de lo leído hasta ahora, "Pax Americana" va bastante a su bola dentro del gran fresco conformado por "The Multiversity". Más allá de la aparición de ese comic-book encantado que en un momento u otro sale en todos los números (hasta ahora) del proyecto, ni la gran amenaza cósmica que servía de leit-motiv en "The Multiversity #0" ni las constantes menciones a tierras alternativas que sí eran importantes en los otros títulos hacen aquí acto de presencia de forma explícita. De hecho, para leer "Pax Americana" no es necesario haber seguido de cerca lo narrado en anteriores entregas de "The Multiversity". Lo que sí es absolutamente indispensable para captar aunque sea una mínima parte de sus intenciones es tener un conocimiento bastante preciso del trabajo de Moore y Gibbons en "Watchmen".

Richard Nixon en una viñeta de "Watchmen".

Las similitudes entre "Pax Americana" y "Watchmen" existen tanto en el plano argumental (el qué) como en el formal (el cómo). Empiezan en el propio contexto en que se desarrolla la historia: unos EE.UU. donde el último presidente electo no es el que conocemos. En "Watchmen" asistimos a una nueva legislatura de Richard Nixon en pleno 1985. En "Pax Americana" el presidente que sucede a George W. Bush en 2008 no es Obama sino Harley, víctima del asesinato que abre el tebeo, en claro paralelismo con la muerte del Comediante en la obra de Moore y Gibbons. La eliminación del presidente Harley tiene ecos evidentes del enigmático crimen cometido en Dallas contra JFK en 1963. Serán precisamente las palabras de Kennedy las que cierren el comic en sus últimas páginas.

George W. Bush (a la izquierda) en una viñeta de "Pax Americana".

Hay infinidad de guiños visuales a "Watchmen" en las páginas de "Pax Americana": desde el cartel anunciando la colonia creada por Nightshade (referencia inequívoca a la Nostalgia de Veidt que usaba Laurie Juspeczyk) hasta la construcción de una fortaleza mediante la manipulación de la materia por parte de Captain Atom, pasando por la visita de Nightshade a su madre, una ex-heroína retirada.

The Question caminando junto a un anuncio de Future Bomb, la fragancia creada por Nightshade.

Un frasco de Nostalgia, la colonia creada por Adrian Veidt, en la portada del número 9 de "Watchmen".

En "Pax Americana", Captain Atom construye de la nada tres torres en la Zona Cero del World Trade Center.

En Watchmen el Dr. Manhattan erige en Marte su personal fortaleza de la soledad.

Izquierda: Nightshade visita a su madre en "Pax Americana". Derecha: Espectro de Seda hace lo propio en "Watchmen".

Al igual que ocurre en cada capítulo de los 12 que conforman "Watchmen", "Pax Americana" contiene una cita (del poeta neoyorkino Delmore Schwartz en este caso) alusiva a los efectos del tiempo y de la que se extraen las palabras que ejercen de título para el episodio ("In which we burn"). En "Watchmen" estas referencias literarias o musicales se encontraban en la última viñeta de la última página de cada número. En "Pax Americana" la cita de Schwartz está en la portada, cuya ilustración se corresponde (tal y como ocurría en la maxiserie dibujada por Gibbons) con la primera viñeta de la primera página del tebeo.

Detalle de la portada de "Pax Americana" con la cita de Schwartz.

Página 4 de "Pax Americana" con el titulo del capítulo.

Las páginas de "Watchmen" estaban estructuradas sobre una plantilla rígida de 3x3 viñetas que podían combinarse para formar cuadros mayores, pero que respetaban las líneas principales de esa cuadrícula. En "Pax Americana" la cuadrícula es prácticamente siempre de 4x4, permitiendo esas mismas asociaciones para crear viñetas de mayor (o menor) tamaño.

Ejemplo de cuadrícula de 3x3 en una página de "Watchmen".

Ejemplo de cuadrícula de 4x4 en una página de "Pax Americana".

Sin embargo, hay tres planchas en las que no se respeta esta disposición de 4x4: son las páginas 6, 28 y 36. Las dos primeras son, con certeza, pequeñas traiciones perpetradas por Quitely para poder amoldar la narración a la página manteniendo el ritmo que el dibujante quería imprimir a cada escena: no molesta en absoluto, y además resulta que en ambos casos Quitely nos regala unos fabulosos travelings alla Winsor McCay que recuerdan (sobre todo el primero) a anteriores colaboraciones del dibujante con Morrison.

Descenso de escaleras en la página 6 de "Pax Americana".

Descenso de escaleras en una doble página del número 5 de "All-Star Superman".

Hay un montón de travelings en "Pax Americana". En ocasiones más de uno por página. Junto con el zoom (a veces con leves variaciones de ángulo) y los omnipresentes flashbacks y flashforwads, se trata del recurso narrativo más empleado por Morrison y Quitely en el tebeo. En ocasiones estos travelings acompañan al movimiento de uno o varios personajes por la escena; otras veces guían la vista del lector por un escenario en donde los personajes permanecen fijos. Es un recurso con más de un siglo de antigüedad, pero  a mí me sigue pareciendo no sólo increíblemente moderno, sino también una forma elegantísima de solucionar la cantidad de escenas puramente dialogadas que contiene "Pax Americana" (un comic con poca acción, en realidad, para los estándares habituales del género super-heroico).

El clásico traveling de la escalera en el "Little Nemo in Slumberland" de McCay.

Traveling para un ascenso de escalera en "Pax Americana".

Las páginas 12 y 13 suponen el ejemplo más exhaustivo de lo que ambos autores pueden lograr empleando los recursos antes mencionados (traveling y saltos temporales) en una misma escena. Esta doble página narra tres momentos distintos de la historia de "Pax Americana" que tienen lugar en un mismo escenario. Es el lector el que debe discernir en qué momento tiene lugar cada una de las viñetas y cuál es el orden cronológico de los hechos. Para ello resulta decisivo el uso del color, que adquiere tonalidades diferentes para adaptarse a la luz de cada momento (diurna, nocturna con iluminación artificial y nocturna con la luz de una linterna).

Páginas 12 y 13 de "Pax Americana". Al completo.

Selección de viñetas con la primera escena (cronológicamente) de las páginas 12 y 13 de "Pax Americana".

La segunda escena de la misma doble página...

...y finalmente la tercera.

A nivel narrativo, esta doble página resulta uno de los momentos más exigentes con el lector de "Pax Americana", haciendo gala de una sofisticación formal difícil de encontrar en un comic de super-héroes. De hecho, me recuerda más a páginas de títulos como "Gasoline Alley" o "Jimmy Corrigan: el chico más listo del mundo" que a cualquier tebeo mainstream que haya leído últimamente.

Página de "Gasoline Alley" de Frank King.

Página de "Jimmy Corrigan: el chico mas listo del mundo" de Chris Ware.

La página 36, la última en que se altera la plantilla de 4x4 viñetas, contiene un momento especialmente significativo del tebeo: en ella se agita la cuadrícula para demostrar cómo uno de los protagonistas percibe el funcionamiento de las cosas. El personaje se hace de pronto consciente del llamado Algoritmo 8, la estructura que delimita su realidad: percibe la cuadrícula y comprende cuál es su función dentro del relato. Es el mismo personaje que años después (pero páginas antes) enunciará una frase crucial para entender tanto este tebeo como la obra global de Morrison: "in comic books we trust" ("confiamos en los comics"), una reinvención metaficcional del lema impreso en los billetes de dólar norteamericanos, "In God we trust" ("confiamos en Dios").

La cuadricula se agita.

Viñeta de "Pax Americana".

Detalle del billete estadounidense de 1 dólar.

Tal y como sucedía en "Watchmen", la última viñeta de "Pax Americana" señala directamente a la primera. En la obra de Moore y Gibbons este recurso venía asociado a su estructura cíclica, simbolizada en numerosas imágenes de naturaleza circular (el smiley, la esfera del reloj, el símbolo del átomo de hidrógeno, etc.). En "Pax Americana" la estructura, sin embargo, es la de un 8 (o un símbolo de infinito). Es la cinta de Möbius que Captain Atom, el sosias del Dr. Manhattan, identifica en las páginas 12 y 13 del comic-book maldito que recorre todos los títulos de "The Multiversity". Casualmente esas mismas páginas, pero en "Pax Americana", conforman las tres escenas plasmadas en 32 viñetas que comentaba unos párrafos más arriba.

Morrison nos explica "Pax Americana" a través de un personaje omnisciente.

"Si hay un patrón...": el líquido y la S en el título de la revista forman un 8. ¿Lo ves?

El 8 es el símbolo que más se repite en "Pax Americana", pero no es el único. La paloma, tradicionalmente asociada con la paz, se muestra en varias ocasiones relacionada con la sangre y la muerte, dentro de una evidente contradicción.

Viñetas extraídas de diferentes páginas de "Pax Americana" en las que aparece la paloma como un motivo visual asociado a la muerte. La viñeta de en medio en la tira inferior contiene además un 8 claramente dibujado con sangre.

Lo fascinante, llegados a este punto, no es tanto que el tebeo comience y finalice con la misma imagen, sino el hecho de que sus escenas puedan (y deban) recorrerse en ambas direcciones para un mejor entendimiento de los acontecimientos. El primer indicio ya lo encontramos en las tres primeras páginas del comic, narradas como un rebobinado cinematográfico que inevitablemente me lleva a pensar en la película "Memento" de Christopher Nolan.

Magnicidio rebobinado en las páginas 1, 2 y 3 de "Pax Americana".

En la página siguiente el orden de lectura se vuelve convencional al tiempo que los personajes que interrogan a Peacemaker le ofrecen al lector la segunda clave: "Hemos visto las grabaciones. Hacia atrás. Hacia adelante. Nada tiene sentido". Al igual que en el film protagonizado por Guy Pearce, en "Pax Americana" existe una escena que se lee hacia adelante (el interrogatorio a Peacemaker) mientras el resto se nos presentan hacia atrás.

3 viñetas de la página 4 de "Pax Americana".

La presencia de un busto de Jano, deidad romana con dos caras (cada una mirando a un lado opuesto de su perfil), dios de las puertas, de los comienzos y los finales, subraya esta necesidad de leer el comic en ambos sentidos.

El busto de Jano, otra de las imágenes recurrentes de "Pax Americana".

La constatación definitiva de que la comprensión de "Pax Americana" reside en el orden de lectura llega con el monólogo que Captain Atom enuncia en la página 14. Una traducción propia y posiblemente imprecisa de sus palabras sería: "Estoy pensando en cómo se ve nuestro universo desde una perspectiva dimensional más elevada. Plano (...) Completo y sin embargo siempre comenzando y terminando. Siempre diferente. La historia es lineal, pero puedo saltar por las páginas en cualquier orden, en cualquier dirección. Hacia adelante a tiempo para la conclusión. Hacia atrás hasta la escena inicial. Los personajes permanecen inconscientes de mi escrutinio, pero sus pensamientos son transparentes, sin peso en pequeñas nubes. Éste es el aspecto que tiene un continuo bidimensional para vosotros. Imaginad el aspecto que vuestro mundo tridimensional tiene para mí."

Captain Atom explica su visión de un mundo tridimensional mientras lee "Ultra Comics", el tebeo maldito que recorre "The Multiversity".

Ésta no es la primera vez que Morrison escribe al Captain Atom (o Captain Adam) de Tierra-4. La misma encarnación del personaje aparecía en varias páginas de "Superman Beyond", el complejo tie-in (metaficcional a tope) de la "Crisis Final" escrita hace años por el escocés. Es muy habitual que Morrison emplee personajes vistos en algunas de sus obras en el transcurso de otras, conformando una suerte de Morrison-verso dentro del propio multiverso de DC: el Superman dorado de "JLA Un Millón" era el mismo que entregaba la rosa de Nuevo Kripton a Kal-El en el número 5 de "All-Star Superman"; los Sheeda, villanos de "Los Siete Soldados de la Victoria", hacían una breve aparición en "JLA: Clasificado"; Damian Wayne, el hijo de Bruce y Thalia al Ghul que Morrison presentó en su larga andadura en "Batman", es uno de los protagonistas de "The Multiversity: The Just"... Si uno rastrea las conexiones y los cameos de personajes entre los títulos escritos por Morrison para DC Comics, es bastante sencillo identificar todos sus guiones desde "Doom Patrol" y "Animal Man" hasta "The Multiversity" dentro de una micro-continuidad propia con la que el escritor continúa jugando.

Superman y Captain Atom/Adam en una viñeta de "Superman Beyond" dibujada por Doug Mahnke.

No es el único guiño que podemos encontrar a trabajos previos de Morrison en "Pax Americana". La creación de la Liga de la Justicia de Tierra-4 está inspirada en los comics por los que el Presidente Harley siente devoción. En la primera reunión del super-grupo, el Sargento Lane sostiene en sus manos un ejemplar de "All-Star Superman" y otro de "JLA: Tierra-2". Casualmente, dos tebeos que tienen lugar en sendos universos paralelos de DC, lo cual confirma que las ficciones de un universo pueden ser la realidad de otros, a un nivel mayor que el ya manifestado en "The Multiversity: The Just" (donde Damian Wayne y Chris Kent encontraban un ejemplar de "The Multiversity: Society of Super-Heroes").

Viñeta de "Pax Americana" y detalle de la misma.

Portada de "JLA Tierra-2", por Frank Quitely.

Portada del número 10 de "All-Star Superman", por Frank Quitely.

Una de las referencias más crípticas del comic, que se me escapó en todas las lecturas y que sólo he podido identificar gracias a una posterior investigación en internet, es la mención que The Question hace a "the soldier and the hunchback" ("el soldado y el jorobado"). Se trata de una obra de Aleister Crowley, el mago al que tanto Morrison como Moore han estudiado y citado numerosas veces en el pasado. El libro de Crowley (que se puede leer en inglés AQUÍ) es, hasta donde he podido entender, un ensayo sobre las virtudes del escepticismo en el que el soldado está representado visualmente por el signo ! (exclamación) y el jorobado por el signo ? (interrogación = pregunta = question).

The Question cita a Aleister Crowley.

"Pax Americana" se publicó en EE.UU. el pasado 19 de noviembre. A estas alturas lo habré leído unas diez veces y con cada relectura sigo encontrando nuevos detalles y referencias que se me habían escapado en los acercamientos anteriores. Estoy convencido de que se me quedan un montón de cosas en el tintero y que si escribiese esta misma entrada dentro de un mes su extensión sería mucho mayor y la profusión de información sería todavía más abrumadora. No conviene olvidar que estamos ante un tebeo de 40 páginas. ¡SÓLO 40 PÁGINAS! Cuando se publicó "Watchmen" en 1986, Moore esperaba que tanto los lectores como los creadores de comics interiorizasen sus hallazgos formales para transportar al género super-heroico a un nuevo nivel de excelencia. La decepción del barbudo de Northampton debió ser monumental cuando se percató de que la siguiente generación de escritores y dibujantes se había quedado en la superficie de su propuesta (héroes tarados ultraviolentos) sin asimilar ninguna de sus sutilezas narrativas. Es bien sabido que a Moore le disgusta Morrison, posiblemente por ser el guionista de comics que más se ha esforzado a lo largo de los últimos 25 años por ocupar el trono que el inglés ostentó en la década de los 80 (para muchos sigue siendo el mejor guionista de comics de todos los tiempos), pero creo que si Moore dejase a un lado sus problemas de ego y leyese "Pax Americana" despojándose de sus prejuicios (hacia Morrison, hacia el género y hacia cualquier autor de tebeos que no sea él mismo), encontraría innumerables motivos para sentirse orgulloso, por fin, del legado de "Watchmen".

Esta página es flipante.

"Pax Americana" es mi tebeo favorito de cuantos he leído a lo largo de 2014, tanto en inglés como en castellano. Es muy posible que ECC lo publique en España a lo largo del próximo año, junto al resto de entregas de "The Multiversity". Por una vez, espero que se respete el formato de grapa y que la colección aparezca en nuestras librerías de forma serializada, con cada título publicado de manera individual (con cadencia mensual, a ser posible). Hasta entonces aún me quedan por delante infinitas relecturas en su versión original, hacia adelante y hacia atrás, para disfurtar del talento de Grant Morrison y Frank Quitely y para fascinarme y devanarme los sesos con el ¿irresoluble? misterio del Algoritmo 8.


Top 5: mis series de televisión favoritas de 2014

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Pocas tradiciones navideñas siguen aún vigentes en mi vida. La hostelería no sabe de festivos y este año tampoco he podido disfrutar ni de la Nochebuena ni de la Nochevieja en familia. Por suerte, una de las pocas tradiciones que sí puedo permitirme es la de las listas con mis títulos favoritos del año que se nos va; ejercicio recopilatorio tan efímero y fútil como divertido.

Por primera vez en tantos años de Abismo, paso de la música. Llevo todo el 2014 pasando, en realidad. Podéis atestiguarlo echando un vistazo a las escasas entradas sobre música publicadas en los últimos meses por estos lares. Estoy absolutamente descolgado de la actualidad musical porque a) antes invertía mucho tiempo trabajando a solas en mi estudio, con mi discos (nuevos y no tan nuevos) puestos todo el rato, y ahora me veo obligado a convivir con el infame hilo musical del curro, y b) salvo contadas excepciones, cada vez que he intentado acercarme a un disco o a un grupo nuevos me ha dado una pereza mayúscula y he acabado volviendo al cómodo terreno conocido. Las bandas que ya me gustaban y que han sacado álbum en 2014 me han dejado indiferente. De los artistas y formaciones de nuevo cuño, sólo encuentro palabras amables para Royal Blood y su debut homónimo, que me ha hecho pasar algunos buenos ratos durante este último otoño. Así que esta vez no hay Top 10 con mis discos favoritos. Ya veremos si 2015 se porta algo mejor en el terreno musical.

Para compensarlo, añado nueva categoría a mis listas de Año Nuevo. Tímidamente: un top 5 con las series que más he disfrutado en los últimos 12 meses. Es una lista con mejores intenciones que argumentos, ya que faltan muchos títulos importantes con los que, sin embargo, aún no he conseguido ponerme al día a estas alturas. Tengo todavía pendientes de visionado (aunque algunas se emitieron hace un montón de meses) las entregas de 2014 de “House of Cards”, “Mad Men”, “American Horror Story”, “Girls”, “Utopia”, “Sherlock” y “Juego de Tronos”, y también otros títulos estrenados el año pasado como “Fargo”, “1864”, “Sonic Highways”, “The Affair” o “Transparent” que tienen muy buena pinta. Y luego están esas otras series aún en curso que todavía no he empezado y que en algún momento me gustaría visionar: “Shameless”, “The Good Wife”, “Peaky Blinders”, “Vikings”...


¿Cuándo conseguiré ponerme al día con mis series pendientes? ¿Nunca, tal vez? Lo importante es, en realidad, aprovechar la excusa para hablar de buena televisión y recomendar cinco series que en 2014 han puesto el nivel catódico, una vez más, por las nubes. Ahí vamos:

5 - Orange is the New Black (Temporada 2)


Después de una primera entrega divertidísima, “OITNB” tuvo el acierto de diluir en su segunda temporada el protagonismo antes concentrado en el personaje de Piper Chapman. La coralidad resultante hizo aún más entretenido el día a día de las reclusas de la penitenciaría de Litchfield, con las que a estas alturas uno ya ha empatizado hasta altos niveles emocionales: “OITNB” te hace reír, te hace reflexionar (casi sin que te des cuenta) sobre algunos espinosos temas sociales y te conmueve (capítulo sí y capítulo también) con los dramas de estas supervivientes oprimidas por el sistema.

(Puedes leer una reseña más completa haciendo click AQUÍ).


4 - Hannibal (Temporada 2)


El estupendo cliffhanger con el que concluía la primera temporada de "Hannibal" evolucionó, en su (muy superior) segunda entrega, en una situación inédita en las versiones literaria y cinematográfica de las correrías del caníbal creado por Thomas Harris. El Dr. Lecter interpretado por Mads Mikkelsen y el agente especial Will Graham encarnado por Hugh Dancy ya se han convertido, para un servidor, en las versiones definitivas de ambos personajes, y sus turbadoras desventuras en el retorcido infierno culinario cocinado por el showrunner Bryan Fuller me fascinan, repugnan e hipnotizan por igual. Un menú sangriento no apto para todos los paladares.

3 - Boardwalk Empire (Temporada 5)


El político y gángster (¿no es un poco lo mismo, hoy en día?) Enoch "Nucky" Thompson, inolvidable Steve Buscemi, se despidió de su audiencia en una quinta temporada breve (sólo 8 capítulos), introspectiva y crepuscular en la que Terence Winter y su equipo de guionistas dieron un doble salto temporal: seis años hacia delante respecto a la cuarta temporada, mostrándonos los últimos días de la Prohibición, y varias décadas hacia atrás, narrando la infancia y juventud del protagonista. Los extremos se tocan en un todo circular que, no siendo mi entrega favorita de la serie (ésas serían la segunda y la cuarta), sirve como excelente punto y final a uno de los mejores títulos catódicos de todos los tiempos (en mi nada modesta pero siempre discutible opinión). La pena es que hayan pasado ya cinco años desde el estreno de "Boardwalk Empire" y que aún queden tantos espectadores sin saber que se han perdido algo tan grande como "Los Soprano", "Breaking Bad" o "Mad Men".

(Puedes leer mis reseñas de la primera y segunda temporadas de "Boardwalk Empire" haciendo click AQUÍ y AQUÍ).


2 - The Knick (Temporada 1)


"The Knick" ha sido una sorpresa mayúscula, por aparecer casi de tapadillo y en una cadena filial de la HBO (Cinemax), y por estar dirigida en sus diez episodios por Steven Soderbergh en el que ya es, para mí, el mejor trabajo de toda su carrera. Las atrevidas formas del cine contemporáneo (textura digital de la imagen, largos planos secuencia con cámara al hombro, hipnótica música electrónica) contrastan con el ambiente médico de principios del siglo XX en el que el jefe de cirujía del hospital Knickerbocker, John Thackery, fuerza al máximo los límites éticos de su profesión mientras cae en un infierno de adicciones y frustración. Todo ello envuelto en la cruda representación de una sociedad machista, xenófoba y puritana y salpicado por una escenas de quirófano tan explícitas como turbadoras. La guinda al pastel la pone la excelente interpretación del mejor Clive Owen que un servidor recuerde. Canela fina.


1 - True Detective (Temporada 1)


Si ha habido una serie que me haya enamorado en 2014 sin duda ha sido ésta. Los ocho episodios escritos por Nic Pizzolatto y dirigidos por Cary Joji Fukunaga lo tienen todo: un guión con una estructura compleja y unos diálogos magistrales, unos personajes (Rust Cohle y Marty Hart) que enganchan desde los primeros minutos, una puesta en escena que ya quisieran para sí el 90% de las películas que se estrenan en cine, dos interpretaciones protagonistas que se salen de las escalas y un plano secuencia (al final del capítulo 4) capaz de justificar por sí solo esta mirada al abismo existencial que (como todo buen abismo que se precie) le devuelve a uno la mirada. Para mí, la primera entrega de "True Detective" es el producto televisivo perfecto. Lo que traiga consigo la segunda será, por supuesto, otro cantar.

(Puedes leer una reseña más completa haciendo click AQUÍ).


"The Newsroom" se ha quedado fuera del listado, muy a mi pesar, porque sólo he visto los dos primeros episodios de su tercera temporada: si tuviera que juzgarla por este par de capítulos le otorgaría un sitio en el top 5 sin dudarlo, pero aún me restan otros cuatro para el final y no sería la primera vez que Sorkin se queda a las puertas de la gloria por no saber rematar la faena. Me gustaría además hacer una mención especial a la quinta temporada de “The Walking Dead”, que sigue mejorando a cada año que pasa, después de tocar fondo en su segunda temporada y levantar sorprendentemente el vuelo a partir de la tercera: los zombies de Robert Kirkman viven un momento dulce en la pequeña pantalla. Algo más abajo han quedado las primeras entregas de “Marco Polo” y “Penny Dreadful”: productos con una puesta en escena espectacular y altísimos valores de producción a los que les ha faltado, quizás, esa chispa de excelencia en el terreno dramático que separa a las buenas seriesde las grandes series. Por otro lado, también toca confesar la irrupción en mi dieta catódica de dos guilty pleasurestebeísticos difícilmente defendibles: se trata de “Gotham” y “The Flash”, series de calidad dudosa (cuando no directamente malas) que me gusta ver por razones que no alcanzo a comprender. “People are strange”, que decía Jim Morrison.

Top 10: mis películas favoritas de 2014

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2014 ha sido, para mí, un buen año de cine. Quizás no ha habido ninguna película que merezca la calificación de obra maestra (apelativo que suele venderse barato en internet y en algunos medios especializados, con el consiguiente hype y la posterior decepción), pero sí un puñado de títulos buenos e incluso muy buenos que merecen ser recordados y recomendados. La incapacidad (por horarios, básicamente) de ir a las salas tanto como me hubiera apetecido se ha saldado, por un lado, con un aumento considerable de los visionados domésticos (televisor, portátil, tablet) y, por el otro, con la inevitable imposibilidad de ver todos los estrenos que me hubiese gustado (esto ocurre todos los años, claro, pero en 2014 más que nunca antes).


Así, hay un montón de cintas estrenadas en nuestro país a lo largo del pasado año que aún no he tenido ocasión de ver. Por citar las que más me apetecen: "Big Hero 6", "El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos", "Enemy", "El congreso", "Ida", "Orígenes", "Nueva vida en Nueva York", "El sueño de Ellis", "Locke", "Coherence", "Magical girl", "El Niño", "Predestination"... Con el tiempo iré tachando estos y otros títulos de mi lista de pelis pendientes y este Top 10 que ahora presento quedará configurado, estoy seguro, de un modo distinto. Pero eso, por supuesto, también es algo que termina sucediendo todos los años.

Aquí tenéis las que son, a día de hoy, mis 10 cintas favoritas estrenadas en España a lo largo de 2014:

10- Dallas Buyers Club


Más allá de las soberbias y oscarizadas interpretaciones de Jared Leto y Matthew McConaughey (que hizo un 2014 ES-PEC-TA-CU-LAR: estaba en lo más alto de mis series favoritas del año y volveréis a verlo un par de veces más en este Top), "Dallas Buyers Club" es un emocionante, divertido y honesto canto a la vida. Tiene la inmensa virtud de oler a premio casi sin pretenderlo, de ser recomendable para todo tipo de públicos sin hacer concesiones y de lograr que pasemos de la sonrisa al quebranto sin solución de continuidad. Resulta curioso que, no siendo mi cinta favorita del año, no se me ocurra absolutamente nada malo que decir de ella. A eso yo lo llamo un éxito total.


9- Her


Libre de la excentricidad intelectual del guionista Charlie Kaufman, Spike Jonze parece haber encontrado (como ya se vio en "Donde viven los monstruos") un nuevo pulso emocional en su cine. Su última película es una exploración tierna y profunda no sólo de la relación del ser humano con la tecnología, sino también (y sobre todo) de la naturaleza intangible de los sentimientos. Pero no dejes que esta descripción tan pomposa te engañe: "Her" es una cinta cargada de trascendencia y humanidad articulada de un modo sencillo y divertido. La película romántica que enamoraría a Charlie Brooker.


8- Relatos salvajes


“Relatos salvajes” es una antología compuesta por seis historias de inspiración directa (y confesa) en los “Cuentos asombrosos” de Steven Spielberg... aunque yo les veo más parecido con las “Historias negras” que Enrique S. Abulí y Jordi Bernet publicaron en comic durante tres lustros. Venganzas, celos, corrupción y estallidos (más o menos) irracionales de violencia se dan la mano en estos relatos que elevan los roces del día a día a la quintaesencia de la mala baba y el humor negro. En el corazón (podrido) del conjunto laten realidades tristemente cotidianas como la desigualdad de clases, los tortuosos caminos de la burocracia y todas esa ridículas convenciones sociales que nos impiden ver lo que en realidad somos: animales salvajes disfrazados con traje y corbata.


7 / 6 - Guardianes de la Galaxia / Capitán América: el Soldado de Invierno


Si de algo puede presumir 2014 es de haber sido un buen año para las adaptaciones de tebeos Marvel al cine. No sólo la Fox recuperó la dignidad perdida, entregando una de las mejores cintas de la franquicia mutante ("X-Men: Días del futuro pasado", a la altura de "X-2"), sino que la propia Marvel Studios estrenó dos films que compiten con "Los Vengadores" por el podio de mejor adaptación de un comic de la compañía a la gran pantalla. De hecho, me resulta tan complicado decidirme entre una (descacharrante comedia galáctica con inesperados estallidos de lirismo) y otra (trepidante thriller de acción y espionaje de la vieja escuela), que al final me ha parecido apropiado dejarlo en empate. Los que ganamos, seguro, somos los espectadores ávidos de cine palomitero de calidad.

(La reseña completa de "Capitán América: el Soldado de Invierno" está POR AQUÍ; la de "Guardianes de la Galaxia", POR ACÁ).


5- Perdida


Si uno se fía del planteamiento inicial de “Perdida” corre el riesgo de confundir el décimo largometraje de David Fincher con un thriller más o menos convencional de “esposa desaparecida y marido sospechoso”, bordeando temerariamente el telefilm de sobremesa. Es necesario confiar en el preciso libreto escrito por Gillian Flynn (autora de la exitosa novela en que se basa) para ir descubriendo, a medida que el metraje avanza, la implacable sátira sobre la vida conyugal, los medios de (des)información y la imagen pública en la era de las redes sociales que la película propone. Fincher, cada vez más convencido del poder del encuadre y, sobre todo, de la edición, se olvida de los exhibicionistas movimientos de cámara de “El club de la lucha” y “La habitación del pánico” para entregar uno de sus trabajos más sobrios y milimétricamente montados. No siendo la mejor película del realizador, el resultado es igualmente hipnótico y apasionante: una mezcla de misterio y humor negro (muy sutil, no creo que todo el mundo le pille la gracia al asunto) que supone un nuevo éxito cualitativo en la filmografía de mi director en activo preferido (junto con Paul Thomas Anderson y Martin Scorsese).


4- El Gran Hotel Budapest


Resulta difícil hacer justicia en una reseña vocacionalmente breve (como ésta) al incesante despliegue de imaginación, talento y puro ingenio que se sucede ininterrumpidamente durante los fugaces 100 minutos en los que “El Gran Hotel Budapest” consigue mantener al espectador con una constante sonrisa dibujada en la cara, cuando no le arranca una sonora carcajada. Su genuino sabor aventurero, más presente aquí que en ninguna otra cinta previa del director Wes Anderson, conecta además con los iconos del tebeo francobelga, pasándolos por el tamiz de aquel Ernst Lubitsch capaz de reírse de los totalitarismos sin caer en el error de banalizarlos. Aunque hay que tener en cuenta, por supuesto, que el abajo firmante es un apologista confeso de Anderson, consciente pese a todo de que los infinitos travelings laterales, los encuadres meticulosamente simétricos, la estética vintage de colores estridentes, el delicioso gusto musical y el melancólico humorismo del director de “Academia Rushmore” no son plato del gusto de todos.

(Puedes leer mi reseña completa de "El Gran Hotel Budapest" AQUÍ MISMO).


3- El amanecer del planeta de los simios


Desde el prodigioso arranque, deudor tanto del segmento prehistórico de "2001: una odisea en el espacio" de Stanley Kubrick como de los apuntes pseudo-documentales del "Apocalypto" de Mel Gibson, la identificación del espectador con el primate protagonista de "El amanecer del planeta de los simios" es total. El desmoronamiento del reino de Caesar es un reflejo (simplificado, sí, pero dolorosamente obvio) del devenir intrínseco a toda sociedad humana; una alegoría animal tan contundente como lo fue en su momento la sublevación agraria de George Orwell. Al igual que en el clásico literario de 1945, "Rebelión en la granja", la evolución social de los animales protagonistas los acerca inexorablemente a posturas peligrosamente humanas. El mensaje no podría ser más pesimista: una creciente complejidad socio-política genera luchas de poder y derramamiento de sangre. Cuando dos culturas, dos ideologías, dos pueblos coinciden en el mismo palmo de tierra, la respuesta instintiva, el impulso más básico, es aplastar al otro. Morir, matar y morir matando. Que un blockbuster de acción y ciencia-ficción de 170 millones de dólares plantee esta clase de dilemas políticos, sociales y ecológicos con la brillantez con que lo hace "El amanecer del planeta de los simios" me resulta prácticamente milagroso.

(Reseña completa de la película en ESTE ENLACE).


2- Interstellar


Quienes llevan años criticando la ausencia de sentimiento en el cine de Christopher Nolan tendrán que envainársela tras el estreno de “Interstellar”. Contra todo pronóstico, el homérico viaje espacial de Matthew McConaughey te golpea emocionalmente como un tren de mercancías. Puede que el cosmos sea un erial frío y desolado, pero lo que late en las entrañas del film es algo mucho más cálido y humano: el sacrificio infinito, como el universo, que un padre puede llegar a hacer por sus hijos. El gélido trabalenguas espacio-temporal que Nolan pone en boca de Michael Caine tiene su reverso más visceral en la defensa que el personaje de Anne Hathaway hace del amor como variable cuántica, y lo que uno acaba llevándose a casa al terminar la película no es tanto el hiperbólico ejercicio de supervivencia en gravedad cero (que sí, es fascinante e hipnótico) como el drama de un padre destinado a perder a sus hijos para poder asegurarles un futuro. Eso es algo con lo que cualquiera puede conectar (cualquiera que quiera un poco a su familia y trate de imaginarse lo que supondría tener que renunciar a ella para siempre), y es de ahí precisamente de donde emana la fuerza gravitacional que mantiene a la última propuesta de Nolan con los pies bien pegados a la Tierra (metafóricamente hablando) y al espectador con la mandíbula apretada y los ojos vidriosos durante las casi tres horas de metraje.

(Reseña completa de "Interstellar" haciendo click AQUÍ).


1- El lobo de Wall Street


Las aventuras químicas y sexuales de Jordan Belfort poseen el atractivo irresistible de un cruce entre el “Wall Street” de Oliver Stone y una de esas películas norteamericanas de universitarios salidos (“American Pie” y derivados), todo ello escrito por la gruesa pluma de Seth McFarlane, el creador de “Padre de familia”Paradigmático de todos los aciertos y excesos del film resulta el titánico esfuerzo interpretativo de un Leonardo DiCaprio histriónico y desatado, a medio camino entre su sádico personaje en “Django desencadenado” y el trabajo corporal del maestro del slapstick Jim Carrey (y a la descacharrante escena del Club de Campo me remito). Si alguna vez dudé de la vis cómica del protagonista de “El gran Gatsby”, me trago alegremente mis palabras y pido una segunda ración. Supongo que a estas alturas nadie espera que la última película de Martin Scorsese vaya a ser la mejor de su carrera: decir que “El lobo de Wall Street” mantiene el nivel de la filmografía previa del realizador italoamericano me parece una razón más que suficiente para recomendarla a todo aquél que busque una comedia salvaje carente de moralejas hipócritas y un ejercicio exuberante de narrativa cinematográfica y talento interpretativo.

(Puedes leer mi reseña completa de la película pinchando AQUÍ).


De lo que se ha quedado fuera, me gustaría otorgar una mención especial a "Boyhood" de Richard Linklater, "Philomena" de Stephen Frears y "A propósito de Llewyn Davis" de los hermanos Coen: cualquiera de las tres podría haber formado parte del Top 10 (y posiblemente así habría sucedido si mi humor fuese otro esta mañana). "Cómo entrenar a tu dragón 2", "La isla mínima", "Rompenieves" y la mentada "X-Men: Días del futuro pasado" se quedan un poco más abajo (y no necesariamente en ese orden), pero también me han dejado un estupendo sabor de boca y justo es reconocérselo.

En el terreno de las decepciones la palma se la llevan "El viento se levanta" (que no es mala, pero la esperaba con unas expectativas inmensas), "Big bad wolves" (que llegó ensalzada por Tarantino y me aburrió bastante) y "La gran estafa americana" (hypeada hasta el infinito en la carrera por los Oscars). Con todo, cualquiera de las tres está a años luz, cualitativamente hablando, de bodriazos como "Amazing Spider-Man 2: el poder de Electro", "Ninja Turtles", "Drácula, la leyenda jamás contada" o el infame remake de "Robocop". No obstante, el premio a la peor película de 2014 (y de la década, si me apuráis) se lo llevan Michael Bay y "Transformers: La era de la extinción": las tres horas más estúpidas (¡y caras!) de la historia del cine.

Top 10: mis tebeos favoritos de 2014

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Tras las series de televisión y el cine, toca finalmente repasar los títulos que más me han hecho disfrutar durante los pasados 12 meses dentro del mundo de las viñetas. Se trata de mis 10 comics favoritos publicados durante 2014 en España. Este último dato es fundamental porque si por algo se ha caracterizado el pasado año en lo que respecta a mi experiencia lectora ha sido por el salto al formato digital (tablet mediante), lo que me ha permitido seguir muchas series aún inéditas en nuestro país a su ritmo de publicación en Estados Unidos. Títulos como "Sex Criminals", "Southern Bastards", "Velvet", "Outcast" o "The Multiversity" (con el imprescindible "Pax Americana") me han hecho disfrutar tanto como cualquiera de los tebeos que haya podido leer en castellano en los últimos meses, pero he decidido dejarlos al margen de estas entradas post-Año Nuevo hasta que vean la luz en España. Estoy convencido de que muchos de ellos estarán en el futurible Top 10 comiquero que publicaré en este blog dentro de 365 días (semana arriba, semana abajo), pero hasta entonces habrá que conformarse con el aquí y el ahora.


Tampoco entran en el saco las reediciones de material previamente publicado en nuestro país. ¿Qué sentido tendría poner al "Little Nemo in Slumberland" de Winsor McCay, al "Torpedo 1936" de Bernet y Abulí o al "Miracleman" de Alan Moore El Guionista Original en lo más alto de un top elaborado en 2015? Siguiendo esa misma lógica, tebeos tan recomendables como "Planetary", "La Cosa del Pantano" de los años 80, "Predicador", "Ronin", "The Sandman", "100 Balas", "Batman: Asilo Arkham" o el reciente integral de "Blacksad" no tienen cabida, por estupendos que sean, en un listado que pretende reflejar mis preferencias dentro de la actualidad del comic en España.

Teniendo estas consideraciones en cuenta, además de la inevitable imposibilidad de leer todo cuanto a uno le gustaría, estos son los 10 tebeos que más he disfrutado de cuantos se han publicado en nuestro país a lo largo del último año:

10- Fatale


La historia de Jo, perseguida por cultos demoníacos y cortejada por hombres que han caído (literalmente) en su hechizo, permite a Ed Brubaker y Sean Phillips proseguir con su exploración de los límites del género negro, acercándolo esta vez al terror lovecraftiano tal y como antes lo habían aproximado a la temática super-heroica. La buena noticia es que el equipo creativo continúa volcando en cada página el mismo talento que en su día hizo grandes a títulos como "Sleeper" y "Criminal".


9- Los Proyectos Manhattan

 

Entre la ucronía y el delirio humorístico deambula la élite científica posterior a la Segunda Guerra Mundial (Einstein, Oppenheimer, Feynman...) en el fascinante entramado de ciencia-ficción tejido por Jonathan Hickman a los guiones y Nick Pitarra sobre el tablero de dibujo. Universos paralelos, alienígenas, inteligencias artificiales que gobiernan el mundo libre y perros astronautas parlantes son algunos de los elementos con los que el siempre ambicioso guionista de "Este del Oeste" puebla la Guerra Fría más marciana del Noveno Arte.


8- The League of Extraordinary Gentlemen: Dossier Negro


El capítulo inédito de los extraordinarios caballeros ideados por Alan Moore y Kevin O'Neill sirve como enlace entre aquel segundo volumen, más ligero, que enfrentaba a Mina Murray, Allan Quatermain y compañía con los marcianos beligerantes de H.G.Wells y el discutido y ambicioso "Century" (que posiblemente ahora cobre más sentido para el lector español). El "Dossier Negro" es una obra densa y formalmente ecléctica (fragmentos en prosa, tiras propagandísticas, escenas teatrales...) donde el barbudo de Norhampton da rienda suelta a su infinita sapiencia literaria, conectando a Robert E. Howard con Ian Fleming, a H.P. Lovecraft con George Orwell o a William Shakespeare con los experimentales escritores beatnik... entre otros cientos de referencias. En sus sucesivas entregas, La Liga ha pasado de ser un excelente comic de aventuras a convertirse en un trabajo de tesis sobre la metaficción literaria, y este "Dossier Negro" es su particular "Silmarillion".


7- Trillium


La última historia de amor del universo, escrita y dibujada por Jeff Lemire, supone un ejercicio de atrevimiento narrativo que en su edición española a cargo de ECC se vio enturbiado por un remontaje de viñetas y páginas que lo aleja de las pretensiones experimentales de su autor. Aún así, el melancólico tono intimista y el personal trazo de Lemire se mantienen como grandes valores de esta romántica odisea en el espacio.

(Puedes leer el artículo que escribí para la edición española de "Trillium" en ESTE ENLACE).


6- Caballero Luna: De entre los muertos


La actual Marvel Comics está haciendo muchas cosas mal (lo de los eventos cada 6 meses, o menos, me parece un cachondeo), pero también unas cuantas bien. De entre todas ellas, la mejor es la oportunidad que se le está dando a personajes con un perfil medio/bajo (en términos de popularidad) para destacar cualitativamente gracias a equipos creativos de lujo, capaces de otorgar un plus de personalidad y talento a conceptos tan viejos como la propia industria. A los exitosos (en cuanto a crítica) "Ojo de Halcón" de Fraction y Aja y "Daredevil" de Waid y Samnee se sumó en 2014 una nueva encarnación del Puño de Konshu. Durante seis números autoconclusivos y totalmente autocontenidos (no hace falta haber leído jamás nada del personaje y, mejor aún, van totalmente a su bola respecto al resto del Universo Marvel), Warren Ellis demuestra (como ya hiciese en "Planetary" o "Global Frecuency") que el formato de 24 páginas sigue siendo óptimo para la publicación de aventuras super-heroicas... por mucho que en esta ocasión lo único estrictamente super-heroico del tebeo sea la capa de su protagonista. El elegante dibujo de Declan Shalvey realza las virtudes de los guiones de Ellis, logrando que esta rara avis dentro de la (supuesta) Casa de las Ideas se postule como uno de mis imprescindibles del año. Qué pena que ambos autores abandonen el barco tras estos primeros seis números: el nuevo "Caballero Luna" es el tipo de serie que uno estaría feliz de poder comprar cada mes durante el resto de su vida.


5- Zero


La misma recuperación del formato comic-book de 24 páginas de la que hace gala "Caballero Luna" es la que impulsa las inmejorables sensaciones que el primer tomo recopilatorio de "Zero" le deja a uno en el cuerpo, con el valor añadido de que en este caso cada episodio viene ilustrado por un dibujante distinto. A los guiones se encuentra Ales Kot, recogiendo el testigo de Warren Ellis en "Planetary" y "Global Frecuency" y de Ed Brubaker en "Sleeper" para narrarnos en clave de ciencia-ficción la historia del super-espía genéticamente mejorado y cibernéticamente modificado que cambiará el curso de la Historia. Un comic que no inventa la rueda, pero que la hace rodar de maravilla.


4- Battling Boy


Paul Pope apuesta fuerte por un regreso al desenfado infantil/juvenil y al sentido de la maravilla de la Edad de Plata del comic estadounidense en este proyecto, que arrancó como revitalización del "Kamandi" de Jack Kirby y por el camino encontró una voz autoral propia. Las aventuras del mamporrero niño-dios han tenido, también en 2014, un complemento ideal en el spin-off "El momento de Aurora West", escrito por el propio Pope en colaboración con el guionista J.T. Petty y dibujado por el artista gallego David Rubín.

(Puedes leer una reseña más extensa de "Battling Boy" haciendo click AQUÍ).


3- Saga


La novela-(gráfica)-río sobre el amor en tiempos de guerra interplanetaria escrita por Brian K. Vaughan e ilustrada por Fiona Staples alcanzó en sus capítulos tercero y cuarto, los publicados en 2014, nuevas cotas de picante osadía y diversión galáctica en estado puro. Si en un momento dado aposté a que la serie decaería tras su potente arranque, ahora me trago alegremente mis palabras al asegurar que cada nuevo volumen de "Saga" me parece mejor que el anterior. Esperemos que, tal y como ha prometido su guionista, la alegría dure muchos años más.

(Puedes leer una reseña más completa sobre "Saga" en ESTE ENLACE. De todos modos, desde que escribí aquellas líneas hasta ahora mi afición por la serie ha crecido: el cuarto tomo, publicado en diciembre, ha sido buenísimo...).


2- Locke & Key


Panini editó a mediados de año el sexto volumen de "Locke & Key" con el que concluyen las aventuras fantásticas de la familia Locke, narradas por el guionista Joe Hill y el dibujante Gabriel Rodríguez. Pese a la dificultad de mantener el altísimo nivel esgrimido en las anteriores entregas (el quinto tomo, "Trabajos de relojería", fue la repanocha), el equipo creativo se las ingenió para cerrar todas las tramas y misterios con una coherencia y una pegada emocional difíciles de encontrar en series de largo recorrido: tras 5 años de andadura editorial, "Alfa y Omega" es el colofón soñado para una serie redonda.

(Puedes leer una reseña más extensa sobre "Locke & Key" siguiendo ESTE ENLACE).

 
1- Aama 4: Serás maravillosa, hija mía


La publicación del cuarto volumen de "Aama" permite al fin leer de forma completa el último trabajo de Frederik Peeters y redescubrir la misma sensibilidad y cuidado por la creación de personajes que ya habían convertido a "Píldoras azules" y "Lupus" (posiblemente sus obras como autor completo más recordadas) en sendos clásicos inmediatos de la BD francobelga, unidos aquí a un sentido de la espectacularidad digno del mejor blockbuster de ciencia-ficción. "Aama" supone un reencuentro con las obsesiones habituales de Peeters (las responsabilidades de la paternidad, el onirismo y la exploración del subconsciente, la relación entre medicina/cuerpo/mente, la necesidad de escapar del pensamiento único de la sociedad actual) reformuladas en una sinergia de influencias estéticas y conceptuales que incluyen a Jodorowsky y Moebius, a Hayao Miyazaki, a Charles Burns y a Katsuhiro Otomo. "Aama" es un nuevo paso de gigante en la trayectoria del que hoy en día es, en mi nada modesta pero siempre discutible opinión, el guionista y dibujante más talentoso del comic europeo, y uno de los 3 ó 4 autores que actualmente más me interesan del tebeo mundial.


Este año me ha resultado especialmente difícil ceñirme a tan sólo 10 títulos, y me ha costado dejar fuera algunos tebeos que merecen al menos una mención. Es el caso del "Astro City" de Busiek, Ross y Anderson, "Nowhere Men" de Stephenson y Bellegarde, "Seconds" de Bryan Lee O'Malley, "Sam Zabel y la pluma mágica" de Dylan Horrocks, "Tyler Cross: Rio Bravo" de Nury y Brüno, "Parker: Matadero" de Darwyn Cooke, "Invencible" de Kirkman y Ottley, "Green Arrow" de Lemire y Sorrentino, "Este del Oeste" de Hickman y Dragotta o los ya mentados "Ojo de Halcón" y "Daredevil".

En el terreno de las decepciones, la palma se la llevan Jason Aaron y Rick Remender en su faceta más comercial: el "Thor" del primero y los "Imposibles Vengadores" y el "Capitán América" del segundo tuvieron un arranque muy prometedor en 2013, pero sus últimas entregas han sido de una mediocridad descorazonadora. Está claro que ambos escritores rinden mucho mejor cuando se los deja a sus anchas, en cabeceras de creación propia como las que actualmente desarrollan para Image Comics. Algo que, en realidad, es perfectamente extensible a la inmensa mayoría de guionistas actuales en lengua inglesa.

Viñetas de invierno

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En pleno febrero, las inclemencias del tiempo imponen una dedicación a los placeres domésticos entre los que destaca, en mi caso, el disfrute de cuanto tebeo caiga en mis manos. Son, en parte, lecturas aún pendientes de la cosecha navideña, pero también algunos de los más recientes lanzamientos de Norma, Panini, ECC o Planeta:

American Vampire 7
Guión: Scott Snyder. Dibujo: Rafael Albuquerque y Matías Bergara.
ECC Ediciones. Disponible en rústica y cartoné. 128 págs.


Comienza en España el "Segundo ciclo" de la saga vampírica que Scott Snyder y Rafael Albuquerque publican dentro de la línea Vertigo, y yo aprovecho que en esta ocasión mi implicación en la edición española es nula para enunciar unas breves impresiones sobre el tebeo. El hecho de que "American Vampire" sea, junto con "Fábulas", el título más exitoso en la actualidad de la línea para adultos de DC Comics es sintomático de las horas bajas del sello. Es cierto que las correrías de Skinner Sweet y Pearl Jones a lo largo del siglo XX estadounidense vuelan muy por encima de las descafeinadas fantasías de Bill Willingham, pero también lo es que están lejos del nivel del que Vertigo podía presumir hace unos años, cuando escritores como Grant Morrison, Garth Ennis, Warren Ellis, Brian K. Vaughan, Jason Aaron, Brian Azzarello, Matt Wagner o el mejor Peter Milligan que se recuerde hacían cola para dar salida a esas historias de creación propia que ahora la mayoría prefiere publicar bajo el paraguas de Image Comics.


Hay cosas de "American Vampire" que me gustan mucho: su concepción de la Historia en dos niveles (el que ha quedado registrado por la humanidad ignorante y el subterráneo, en el que cada giro de los acontecimientos ha estado relacionado con las conspiraciones de los nosferatu y de los Vasallos del Lucero del Alba), su visión darwinista del fenómeno vampírico (con razas adaptadas a las condiciones de cada ecosistema y zona geográfica, dando lugar a la mayoría de leyendas sobrenaturales conocidas), el trazo espectacular de Rafael Albuquerque... pero creo que Scott Snyder tiene más talento para los planteamientos que para los resultados. Muchas veces echo en falta una mayor sutileza en sus guiones para "American Vampire": entiendo que su propuesta debe tener acción y diálogos lapidarios para contentar a un sector del público que reclama su ración mensual de violencia y poses molonas, pero por el camino Snyder casi siempre sacrifica las posibilidades dramáticas de los personajes y las virtudes del contexto histórico en pos de la pirotecnia (todo lo contrario a lo que hace Ed Brubaker en "Fatale", de la que hablo en esta misma entrada). No quisiera ser injusto: "American Vampire" es un tebeo muy entretenido y bien dibujado; lo que pasa es que su buena prensa me parece exagerada, y me chirría que una obra de estas características merezca una doble edición española (simultáneamente en rústica y cartoné) cuando títulos bastante más meritorios como "Zero" o "Locke & Key" posiblemente hayan pasado desapercibidos para buena parte de su público potencial.



Este del Oeste 2 
Guión: Jonathan Hickman. Dibujo: Nick Dragotta.
Norma Editorial. Rústica. 144 págs.


La segunda entrega en castellano del western futurista apocalíptico ucrónico místico de ciencia-ficción de Jonathan Hickman y Nick Dragotta amplía el universo presentado en el volumen anterior y permite que el lector vaya familiarizándose con los distintos territorios que conforman la Norteamérica de "Este del Oeste". La trama política se espesa mientras los gobernantes de las 7 naciones juegan a los tronos y establecen alianzas ocultas para conseguir que, dependiendo de sus propios intereses, el profético Mensaje se cumpla o sea abortado. Además, nuevos personajes entran en acción y otros que se suponían protagonistas pasan a un segundo plano, confirmando la coralidad de la dramatis personae.


A nadie se le escapa que "Este del Oeste" nace con la intención de ser la OBRA DEFINITIVA de Jonathan Hickman. Su guión posee innumerables personajes que compiten unos con otros por ver quién es más molón, diálogos crípticos que esconden más de lo que revelan, un complejo contexto que precisaría de una enciclopedia anotada* para no perderse entre la geografía y la cronología de un mundo aparentemente ilimitado y la promesa de que, en realidad, esto no ha hecho más que empezar. A mí todo lo que rodea a este proyecto me pone un montón, incluyendo, por supuesto, el fantástico arte de Nick Dragotta, capaz de plasmar sobre el papel de la mejor de las maneras todos los desvaríos salidos de la mente de Hickman. Por ponerle un pero a "Este del Oeste" diría que me deja un poco frío en el terreno emocional: todo en ella es absolutamente cerebral, más como un rompecabezas de tramas y subtramas que como un drama donde los personajes se perciban realmente vivos. Pero ésa es una de las constantes en el conjunto del trabajo de Hickman como guionista, y a estas alturas ya no espero que su descripción de caracteres me sorprenda o emocione. Disfruto demasiado con todo lo demás como para considerarlo un error imperdonable, pero sé que a otros lectores sí podría echarles para atrás esta frialdad.


*De hecho esa enciclopedia existe y se titula "The World", pero todavía no ha sido publicada en nuestro país.


Fatale 4: Reza para que llueva
Guión: Ed Brubaker. Dibujo: Sean Phillips.
Panini Comics. Cartoné. 136 págs.


Las semejanzas entre "American Vampire" y "Fatale" pueden parecer superficiales, pero existen: ambas emplean personajes de longevidad sobrenatural para escribir su propia versión del siglo XX estadounidense, saltando de época en cada arco argumental y rellenando los huecos de la historia con capítulos ambientados en tiempos pretéritos. La diferencia estriba en que, mientras Scott Snyder pinta su fresco americano con brocha gorda, Ed Brubaker construye sus personajes y tramas con detallismo y sutileza, nadando entre géneros (serie negra, terror, psycho-thriller, erotismo) para ofrecer un producto tan irresistible como su femme fatale protagonista. Adoro el trabajo conjunto de Brubaker y Phillips, desde "Sleeper" hasta "The Fade Out" (aún inédita en castellano), y "Fatale", a falta de leer el quinto y último tomo, me parece una de sus cimas creativas.


Mientras la trama ambientada en el presente sigue conduciendo al pobre Nicolas Lash por la calle de la amargura, el argumento central de "Reza para que llueva" sitúa al lector en el Seattle de los años 90, donde los integrantes de una decadente banda de grunge acogen en su mansión a una amnésica Josephine. Y como siempre que Josephine aparece en escena, las cosas se lían, los hombres se vuelven locos y mucha gente acaba en el depósito de cadáveres. Entre las inevitables referencias al horror lovecraftiano y a la literatura pulp que Brubaker lleva manejando durante una veintena de episodios se deslizan otras, también evidentes, al zeitgeist de un momento marcado por la trágica muerte de Kurt Cobain, la adicción a las drogas y una actitud bohemia y desencantada que definen perfectamente a los caracteres introducidos por primera vez en este volumen. El auge cinematográfico de la figura del asesino en serie (es la época de "El silencio de los corderos" y de "Seven") se refleja también en otro personaje de gran peso en la trama. Todo ello dibujado una vez más por Sean Phillips, un tipo con un sentido de la narración y de la creación de atmósferas que lo sitúa en las grandes ligas de dibujantes norteamericanos actuales. Está claro que el trazo de Phillips no encaja en colecciones mainstream de acción y capas (ni falta que hace), pero su sinergia con Brubaker en estos relatos de género negro es prodigiosa.



Injustice: Gods among us. Año Uno: Vol. 1
Guión: Tom Taylor. Dibujo: Varios autores.
ECC Ediciones. Rústica. 192 págs.


Resulta muy revelador que la mayoría de tebeos interesantes que publican las dos grandes editoriales estadounidenses (Marvel y DC) sean o bien aventuras de super-héroes de escaso calado mediático (Ojo de Halcón, Daredevil o el Caballero Luna por un lado; Green Arrow, la Cosa del Pantano o Animal Man por el otro) o bien versiones de sus personajes principales liberadas de los lastres de la continuidad y la oficialidad: What if's y Elseworlds. Es precisamente eso, pero a gran escala, lo que Grant Morrison está llevando a cabo en "The Multiversity", el actual título estrella de DC que en España podremos disfrutar a partir de abril, pero también lo que la editorial ha permitido hacer al guionista Tom Taylor en uno de los proyectos coyunturales mejor resueltos que un servidor recuerde. "Injustice: Gods among us" nació como precuela en formato webcomic de un videojuego de lucha al estilo "Mortal Kombat" en el que la plana mayor del Universo DC se zurra de lo lindo, disponible para casi todas las consolas del mercado.


Aunque este tipo de productos me genera una inevitable marea de prejuicios, el inesperado buen hacer de Taylor (que se toma el encargo como si fuese la obra de su vida), sumado a la cantidad de momentos WTF por número (precisamente el mismo tipo de escenas y giros de guión que jamás veríamos en un comic oficial de la Liga de la Justicia), convierten a "Injustice" en la historia de la JLA más disfrutable que haya caído en mis manos desde los tiempos de Morrison al timón de la cabecera. No es que su argumento sea el colmo de la originalidad: una combinación del Superman fascista de "Hijo Rojo" con la proactividad política de títulos como "The Authority" o "Supreme Powers", que justifica una versión oscura y moralmente cuestionable de los buques insignia de la editorial y plantea el escenario idóneo para una guerra entre héroes. Pero Taylor, un auténtico desconocido hasta que puso el pie en esta serie, maneja con soltura el reparto coral, caracteriza con tino a los personajes con apenas tres pinceladas y mantiene al lector atento gracias a un esforzado sentido del cliffhanger. Y lo hace tan bien que casi consigue que un servidor se olvide del frustrante baile de dibujantes que empaña el acabado visual de este primer tomo recopilatorio.



Invencible 20: La muerte de todos
Guión: Robert Kirkman. Dibujo: Ryan Ottley.
Aleta/Dolmen. Rústica. 160 págs.


El trabajo de Robert Kirkman en Image Comics no sólo ha sido fundamental a la hora de cimentar el actual prestigio de la editorial, sino que se cuenta entre los ejemplos más incontestables de coherencia y continuidad creativa de la industria norteamericana. "The Walking Dead" ("Los Muertos Vivientes" en la edición de Planeta) se aproxima en EE.UU. a su número 140 manteniendo en los créditos al dibujante Charlie Adlard, que tomó el relevo de Tony Moore en el lejano capítulo 7. "Invencible", por su parte, ronda ya las 120 entregas, contando en la inmensa mayoría de ellas con los lápices y tintas de Ryan Ottley, inmejorable reemplazo para el creador visual del personaje, Cory Walker, quien cedió su puesto de dibujante titular en el octavo episodio y de vez en cuando reaparece por la cabecera para firmar algunos capítulos de fill-in y portadas alternativas. En España llegamos por fin al redondo episodio 100, incluido en el tomo "La muerte de todos", y uno no puede dejar de maravillarse ante la espectacular calidad media mantenida en la colección durante todos estos años.


Es difícil hacer una reseña de este tomo en particular sin caer en spoilers de los gordos. Cada 4 ó 5 páginas pasa algo nuevo y sorprendente, hasta el punto de que me ha costado elegir un par de imágenes para ilustrar el arte interior sin desvelar demasiado de los giros de su guión. Al igual que ocurrió con el número 100 de "The Walking Dead", Kirkman sabe que tiene algo especial entre manos, pero no deja que la efeméride eclipse al fluir natural del relato y prosigue con su macro-saga super-heroica con el mismo pulso firme y la misma variedad de tramas y tonos desplegados hasta el momento. El guionista incluso se permite una meta-reflexión sobre la importancia relativa de la numeración alcanzada a través del creador de "Science-Dog" (el comic favorito de Mark Grayson, protagonista de "Invencible"), alter-ego ficticio del propio guionista. "La muerte de todos" es otro delicioso cóctel de caracterización precisa, giros calculados de guión, espectacularidad gráfica y acción super-heroica de talla XXL. Una nueva demostración (y ya van...) de que Kirkman es uno de los creadores más inteligentes y en forma de la actualidad, capaz de sacar petróleo de los tópicos del género que maneje en cada ocasión, ya sea el relato post-apocalíptico ("The Walking Dead"), el horror sobrenatural ("Outcast", proximamente en nuestras librerías de la mano de Planeta) o los héroes voladores en mallas de lycra. Mientras la calidad y la frescura se mantengan, yo seguiré coleccionando "Invencible" durante 100, 200 ó 500 números más.



La muerte de Lobezno
Guión: Charles Soule. Dibujo: Steve McNiven.
Panini Comics. 4 cuadernillos grapados de 40 páginas (el primero) y 32 (los siguientes).


Si el "Invencible" de Kirkman y Ottley me parece un ejemplo inmejorable de lo que el género de super-héroes todavía puede dar de sí, el penúltimo evento orquestado por Marvel Comics se sitúa en el extremo opuesto del espectro cualitativo. "La muerte de Lobezno" es una miniserie dedicada, tal y como su título indica, a borrar del mapa al mutante de las garras de adamantium. El motivo es claro, vender, y hacerlo además en dos tiempos: ahora, por supuesto, porque el lector quiere saber cómo la diña uno de los iconos más reconocibles de la (supuesta) Casa de las Ideas, y dentro de un tiempo X (donde X es más de un año pero menos de lo que tarden en estrenar otra película de los Ídem-Men protagonizada por Hugh Jackman), cuando el personaje sea resucitado en otro evento igual de publicitado que meterá una vez más al genio en la botella. A estas alturas ya deberíamos estar insensibilizados a dicha maniobra: Superman, Hal Jordan, Barry Allen, Aquaman, Green Arrow, Thor, el Capitán América e incluso Batman murieron (o algo parecido) en algún momento para resucitar un tiempo después y elevar las ventas de sus respectivas colecciones. ¿Por qué iba el anti-héroe pluriempleado de Marvel a ser menos?


Que las mentes pensantes de la editorial hayan asignado el proyecto a uno de los guionistas de moda (Charles Soule, estrenando contrato en exclusiva con Marvel) y a uno de los dibujantes estrella de la compañía (Steve McNiven, asociado al personaje desde que ilustrase la divertidísima saga de "El viejo Logan") no consigue salvar los muebles. Ni el supuesto oficio del primero ni la espectacularidad del segundo (que en este caso sólo encuentro en el primer episodio) libran a "La muerte de Lobezno" de ser un tebeo ramplón, sin garra (jo jo), con un desarrollo precipitado que, en estos tiempos de decompressive storytelling, no logra en sus escasos cuatro números generar la tensión necesaria antes del clímax, ni transmitir el tono trágico y el hálito épico que hubiera merecido el funesto destino del canadiense favorito del fandom. Tampoco es que importe demasiado: en un par de años volveremos a tener a Lobezno pululando por la mitad de las cabeceras de Marvel Comics como si nada hubiese ocurrido y casi nadie recordará de qué iba todo esto.



The League of Extraordinary Gentlemen.
Nemo: Las rosas de Berlín
Guión: Alan Moore. Dibujo: Kevin O'Neill.
Planeta Cómic. Cartoné. 64 págs.


La segunda aventura en solitario de la hija del Capitán Nemo introduce al lector en el Berlín expresionista de 1941 gobernado por Adenoid Hynkel, el personaje con el que Chaplin parodiaba a Adolf Hitler en "El Gran Dictador". Los Doctores Mabuse y Caligari, acompañados por una versión terrorífica de la María de "Metrópolis" (más cerca de James Cameron que de Fritz Lang) plantarán cara a la heredera del Nautilus en un relato breve marcado por un tono directo de acción y aventuras, en contraste con la densidad y el eclecticismo formal del "Dossier Negro" que Planeta publicó hace apenas unos meses. Aunque habrá quien prefiera esta versión más sencilla y lineal de la obra de Moore y O'Neill, debo reconocer que a mí los álbumes dedicados a Janni Nemo, pese a su innegable carga lúdica, se me antojan los menos extraordinarios de cuantos se han publicado desde que el grupo de Miss Murray y Allan Quatermain comenzase su andadura editorial hace más de 15 años. Incluso el acabado gráfico de O'Neill me parece un par de peldaños por debajo del nivel habitual del dibujante.


Otro pequeño inconveniente es, en mi caso, la necesidad de acudir a internet para encontrar una traducción (al inglés) de la gran cantidad de diálogos que en el tebeo aparecen en alemán (las partes en francés, por suerte, las he ido sacando gracias a mi Erasmus de hace una década en el país vecino). Entiendo que ésa es la forma en que "Las rosas de Berlín" se publicó originalmente, en tres idiomas distintos, pero ya que Planeta nos casca una edición "de lujo" (9 € por un álbum de 60 págs. con tapas duras y tamaño comic-book) bien podía haber añadido un pequeño apéndice que arrojase algo de luz sobre las habilidades políglotas del barbudo de Northampton. Pese a todo, y aún a riesgo de sonar contradictorio, "The League of Extraordinary Gentlemen" me sigue pareciendo un proyecto que se merece todas las alabanzas posibles, interesantísimo incluso en sus capítulos más discretos.



Nowhere Men: Destinos peores que la muerte
Guión: Eric Stephenson. Dibujo: Nate Bellegarde.
Norma Editorial. Rústica. 184 págs.


Como principal responsable editorial de la nueva Image, Eric Stephenson es uno de esos profesionales de la industria del comic al que estaré agradecido de por vida. Además de ser el editor jefe de la compañía y gestionar directamente la publicación de algunos de sus títulos estrella, Stephenson escribe un par de series muy interesantes. Una de ellas es esta "Nowhere Men", cuyos seis primeros números aparecen en España recopilados por Norma Editorial, y que nos transporta a un mundo en el que los científicos de vanguardia (al estilo Tony Stark o Reed Richards) tienen la consideración popular de las estrellas del rock. Los cuatro fundadores de World Corp., una suerte de John, Paul, George y Ringo de la ciencia-ficción, cambiaron el mundo hace décadas, pero sus problemas personales (avaricia, envidia, ego, drogas) los han llevado hasta una situación crítica de la que podría depender el destino del planeta. Ancianos, torturados y enfrentados por sus decisiones pasadas, asediados por el auge de una nueva generación de celebridades pop científicas, se verán obligados a confrontar sus ambiciones personales y profesionales con los dilemas éticos y morales derivados de sus actos.


Stephenson inunda de referencias musicales una trama que bebe en lo conceptual de los trabajos de Jonathan Hickman y Warren Ellis (por su predilección por una ciencia-ficción más sofisticada, alejada de los estándares super-heroicos, y por el retrato ególatra y disfuncional de los genios científicos) y en lo formal de las obras de Alan Moore (con todos esos anexos con entrevistas, carteles publicitarios, extractos de ensayos y biografías, etc). Sin embargo, lo primero que llama la atención de "Nowhere Men" es el fabuloso dibujo de Nate Bellegarde, a años luz de sus colaboraciones previas en algunos spin-of de la serie "Invencible". Bellegarde se luce en los diseños, en la puesta en página y en la expresividad de sus personajes, y hace que los riffs de ciencia-ficción compuestos por Stephenson suenen afilados y pegadizos. Por eso mismo resulta tan triste que la serie haya entrado en un hiato de duración indeterminada a partir del sexto episodio: un parón que el propio Bellegarde atribuye exclusivamente a su propia situación personal. El dibujante reconocía en un largo texto publicado en internet que se encontraba sumido en una profunda depresión (motivada por múltiples circunstancias, entre las que se incluyen su vida sentimental y familiar, el trauma por los atentados de Boston y sus propias tendencias depresivas) para la que estaba tratándose con medicación y terapia, que le impide llevar un ritmo de producción normal. Pese al intento de sustituir al dibujante por otros artistas que puedan sacar adelante el trabajo, Stephenson ha tomado la decisión de esperar lo que sea necesario para que sea Bellegarde quien firme los siguientes episodios de "Nowhere Men". Lo cual, dadas las circunstancias, podría suponer el cierre definitivo de la colección. Una auténtica lástima, tanto en lo que respecta a la salud del dibujante como al futuro del propio tebeo, que nos deja a los lectores con las expectativas por las nubes y la frustración de no saber si algún día llegaremos a disfrutar de nuevas entregas de esta recomendabilísima lectura.



Rachel Rising 1: La sombra de la muerte
Guión y dibujo: Terry Moore.
Norma Editorial. Rústica. 252 págs.


Pese al éxito de series como "Echo" y, sobre todo, "Strangers in Paradise", "Rachel Rising" es mi primer acercamiento a la obra de Terry Moore, uno de esos inusuales Juan Palomo del comic estadounidense (como Jeff Smith o David Lapham en su versión indie) capaces de crearse un nicho de mercado propio, disfrutando de total libertad creativa desde la autoedición y convenciendo a crítica y público de que son autores a seguir hagan lo que hagan. Lo cual, leyendo este primer volumen de "Rachel Rising" publicado por Norma (que no es novedad reciente, de hecho data de 2013 y ya tiene su continuación en las librerías españolas), no debería extrañar a nadie. Porque es, simple y llanamente, un tebeo fabuloso. Con un dibujo limpio, línea clara en blanco y negro, y una puesta en página precisa y elegante, Moore nos narra la historia de Rachel, veinteañera que una mañana despierta bajo tierra a las afueras de Manson, su ciudad natal. Pese a no tener más que fogonazos inconexos de memoria de la noche anterior, no cabe duda de que nuestra chica ha sido asesinada y, sin embargo y por imposible que parezca, está todavía viva. O algo así. A partir de ahí, en compañía de su mejor amiga Jet y de su tía, la trabajadora funeraria Johnny, Rachel tratará de descubrir quién la ha matado, por qué sigue todavía en pie y qué tiene todo ello que ver con una misteriosa mujer rubia que se pasea por las calles de Manson provocando todo tipo de catástrofes.


En lugar de usar este argumento para construir un relato de  horror y misterio al uso, Moore hace gran hincapié en la caracterización de personajes y en las relaciones que se establecen entre ellos, convirtiendo "Rachel Rising" en una suerte de slice of life de ultratumba, no exento de humor y momentos puramente cotidianos que conviven con pasmosa naturalidad con las facetas gore y terrorífica del asunto. El resultado es un comic tan turbador como entrañable, tan intimista como sobrenatural: una combinación ganadora que convierte a Terry Moore en uno de mis nuevos autores (exacto) a seguir y a las siguientes entregas de "Rachel Rising" en compras imperativas. Próxima parada: "Tumbas invernales".



Sam Zabel y la pluma mágica 
Guión y dibujo: Dylan Horrocks.
Editorial Astiberri. Rústica. 228 págs.


Hace unos años Astiberri publicó en España un tebeo titulado "Hicksville" que me robó inmediatamente el corazón. Venía firmado por un tal Dylan Horrocks (un tipo con un nombre pegadizo, mitad poeta y mitad militar británico), y ésa es la única información que necesitaba conocer para tener muchas ganas de leer "Sam Zabel y la pluma mágica": el nombre de su responsable. Horrocks, que compaginó durante un tiempo su carrera como autor independiente con la escritura de guiones para la "Batgirl" de DC Comics, vuelca en el protagonista de su nueva obra sus frustraciones artísticas. Sam Zabel es un dibujante en pleno bloqueo creativo que escribe las aventuras mensuales de una heroína de connotaciones fetichistas llamada Lady Night; un trabajo alimenticio que realiza con desgana y que le ha llevado, en última instancia, a ser incapaz de disfrutar haciendo comics. Sin embargo, la existencia de una misteriosa pluma mágica capaz de introducir a su portador en los universos imaginados en viñetas lo llevará a un viaje metaficcional por los diversos géneros y latitudes de la historieta, desde la space opera al estilo "Flash Gordon" (con un evidente trasfondo de guerra de sexos) hasta el manga de magical girls, pasando por las historias de piratas o las fantasías pobladas por animales antropomórficos. Todo ello, por supuesto, para que tanto Zabel como Horrocks realicen una oda al Noveno Arte y redescubran su amor perdido por los tebeos.


Como ilustrador, Dylan Horrocks se encuentra lejos del talento de su admirado Hergé, pero camufla sus limitaciones gracias a una sensibilidad especial para la narrativa gráfica. "No eres Alan Moore", le dice a Zabel la provocativa Lady Night, una aparición febril en las noches insomnes del protagonista, y pareciera que es el propio Horrocks quien nos advierte de sus modestas capacidades como escritor. Quizás el neozelandés carezca de la sofisticada gramática del venerado guionista de "V de Vendetta", pero "Sam Zabel y la pluma mágica" contiene la misma honestidad desarmante y la misma devoción del autor hacia el medio que ya hicieran de "Hicksville" un título tan especial, en el que resultaba difícil separar las valoraciones (supuestamente) objetivas de ese intangible tan subjetivo y visceral como es el amor por los comics. Algo con lo que un servidor puede identificarse desde cada fibra de su ser.

Of wolf and man

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Homo homini lupus”

Tito Macio Plauto


Yo por mi hija mato”

Belén Esteban Menéndez


Publicitada como “la mejor película del año según Quentin Tarantino, la cinta israelí “Big Bad Wolves” llega a las carteleras españolas siete meses después de su proyección en el Festival de Sitges, y lo hace generando controversia entre la crítica especializada y prometiendo emociones fuertes y una factura técnica de altos vuelos. Su argumento sigue a Miki, un detective de homicidios de métodos expeditivos convencido de que Dror, un profesor de secundaria, es el responsable de los secuestros, torturas y asesinatos de varias niñas. Apartado del cuerpo policial por sus actuaciones irregulares, Miki decide saltarse todas las normas e interrogar a Dror de forma extraprofesional. Inesperadamente, el padre de la última niña asesinada entrará en escena para tomarse la justicia por su mano y llevar los planes de Miki aún más lejos de lo que éste habría podido imaginar.


La sinopsis de “Big Bad Wolves” recuerda inevitablemente a títulos como “Prisioneros” (el padre vengativo que secuestra al principal sospechoso de la desaparición de su hija), “Hard Candy” (la tortura a un supuesto pedófilo) e incluso “La caza” de Thomas Vinterberg (el profesor acusado de pederastia que sufre el rechazo de su entorno), pero la diferencia entre aquéllos y la película escrita y dirigida a cuatro manos por Aharon Keshales y Navot Papushado estriba en el tono. Mientras las primeras son ásperos dramas con tintes de thriller (o violentos thrillers con su dosis de drama), “Big Bad Wolves” tira de humor negro (negrísimo) para orquestar una macarrada ultraviolenta de dudosa lectura moral.


Quizá me esté volviendo viejo, no sé, pero a mí “Big Bad Wolves” me ha parecido un chiste demasiado largo y sin pizca de gracia. Es verdad que contiene algunos momentos inspirados en lo que respecta al tratamiento de la imagen, pero en términos narrativos abusa en exceso de la cámara lenta y se apoya demasiado en la (estupenda, eso sí) banda sonora de Frank Ilfman. La dilatación de las escenas para generar tensión entre los personajes en un recinto cerrado, recurso muy apreciado por el citado Tarantino (véanse la escena de la cantina en “Malditos bastardos” o la cena en Candyland en “Django desencadenado”), acaba volviéndose una excusa para justificar los 110 minutos de duración de una película que podría haberse resuelto perfectamente como un mediometraje o un episodio de una serie antológica de televisión al estilo “Alfred Hitchcock presenta”. Tampoco ayuda, me temo, que me haya sido imposible empatizar con ninguno de sus protagonistas. Ni siquiera con el padre de la niña asesinada, que era quien más papeletas tenía para ponerme de su parte: ni me gusta cómo está escrito el personaje ni me convence la forma en que lo aborda el actor que lo encarna, Tzahi Grad. Todos los caracteres que pueblan “Big Bad Wolves” son, en mayor o menor medida, unos psicópatas caricaturescos que sólo saben responder a la violencia con mucha más violencia, reaccionando en ocasiones de forma poco creíble, dadas las circunstancias en las que se encuentran.


No se me escapa cierta intención social en el retrato de los prejuicios hacia la población musulmana, representada precisamente por el único personaje civilizadodel film. Supongo que ahí subyace una crítica hacia lo desproporcionado de la respuesta (ya institucionalizada) de los israelíes hacia la violencia; a cómo el luchar contra el fuego con fuego se ha convertido en parte de la idiosincrasia nacional. O quizás el subjetivismo con el que cada espectador descifra una película esté entrometiéndose en mi interpretación de la cinta, adaptándola a los intereses de mi propia ideología.


Ni siquiera estas consideraciones sociológicas pueden, no obstante, salvar a “Big Bad Wolves” de mi quema particular. Sus intenciones, hacer humor de lo macabro, son tan obvias que el resultado final sólo admite dos opciones: o te ríes o te aburres. Yo me he aburrido, pero tengo perfectamente claro que eso no tiene tanto que ver con saber (o no) reírme de lo políticamente incorrecto (lo dice uno que se parte con “La hermandad de la Biblia Perry”) como con el hecho de que esta manifestación concreta de humor negro, simple en lo argumental y con un final bastante predecible, no me ha parecido especialmente graciosa.
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