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Top 10: mis películas favoritas de 2013

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Comentaba el otro día, en el encabezado de mi lista de discos preferidos (o lo que fuese) de 2013, que el año pasado fue muy satisfactorio a nivel personal pero poco fructífero en el aspecto musical. Por suerte no ha pasado lo mismo, o al menos no en la misma medida, con el cine. 2014 ha sido un año bastante decente en cuanto a estrenos cinematográficos y, como ya es tradición, toca ahora repasar los diez títulos que más me han gustado del pasado curso; títulos estrenados en España entre el 1 de enero y el 31 de diciembre. Como ocurre cada año, conviene recordar que uno no ha visto todo el cine que se ha estrenado y que es por ello consciente de que entre lo no visto bien podrían estar varios films que merecerían un puesto en el ranking, deplazando a algunos de los presentes. Cintas como “La gran belleza”, “Rush”, “Antes del anochecer”, “Capitán Phillips”, “Blue Jasmine”, “La caza”, “Spring Breakers” o “Sólo Dios perdona” están convenientemente anotadas en mi lista de películas pendientes de visionado, así que no sería tan descabellado que de aquí a un par de meses mi 2013 cinematográfico adquiriese un cariz muy diferente. Hay en este listado, por otro lado, dos ausencias destacadas, las de “Amor” de Michael Haneke y “La cabaña en el bosque” de Drew Goddard. La razón es que, aunque ambas películas se estrenaron oficialmente en nuestro país a lo largo de 2013, ya habían sido proyectadas en el ciclo compostelano Cineuropa a finales de 2012, lo que me llevó a incluirlas en el top 10 de aquel año. Como son dos films fascinantes, cada uno a su manera, no quiero dejar pasar la ocasión de recomendarlos encarecidamente una vez más, convirtiendo este top 10 en un top 12 encubierto.

Y, ahora sí, mis diez favoritas (digamos) oficiales:

10 - El consejero



9 - Stoker

(Reseña en El Abismo AQUÍ)



8 - Monstruos University

(Reseña en El Abismo AQUÍ)



7 - El hombre de acero

(Reseña en El Abismo AQUÍ)



6 - Pacific Rim

(Reseña en El Abismo AQUÍ)



5 - La vida de Adèle

(Reseña en El Abismo AQUÍ)



4 - 12 años de esclavitud



3 - The Master



2 - Gravity

(Reseña en El Abismo AQUÍ)



1 - Django desencadenado

(Reseña en El Abismo AQUÍ)



A propósito de los Coen

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"Si no es nuevo y nunca envejece, entonces es una canción folk."

Llewyn Davis


Fieles a sus obsesiones, con “A propósito de Llewyn Davis” los hermanos Coen introducen en su filmografía a otro de sus entrañables perdedores. El retrato del músico ficticio que da título al film, aspirante a cantautor profesional en el neoyorkino Greenwich Village de principios de los años 60, es un ejercicio cinematográfico tan coenianocomo uno podría esperarse: mezcla de patetismo, humor seco como la tos e inesperadas situaciones kafkianas; pero también de una honesta tristeza que lo inunda todo y de una comprensión profunda de los resortes del alma humana.


Oscar Isaac encarna con convicción a este Llewyn Davis, trasunto del músico real Dave Van Ronk y primo lejano del profesor gafe de “Un tipo serio”, que se siente tan perdido como Garfunkel sin su Simon tras quedarse huérfano de compañero artístico y que trata de hacerse un hueco como solista en una industria musical que, entonces casi tanto como ahora, prefiere el dinero rápido del hit inofensivo antes que una voz personal con algo que decir. El camino al infierno está asfaltado con buenas intenciones, y en su homérico viaje hacia ninguna parte Davis conocerá a toda suerte de músicos, representantes, ginecólogos y animales domésticos que pondrán a prueba su paciencia, su integridad artística y la determinación necesaria para perseguir su sueño hasta las últimas consecuencias.


Bruno Delbonnel, director de fotografía de la célebre “Amelie” de Jean-Pierre Jeunet, pone por primera vez su paleta de colores a disposición de los realizadores de “Fargo” y “El gran Lebowski” para iluminar una Nueva York invernal en la que el frío cala hasta los huesos a ese músico vagabundo sin abrigo ni un céntimo en el bolsillo, que recorre la ciudad, guitarra y felino en mano, buscando a cualquiera que le ofrezca un sofá en el que pasar la noche. Pero al contrario que Sixto Rodríguez, el poeta maldito para el que todo el mundo tiene una palabra amable en el estupendo documental “Searching for Sugar Man”, Llewyn Davis va gastando sus últimos cartuchos y cerrándose las puertas de amigos, amantes y simples conocidos a medida que se hunde más y más en el reconocimiento de su propia derrota.


No conviene engañarse: ésta es una película firmada por Joel y Ethan Coen y eso significa que, de todo el surrealista zoológico folk que la puebla, probablemente el personaje más antipático (por cobarde, interesado y mentiroso) sea el propio Llewyn. Conseguir que nos identifiquemos con él, a pesar de los pesares, es uno más de los grandes aciertos de un film que se beneficia, por descontado, de un reparto de pesos pesados (nadie lo es más que el actor fetiche de los hermanos, John Goodman) y de una banda sonora de lujo, encabezada por el delicioso “Fare thee well”que Marcus Mumford (de los ídem & Sons) comparte con el propio Isaac en una de las primeras escenas de la cinta.


El inimitable sello autoral de los Coen convierte a “A propósito de Llewyn Davis” en uno más en su larga lista de clásicos inmediatos. También, por consiguiente, en otra película destinada a ganarse el aplauso de sus incondicionales y la apatía de todos aquellos que aún no han sabido conectar con su nihilista visión del universo. Lo que está claro es que la carrera por los Oscar le queda muy lejos al bueno de Llewyn: sería casi un sacrilegio que esta poética oda al fracaso acabase triunfando en los premios más caprichosos y convencionales de la industria del entretenimiento. Con permiso de los Grammy latinos, por supuesto.

Top 10: mis comics favoritos de 2013

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En lo relativo a los tebeos, 2013 fue el año de mi gran reconciliación con el mainstream superheroico. El trabajo de escritores tan solventes como Jason Aaron, Rick Remender, Jonathan Hickman o Mark Waid, a los que se unieron dibujantes de primera fila en el proyecto/relanzamiento Marvel NOW!, consiguió que un servidor volviese a disfrutar como un enano con colecciones y personajes a los que tenía completamente perdida la pista. Después de tanto tiempo sin acercarme al formato, volví a devorar compulsivamente las grapas que Panini publica en nuestro país, y hasta acabé el año recibiendo con los brazos abiertos a uno de esos crossovers/eventos que habitualmente me producen urticaria: “Infinity”. Pesa mucho en esta vuelta al redil marvelita la excelente labor de reedición que la editorial italiana está haciendo de algunas de las mejores etapas que los tebeos de superhéroes hayan vivido jamás: “La imposible Patrulla X” de Claremont, Byrne y compañía, “El asombroso Spider-man” de Lee y Romita, “Los Cuatro Fantásticos” de Lee y Kirby o “El poderoso Thor” de Walt Simonson pueden encontrarse ahora en las librerías españolas en gruesos tomos recopilatorios que representan el cénit de una forma de entender el género. Por el lado de la Distinguida Competencia, el 2013 ha sido algo más discreto. Pese al compromiso de recuperación de títulos imprescindibles por parte de ECC Ediciones (tebeos como “Watchmen”, “V de Vendetta”, “The Sandman” o “All-Star Superman” siempre deberían estar disponibles), la mayor parte del material que me interesa lo tengo ya en ediciones anteriores, y reconozco que de los Nuevos 52 de DC ahora mismo sólo sigo con mediano interés el “Batman” de Scott Snyder y Greg Capullo y las aventuras de Wonder Woman escritas por Brian Azzarello y dibujadas por Cliff Chiang y Tony Atkins. Dentro del subsello Vertigo las cosas están demasiado tranquilas, me temo, y pese a cabeceras tan interesantes como “The Unwritten” y “American Vampire”, no encuentro una serie regular que signifique para mí lo que en su momento supusieron títulos como “Predicador”, “Los Invisibles”, “100 Balas” o “Scalped”. De hecho, parece que es Image Comics, con el incombustible Robert Kirkman a la cabeza, quien se ha llevado el gato al agua en lo que respecta a la fantasía, el terror y la ciencia-ficción para adultos.

Volviendo al tema de las reediciones, es imperativo alabar la determinación de EDT al recuperar esa obra absolutamente imprescindible del tebeo español que es “Hombre” de Ortiz y Segura; su lectura en el momento actual le provoca a uno escalofríos por lo relevante de sus apocalípticas predicciones. El recopilatorio de “Creepy” dedicado a Richard Corben fue otro de los platos fuertes del año, y uno desearía que alguna editorial autóctona hiciese idéntico esfuerzo por recuperar la obra completa del artista oriundo de Kansas (¿os imagináis un recopilatorio en cartoné y a gran tamaño de “Den”?). Mención aparte merece la publicación en castellano, por fin, del alabado “El rayo mortal” de Daniel Clowes: poco importa que un servidor apenas conecte con el autor de “Ghost world”; ningún tebeo con tantos reconocimientos debería permanecer vedado al público hispanohablante durante una década.

Por supuesto, un año más descubro que son tantos los tebeos que me interesan y que no he leído como los que finalmente sí he podido disfrutar. Entre mis lecturas recientes hay tres ausencias destacadas que me propongo remediar en cuanto buenamente pueda: “La colmena” de Charles Burns, “El libro de los insectos humanos” de Osamu Tezuka y esos tentadores recopilatorios que EDT está publicando con las enfermizas historias cortas de Shintaro Kago. Jim Woodring (“La cuerda del laúd”), Manu Larcenet (“Blast”), Kengo Hanazawa (“I am a hero”) o Joe Hill y Gabriel Rodríguez (“Locke and Key”) tendrán que esperar todavía un poco más. Desgraciadamente, la fórmula dinero/tiempo/espacio en las estanterías resulta más aterradora que la ecuación de la Antivida que tanto obsesiona al amigo Darkseid.

Pero basta de cháchara: se supone que esto es una lista. Aquí están mi diez comics favoritos (excluyendo reediciones) publicados en España a lo largo de 2013. Lean, juzguen y condenen mi dudoso criterio:


10 - Los muertos vivientes (Robert Kirkman / Charlie Adlard)

(Reseña en el Abismo AQUÍ)



9 - Thor: Dios del trueno (Jason Aaron/Esad Ribic)

(Reseña -o algo- en el Abismo AQUÍ)



8 - The League of Extraordinary Gentlemen. Century: 2009 (Alan Moore / Kevin O'Neill)

(Reseña en el Abismo AQUÍ)



7 - Beowulf (Santiago García / David Rubín)



6 - Los proyectos Manhattan (Jonathan Hickman / Nick Pitarra)



5 - Imposibles X-Force (Rick Remender / Varios dibujantes)

(Reseña en el Abismo AQUÍ)



4 - Invencible (Robert Kirkman / Ryan Ottley / Cory Walker)

(Reseña en el Abismo AQUÍ)



3 - Aama vol. 3: el desierto de los espejos (Frederik Peeters)




2 - Punk Rock Jesus (Sean Murphy)



1 - Los surcos del azar (Paco Roca)


Colaboración con ECC Ediciones: "Astro City: Puertas abiertas"

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La editorial ECC Ediciones acaba de hacer públicas sus novedades para el mes de marzo, y junto a las habituales series mensuales y algunas reediciones tan imprescindibles como el "Ronin" de Frank Miller y Lynn Varley o el inicio de "La Cosa del Pantano" de Alan Moore, Stephen Bissette y John Totleben, puede encontrarse el primer tomo recopilatorio de la nueva encarnación del "Astro City" de Kurt Busiek, Brent Anderson y Alex Ross, ahora publicada bajo el paraguas del sello Vertigo de DC Comics.


Este volumen, titulado "Puertas abiertas", recopila los primeros números de la reciente serie regular y será publicado en formato cartoné (manteniendo, asumo, una continuidad con los ocho tomos publicados en el pasado por Norma Editorial). Además, cuenta con un texto teórico y una contraportada firmados por un servidor: tratándose de mi trabajo preferido de Kurt Busiek, podéis imaginaros qué satisfacción más grande me produce esta última colaboración (hasta la fecha) con ECC Ediciones.

El camino del exceso

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El hombre medio no desea que le digan si el mercado es alcista o bajista. Lo que desea es que le digan, de forma específica, qué valor comprar o vender. Quiere algo por nada. No desea trabajar. Ni siquiera desea pensar”.

Jesse Lauriston Livermore


Está de moda arrepentirse de los excesos y criticar las drogas que te hicieron tan feliz”.

Mick Jagger


De la generación de directores que renovaron el cine norteamericano durante la década de los 70, posiblemente Martin Scorsese sea el único que mantiene su energía creativa intacta. Francis Ford Coppola y Brian de Palma no levantan cabeza desde los tiempos de “Dracula de Bram Stoker” (1992) y “Atrapado por su pasado” (1993), respectivamente. Michael Cimino permanece maldito para la industria desde el batacazo de “La puerta del cielo”, allá por 1980, y George Lucas acaba de vender su imperio galáctico para retirarse y contar sus monedas de oro cual Tío Gilito mientras deja en manos de Disney y J.J. Abrams la misión de sanear la deteriorada imagen de “Star Wars” tras los fallidos Episodios I, II y III. Mucho más reivindicable es el papel de Steven Spielberg en el actual cosmos cinematográfico pero, por entretenidas que hayan resultado “La guerra de los mundos” y “Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio”, es preciso remontarse hasta el año 2002 para encontrar la última gran película de su filmografía hasta la fecha: “Atrápame si puedes”. Scorsese, sin embargo, prosigue incansable en su tarea de entregar futuros clásicos para las generaciones venideras, y sólo hay que echar un vistazo a su producción en el siglo XXI para comprender por qué hablamos de una leyenda más viva que nunca: “Gangs of New York” (2002), “El aviador” (2004), “Infiltrados” (2006), “Shutter Island” (2010) y “La invención de Hugo” (2011) certifican su buen estado de forma, y a ellas acaba de unirse “El lobo de Wall Street”, recién estrenada en las pantallas de nuestro país.


Por si no habéis reconocido el patrón, ahí va una pista: Leonardo DiCaprio. El antiguo ídoloforracarpetas ha protagonizado todas las películas de Scorsese en el presente milenio a excepción de “La invención de Hugo”. De hecho, prácticamente podría decirse que ha sido la confianza puesta en el actor por parte del responsable de “Taxi driver” lo que ha elevado a DiCaprio desde el estatus de yogurín congelado (en “Titanic”) hasta su reconocimiento (casi) generalizado como uno de los intérpretes más talentosos de su generación.


En “El lobo de Wall Street”, el eterno candidato al Oscar da vida a Jordan Belfort, agresivo corredor de bolsa que a finales de los 80 inicia una desenfrenada carrera de estafas bursátiles regada con ingentes dosis de drogas, sexo y consumismo de altos vuelos (helicóptero de recreo incluido). Belfort es un personaje real, con un breve cameo en los compases finales de la cinta, y es precisamente su libro de memorias el que ha servido como base para el libreto firmado por Terence Winter, guionista y productor de “Los Soprano”y creador de “Boardwalk Empire”. Dada la relación previa tanto de Scorsese como de Winter con las historias de mafiosos, no es casual que la estructura narrativa de “El lobo de Wall Street” recuerde a algunos títulos fundamentales del género. La voz en off del protagonista, que rompe la cuarta pared y narra su ascenso y posterior caída en un larguísimo flashback, remite tanto a “Uno de los nuestros” como a “Casino”, mientras que el plantel de disparatados secundarios que rodea a Belfort en sus tropelías bien podría haber salido de alguna de las teleseries que Winter ha firmado para la HBO.


El frenesí narrativo con el que Scorsese menea la cámara entre las filas de brokers de la firma milmillonaria Stratton Oakmont parece fruto de una sobredosis de cocaína, manifestando un desenfreno audiovisual como no se recordaba en la filmografía del cineasta desde los días de “Al límite”. El exhaustivo trabajo de edición llevado a cabo por Thelma Schoonmaker, montadora habitual (y prácticamente en exclusiva) de Scorsese, consigue que estas tres horas de sexo, drogas y dinero en cuentas suizas nunca levanten el pie del acelerador. A la media hora de comenzar la proyección me entraron ganas de mear y tuve que aguantarme hasta que empezaron a correr los títulos de crédito porque no podía despegar los ojos de la pantalla. Lo cual no significa, claro, que Scorsese y cía. no pudiesen haber contado exactamente la misma historia empleando 20 ó 30 minutos menos.


¿Acaso importa, cuando el resultado es tan alocadamente divertido? Las aventuras químicas y sexuales de Belfort, ambientadas con versiones punk de Simon y Garfunkel, poseen el atractivo irresistible de un cruce entre el “Wall Street” de Oliver Stone y una de esas películas norteamericanas de universitarios salidos (“American Pie” y derivados) escrito por la gruesa pluma de Seth McFarlane, el creador de “Padre de familia”. De forma deliberada, la película resulta engañosamente hortera, sexista e infantil porque así es como se describen sus protagonistas según su comportamiento: como una pandilla de adolescentes que han descubierto que cuando tu fortuna personal tiende a infinito, los únicos límites para tus acciones son los que tú mismo decidas imponerte. Esta ligereza, esta comedia por la comedia sin grandes reflexiones ni enseñanzas vitales, podría ser entendida como el gran pero de “El lobo de Wall Street”, aunque quizás ese handicap sea fruto de los apriorismos con los que el espectador aborde el material y no de la propia película, que nunca engaña a nadie en sus intenciones: conseguir arrancarnos una carcajada tras otra a lo largo de 179 minutos.


Paradigmático de todos los aciertos y excesos del film resulta el titánico esfuerzo interpretativo de un Leonardo DiCaprio histriónico y desatado, a medio camino entre su sádico personaje en “Django desencadenado” y el trabajo corporal del maestro del slapstickJim Carrey (y a la descacharrante escena del Club de Campo me remito). Si alguna vez dudé de la vis cómica del protagonista de “El gran Gatsby”, me trago alegremente mis palabras y pido una segunda ración. Ayuda también, por supuesto, que la estrella indiscutible de la película aparezca rodeada por un plantel inmejorable de secundarios: desde el sorprendente Jonah Hill, en uno de los roles más bizarros de su carrera, hasta la despampanante Margot Robbie, convincente en su faceta de mujer trofeo, pasando por un magistral Matthew McConaughey, capaz de lograr en apenas cinco minutos que uno desee que le den el Oscar el próximo 2 de marzo (incluso aunque sea por una cinta diferente, “Dallas buyers club”).


Supongo que a estas alturas nadie espera que la última película de Martin Scorsese vaya a ser la mejor de su carrera. Nominaciones y galardones aparte, decir que “El lobo de Wall Street” mantiene el nivel de su filmografía previa me parece una razón más que suficiente para recomendarla a todo aquél que busque una comedia salvaje carente de moralejas hipócritas y un ejercicio exuberante de narrativa cinematográfica y talento interpretativo.

Dioses pop y monstruos pulp

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Paul Pope tenía un sueño: publicar para DC Comics una nueva cabecera de Kamandi, el personaje creado por Jack Kirby, orientada hacia lectores jóvenes; recuperar al público original del tebeo de super-héroes homenajeando de paso a una de sus figuras fundacionales. La editorial, sin embargo, le dijo al autor de “100%” que nanai, que el lector al que se dirigen ahora sus tebeos se parece más a Sheldon Cooper (treinta-y-tantos, soltero, coleccionista compulsivo con un profundo conocimiento de todos los errores de continuidad del universo DC post-Crisis) que al chavalín que compra “Naruto”, “One Piece” o, ya puestos, “Scott Pilgrim”. Digan lo que digan las cifras de mercado. Pope decidió entonces pasar de Kamandi y de DC (y del parque de atracciones) y se hizo un Juan Palomo relanzando el proyecto desde cero, ahora con plena libertad creativa, y llevándolo a las librerías a través de la casa independiente First Second Books. El resultado es “Battling Boy”: lo más parecido al comic de super-héroes perfecto para grandes y pequeños.


Lejos de densas metarreflexiones y profundas disecciones de la psique del enmascarado, las aventuras de este niño-dios enviado por su padre a la Tierra (pero no a la nuestra, sino a otra poblada por monstruos y plagada de tecnología retrofuturista) para poner a prueba su condición heroica ofrecen todo aquello que uno podría esperar del género en su estado quintaesencial: divertidas aventuras, poderes fascinantes, peleas imposibles, imaginación desbocada y un genuino sentido de la maravilla.


En otras circunstancias, “Battling Boy” hubiera sido mi serie de dibujos favorita de los sábados por la mañana cuando tenía 8 años; y 12; y también 16 (yo vi dibujos los sábados por la mañana hasta que llegué a la universidad). De hecho, el tema de los poderes totémicos del Chico Batallador recuerda un poco a “Ben 10”, un programa muy majo protagonizado por un niño que se transmuta en distintos avatares alienígenas. Leo ahora “Battling Boy”, en viñetas, a mis 30 tacos, y me sigue pareciendo el mejor plan posible para una mañana de sábado tirado en el sofá.


Durante su disfrute, uno reconoce sensaciones familiares, ecos de otras lecturas precedentes: desde el derroche de creatividad del “Thor” de Lee y Kirby (el mundo del que proviene el Chico Batallador tiene mucho del Asgard marvelita) hasta la visceral energía de “El Héroe” de David Rubín (otro que también ha sabido reformular magistralmente los códigos del género), todo ello impregnado del regusto inteligentemente infantil del “Bone” de Jeff Smith.


Tampoco se trata de buscar una fórmula concreta del éxito. Es más: juraría que eso es lo contrario de lo que hace Pope en este tebeo. Porque “Battling Boy”, pese a su respeto por los arquetipos y los lugares comunes (algo deliberado, buscado por el propio autor), sigue siendo un comic 100% personal. Un proyecto con vocación comercial hecho con cariño y dedicación por un artista (que no un artesano) con alma de outsider. Se nota que el dibujante, afincado en Nueva York, lo da todo en cada uno de sus trabajos, ya sean creaciones independientes como “Heavy Liquid” o publicaciones para las majors como “Batman: Año 100” o aquellas estupendas planchas protagonizadas por Adam Strange en “Wednesday Comics”.


Esta dedicación y este disfrute personal se dejan notar en el admirable trabajo gráfico que redondea la propuesta de Pope. Su trazo suelto y expresivo, su gusto exquisito al componer la página, su fabuloso uso de los colores planos y su narrativa dinámica hacen de cada página un puñetazo en la mirada del lector. Ni siquiera el reducido formato en que la obra ha visto la luz (antes de acordarse de las madres de los responsables de la edición española, DeBolsillo, conviene saber que la original norteamericana también es más pequeña que un comic-book al uso) logra menguar el atractivo visual de este “Battling Boy” destinado a convertirse, ya desde los primeros compases de 2014, en uno de los tebeos del año.

Y mucho ojo con el primer spin-off de la serie: una precuela guionizada por Pope y dibujada por David Rubín titulada "The rise of Aurora West".

Las películas de los Oscars 2014

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Durante la madrugada española del domingo 2 al lunes 3 de marzo se entregarán en el Dolby Theatre de Los Angeles los premios más importantes, en cuanto a popularidad y repercusión, de la industria del cine. Por consiguiente, y siguiendo la sacrosanta tradición abismal, es momento de hacer recuento, balance y predicciones en lo que respecta a las películas nominadas y a lo que un servidor cree que ocurrirá en el reparto de premios.



Las grandes favoritas

Una vez más, la Academia nomina un montón de títulos en la categoría de mejor película (9, para ser exactos) cuando es bastante obvio que sólo 4 ó 5 de ellos cuentan en la carrera por el galardón principal. Pero ya se sabe que estar nominada es una estrategia de marketing muy efectiva, y para muchos films es posiblemente la única que les asegurará una mínima recaudación.


Éstas son las 9 candidatas de este año a mejor película:

12 años de esclavitud (12 years a slave)


De qué va: Solomon Northup, un negro libre del norte de Estados Unidos, es secuestrado y vendido como esclavo para servir en las plantaciones del sur.

A qué está nominada: 9 candidaturas: película, director (Steve McQueen), actor principal (Chiwetel Ejiofor), actor de reparto (Michael Fassbender), actriz de reparto (Lupita Nyong'o), guión adaptado, montaje, dirección artística y vestuario.

Puntos fuertes: tras ser ninguneados en las nominaciones a los Oscar por su anterior colaboración en "Shame", la Academia podría intentar compensar tanto a McQueen (director) como a un inmenso Michael Fassbender. Un reparto espléndido encabezado por Chiwetel Ejiofor, un rostro conocido al que por fin Hollywood ha puesto nombre. Técnica y narrativamente es impecable, y se encuentra en un equilibrio perfecto entre la personalidad del cine de autor y un clasicismo más asimilable por el gran público.

Puntos débiles: su brutalidad, que obligará a algunos espectadores a apartar la mirada de la pantalla en más de una ocasión. En una celebración que tiende más al patriotismo que a la autocrítica nacional, su despiadado retrato de la Norteamérica esclavista podría disgustar a más de un académico.

Una opinión personal: retrato de un acontecimiento histórico al que el cine aún no había hecho justicia (siempre tratado tangencialmente, o como trasfondo, o desde el punto de vista de los libertadores y no de los esclavos), "12 años de esclavitud" es una tragedia sin contemplaciones, crudísima y desasosegante, que no cae en la sensiblería a la que otros cineastas más cómodos habrían recurrido para alcanzar un convencional clímax lacrimógeno. McQueen, más cerca del Polanski de "El pianista" que del Spielberg de "La lista de Schindler", entrega la que sin duda será la mayor referencia cinematográfica sobre la esclavitud durante mucho, muchísimo tiempo, del mismo modo que aquéllas lo son aún del Holocausto. Contundente, crítica, brillantemente interpretada y sin renunciar ni a una migaja de calidad cinematográfica en pos de la comercialidad, "12 años de esclavitud" es la perfecta película oscarizable.

¿VereGIFto?




Las gran estafa americana (American hustle)


De qué va: una pareja de timadores se ve obligada a colaborar con un impulsivo agente del FBI en un caso de corrupción política.

A qué está nominada: 10 candidaturas: película, director (David O. Russell), actor principal (Christian Bale), actriz principal (Amy Adams), actor de reparto (Bradley Cooper), actriz de reparto (Jennifer Lawrence), guión original, montaje, dirección artística y vestuario.

Puntos fuertes: la transformación física (peluquín incluido) de Christian "R U professional?" Bale. Amy Adams, fabulosa con su impostado acento inglés. La divertida ambientación setentera. Una carrera plagada de éxitos en los premios previos a los Oscar que la postulan, pese a la presencia de competidoras más sólidas, como la "Argo" de 2014.

Puntos débiles: Bale y Lawrence fueron galardonados por sus anteriores colaboraciones con O. Russell ("The fighter" y "El lado bueno de las cosas", respectivamente) y ya se sabe que a la Academia no le gusta premiar a un mismo intérprete dos veces en tan poco tiempo. El estilo de O. Russell recuerda tanto al de Scorsese que sería casi un insulto al italoamericano que se reconociese más la labor del primero que la del segundo.

Una opinión personal: pese al sorprendente crédito que O. Russell ha estado recibiendo por parte de la crítica norteamericana en los últimos años, "La gran estafa americana" no deja de ser un film bastante convencional en el que sólo Amy Adams brilla con luz propia. Más allá de su transformación física en Torrente, Bale se limita a cumplir, mientras que Cooper y Lawrence sacan su lado más chanante y aciertan, aunque tampoco de forma memorable. ¿Es "La gran estafa americana mejor que "El lado bueno de las cosas"? Por descontado, aunque eso no significa demasiado. ¿Y que "The fighter"? Va a ser que no. ¿Es entretenida? Sí, bastante. ¿Una gran película? Si se llega a estrenar en junio, a estas alturas nadie se acordaría de ella.

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Capitán Phillips (Captain Phillips)


De qué va: basada en hechos reales, narra el secuestro del barco Maersk Alabama a manos de piratas somalíes.

A qué está nominada: 6 candidaturas: película, actor de reparto (Barkhad Abdi), guión adaptado, montaje, sonido y efectos sonoros.

Puntos fuertes: realismo, suspense y ritmo, señas de identidad del cine de Paul Greengrass. Un montaje modélico. La sorprendente interpretación del líder de los piratas (Barkhad Abdi) y la no tan sorprendente (porque ya sabemos de lo que es capaz) de un Hanks que hubiera merecido nominación.

Puntos débiles: que "sólo" es un thriller ejemplar: no hay demasiada carga emocional ni moraleja de ningún tipo en la sobria recreación de este secuestro en alta mar.

Una opinión personal: tras el traspiés de "Green Zone", Greengrass regresa a su mejor estado de forma entregando otra cinta que es puro nervio, suspense destilado. Es cierto que los personajes son esquemáticos, apenas esbozados en los primeros minutos del film, pero no es ahí donde reside el interés dramático de la película, sino en algo tan atávico como es la supervivencia al nivel más elemental y primitivo. Aferrándose a ese sentimiento con el que todos podemos empatizar, "Capitán Phillips" ofrece dos horas y cuarto intensísimas, de las que le dejan a uno sin aire en los pulmones, articuladas con precisión de relojero. 

¿VereGIFto?



Dallas buyers club


De qué va: Ron Woodroof, un rudo vaquero texano, descubre que tiene Sida. Desahuciado por los médicos y repudiado por sus amigos, tratará por todos los medios de encontrar un medio para sobrevivir un día más.

A qué está nominada: 6 candidaturas: película, actor principal (Matthew McConaughey), actor de reparto (Jared Leto), guión original, montaje y maquillaje.

Puntos fuertes: dos actores, McConaughey y Leto, en estado de gracia y luciendo unas impresionantes transformaciones físicas de esas que tanto gustan en los premios. Su capacidad para combinar el drama con la comedia.

Puntos débiles: en la línea de "Capote", "Milk", "El último rey de Escocia" o "Ray", "Dallas Buyers Club" es una de esas películas en las que la interpretación protagonista captura irremediablemente todas las atenciones y eclipsa al resto de apartados del film, con lo que el Oscar para McConaughey podría ser su única recompensa.

Una opinión personal: más allá de las espectaculares interpretaciones de sus protagonistas, "Dallas Buyers Club" es un emocionante, divertido y honesto canto a la vida. Tiene la inmensa virtud de oler a Oscar casi sin pretenderlo, de ser recomendable para todo tipo de públicos sin hacer concesiones y de lograr que pasemos de la sonrisa al quebranto sin solución de continuidad. Resulta curioso que, no siendo mi favorita de entre las nominadas, no se me ocurra absolutamente nada malo que decir de ella. A eso yo lo llamo un éxito total.

¿VereGIFto?



Gravity


De qué va:dos astronautas, la doctora Ryan Stone, primeriza en la exploración del cosmos, y el comandante Matt Kowalski, veterano de la NASA que cumple su última misión, quedan a la deriva tras un accidente inesperado durante un rutinario paseo espacial.

A qué está nominada: 10 candidaturas: película, director (Alfonso Cuarón), actriz principal (Sandra Bullock), montaje, fotografía, banda sonora, dirección artística, sonido, efectos sonoros y efectos visuales.

Puntos fuertes: Sandra Bullock en el mejor papel de su (por lo general) insípida carrera. Técnica y narrativamente "Gravity" es Dios, y si Cuarón no gana la estatuilla a la mejor dirección con esta película ya puede olvidarse de ella hasta tener edad para recibir una honorífica.

Puntos débiles: algunos espectadores despistados le han achacado una supuesta sencillez en su guión. Bullock ya tiene un Oscar, ganado en 2010 por "The blind side", así que es poco probable que le den otro tan sólo cuatro años después. El cine de temática espacial no suele ganar premios más allá de los aspectos técnicos.

Una opinión personal: tanto si uno prefiere quedarse únicamente con la apabullante experiencia audiovisual, motivo más que suficiente para pagar la entrada en la sala de cine más grande de la ciudad, como si tiene aspiraciones filosóficas más profundas, “Gravity” es una película imprescindible: técnicamente sublime, narrativamente superior a casi cualquier cosa estrenada en la última década y dotada de un catártico trasfondo existencial.(Puedes leer una reseña completa AQUÍ).

¿VereGIFto?



Her


De qué va: en plena depresión post-ruptura, Theodore, un escritor sensible e introspectivo, inicia una relación sentimental con una inteligencia artificial incorpórea llamada Samantha.

A qué está nominada: 5 candidaturas: película, guión original, banda sonora, canción (“The moon song”) y dirección artística.

Puntos fuertes: un guión arrebatador, que hace del diálogo (casi obligatoriamente) su mejor arma. Joaquin Phoenix, uno de los mejores actores del mundo (no hay más que comparar su interpretación en "The master", nominada hace un año, con la de esta película). Un reparto femenino de los que enamoran: Amy Adams, Olivia Wilde, Rooney Mara y la cautivadora voz de Scarlett Johansson. La banda sonora de Arcade Fire (sí, soy muy fan y quiero verlos recoger el Oscar).

Puntos débiles: su originalidad puede jugar a la contra, pues la Academia, que es un pelín rancia, suele premiar el clasicismo. Además, su condición de comedia indie del año (aunque realmente sea más dramedy que comedia) y el hecho de que su director, Spike Jonze, no haya sido nominado, le restan casi todas las opciones para alzarse con el premio gordo. Como tantas otras veces, la nominación es en este caso la recompensa.

Una opinión personal: libre de la excentricidad intelectual del guionista Charlie Kaufman, el ex de Sofia Coppola parece haber encontrado (como ya se vio en "Donde viven los monstruos") un nuevo pulso emocional en su cine. Su última película es una exploración tierna y profunda no sólo de la relación del ser humano con la tecnología, sino también (y sobre todo) de la naturaleza intangible de los sentimientos. Pero no dejes que esta descripción tan pomposa te engañe: "Her" es una cinta cargada de trascendencia y humanidad articulada de un modo sencillo y divertido. La película romántica que enamoraría a Charlie Brooker.

¿VereGIFto?



Nebraska


De qué va: Woody, un anciano alcohólico y senil, está convencido de que un premio de un millón de dólares le espera en Lincoln, Nebraska. Pese a tener la certeza que se trata de una estafa, su hijo David accederá a acompañarlo en su viaje.

A qué está nominada: 6 candidaturas: película, director (Alexander Payne), actor principal (Bruce Dern), actriz de reparto (June Squibb), guión original y fotografía.

Puntos fuertes: su magistral fotografía en blanco y negro. Su encantadora sencillez. Una banda sonora que ni siquiera está nominada.

Puntos débiles: su encantadora sencillez puede saber a poco.

Una opinión personal: después de la enorme decepción que supuso "Los descendientes", me ha alegrado reencontrarme con el  Alexander Payne de "A propósito de Schmidt" y "Entre copas". "Nebraska" no es su mejor película, y no estoy del todo seguro de que sea tan buena como ciertos sectores de la crítica quieren hacernos creer, pero sí es cierto que tiene un aspecto visual maravilloso y un par de personajes realmente memorables, además de uno de esos finales redondos que revalorizan todo lo visto en las dos horas anteriores.

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Philomena


De qué va: Philomena Lee, una inocente anciana irlandesa, decide encontrar a su hijo entregado en adopción hace 50 años. Un periodista de la BBC en horas bajas le ayudará en la búsqueda.

A qué está nominada: 4 candidaturas: película, actriz principal (Judi Dench), guión adaptado y banda sonora.

Puntos fuertes: Judi Dench, capaz de transmitir todo el rango de emociones humanas con la mirada: ella es la película.

Puntos débiles: "Philomena" es la clásica nominada británica, modesta y poco publicitada, que siempre consigue alguna candidatura de las importantes pero que tiene cero posibilidades de alzarse con la estatuilla a mejor film.

Una opinión personal: tan pequeña como es, el patito feo de las nominadas a mejor película tiene más alma y encanto que varias de sus competidoras directas. Además de suponer una denuncia necesaria de las injusticias cometidas durante años por uno de los poderes fácticos más terribles de nuestra sociedad. "Philomena" es una de esas películas emocionantes, bien escritas y mejor interpretadas, que se perderá entre la marabunta de las nominadas más vistosas. Encantadora.

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El lobo de Wall Street (The wolf of Wall Street)


De qué va:Jordan Belfort es un agresivo corredor de bolsa que a finales de los 80 inicia una desenfrenada carrera de estafas bursátiles regada con ingentes dosis de drogas, sexo y consumismo de altos vuelos.

A qué está nominada: 5 candidaturas: película, director (Martin Scorsese), actor principal (Leonardo DiCaprio), actor de reparto (Jonah Hill) y guión adaptado.

Puntos fuertes: su absoluta e hilarante desmesura. El apabullante saber cinematográfico de Scorsese, maestro de maestros. DiCaprio desencadenado.

Puntos débiles: la no nominación de la montadora Thelma Schoonmaker, además de insólita, es un handicap a la hora de optar al máximo galardón. Scorsese tiene reciente su premio al mejor director por "Infiltrados". La Academia parece empeñada en no reconocer el talento de DiCaprio: ésta es su cuarta nominación y todavía no ha cumplido los 40.

Una opinión personal: lasaventuras químicas y sexuales de Belfort poseen el atractivo irresistible de un cruce entre el “Wall Street” de Oliver Stone y una de esas películas norteamericanas de universitarios salidos (“American Pie” y derivados), todo ello escrito por la gruesa pluma de Seth McFarlane, el creador de “Padre de familia”. Nominaciones y galardones aparte, decir que “El lobo de Wall Street” mantiene el nivel de la filmografía previa de Scorsese me parece una razón más que suficiente para recomendarla a todo aquél que busque una comedia salvaje carente de moralejas hipócritas y un ejercicio exuberante de narrativa cinematográfica y talento interpretativo. (Puedes leer una reseña completa AQUÍ).

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Las otras multinominadas

Además de las 9 candidatas a mejor película, existen otros films con opciones (al menos sobre el papel) de alzarse con alguno de los premios que se entregarán este fin de semana. Éstas son las cintas que cuentan con más de una nominación:

A propósito de Llewyn Davis (Inside Llewyn Davis)


De qué va:Llewyn Davis es un cantautor folk que deambula por el Greenwich Village de principios de los 60 intentando hacerse un lugar en la industria discográfica.

A qué está nominada: 2 candidaturas: fotografía y sonido.

Puntos fuertes: pocos, de cara a los premios. Aunque como película me parezca superior a varias de las candidatas a mejor film.

Puntos débiles: sus nominaciones son de pedrea. Es prácticamente imposible que consiga premio.

Una opinión personal:el inimitable sello autoral de los Coen convierte a “A propósito de Llewyn Davis” en uno más en su larga lista de clásicos inmediatos. También, por consiguiente, en otra película destinada a ganarse el aplauso de sus incondicionales y la apatía de todos aquellos que aún no han sabido conectar con su nihilista visión del universo. (Puedes leer una reseña completa AQUÍ).

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Agosto (August: Osage County)


De qué va: tras la misteriosa desaparición de un escritor anciano y alcohólico, su familia se reúne en su casa de Oklahoma en torno a la matriarca del clan, enferma de cáncer. Adaptación de la obra teatral de Tracy Letts.

A qué está nominada: 2 candidaturas: actriz principal (Meryl Streep) y actriz de reparto (Julia Roberts).

Puntos fuertes: uno de los elencos más impresionantes del año, liderado por una fuerza interpretativa sin parangón: Meryl Streep.

Puntos débiles: 18 veces nominada, 3 veces ganadora (la última hace un año), la Streep no necesita ningún premio que la avale como la mejor actriz viva. Como debió pensar Leo Messi, "tampoco pasa nada si este año le dan el Balón de Oro a Cristiano".

Una opinión personal: pese a su escasa personalidad narrativa, lo que diferencia a este excesivo melodrama familiar de cualquier tv movie de sobremesa es el sublime trabajo actoral de un reparto espléndido y el libreto, cargado de bilis, con el que Letts adapta su propia obra. La larga escena de la cena, de una intensidad casi insoportable, supone el clímax de una cinta que se desdibuja un poco cuando Streep no aparece en pantalla. Con otros ingredientes y el mismo cocinero, posiblemente hablaríamos de una película muy inferior: por suerte no es el caso.

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Blue Jasmine


De qué va: tras una vida de lujo en Nueva York, Jasmine lo pierde absolutamente todo y se ve obligada a empezar de cero en San Francisco junto a su hermana Ginger.

A qué está nominada: 3 candidaturas: actriz principal (Cate Blanchett), actriz de reparto (Sally Hawkins) y guión original.

Puntos fuertes: Cate Blanchett, clara favorita al Oscar a mejor actriz principal. El montaje en paralelo de pasado y presente.

Puntos débiles: pese a su carácter extracinematográfico, la reciente acusación de pedofilia que pesa sobre Allen puede afectar a la valoración que los académicos tengan de su última película. Además, ya se sabe que el neoyorkino es más querido en el extranjero que en su propio país y que su tradicional negativa a acudir a la ceremonia de los Oscar (por compromisos musicales) le quitaría mucho encanto a la entrega del galardón a mejor guión original.

Una opinión personal: cada vez que Allen estrena cinta (y eso ocurre una vez al año), siempre hay un crítico o dos que afirman que "ésta es su mejor película en décadas". En este caso (casi) todos se han puesto de acuerdo en ello. A mí me recuerda demasiado a tantas otras cintas del clarinetista judío que me cuesta sentir ese entusiasmo. Es verdad que Blanchett está sublime y que el libreto está muy bien estructurado pero, pese a ser entretenida y tener momentos realmente buenos, no me sorprende en absoluto. Recomendable, como casi todo lo que hace Allen, pero lejos de su genial espontaneidad pretérita ("Annie Hall", "Manhattan", "Hannah y sus hermanas"...)

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Frozen: el reino de hielo (Frozen)


De qué va: adaptación libre de "La reina de las nieves" de Hans Christian Andersen en la que dos princesas hermanas, Elsa y Anna, se distancian a causa de los poderes secretos de la primera.

A qué está nominada: 2 candidaturas: largometraje de animación y canción (“Let it go”).

Puntos fuertes: su apuesta sin prejuicios por el musical animado más canónico, con una banda sonora espléndida. Su sentido del humor limpio y atemporal. Con permiso del maestro Miyazaki, la ausencia del estreno anual de Pixar ("Monstruos University") parece haberle allanado a "Frozen" el camino hacia el Oscar.

Puntos débiles: se trata de la apuesta más conservador en la categoría de mejor largometraje de animación, y si los académicos quieren dárselas de modernos puede tenerlo complicado frente a "Se levanta el viento" o "Ernest y Celestine".

Una opinión personal: más allá de su sofisticada perfección tridimensional, "Frozen" se presenta, al igual que "Enredados" en 2010, como un revival de la vieja receta Disney. Para aquellos que crecimos con los personajes y las canciones de hitos como "La Sirenita", "La Bella y la Bestia", "Aladdin" o "El Rey León", esta fábula invernal recupera la sensación de tener 10 años y dar saltitos de felicidad en la butaca mientras los protagonistas entonan pegadizas melodías. Tanto por técnica como por sentido puramente lúdico, "Frozen" es el clásico Disney con más encanto desde "Lilo y Stitch".

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Gru 2: mi villano favorito (Despicable me 2)


De qué va: nueva entrega de las aventuras de Gru, genio criminal convertido en padre adoptivo de tres pequeñas que sacarán a la luz su lado más amable.

A qué está nominada: 2 candidaturas: largometraje de animación y canción (“Happy”).

Puntos fuertes: los minions, mascotas animadas que ya han trascendido al ámbito de la cultura popular y que en 2015 protagonizarán su propio spin-off.

Puntos débiles: siendo una secuela, carece de la capacidad de sorpresa de la original.

Una opinión personal: coyuntural a más no poder, "Gru 2" supone una mejoría importante respecto a una primera entrega cuyo único hallazgo notable eran esas juguetonas criaturas amarillas inspiradas en los Rabbids de Ubi Soft. En esta segunda parte, los minions vuelven a reservarse casi todos los momentos estelares, en una sucesión de sketches que poco o nada tienen que ver con la trama principal y que deja bien claras las carencias dramáticas de un film que jamás esconde su vocación exclusivamente comercial. Tan entretenida como olvidable.

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El gran Gatsby (The great Gatsby)


De qué va:Nick Carraway, un joven aspirante a escritor, se traslada a Nueva York para probar fortuna como vendedor de bonos. Al llegar a la ciudad conocerá una insólita vida de lujo y vanidad en el matrimonio formado por su prima segunda Daisy y el marido de ésta, Tom Buchanan. Esta percepción de la riqueza y sus posibilidades quedará sin embargo eclipsada por las bacanales sin medida que cada noche se celebran en casa del vecino de Nick en el West Egg: el misterioso Jay Gatsby.

A qué está nominada: 2 candidaturas: dirección artística y vestuario.

Puntos fuertes: el glamour de los años 20 llevado a la pantalla con grandes medios técnicos y humanos.

Puntos débiles: su artificioso acabado digital rechina un montón y estoy convencido de que visualmente va a envejecer fatal.

Una opinión personal: cuando “El gran Gatsby” se olvida de epatar al espectador con su epiléptico frenesí videoclipero y se centra en los sentimientos de su atormentado protagonista, la película consigue ofrecer emociones auténticas con las que uno puede empatizar. El resto del tiempo, que es mucho (140 minutos que podrían haber sido 100 perfectamente), no es más que un carísimo carnaval que postula a su director, Baz Luhrmann, como el idóneo organizador del próximo desfile del día del orgullo gay.(Puedes leer una reseña completa AQUÍ).

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El Hobbit: la desolación de Smaug (The Hobbit: the desolation of Smaug)


De qué va: Bilbo, Gandalf y compañía prosiguen su peligroso viaje hacia la morada del dragón Smaug.

A qué está nominada: 3 candidaturas: sonido, efectos sonoros y efectos visuales.

Puntos fuertes: su apartado técnico, por supuesto, y el enorme cariño que el público siente hacia el combo Tolkien-Jackson.

Puntos débiles: la misma continuidad con la Trilogía del Anillo que ha garantizado el éxito comercial del proyecto se ha convertido en una vara de medir excesivamente exigente, llevando a la inevitable decepción de muchos seguidores de la saga.

Una opinión personal:“La desolación de Smaug” continúa acusando la elefantiasis autocomplaciente de Peter Jackson, y lo que hubiera quedado niquelado en dos horas justas se estira hasta la saturación de unos interminables 170 minutos. Por el camino, sin embargo, la cinta deja una cuantas escenas para el recuerdo (el ataque de las arañas en el Bosque Negro, la persecución por los rápidos del río o el cara a cara con el dragón del título) y una tensión dramática considerable, resultando bastante más satisfactoria que su predecesora, la soporífera “Un viaje inesperado”.

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El llanero solitario (The lone ranger)


De qué va: ayudado por el indio Toro (Tonto en el original), un abogado, reconvertido en ranger y dado por muerto tras la emboscada de unos forajidos, regresa de la tumba para impartir justicia en el salvaje (y esquizofrénico) Oeste imaginado por Gore “Piratas del Caribe” Verbinsky.

A qué está nominada: 2 candidaturas: maquillaje y efectos visuales.

Puntos fuertes: la cara pintarrajeada de Johnny Depp.

Puntos débiles: salvo a ciertos cinéfagos sin pelos en la lengua, "El llanero solitario" parece no haber gustado ni a crítica ni a público. En la categoría de efectos especiales hay candidatas mucho más "premiables".

Una opinión personal: la única película de 2013 con la que me he quedado dormido (en el salón de casa, claro). Innecesariamente larga, inesperadamente estrambótica y deliberadamente idiota, “El llanero solitario” es una de las peores inversiones llevadas a cabo por la Disney en los últimos años.

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El único superviviente (Lone survivor)


De qué va: basada en valerosos, patrióticos e inspiradores hechos reales, narra una misión en las montañas de Afganistán ejecutada por cuatro Navy Seals estadounidenses.

A qué está nominada: 2 candidaturas: sonido y efectos sonoros.

Puntos fuertes: las escenas de acción, muy bien rodadas. La banda sonora de Explosions in the Sky.

Puntos débiles: todo lo demás.

Una opinión personal: Berg, apadrinado en su día por Michael Mann, rueda con nervio y claridad expositiva un publirreportaje de las Fuerzas Armadas cuyo único objetivo es ensalzar a unos sufridos soldados norteamericanos, buenos buenísimos, que sangran apasionadamente en rojo, azul y blanco ante las balas de unos afganos más malos que la ETA, el aborto y los separatistas catalanes juntos. Basura propagandística pro-yanki en un envoltorio de lujo.

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The Grandmaster


De qué va: narra la historia de Ip Man, maestro de Bruce Lee, durante la invasión japonesa de China en la II Guerra Mundial.

A qué está nominada: fotografía y vestuario.

Puntos fuertes: por lo visto en trailers y demás, un gran diseño de producción y unas imágenes virtuosas de combates bajo la lluvia.

Puntos débiles: ¿una película asiática de artes marciales, filosófica y esteticista, nominada en categorías menores y que no es candidata a mejor film de habla no inglesa? Muuuuy complicado.

Una opinión personal: "The Grandmaster" es la única multinominada que aún no he visto. Es muy probable que acabe gustándome el día en que finalmente le dé una oportunidad, pero reconozco que sus 130 minutos de orientalismo trascendente made in Wong Kar-Wai me dan una pereza enorme ahora mismo. Así que...

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Mi quiniela personal

Por desgracia, lo que a mí me gusta y lo que acaba siendo nominado y premiado rara vez coincide. Si mis preferencias son discutibles, las de la Academia no te quiero ni contar. Todavía me sorprende que cintas como "Shakespeare in love", Una mente maravillosa", "Chicago" o "Slumdog millionaire" se impusiesen a competidoras como "Salvar al soldado Ryan", "La comunidad del anillo", "El pianista" y "El curioso caso de Benjamin Button", respectivamente. El año pasado, sin ir más lejos, una película tan mediocre como "Argo" derrotó a "Django desencadenado", "Amour", "Los Miserables" o "Vida de Pi", en mi opinión muy (pero que muy) superiores. Por eso mi quiniela es más una predicción suicida que un deseo: esto es lo que creo que ocurrirá la noche del domingo y no necesariamente lo que a mí me gustaría que ocurriese.


Mejor película

"12 años de esclavitud"

Mejor director

Alfonso Cuarón ("Gravity")

Mejor actor

Matthew McConaughey ("Dallas Buyers Club")

Mejor actriz

Cate Blanchett ("Blue Jasmine")

Mejor actor secundario

Jared Leto ("Dallas Buyers Club")

Mejor actriz secundaria

Lupita Nyong'o ("12 años de esclavitud")

Mejor película de habla no inglesa

"La gran belleza"

Mejor guión original

"Nebraska"

Mejor guión adaptado

"12 años de esclavitud"

Mejor fotografía

"Nebraska"

Mejor montaje

"12 años de esclavitud"

Mejor dirección de arte

"12 años de esclavitud"

Mejor diseño de vestuario

"12 años de esclavitud"

Mejor maquillaje

"El llanero solitario"

Mejor sonido

"Gravity"

Mejor edición de sonido

"Gravity"

Mejor banda sonora

"La ladrona de libros" (John Williams)

Mejor canción

"Ordinary love" de U2 ("Mandela. Del mito al hombre")

Mejores efectos visuales

"Gravity"

Mejor cortometraje de ficción

"The Voorman Problem"

Mejor largometraje de animación

"Frozen. El reino de hielo"

Mejor cortometraje de animación

"Possessions"

Mejor largometraje documental

"The act of killing"

Mejor cortometraje documental

"Facing fear"

Hachas, puentes y flechas

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Mi novia es más heavy que una lluvia de hachas.

Bajo sus mechas rubias de niña buena se esconde una meninge valkiria que vibra al ritmo de Megadeath, Disturbed y el reverendísimo Ronnie James Dio (que Satán lo tenga en Su gloria). Su Gibson Les Paul, modelo Zakk Wylde, comparte pared con una Behringer blanca y negra bautizada, apropiadamente, James. Cuando discutimos de cine, mi argumento definitivo suele ser “a ti no te ha gustado la película porque no explota nada”. Cuando hablamos de bandas y discos, el punto final de su refutación lo pone el modo tierno en que me mira y susurra “¿acaso me meto yo con tu mierda de música?”. Para nuestra fortuna y por el bien de nuestra relación, existen millones de líneas de diálogo de “Los Simpson” y “Futurama”que podemos escupirnos mutuamente como ametralladoras gatling. O los libros de Orwell. O la saga de Fénix Oscura. O “Breaking Bad”. O el sushi. Aún así, a veces yo consigo arrastrarla al cine para ver alguna película que acaba gustándole aunque no salga Bruce Willis, caso de “Philomena”, o le descubro un grupo que no conocía y que le toca la fibra desde la primera escucha, como sucedió con Graveyard. Otras veces es ella la que insiste en que yo le dé una oportunidad a alguno de sus films favoritos y un servidor termina abrazado a un cojín con los ojos vidriosos y la garganta atragantada en un puchero, como en los minutos finales de “El gigante de hierro”, o se pone a escuchar con cierta desgana la última de sus recomendaciones musicales y descubre uno de esos álbumes que deberían haber estado en lo más alto del top 10 del 2013 que publiqué hace un par de meses.

Las listas con lo mejordel año son así, queridos: mientras las redactas parecen La Verdad Absoluta, pero en cuanto las subes al blog se convierten automáticamente en un puñado intrascendente de kilobytes en un mar de spam infinito. O, citando otra de esas frases que ponen tierna a mi chica, se pierden “en el tiempo como lágrimas en la lluvia”.


“Fortress”, cuarto trabajo de estudio de la banda estadounidense Alter Bridge, llegó a mi disco duro por petición expresa de F., y ya antes de terminar la primera escucha tomé la decisión de pasarlo al iPod para poder degustarlo el resto del día (y de la semana) reventando mis tímpanos desde los auriculares: mis vecinos no se merecen el volumen atronador que se necesita para disfrutar plenamente de este disco.

Por ponernos en antecedentes (grosso modo y tirando de Wikipedia): Alter Bridge son un cuarteto de hard-rock/post-grunge/ponga-usted-aquí-la-etiqueta-que-prefiera afincado en Florida y formado por el vocalista principal y guitarrista Myles Kennedy, el también guitarrista Mark Tremonti (miembro fundador de la banda Creed), el bajista Brian Marshall (Creed again) y el percusionista Scott Phillips (que, vaya, también es miembro de Creed). Abreviando: Creed – Scott Allan Stapp + Myles Kennedy = Alter Bridge. ¿Qué significa eso en lo que a mí respecta?

1) Poco, en realidad, porque antes de “Fortress” no había escuchado nada de Alter Bridge ni de Creed

y 2) que quizás debería escuchar los discos anteriores de Alter Bridge y de Creed. De hecho, F. dice que si pongo el “Weatehered” de Creed reconoceré inmediatamente el sonido guitarrero que Alter Bridge esgrimen en “Fortress”. Ella es la experta, así que me lo creo.


¿Y cuál es la opinión del lego en la materia?

“Fortress” es uno de esos discos que puedo escuchar entero una vez al día durante un mes (el tiempo que hace que lo conocí) sin aburrirme. Me vale para ir en metro, para pasar la fregona en casa, para entrenar en el gimnasio o para salir a correr. Menos para dormir, todo. Está repleto de canciones enérgicas, con estructuras sorprendentes y estribillos pegadizos, nada obvias en su desarrollo pero fáciles de asimilar. De las que apetece cantar a grito pelado. Como coger todo lo bueno de un grupo de rock progresivo (como Tool o Dream Theatre, por poco que se parezcan entre sí) y juntarlo con todo lo bueno (que también lo tienen) de bandas tan comerciales como Bon Jovi o Kiss. Todos los cortes mantienen un nivel consistente, sin altibajos durante los más de 60 minutos que dura el álbum, aunque si debo escoger sólo uno para ilustrar las virtudes de este cuarto LP de Alter Bridge, que sea “Calm the fire”.

Lo mío con “Fortress” ha sido un auténtico flechazo. De esos que hacen que te preguntes: “¿dónde has estado toda mi vida?”. La misma cuestión que a veces uno se plantea con una persona. Y si resulta ser la persona adecuada, puede que incluso la metáfora de la flecha acabe resultando poco contundente. Como decía Foxy Shazam en otro de esos discos que entraron directos en mi lista de favoritos desde la primerísima escucha: “the only way to my heart is with an axe”.

Los detectives salvajes

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Superado el abismo técnico y presupuestario que hasta no hace tanto había diferenciado al cine de su hermano tonto catódico, la televisión ha conseguido ganarle definitvamente la partida a las salas de proyecciones liberándose de la limitación temporal. “The Wire” es una “French Connection” de 60 horas, “Los Soprano”, la edición más extendida de “Uno de los nuestros” que uno podría desear, y “Hermanos de sangre” la versión 2.0 más grande, más larga y sin cortes de la ya de por sí monumental “Salvar al soldado Ryan”. Es en esa capacidad para el desarrollo pleno de subtramas y personajes, en esa posibilidad de no dejar nada fuera de las dos fugaces o eternas horas (tres, si dirige Peter Jackson) que dura una película convencional, donde las series demuestran su auténtico potencial. El caso de “True Detective” no es ajeno a esto: su premisa inicial (pareja de policías persiguen a asesino en serie) recuerda inevitablemente a una tonelada de films estrenados en los últimos veinte años, siendo dos películas de David Fincher, “Seven” y “Zodiac”, las referencias que mejor describen el tono de la última propuesta de la HBO.


El punto de partida de “True Detective” no tiene nada de novedoso, pero sus casi ocho horas de desarrollo permiten una exploración de la psicología de sus protagonistas que supera con creces cualquier descripción de personajes vista previamente en el cine de psycho-killers. Hasta el punto, de hecho, de que lo menos interesante de la serie acaba siendo el caso policial que la vertebra: el alma de “True Detective” se encuentra en la complicada dinámica generada entre Rust Cohle y Marty Hart, dos investigadores tan incompatibles (por método policial y actitud vital) como puedan serlo el agua y el aceite, condenados a debatir durante 17 años, a un nivel casi metafísico, sobre los misterios de la vida y la muerte.


Hay en “True Detective” un constante trasfondo filosófico, a pesar de lo que al personaje de Hart, un hombre vulgar de apetitos muy vulgares, le gustaría. Su compañero, un obsesivo detective sin pelos en la lengua llamado “óxido” (Rust en inglés), padece un caso severo de nihilismo alucinatorio con tendencia a la conspiranoia, consecuencia de sus tragedias personales y de su controvertido currículum policial. Por mucho que haya un asesino en serie sembrando el terror por los pantanos de Luisiana, el sociópata más interesante de “True Detective” es sin duda el detective Rustin Cohle. A ello contribuye, sin duda, la lección interpretativa ofrecida por el hombre del momento en Hollywood, Matthew McConaughey. El último ganador del Oscar al mejor actor principal (por la estupenda “Dallas Buyers Club”) ha conseguido darle un giro insólito a su carrera en apenas dos años. De lucir palmito como tipo-guapo-genérico y protagonizar films tan banales y alimenticios como “Los fantasmas de mis ex-novias”, “Sahara” o “Como locos a por el oro” a sorprender en “Mud” y “Killer Joe” e incluso robarle la película (y no sólo la película) en apenas 5 minutos al Leonardo DiCaprio de “El lobo de Wall Street”. Su 2014 será redondo cuando el próximo noviembre lo veamos como cabeza de cartel en el presumible nuevo taquillazo (con halo de culto) de Christopher Nolan, “Interstellar”.


El trabajo de McConaughey en “True Detective” es superlativo, a un nivel reservado para monstruos televisivos de la talla de James Gandolfini, Ian McShane o, casi casi, Bryan Cranston. En frente está Woody Harrelson defendiendo con su habitual buen hacer a un personaje necesariamente menos jugoso pero igualmente importante para el show. De la antítesis entre uno y otro, a muchos niveles, nace la chispa que incendia “True Detective”, y eso es mérito de ambos actores y de un libreto, firmado por el creador de la serie Nic Pizzolatto, plagado de diálogos rotundos y silencios aún más rotundos. Más allá de un par de tópicos difícilmente eludibles en el thriller de psicópatas, la investigación policial que ejerce de leit motiv se estructura como un meticuloso puzzle de flashbacks y narraciones en off y ofrece interesantes giros de guión, pero sobre todo permite que el arco dramático de sus personajes los lleve de un estado mental y emocional al siguiente con pasmosa naturalidad. Constatación, una vez más, de que “True Detective” es, fundamentalmente y pese a todas sus demás virtudes, una serie de personajes (¿a alguien más le resulta imposible no pensar en “Lost” cuando escucha esta expresión?).


La tercera estrella Michelin la ponen la sobrecogedora puesta en escena y el trabajo de dirección, finísimo, llevado a cabo por el realizador Cary Joji Fukunaga. Quien haya visto la última versión de “Jane Eyre” protagonizada por Mia Wasikowska y Michel Fassbender no se sorprenderá al reconocer en “True Detective” la misma atmósfera opresiva y fantasmagórica que el director de ascendencia sueco-japonesa imprimía al clásico literario de Charlotte Brontë. Fotografiado en neblinosos tonos grises y frondosos verdes, el Bayou al que cantaba John Fogerty se revela como un perfecto enclave para el terror, plagado de charlatanes con alzacuellos y catetos de los pantanos de genealogía sospechosamente endogámica. Sólo faltan John Constantine con los rasgos de un joven Sting y la Cosa del Pantano dibujada por Stephen Bissete y John Totleben para que uno se sienta como en una relectura en clave neo-noir de la mítica saga de tebeos “American Gothic” de Alan Moore.


Fukunaga asume la realización de “True Detective” con la determinación de un trabajo 100% autoral, como si fuera la obra de su vida, sin la imposición de restricciones narrativas nacidas de un supuesto complejo de inferioridad catódico. La televisión del siglo XXI puede pensar a lo grande (ahí están “Juego de Tronos” o “Boardwalk Empire”, hablándole al cine de tú a tú), y no hay nada más grande en la historia del medio, a nivel estrictamente cinematográfico, que el descomunal plano secuencia con el que culmina el cuarto episodio de esta serie, digno de una superproducción de Joe Wright (“Expiación”) o Alfonso Cuarón (“Hijos de los hombres”, “Gravity”). Desde un punto de vista técnico, “True Detective” es otro clavo más en el ataúd del Séptimo Arte tal y como se había entendido hasta ahora. O quizás ya sea hora de admitir que la línea divisoria entre cine y televisión ha desaparecido para siempre y que, lo mismo que una novela puede tener 200 páginas o 1.000, las películas del futuro (las películas del presente, en realidad) tendrán por fin la libertad narrativa que ofrecen todos los medios de difusión a su alcance, ya sea un cortometraje subido a YouTube o Vimeo, un film de dos horas exhibido en las multisalas de un centro comercial o una historia de 500 minutos emitida directamente por cable y descargada, al día siguiente, al disco duro de millones de ordenadores en todo el mundo. Contradiciendo esa expresión coloquial tan melindrosa, las cosas más grandes ya no vienen necesariamente en frascos pequeños... aunque cosas tan ínfimas como un opening de minuto y mediopuedan resultar tan evocadoras.


Casualmente la gran amenaza del éxito televisivo, la antinatural longevidad folletinesca de seriales como “Prison Break”, “Dexter” o la mentada “Lost”, es uno de los males a evitar por “True Detective”. Siguiendo el modelo antológico de “American Horror Story”, la creación de Pizzolatto (fogueado como guionista en otra serie con homicidio de trasfondo, “The Killing”), narrará en cada nueva temporada un caso distinto, protagonizado por personajes (y actores) diferentes, tratando de renovar en la medida de lo posible el factor sorpresa que ha hecho de esta primera entrega de “True Detective” uno de los fenómenos televisivos más arrolladores de los últimos años. El listón está ahora en los cielos, pero como espectador me produce una gran satisfacción tener la certeza de que futuros aciertos o desmanes de la HBO no podrán echar por tierra el resultado casi perfecto de estos ocho episodios que ya forman parte de la historia de la televisión. Y, por extensión, del cine como vehículo para contar historias.

Hotel Anderson

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“(...)
I got a good job
And I'm newly born
You should see me dressed up in my uniform
I work in a hotel, all gilt and flash
(...)”

“Bell Boy”, del doble álbum “Quadrophenia” de The Who.


A Wes Anderson le gustan los hoteles. En 2007 el cineasta texano estrenó el cortometraje “Hotel Chevalier” en el que uno de sus muchos actores fetiche, Jason Schwartzman, compartía habitación con una Natalie Portman prácticamente desnuda y, casi mejor, con el pelo cortísimo, a años luz de la recatada Reina Amidala de la ya-no-tan-nueva trilogía de “Star Wars”. El corto puede verse al completo en YouTube en este enlace, y en su día se proyectó en los cines justo antes de “Viaje a Darjeeling”, la película interpretada por Owen Wilson, Adrien Brody y el protagonista de “Bored to death” a la que servía de precuela.


En la última cinta de Anderson, “El gran hotel Budapest”, este amor por los uniformes, las suites con nombre de realeza y los suelos enmoquetados cobra vida en el lujoso establecimiento que da título al film, situado en la ficticia república europea de Zubrowka y regentado durante el período de entreguerras (siempre me ha gustado esta expresión; como si existiese algún período de la historia de la humanidad que no estuviese comprendido entre dos guerras) por Monsieur Gustave, conserje impetuoso y amante polígamo de acaudaladas viudas y solteronas. Enredado en una turbia trama de herencias millonarias y obras de arte robadas, el señor Gustave contará para su supervivencia con la inestimable ayuda de Zero, mozo en prácticas del Budapest al que ha tomado bajo su tutela y protección.


El guión de “El gran hotel Budapest”, firmado por el propio realizador, ofrece un curioso juego de narraciones en off dentro de narraciones en off, a modo de muñecas matrioskas, con cuatro líneas temporales distintas y otros tantos formatos de fotograma para diferenciarlas. El recurso sirve a Anderson para dedicar todo el film a la memoria del escritor Stefan Zweig, en cuyos trabajos se inspiran el ambiente y los caracteres de la película, y a quien el personaje interpretado por Tom Wilkinson y Jude Law (en distintas edades de su vida), lacónicamente identificado en los créditos como “El Autor” o “El Escritor”, alude de forma directa.


Siguiendo la tónica imperante en su filmografía, el director de “Moonrise Kingdom” cuenta una vez más con un elenco espectacular, en el que hasta el personaje más testimonial aparece en pantalla encarnado por un intérprete de prestigio. Echando un vistazo al elocuente cartel de la película, que recurre precisamente al impresionante reparto como principal gancho comercial, encontramos nombres tan relevantes como los de F. Murray Abraham, Mathieu Amalric, Adrien Brody, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Harvey Keitel, Edward Norton, Saoirse Ronan, Tilda Swinton, Léa Seydoux (aquí tengo que enlazar, sí o sí, la reseña que escribí sobre "La vida de Adèle"), Owen Wilson o Bill Murray, además de los mentados Jude Law, Tom Wilkinson y Jason Schwartzman (que repite por enésima vez a las órdenes de Anderson).


Encabezando esta constelación artística están el joven Tony Revolori en su debut en la gran pantalla y el veterano Ralph Fiennes, prodigio británico tan capaz de adaptar apasionadamente a Shakespeare o de convertirse en el epicentro emocional de los mejores films de Stephen Daldry (“El lector”) y Fernando Meirelles (“El jardinero fiel”) como de hacerse un hueco entre los blockbusters de moda (la saga “Harry Potter” o las execrables “Furia de titanes” y su secuela) sin perder jamás eso que los franceses denominan “charme”. En “El gran hotel Budapest” Fiennes desata su vis cómica y compone uno de los mejores protagonistas andersonianos(ser director de culto otorga el derecho a tener un adjetivo propio), a la altura del Steve Zissou de “Life Aquatic” o del animado héroe animal de “Fantástico Sr. Fox”.


Más allá de la retahíla de implicados y de las innumerables conexiones con los antecedentes de su realizador (datos todos ellos que cualquier internauta puede recavar en las correspondientes fichas de IMDb o Wikipedia), resulta difícil hacer justicia en una reseña vocacionalmente breve (como ésta) al incesante despliegue de imaginación, talento y puro ingenio que se sucede ininterrumpidamente durante los fugaces 100 minutos en los que “El gran hotel Budapest” consigue mantener al espectador con una constante sonrisa dibujada en la cara, cuando no le arranca una sonora carcajada. Su genuino sabor aventurero, más presente aquí que en ninguna otra cinta previa del director, conecta además con los iconos del tebeo francobelga de un modo posiblemente inconsciente (Anderson afirma no haber leído nunca a Tintín), pasándolos por el tamiz de aquel Ernst Lubitsch capaz de reírse de los totalitarismos sin caer en el error de banalizarlos. Aunque hay que tener en cuenta, por supuesto, que el abajo firmante es un apologista confeso de Anderson, consciente pese a todo de que los infinitos travelings laterales, los encuadres meticulosamente simétricos, la estética vintage de colores estridentes, el delicioso gusto musical (apoyado aquí en el impecable trabajo compositivo de Alexandre Desplat) y el melancólico humorismo del director de “Academia Rushmore” no son plato del gusto de todos.


Hay que sumar a todo ello, en este caso concreto, que la sola idea de partida de “El gran hotel Budapest” ya supone para mí un poderoso aliciente extracinematográfico. Para un conserje y recepcionista de hotel como yo (de uno, además, particularmente lujoso y decimonónico), secuencias tan hilarantes como la dedicada a Les Clefs d'Or tienen un componente personal que seguramente encontrará indiferente a un espectador ajeno al gremio. Hay aspectos de la vida diaria en un hotel que la última película de Anderson refleja con brillantez, incluso bajo la óptica evidentemente distorsionada de la parodia. Viendo “El gran hotel Budapest” me he sentido como supongo que se sentirían Fernando Alonso ante “Rush” de Ron Howard o Juan Tamariz ante “El truco final” de Christopher Nolan (bueno, o algo así): profundamente involucrado. Identificado, incluso, pese al abismo que separa el frío y gris mundo real de las coloridas fantasías surgidas de la mente de uno de los cineastas más inclasificables (y sin embargo perfectamente reconocibles) de nuestros días.

Es una suerte que la vigente legislación hotelera permita en este caso plasmar mi veredicto de un modo tan visual:


El Capitán no tiene quien le escriba

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Debo reconocer que en los últimos meses mi inicial entusiasmo hacia la fase 2 del gran proyecto cinematográfico de Marvel Studios se había enfriado bastante. Pese al buen sabor de boca dejado por “Iron Man 3”, la sensación de que todo lo que viniese a continuación iba a ser un mero trámite hasta el esperado regreso de Joss Whedon en “Los Vengadores: la era de Ultrón” se vio refrendada por el estreno de la decepcionante (muy decepcionante) “Thor: el mundo oscuro”. De ahí, supongo, que mis expectativas ante “Capitán América: el Soldado de Invierno” no fuesen especialmente altas. Tal vez, también, porque el personaje protagonista había quedado en un deslucido segundo plano durante su intervención en la primera aventura fílmica de los Héroes Más Poderosos de la Tierra, a la sombra del genio-millonario-filántropo-playboy encarnado por Robert Downey Jr.


“El Soldado de Invierno” se presentaba, a priori, como otra entrega de transición: una aventura menor dentro del marco global marvelita, centrada en un personaje carente del carisma arrollador de Tony Stark o del nutrido trasfondo mitológico del dios asgardiano. Por suerte, la tabula rasa a la que obligaba el nuevo estatus del supersoldado Steve Rogers, descongelado del hielo ártico tras 60 años de criopreservación, ha acabado jugando a favor de la franquicia.


Proveniente de un mundo en blanco y negro, donde las guerras aún se presumían justas y el espionaje no había alcanzado las cotas conspiranoides de la Guerra Fría, Rogers se encuentra absolutamente desubicado en el siglo XXI. La ambigüedad de sus compañeros de armas, superespías como Nick Furia o la Viuda Negra, choca frontalmente con el fair playdel Capitán América hasta el punto de que el boy scout del escudo de vibranium estaría dispuesto a abandonar el servicio activo si tuviese alguna otra cosa que hacer en la vida. Pero Rogers es un soldado y, en realidad, nada más. La gente a la que quería, como su compañero caído Bucky Barnes o su amor de juventud Peggy Carter, no son más que recuerdos de un pasado remoto que para Steve queda, sin embargo, a un parpadeo de distancia. En la actualidad el Capitán América no es más que un instrumento al servicio de S.H.I.E.L.D. Y lo que S.H.I.E.L.D. quiere, para él y para el mundo, es un misterio que Rogers deberá desentrañar cuando uno de sus ¿aliados? lo implique directamente en una conspiración de alcance mundial.


Con estos mimbres, los realizadores hermanos Anthony y Joe Russo, curtidos en comedias televisivas como “Arrested development” o “Community” que a priori poco tienen que ver con el blockbuster super-heroico, despliegan un thriller de acción de escasa personalidad autoral (tal y como le gusta a Marvel Studios) pero terriblemente eficaz en términos de ritmo e intensidad. De hecho, posiblemente “El Soldado de Invierno” sea la cinta más compensada de toda la producción marvelita hasta la fecha, en tanto que aúna acción, intriga, descripción de personajes (la Viuda Negra por fin se percibe como algo más que una pin-up enfundada en cuero negro) y unas agradables notas de humor en un equilibrio casi perfecto, sin que ningún elemento se imponga sobre los demás (al contrario de lo que ocurría en las películas de Iron Man y Thor, convertidas a la postre en comedias salpicadas de escenas de acción). La nueva aventura en solitario del Capitán América no lo es tanto, pues el film se beneficia de una coralidad inesperada que da (literalmente) alas al conjunto, al fortalecerse los vínculos entre personajes ya conocidos e introducirse otros nuevos como Sam “El Halcón” Wilson (implicadísimo Anthony Mackie), Alexander Pierce (arrugado Robert Redford) o el super-agente soviético que da título a esta segunda entrega.


Gracias a esta ampliación del restringido microcosmos del Capitán, “El Soldado de Invierno” no pierde ni un ápice de interés cuando los personajes dejan de pegarse patadas y dispararse los unos a los otros: las réplicas de guión son ingeniosas, los (escasos) momentos introspectivos tienen una razón dramática justificada y las explicaciones que hacen avanzar la trama no se perciben como mero relleno entre explosión y explosión. De hecho, casi diría que su mayor pecado es el de caer en sus últimos compases en ese injustificado gusto por la destrucción masiva que “Los Vengadores” instauró como inevitable clímax final para toda película del subgénero que se precie. Mucho más convincentes me parecen el resto de secuencias de combate, a caballo entre la tactical espionage action de Hideo Kojima (el abordaje del Estrella de Lemuria es puro “Sons of Liberty”) y la pirotecnia con clase de las últimas misiones imposibles de Tom Cruise.


Ayuda, y mucho, que los guionistas hayan realizado un notable esfuerzo de inmersión en los últimos años de los tebeos Marvel, combinando elementos del universo clásico ó 616 (el trabajo de los guionistas Ed Brubaker y Jonathan Hickman, principalmente) con otros propios de la continuidad Ultimate, como el rediseño hi-tech del Halcón. Creo firmemente que “El Soldado de Invierno” es una gran adaptación, repleta de guiños al conocedor de los comics, pero pasada por el tamiz del cine de acción actual que le permitirá convencer a un público potencial que encontraría ridículos algunos de los elementos más pintorescos de la Edad de Plata. De ahí, por ejemplo, que el Batroc que aparece en el film tenga más en común con esos mercenarios hipertrofiados que John McClane suele despachar entre “yippie-kay-yay” y “yippie-kay-yay” que con el colorido villano enmascarado creado en los años 60 por Stan Lee y Jack Kirby. Es el sino de los tiempos.


Aunque “El Soldado de Invierno” no llega a los niveles de despiporre geek que en su momento alcanzó “Los Vengadores”, su tono más adulto, sus vibrantes secuencias de acción y su variado desarrollo la convierten en mi película preferida de Marvel Studios con un solo héroe en el título, consiguiendo reavivar mi interés en los futuros lanzamientos de la fase 2, a los que la primera escena post-créditos (hay dos) alude directamente.

10 comics (aún) inéditos en España que estoy siguiendo en formato digital

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No tengo intención de hacer en esta entrada una argumentación tipo comic en papel vs. comic digital. Si queréis eso lo dejamos para los comentarios. Aún así, todo lo que yo pueda opinar al respecto ya lo ha explicado mucho mejor Javi Olivares en esta entrada de su blog. Es decir, que más allá de mi devoción por los tebeos como algo físico y tangible, estoy muy contento con la tablet que me regaló hace unos meses J. (mayúscula), a la que empecé a dar bastante uso a raíz de mis colaboraciones con ECC Ediciones y que actualmente me sirve casi exclusivamente para leer comics. Pero, como decía, esta entrada no va de eso sino de series que antes o después (¡o nunca!) veremos publicadas en castellano por editoriales autóctonas. Series como...


Black Science
Guión: Rick Remender. Dibujo: Matteo Scalera. Color: Dean White.
Image Comics. Serie abierta. 5 números publicados.


Rick Remender ya había demostrado su entusiasmo por los universos paralelos, preferiblemente repletos de fauna y flora amenazadoras y un indudable componente pulp, en trabajos para Marvel Comics como “Imposibles X-Force” o “Capitán América”. Con “Black Science”, el creador de “Fear Agent” (otra de aventuras fantacientíficas en entornos alienígenas) eleva esta predilección por el viaje interdimensional a su máxima potencia. La odisea espaciotemporal de Grant McKay y su Liga de Científicos Anarquistas, saltando constantemente entre las infinitas capas de cebolla del Siempreverso (traducción libre, propia y posiblemente imprecisa del “Eververse” inglés) en busca de su mundo de origen, no son especialmente novedosas desde el punto de vista conceptual, pero combinan el encanto aventurero de seriales televisivos como “Quantum Leap” o “Lost in Space” con las atmósferas exóticas y surreales de la generación “Metal Hurlant”.


Buena parte del mérito lo tiene el dibujo de Matteo Scalera, espectacularmente pintado por el colorista Dean White. Definitivamente, el arte de “Black Science” supone la diferencia entre un comic simplemente entretenido (cuyo guión, hay que decirlo, mejora número a número) y una compra segura.




Collider / FBP: Federal Bureau of Physics
Guión: Simon Oliver. Dibujo. Robbi Rodriguez. Color: Rico Renzi.
Vertigo (DC Comics). Serie abierta. 9 números publicados.


Las leyes que rigen nuestro universo se han vuelto locas de la noche a la mañana y anomalías físicas se suceden sin un patrón aparente en distintos puntos de la geografía mundial. Para contenerlas y restituir la coherencia del espacio-tiempo se crea la Oficina Federal de Física, un organismo gubernamental que atiende emergencias tan disparatadas como la súbita desaparición de la fuerza de gravedad en un colegio público o la manifestación espontánea de una ciudad especular en el cielo de una gran urbe.


El primer número se publicó bajo el título de “Collider” y a partir del segundo, por cuestiones de copyright, la serie fue rebautizada como “FBP: Federal Bureau of Physics”. Escribe Simon Oliver (responsable de los guiones de “The Exterminators”, título del sello Vertigo que pasó sin pena ni gloria y acabó cancelado antes del final previsto por sus autores) y dibuja Robbi Rodriguez con un estilo dinámico y suelto, de apariencia inacabada, que me recuerda un poco al Cyril Pedrosa de “Portugal” (lo cual sólo puede ser algo bueno). Es verdad que el auténtico punto fuerte de “FBP” es su apartado gráfico, pero el argumento es bastante interesante, sobre todo la parte de las conspiraciones empresariales que rodean a la burocracia de la organización que da título al comic, y además las anomalías físicas que deben afrontar sus protagonistas son un gancho muy interesante. Una lectura agradabilísima, en resumen.




Deadly Class
Guión: Rick Remender. Dibujo: Wes Craig. Color: Lee Loughridge.
Image Comics. Serie abierta. 3 números publicados.


Otra de las nuevas ideas de Rick Remender (un tipo que deber tener muchas ideas, en vista de su producción reciente tanto para Marvel como para editoriales más pequeñas) es esta “Deadly Class” que presenta al huérfano y vagabundo Marcus, captado desde las calles de la San Francisco de finales de los años 80 por una escuela secreta de asesinos adolescentes. El primer número me recordó mucho a “Sin blanca en el cielo y el infierno”, la saga con la que arrancaba “Los Invisibles” de Grant Morrison. El segundo parece una perversión de las fantasías de J.K. Rowling. No fue hasta el tercero que por fin descubrí una personalidad propia, oscura y amoral, enriquecida con una banda sonora de los Smiths.


Aún es pronto para decidir si “Deadly Class” es una compra segura o sólo un tebeo con un planteamiento atractivo. Por ahora, la vistosa narrativa de Wes Craig y el espectacular trabajo cromático de Lee Loughridge me parecen razones más que suficientes para seguir probando con una serie que apunta más alto con cada nuevo capítulo pero que todavía no me ha dejado boquiabierto.




Jupiter's Legacy
Guión: Mark Millar. Dibujo: Frank Quitely. Color: Peter Doherty.
Image Comics. Serie limitada de 12 números. 4 publicados.


Lejanos los tiempos en que Mark Millar era uno de los guionistas más interesantes del mainstream angloparlante, hay todavía que reconcerle al escritor escocés dos importantes méritos: el primero, su espectacular dominio del marketing, consiguiendo que su nombre en portada se haya convertido en sinónimo de “best-seller” y “adaptación al cine”; el segundo, que ha sabido rodearse de los mejores artistas gráficos del medio. En el caso de “Jupiter's Legacy”, Millar forma equipo con el dibujante que ilustró buena parte de sus (estupendos) guiones para “The Authority”, Frank Quitely, y un servidor no necesita saber más de cara a hacerse con el tebeo.


Poco importa, entonces, que el argumento de “Jupiter's Legacy” no sea precisamente el colmo de la originalidad. Se trata, de hecho, de un refrito de conceptos extraídos del “Zenith” de Grant Morrison y Steve Yeowell y del “Miracleman” de Alan -ups, perdón- El Escritor Original, aderezado con un toque de aventuras exóticas a lo “King Kong” y un leve trasfondo social que apunta (muy de refilón) hacia la actual crisis político-económica. Pues vale. Con Quitely a los lápices, por mí como si la historia gira en torno al cultivo de coliflor en Pomerania. Otra cosa es que, más allá de la excelencia del ilustrador, “Jupiter's Legacy” se lea con sumo agrado e incluso tenga un par de momentos más o menos inspirados. Al ritmo de publicación actual lo más probable es que su duodécimo número no esté disponible antes de 2017, y hasta entonces Millar tiene todo el tiempo del mundo para cargarse uno de sus trabajos más interesantes en años (junto con otro título reseñado en esta misma entrada). Mientras tanto, yo seguiré disfrutando como un enano con cada nueva plancha firmada por el dibujante de “All-Star Superman” y “JLA: Tierra 2”.




Lazarus
Guión: Greg Rucka. Dibujo: Michael Lark. Color: Santi Arcas.
Image Comics. Serie abierta. 7 números publicados.


En un futuro no demasiado lejano, la división geográfica del planeta no responde a territorios políticos sino financieros, dirigidos por familias que acumulan toda la riqueza y la tecnología. La minoría útil para estas totalitarias familias (the serf) tiene un estatus y unos privilegios con los que no cuentan los despojos (the waste), una inmensa mayoría de la población que vive en la indigencia. Cada familia cuenta con un miembro modificado con alta tecnología genética y cibernética, virtualmente inmortal, llamado Lazarus. Los Lazari, auténticas armas vivientes monitorizadas por telemetría, están diseñados para obedecer ciegamente a su familia. La Lazarusde la familia Carlyle se llama Gina Carano Forever.

(Off-topic: ay, Gina Carano, la única persona que puede hacerle ESTO a Michael Fassbender y seguir contando con mi bendición).


Pese a ser un refrito de ideas ya conocidas, la nueva serie escrita por Greg Rucka y dibujada por Michael Lark (ambos habían coincidido hace años en la excelente “Gotham Central”) consigue dejar atrás la inicial desconfianza que despiertan los lugares comunes en que se asienta presentando una trama adictiva, una interesante galería de personajes y unas escenas de acción FA-BU-LO-SAS. Su crítica hacia el actual orden económico mundial le otorga una segunda lectura de corte social que, pese a la ausencia total de sutileza con que está planteada, no deja de ser un valor añadido. Que el estilo gráfico de Lark recuerde poderosamente al David Mazzuchelli de mediados de los 80 (el de “Batman: Año Uno” y “Daredevil: Born Again”) también lo es, claro.




Manifest Destiny
Guión: Chris Dingess. Dibujo: Matthew Roberts. Color: Owen Gieni.
Image Comics. Serie abierta. 6 números publicados.


En 1803 Napoleón vendió Luisiana a los Estados Unidos de América. Unos meses después, el presidente Thomas Jefferson envió una expedición liderada por Lewis y Clark para realizar una exploración del territorio siguiendo el cauce del río Misuri hasta la costa del Pacífico, con el propósito de abrir nuevas vías de comercio. Pero, ¿y si el auténtico objetivo de esta expedición no fuese la simple exploración? ¿Y si Luisiana en realidad estuviese habitada por (oh, sí, nena) monstruos? Et voilà: “Manifest Destiny” o qué pasaría si Mike Mignola reescribiese “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad.


El productor y guionista catódico Chris Dingess (no he visto nada de su trabajo para televisión, pero me suenan títulos como “Reaper” y “Almost human”) se estrena en el mundo de las viñetas en colaboración con el ilustrador Matthew Roberts (con un estilo que recuerda un montón a Tony “yo-dibujé-los-seis-primeros-números-de-The-Walking-Dead”Moore). El resultado es una violenta aventura con toques de terror que avanza lenta pero segura, creando una atmósfera de amenaza constante para los ¿héroes? del relato, con un dibujo bastante majo redondeado por un gran trabajo del colorista Owen Gieni.




Sex Criminals
Guión: Matt Fraction. Dibujo: Chip Zdarsky. Color: Christopher Sebela.
Image Comics. Serie abierta. 5 números publicados.


Hacía tiempo que el arranque de una serie regular no me enganchaba de esta manera; que unos personajes nuevos y desconocidos no me enamoraban así. Suzie es una bibliotecaria con una habilidad excepcional: cuando tiene un orgasmo, el tiempo se detiene a su alrededor. Después de años de relaciones que iban de lo profundo a lo circunstancial, conoce a Jon y los dos tienen un flechazo. Las cosas se ponen realmente raras (e interesantes) cuando ambos tienen sexo y Suzie descubre que Jon tiene su mismo poder orgasmo-cronal y que ambos pueden moverse en libertad por ese instante congelado que él denomina Cumworld. Y ¿qué deciden entonces nuestros protagonistas? Tener sexo y/para robar bancos y convertirse en los criminales sexuales del título.


Hasta que leí “Sex Criminals”, Matt Fraction me parecía un guionista tirando a mediocre que había tenido la suerte de despuntar en Marvel gracias a su colaboración con Ed Brubaker en “El inmortal Puño de Hierro”. De su trabajo posterior sólo me gusta moderadamente “Ojo de Halcón”, y eso es en gran medida porque el apartado gráfico está encabezado por el inmenso dibujante patrio David Aja. “Casanova”, su mayor éxito independiente hasta la fecha, me decepcionó bastante a pesar de contar con los hermanos Gabriel Bá y Fábio Moon a los lápices, y su etapa recientemente concluida en “Fantastic Four” es auténtico guano super-heroico destinado a las tiendas de saldos. “Sex Criminals”, sin embargo, es algo muy distinto: una serie divertidísima, repleta de diálogos ingeniosos, recursos narrativos inusuales, personajes entrañables y un par de escenas realmente antológicas (como ese momento musical del número 3 en el que creí que iba a MORIRME DE AMOR). Está bien dibujada por Chip Zdarsky, con un tono indie que me recuerda un poco al Alex Robinson de “Malas ventas” y “Estafados” (tampoco mucho, no sé, algo), lo cual siempre está bien, sobre todo para un tebeo tan cómico, romántico y plagado de referencias culturales inesperadas y maravillosas como éste. Se nota que me gusta, ¿verdad?




Starlight
Guión: Mark Millar. Dibujo: Goran Parlov. Color: Ive Svorcina.
Image Comics. Serie limitada de 6 números. 2 publicados.


Comentaba un poco más arriba lo afortunado/avispado que es Mark Millar al colaborar en sus proyectos con algunos de los dibujantes más talentosos de la actualidad, y “Starlight” es buena muestra de ello. El artista croata Goran Parlov, curtido primero en la industria del fumetti italiano y posteriormente en algunos títulos de acción y espionaje para Marvel (“Viuda Negra”, “Punisher”, “Furia MAX”), se imbuye del espíritu de Moebius para dibujar la historia de Duke McQueen, héroe espacial trasunto de Flash Gordon que regresó a la Tierra tras protagonizar sus aventuras alienígenas y ha vivido desde entonces una vida de lo más anodina. Incapaz de convencer a la opinión pública de que sus hazañas fueron reales, anciano, viudo y prácticamente abandonado por sus atareados hijos, McQueen es presentado en la actualidad como un Walter “Gran Torino” Kowalski que ha perdido la ilusión por vivir, más allá de rememorar sus felices años de juventud en el planeta Tantalus. Será entonces cuando un visitante de las estrellas acuda a él para pedirle que se embarque en una última aventura intergaláctica.


Los dos números de “Starlight” publicados hasta el momento suponen el mejor trabajo que le recuerdo a Millar desde “El viejo Logan”. La contención, descripción de personajes y el tono en que se mueve la obra tienen poco que ver con el gusto por la violencia gratuita, los diálogos deliberadamente provocadores y el humor escatológico-adolescente que Millar viene esgrimiendo en los últimos años. Lejos de ser original (con Millar eso ya está descartado), “Starlight” me parece, en fin, un comic bien escrito y maravillosamente dibujado y coloreado. Quedan aún 4 números y la cosa puede torcerse mucho (miedo me dan los villanos que el escocés vaya a enfrentar al héroe sexagenario) pero por ahora, como digo, chapeau.




The Royals: Masters of War
Guión: Rob Williams. Dibujo: Simon Coleby. Color: J.D. Mettler.
Vertigo (DC Comics). Serie limitada de 6 números. 3 publicados.


Resulta fascinante cómo, casi 30 años después, el “Miracleman” de El Escritor Originalcontinúa siendo una referencia constante cada vez que un guionista decide escribir un tebeo sobre seres superpoderosos en un contexto (digamos) realista. “The Royals: Masters of War” es la penúltima aproximación al género desde este ángulo, trasladando la acción a la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué pasaría si las distintas casas reales de todo el mundo fueran prácticamente dioses y hubieran realizado un pacto de no intervención en los conflictos armados entre sus países? ¿Y si el joven príncipe británico Arthur hubiese tomado partido tras el bombardeo de Londres por parte de la aviación alemana? ¿Cómo reaccionarían los monarcas del resto de naciones enzarzadas en la contienda y cómo afectaría esto al rumbo de la guerra?


“The Royals: Masters of War” está escrita por un inglés, Rob Williams, y dibujada por otro, Simon Coleby. Así que, en cierto modo, retoma la intención inicial del sello Vertigo de ser la línea británica para adultos de DC Comics. Y aunque es cierto que no aporta absolutamente nada a lo ya visto en numerosos tebeos de super-héroes con planteamientos similares (mencionaba “Miracleman”, pero “The Authority” y “Supreme Powers” son otros referentes bastante próximos en intenciones), es un trabajo tan profesional y entretenido, con un dibujo interesante en la línea de Lee Bermejo (salvando importantes distancias, ojo), que bien merece un par de atentas lecturas. Eso sí, ¿alguien se imagina un tebeo similar a éste, producido en nuestro país y protagonizado por los Borbones?




The Wake
Guión: Scott Snyder. Dibujo: Sean Murphy. Color: Matt Hollingsworth.
Vertigo (DC Comics). Serie limitada de 10 números. 7 publicados.


Scott Snyder se ha convertido en uno de los activos más valiosos de DC Comics. Su “Batman”, dibujado por Greg Capullo, se aúpa mes sí y mes también a lo más alto de las listas de ventas norteamericanas; “American Vampire” es una de las cabeceras con mejor salud (y mejores críticas) del sello Vertigo, y su reciente etapa en “Swamp Thing” insufló bastante vida a un personaje que llevaba un rumbo incierto desde hacía muchos años (la sombra de -ahora sí- Alan Moore es alargada...) Pese a todo, supe que “The Wake” iba a ser mi trabajo favorito de Snyder desde que vi en internet la primera previa del número 1, apenas un puñado de páginas dibujadas por el excelente ilustrador (y también excelente guionista, como pudimos descubrir en “Punk Rock Jesus”) Sean Murphy, con quien Snyder ya había colaborado en la miniserie derivada de “American Vampire” titulada “Selección natural”.


“The Wake” conjuga la ciencia-ficción submarina al estilo “Abyss” con el folklore de diversas culturas, realizando saltos temporales entre el siglo XXI, la prehistoria y un futuro postapocalíptico a caballo entre “Waterworld” y “Xenozoic Tales” (o “Xenozoic”, o “Cadillacs & Dinosaurios”, o como sea que se llame esta semana). Un tebeo tan entretenido y bien dibujado que da pena que sea una maxiserie de 10 números y no una colección regular. O igual casi es mejor así y un trabajo tan estimable como éste no acaba perdiendo fuelle y teniendo que ser remendado por esos molestos dibujantes de relleno...

Tortuga a la deriva

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El sexteto madrileño Vetusta Morla ascendió de forma fulgurante entre la escena del pop-rock nacional gracias a la publicación de su debut “Un día en el mundo”, disco de oro con más de 35.000 copias vendidas en España y mi álbum favorito en el Top 10 del Abismo en 2008. Tres años después, el continuista “Mapas” afianzó su posición como referencia en torno a la que orbitan numerosas bandas del actual indie patrio (Supersubmarina, Miss Caffeina, Izal...). El lanzamiento de su tercer LP, “La deriva”, llevaba un tiempo señalado en los calendarios de los principales medios de información musical y de miles de entusiastas seguidores. Echando un vistazo a los llenos totales que ya subrayan muchas de las fechas de su inminente gira (cinco sold out, ni más ni menos, en La Riviera de Madrid, y otros dos en la Razzmatazz de Barcelona), no es descabellado hablar a estas alturas de un auténtico fenómeno Vetusta. “La deriva”, en resumidas cuentas, llegó a las tiendas (físicas y virtuales) el pasado 8 de abril arrastrando unas expectativas enormes o, si lo tuyo es el moderneopolíglota, un hype de campeonato. Con el disco ya escuchado y asimilado, mi valoración personal resulta, me temo, más tibia de lo deseado. Y eso que yo siempre he sido un entusiasta defensor de los de Tres Cantos.


“La deriva” no es un mal álbum, y de hecho me parece por momentos uno muy bueno, pero encuentro demasiada diferencia entre unos temas y otros a nivel cualitativo. El arranque es casi redondo, con dos canciones que ya se conocían desde unas semanas antes a la publicación del álbum: el corte que da título al disco y ese puntapié rock llamado “Golpe maestro” que advertía de algunos sutiles cambios en el sonido de la banda, más desnudo de arreglos atmosféricos que en el pasado. A estos dos singles indiscutibles les sigue una de las cimas del disco, “La mosca en tu pared”, que recupera el gusto por las progresiones y la épica que habían marcado anteriores éxitos del grupo como “Los días raros”, y que a mí personalmente me parecen la mayor virtud de Vetusta Morla, tanto en estudio como en directo. Una virtud que la propia banda ha optado por obviar en la medida de lo posible en este último trabajo con el fin de buscar nuevas fórmulas musicales. Tras la intensidad de “La mosca en tu pared” llegan “Fuego”, un tema más calmado y con ecos antropológicos, y “Fiesta mayor”, material de alto octanaje para el directo engalanado con una sorprendente sección de metales que recuerda al “Amnesiac” de... sí, Radiohead. Y aquí se cagó el invento.

Porque mencionar a Vetusta Morla en la misma frase que Radiohead es sinónimo de polémica y de -oh, vaya- plagio. Me gustan mucho los primeros, pero incluso desde la perspectiva poco objetiva del fan, la fijación de estos chicos con la banda de Thom Yorke y compañía (que me gustan bastante más) es sencillamente indefendible. Y para muestra, como se suele decir, un botón: “¡Alto!”, la siguiente canción del lote, es“Go to sleep”. Después de que “Autocrítica” y “Un día en el mundo” fuesen identificadas como “homenajes”más o menos indisimulados a “There there” y “My iron lung”(por mucho que la banda tire balones fuera en las entrevistas), apropiarse de este modo de otro tema de los radiocabezudosme parece ir pidiendo a gritos el escarnio público. Tampoco ayuda, claro, que sea a partir de la citada “¡Alto!” donde “La deriva” empiece a aflojar. “La grieta” y, sobre todo, “Las salas de espera”, rebajan considerablemente mi interés con su cadencia repetitiva. Entre ambas está la esforzada “Pirómanos”, que me recuerda al corte titular de “Mapas”. Quizás demasiado. O tal vez es que aún no me he repuesto de la bajona que siempre me produce “¡Alto!”.


Quedan aún otras tres canciones, “Cuarteles de invierno”, “Tour de Francia” y “Una sonata fantasma”. La primera es, junto con “La mosca en tu pared”, mi favorita del disco. Posiblemente porque, al igual que aquélla, nos devuelve a los Vetusta Morla más épicos; los de los cambios de ritmo, los crescendos brutales y los estribillos memorables: “Fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar”,dos versos que casi redimen a “La deriva” de todos sus resbalones previos. “Tour de Francia” no está mal. La letra es un poco tonta, repleta de imágenes relacionadas con el ciclismo y rimas como la de “chiringuito”con “un señor bajito”. Seguro que en directo funciona muy bien, pero a mí a estas alturas del disco me resulta un poco cargante. Para el final queda “Una sonata fantasma”, clásico cierre vetustointimista, muy en la línea de “Al respirar” o “Mi suerte”, que sale poco beneficiada de la comparación.

Tenemos, en resumen, un álbum repleto de altibajos, con algunos momentos brillantes (“Golpe maestro”, “La mosca en tu pared”, “Cuarteles de invierno”), otros notables (“La deriva”, “Fuego”, “Fiesta mayor”) y otros que devalúan el conjunto. Se agradece, por supuesto, que Vetusta Morla no hayan repetido otra vez la estructura de “Un día en el mundo”, como sí hicieron en “Mapas”, y que hayan intentado dar un (sutil) nuevo giro a su sonido, por mucho que éste siga señalando inequívocamente a la discografía de Radiohead, pero “La deriva” no acaba de entusiasmarme como sí lo hicieron sus dos álbumes anteriores. Lo cual no implica, por supuesto, que no tenga unas ganas locas de ver cómo los madrileños defienden este tercer trabajo sobre el escenario.

Llaves y cerraduras

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Hace cuatro o cinco años leí un libro titulado “El traje del muerto”. Bajo el nom de plume de su autor, Joe Hill, se encontraba Joseph Hillstrom King, segundo hijo del célebre escritor de novelas de terror Stephen King. La opera prima de Hill tenía un planteamiento muy atractivo (una vieja estrella de rock obsesionada con lo paranormal adquiere en una subasta un traje al que está atado un fantasma) y mantuvo vivo mi interés durante su primera mitad, más o menos, para luego hundirse en convencionalismos y soluciones fáciles que acababan por torcer sus buenas intenciones iniciales. De ahí, supongo, que hasta hace poco un servidor no prestase demasiada atención a la producción posterior de Hill y decidiese ignorar su salto a uno de mis medios favoritos de expresión artística. El comic, por supuesto.


“Locke & Key” comenzó a publicarse en febrero de 2008 bajo el logo de la editorial independiente IDW Publishing. Originalmente iba a constar de seis miniseries de otros tantos números cada una, pero la sexta serie (“Omega”) sólo contó con cinco capítulos a los que después se añadió una séptima y última entrega (“Alpha”) dividida en dos episodios dobles. Hasta ahora, en España la colección ha sido editada por Panini Comics en cinco tomos recopilatorios, a la espera de que “Omega” y “Alpha” aparezcan en un mismo volumen que cierre la trama principal a mediados del mes de junio. Por otro lado, existen planes para publicar un total de seis one-shotsambientados en distintas épocas del universo de “Locke & Key”, de los que hasta el momento en EE.UU. sólo han aparecido dos: “Open the Moon / Guide to the known keys” y “Grindhouse”.


Pese a mi escasa curiosidad previa hacia esta colección, fueron dos las circunstancias que finalmente me llevaron a darle una oportunidad: la primera, el recuerdo de la entusiasta recomendación por parte de dos bloggers con gustos muy diferentes, Fran G. Lara, patrón del tristemente desaparecido “El Pequeño Misántropo en el País de los Sueños”, y Joaquín G. Haro, responsable de la incombustible bitácora “De Fan a Fan”; la segunda, el hecho de ser, a estas alturas, una serie (más o menos) cerrada que puede ser leída de principio a fin sin largas esperas entre un arco argumental y el siguiente. Tras disfrutarla del tirón, en apenas una semana (y en inglés, aunque ya he comenzado a agenciarme los recopilatorios en castellano publicados por Panini), debo reconocer que mi desconfianza inicial hacia el trabajo de Hill se ha borrado de un plumazo y que no podría estar más de acuerdo con las alabanzas que en su día le dedicaron Joaquín y Fran.


“Locke & Key” sigue los pasos de los hermanos Locke, dos adolescentes (Tyler y Kinsey) y un niño (Bode), cuya familia es atacada en su casa de verano por dos compañeros del instituto de Tyler. El patriarca de los Locke, Rendell, es asesinado por los asaltantes, y su esposa Nina, la madre de los chavales, consigue sobrevivir después de haber sido víctima de una brutal agresión sexual. Tras este traumático episodio, los cuatro supervivientes se mudan junto a su joven tío Duncan a la antigua mansión familiar de los Locke en el condado de Lovecraft, Massachusetts, con el fin de empezar de cero. Inevitablemente, un lugar llamado Lovecraft tiene que esconder infinidad de secretos inenarrables (que diría el viejo H.P.), empezando por el nuevo hogar de los Locke, Keyhouse, un enorme caserón colonial en el que existen numerosas llaves desperdigadas que, introducidas en la cerradura apropiada, tienen efectos mágicos de lo más variado. Asediados por una fuerza maligna que pretende hacerse con las llaves de Keyhouse para sus propios e indudablemente oscuros propósitos, los hermanos Locke irán poco a poco desentrañando los secretos de su árbol genealógico mientras nuevas llaves fabulosas se cruzan en su camino. Y todo esto, claro, sin dejar de asistir al instituto local e intentando tener una vida social acorde con sus respectivas edades.


Pese al trágico punto de partida de la narración y a los evidentes elementos terroríficos que vertebran su trama, “Locke & Key” no es una serie tan oscura como uno a priori podría suponer. Es verdad que hay un montón de violencia y muerte, y también un puñado de personajes entrañables a los que les ocurren cosas terriblemente crueles, pero de la lectura de las andanzas de la familia Locke se desprende además una loca inconsciencia aventurera, un sentido de la diversión eminentemente juvenil, que sitúa a “Locke & Key” más cerca de la whedonesca Buffy o, sobre todo, de los “Runaways” marvelitas de Brian K. Vaughn y Adrian Alphona, que de la horripilante gravedad cósmica del escritor de Providence. De hecho, la mitología que rodea a las llaves de Keyhouse es tan fantasiosa que permite numerosos cambios de registro y la exploración de géneros insospechados: desde el romance adolescente hasta el terror más puro, pasando por los super-héroes o las narraciones de corte social, todo cabe en el amplio margen de maniobra que las bases conceptuales de la colección permiten a su guionista. Gracias a los múltiples usos de las llaves mágicas, Hill expande un mundo con posibilidades casi infinitas, lo cual justifica momentos puramente cómicos, grandes escenas de acción o brillantes homenajes a referentes clásicos de la historia del comic (como en la maravillosa historia central del one-shot“Open the Moon / Guide of the known keys”).


También hay espacio en “Locke & Key” para retomar algunos de los elementos distintivos de las novelas del padre del guionista, adaptándolos al contexto en que se desarrolla la trama. Especialmente llamativa me parece la referencia implícita a King en la pandilla de los años de instituto del difunto patriarca de los Locke: un grupo de adolescentes que pondrá en marcha acontecimientos que afectarán al condado de Lovecraft muchos años después y que recuerda tanto a los Perdedores que se enfrentan al malvado payaso de “It” como a los cuatro amigos que protagonizan “Cazadores de sueños”. Y ése no es, desde luego, el único guiño a la bibliografía del autor de “Carrie”.


Resulta fascinante, por otro lado, cómo Hill consigue meterse en un berenjenal de misterios de difícil explicación (o eso pensaba yo a la altura de la segunda miniserie, “Juegos mentales”) y salir airoso del desafío en una conclusión perfectamente hilvanada que no deja nada ni al azar ni al capricho de un escritor menos esforzado en atar cabos. Pese a que en determinados momentos parezca imposible, todo en “Locke & Key” tiene perfecto sentido siempre y cuando uno asuma los fantásticos fundamentos de la trama. Un caso insólito de coherencia interna y respeto a la inteligencia del lector.


Me he reservado hasta ahora, intencionadamente, mi valoración del trabajo de Gabriel Rodríguez, el dibujante que ilustra todos y cada uno de los episodios (incluyendo one-shots) de la cabecera. En el contexto de las series de larga duración del comic angloparlante, los lectores solemos cometer el error de otorgar más importancia al trabajo del guionista que al del profesional encargado de plasmar sus ideas sobre el papel, supongo que por estar ya habituados a los continuos bailes de dibujantes en las series de las grandes editoriales, o a los acabados más o menos apresurados que exige el ritmo mensual de publicación en el modelo de producción norteamericano. Sé que es una generalización injusta, pero de algún modo existe la percepción de que las series regulares con más de 30 ó 40 números de recorrido son buenas gracias a sus guionistas y a pesar de sus dibujantes. El caso de “Locke & Key” es, afortunadamente, excepcional: al haber visto la luz en forma de sucesivas miniseries espaciadas en el tiempo, su responsable gráfico no se ha visto obligado a cumplir con las exigentes fechas de entrega de la tiranía editorial, ni a delegar parte del trabajo en manos ajenas que desvirtuarían la coherencia gráfica de la obra. Además, la evolución de Rodríguez durante los 37 episodios que conforman la serie es apabullante.


Confieso que mi primer acercamiento a las páginas de “Locke & Key” fue un poco escéptico no sólo en lo relativo a las capacidades literarias de Hill, sino también en lo que respecta al apartado visual. Desde un trazo más tosco, a caballo entre la expresividad cartoon de Philip Bond y el estilo amerimanga de Joe Madureira, el dibujante chileno va puliendo progresivamente su personalidad artística hasta alcanzar una línea diáfana que lo acerca tanto a la nitidez en el diseño de personajes de Terry Moore como al detallismo del mejor Steve McNiven. Manteniendo siempre, además, un hábil sentido de la narración y la puesta en página y haciendo que tanto las escenas más introspectivas como las secuencias de acción se lean con una claridad expositiva incuestionable. La guinda del pastel la ponen los esporádicos cambios de registro que Rodríguez efectúa con brillantez cuando las planchas de “Locke & Key” guiñan un ojo al trabajo de gigantes como Winsor McCay o Bill Watterson, a las aventuras bélicas del Sargento Rock y Nick Furia o a los clásicos de género negro de la EC.


De la conjunción de los talentos insospechados de Joe Hill y Gabriel Rodríguez ha salido una serie divertidísima, adictiva como pocas y con una enorme pegada emocional, que no hace sino mejorar saga a saga y número a número. Un título al que posiblemente le haya faltado la visibilidad de los grandes hitos del sello Vertigo o de las cabeceras más pujantes de Image Comics, pero que yo no me cansaré de recomendar a todo aquel que aún dude si darle o no una oportunidad.


Queda para el anecdotario la truncada adaptación televisiva de “Locke & Key” que la Fox, siempre tan inspirada a la hora de abortar proyectos (“Firefly”, “Futurama”, “Dollhouse”...) canceló aún a pesar de la buena acogida que el episodio piloto, dirigido por Mark Romanek (“Nunca me abandones”), tuvo entre el público asistente a la Comic Con de San Diego en 2011. Actualmente los derechos de adaptación de la obra de Hill y Rodríguez están en manos de Universal Pictures y de la productora de Alex Kurtzman y Robert Orci, K/O Paper Productions (responsable de films como “Cowboys contra Aliens”, “Amazing Spider-man” y “Star Trek: en la oscuridad”), y se especula con la posibilidad de que sea llevada a la gran pantalla como una trilogía de películas. Yo personalmente creo que la televisión hubiera sido el medio perfecto para trasladar al lenguaje audiovisual todo el potencial que encierra “Locke & Key”, y el trailer de la abortada serie de la Fox(único material disponible en internet de aquel proyecto) no hace más que subrayar esta intuición.

El último vuelo de Miyazaki

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Quienes hayan seguido la trayectoria de Hayao Miyazaki como animador, dibujante de manga y director de cine ya sabrán, a estas alturas, que el patriarca del estudio Ghibli es un apasionado de la aeronáutica. Desde el planeador de la princesa Nausicaä en el tebeo que lleva su nombre hasta el Savoia S-21 de Marco Pagot en “Porco Rosso”, pasando por los recurrentes artefactos steampunk que inundaban los capítulos de “Sherlock Holmes” (“único y genial”), la imaginación de Miyazaki ha estado habitualmente propulsada por el amor a la tecnología que permite al hombre (o al cerdo) volar.


Ahora el maestro se despide del cine con “El viento se levanta”, biopic de Jiro Horikoshi, el ingeniero que diseñó el caza insignia del Servicio Aéreo de la Armada Imperial Japonesa durante la II Guerra Mundial. El adiós de Miyazaki suena a dejà vu, pues el padre de Totoro y de la princesa Mononoke ya había amenazado con retirarse del mundo de la animación en anteriores ocasiones, aunque el anuncio oficial realizado tras la presentación de “El viento se levanta” en el último Festival de Venecia parece tristemente definitivo.


Su nuevo film no sólo narra la vida de Jiro desde su infancia, cuando sus sueños de ser piloto comienzan a truncarse debido a sus problemas de vista, hasta el momento en que culmina su obra maestra, el avión Zero-sen con el que Japón combatió a las Fuerzas Aliadas en enclaves como Pearl Harbor o el Mar de Coral; también es el fresco de una época de grandes cambios para el país del sol naciente. La juventud de Jiro está marcada por el terremoto de Kanto en 1923, por la Gran Depresión, la epidemia de tuberculosis o el clima de represión política imperante durante la alianza del Imperio nipón con el gobierno alemán de Adolf Hitler. Pero, por encima de todo, “El viento se levanta” es un drama romántico de gran sensibilidad lírica.


Tal vez suene a perogullada, dada la trayectoria previa de Miyazaki, pero uno no puede sino quedarse boquiabierto ante la belleza plástica de cada plano proyectado en pantalla durante la película. El detallismo con el que se recrea el Japón de entreguerras sólo se ve superado por la magnificencia de los escenarios naturales (bosques, ríos y, sobre todo, cielos) que siempre han subrayado el sentir ecologista del estudio Ghibli. El aspecto visual del film es arrebatador y su prodigiosa técnica de animación concede la misma atención tanto a los grandes gestos, como el épico despegue de un hidroavión de dimensiones descomunales, como a los pequeños, como el ademán de un hombre cansado que enciende un cigarrillo tras una larga noche de trabajo ante su mesa de dibujo. La elegancia narrativa de Miyazaki se manifiesta en numerosos recursos visuales que traducen las emociones de Jiro al terreno de lo onírico. Su deliciosa banda sonora, apoyada en el sonido de las mandolinas, evoca la nostalgia de tiempos pasados y el romanticismo de los grandes amores trágicos. “El viento se levanta” es, en resumidas cuentas, una maravilla técnica.


Es un pena, por tanto, que su ritmo excesivamente contemplativo y, sobre todo, su desmedida duración (126 minutos que podrían perfectamente haber sido 100) terminen por adormecer al espectador (a mí, al menos) en sus compases finales. Como el dolor o la audición, también la belleza tiene un umbral, y una exposición prolongada al más hermoso de los estímulos puede acabar por insensibilizar al sujeto paciente. Lo cual me recuerda a aquella larguísima tarde que pasé recorriendo los pasillos del Louvre en diciembre de 2005, pasando del síndrome de Stendhal al de Asperger en algo menos de cuatro horas.


Los defensores más apasionados de Miyazaki encontrarán en “El viento se levanta” un nuevo motivo para alabar al maestro del anime, subrayando además la importancia del film como cierre a una trayectoria cinematográfica de altura. Yo, que he disfrutado más con algunas de sus películas que con otras, reconozco en esta cinta muchos de los valores que han hecho de Miyazaki uno de los realizadores más venerados de los últimos 30 años en el campo de la animación, pero no puedo evitar sentir que “El viento se levanta” está un par de peldaños por debajo de sus films más redondos, e incluso de otros títulos del estudio Ghibli que no están necesariamente dirigidos por él.

Micro-reseñas primaverales 2014

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La primavera es una estación turbulenta para el lector de tebeos español. La celebración anual del Salón Internacional del Comic de Barcelona coincide con el florecimiento de la vegetación, las crisis alérgicas y la llegada de las minifaldas, haciendo del mundo un lugar mejor para los geeks hispanoparlantes y dejando sus cuentas bancarias en números aún más rojos.


Las editoriales, ignorando la actual coyuntura económica, siguen concentrando lo más granado de sus lanzamientos en los días inmediatamente anteriores al festival por excelencia del tebeo en nuestro país (por mucho que yo prefiera, de largo, acudir como público al espléndido Viñetas desde o Atlántico que Miguelanxo Prado y Carlos Portela organizan cada verano en A Coruña), y un servidor cae un año más en la fiebre consumista y rompe su cerdito-hucha para darle un tiento a algunas de las novedades más destacadas:


Los Muertos Vivientes 20: Guerra sin cuartel (parte 1)
Guión: Robert Kirkman. Dibujo: Charlie Adlard.
144 págs. Rústica. Planeta de Agostini.


No queda mucho por decir, a estas alturas, de la longeva serie escrita por Robert Kirkman, el guionista multimedia del momento (con permiso de Joss Whedon), y dibujada por el mediocre Charlie Adlard. Las siempre trágicas desventuras del grupo de supervivientes liderado por Rick Grimes en un mundo postapocalíptico plagado de zombies y cosas mucho peores (¡humanos!) alcanzan nuevas cotas de ruido y pirotecnia con la primera parte de la saga “Guerra sin cuartel” con la que, presumiblemente, Kirkman nos guiará hasta el final del largo arco argumental dedicado al personaje de Negan.


Resulta evidente, al menos para mí, que “Los Muertos Vivientes” no se encuentra en su momento de mayor interés. Tras 120 episodios, recopilados por Planeta de Agostini en 20 tomos en rústica, la sensación de que la colección encara un lento declive es algo más o menos palpable; todo lo contrario que su melliza catódica, más interesante con cada nueva temporada emitida por la cadena AMC. Lo cual no significa que el tebeo que propulsó a Kirkman al estrellato no mantenga siempre unos estándares de calidad bastante altos, muy por encima de la media del tebeo comercial estadounidense, convirtiéndose en cita ineludible cada vez que una nueva entrega llega a las librerías de nuestro país. Eso, claro, y que en el momento menos pensado Kirkman vuelve a dar un golpe sobre la mesa (como en el número 100 USA) y nos pone a todos los huevos de corbata por enésima vez.



  
47 Ronin
Guión: Mike Richardson. Dibujo: Stan Sakai.
144 págs. Rústica. Planeta de Agostini.


Ésta no es estrictamente una novedad del Salón del Comic, puesto que fue publicada por Planeta de Agostini a finales de marzo, pero sí entraría por fecha en el lote de lecturas primaverales del abajo firmante. No sé si es casual o no que a principios de este año se estrenase una libérrima (por utilizar un adjetivo eufemístico) adaptación al cine de la leyenda japonesa de los 47 ronin, pero la versión en viñetas propuesta por Mike Richardson (hombre para todo de Dark Horse Comics) y Stan Sakai (creador del célebre conejo samurai Usagi Yojimbo) bajo la supervisión de Kazuo Koike (genuflexión: "El lobo solitario y su cachorro") pretende reflejar el espíritu del relato original manteniendo una gran fidelidad respecto al contexto histórico.


Así, "47 Ronin" es un tebeo sobrio, a caballo entre los modos narrativos occidentales (formato comic-book de 24 páginas en color) y la sensibilidad oriental, presente tanto en las motivaciones de los personajes y las decisiones que éstos toman como en el trazo cartoon, personalísimo, de Sakai. Con una apabullante sencillez narrativa, el dibujante estadounidense de ascendencia japonesa sabe dotar al relato del ritmo idóneo tanto para los momentos más reflexivos, plenos de esa filosofía abnegada que define al bushido, como para las escenas de acción, alejadas de los tópicos occidentales sobre la esgrima samurai. No todo es perfecto: por un lado, me hubiera gustado un mayor desarrollo en los personajes secundarios, pues apenas hay tres o cuatro caracteres bien definidos en la trama; por el otro, el estilo de Sakai funciona mejor para los animales antropomórficos de "Usagi Yojimbo" que para los humanos de "47 Ronin": por momentos me ha costado distinguir los rostros de los distintos samurais y señores feudales. Aún así, "47 Ronin" sigue siendo un título más que recomendable para todos aquellos que disfruten de las historias japonesas de época... asumiendo, por supuesto, que el resultado está mucho más cerca del cine de Akira Kurosawa que de la última superproducción protagonizada por Keanu Reeves.




100 Balas: Hermano Lono
Guión: Brian Azzarello. Dibujo: Eduardo Risso. Color: Patricia Mulvihill.
192 págs. Rústica (aunque también existe una edición en cartoné). ECC Ediciones.


Brian Azzarello y Eduardo Risso recuperan a uno de los personajes más carismáticos de la colección de género negro que los consagró, “100 Balas”, en una miniserie de ocho números ambientada en la ciudad mexicana de Durango. “Hermano Lono” funciona casi como un áspero combinado de las crípticas e hiperviolentas novelas criminales de Cormac McCarthy con “El jinete pálido” de Clint Eastwood.


Tras varios años encubriendo su predilección por el hard boiled bajo los códigos del género super-heroico, Azzarello regresa por fin a su legítimo hogar literario y uno percibe claramente cómo el escritor italoamericano se siente mucho más cómodo retratando el decadente México de los narcos torturadores y la corrupción institucionalizada que narrando la última aventura mitológica de Wonder Woman (por curiosa que le esté quedando su etapa como guionista de las aventuras de la amazona). El dibujo atmosférico del argentino Eduardo Risso, deudor del claroscuro de sus compatriotas Muñoz y Breccia, reanima la simbiosis perfecta que ya había hecho de “100 Balas” una cabecera de una coherencia y solidez memorables. La sensación que uno tiene leyendo “Hermano Lono” es, en definitiva, la de que no ha pasado un día desde que nos vimos obligados a despedirnos de Dizzy Córdoba, Cole Burns y el enigmático Agente Graves.




Este del Oeste: Uno
Guión: Jonathan Hickman. Dibujo: Nick Dragotta. Color: Frank Martin.
152 págs. Rústica. Norma Editorial.


Jonathan Hickman es uno de los guionistas norteamericanos del momento. Tras varias miniseries de corte independiente, sus guiones para “Fantastic Four”, "Guerreros Secretos" y "Shield" lo pusieron en el punto de mira del fandom, y su trabajo actual como arquitecto principal del relanzamiento de Marvel Comics, desarrollando en paralelo varias cabeceras de la franquicia vengadora, lo ha elevado al estatus de estrella. Aún así, y como suele ser tan común en estos casos, son sus proyectos de creación propia los que a priori más me seducen. Al igual que Brian Wood (“The Massive”), Rick Remender (“Black Science”, “Deadly Class”), Brian K. Vaughan (“Saga”) o más recientemente Jason Aaron (“Southern Bastards”), Hickman da cobijo a estas ideas más personales en Image Comics, la editorial que ha tomado el relevo a Vertigo como sello estandarte de los comics de terror y ciencia-ficción para adultos. Allí es donde mensualmente publica la divertidísima “Los Proyectos Manhattan”, dibujada por Nick Pitarra, y también donde viene serializando desde hace unos meses “Este del Oeste” en colaboración con el artista Nick Dragotta.


“Este del Oeste” mezcla el western, la ciencia-ficción futurista, las distopías históricas, el misticismo y las artes marciales en un tótum revolútum que, contra todo pronóstico y al contrario que en “Los Proyectos Manhattan”, se toma mortalmente en serio a sí mismo. Su planteamiento se revela ambicioso desde las primeras páginas, con multitud de personajes en danza, alianzas políticas, profecías apocalípticas, magia, tecnología y religión dándose la mano en una trama que promete desarrollarse a lo largo de decenas de episodios. Esto no es nuevo en Hickman, un tipo frío y calculador que sólo sabe pensar a lo grande y que habitualmente concede más importancia al avance de las distintas tramas que al desarrollo de los personajes, defecto que “Este del Oeste” no consigue eludir en este primer recopilatorio publicado por Norma. Como Hickman es un guionista de largas distancias, de esos que se disfrutan mucho más de veinte en veinte números que de cinco en cinco, y como el dibujo de Dragotta me parece espléndido, yo me subo sin reparos al carro de “Este del Oeste” a la espera de poder comprobar si las altas expectativas generadas acaban teniendo los resultados deseados. Por ahora la cosa pinta bien.




Fatale 2: Los trabajos del diablo
Guión: Ed Brubaker. Dibujo: Sean Phillips. Color: .
136 págs. Cartoné. Panini Comics.


La feliz asociación entre el guionista Ed Brubaker y el dibujante Sean Phillips continúa dando magníficos frutos en la segunda entrega de "Fatale", con la que Panini recopila los episodios 6 al 10 de la serie, a punto de concluir en el número 24 en su país de origen de la mano de Image Comics. Una vez más, me veo en la obligación de subrayar esa posición privilegiada que ahora la editorial ocupa entre las preferencias de los propios autores norteamericanos a la hora de introducir en el mercado sus nuevas colecciones. Tanto es así que Brubaker y Phillips han firmado un contrato en exclusiva por 5 años para publicar todas sus obras de creación propia bajo el paraguas de Image, llevándose consigo dos de sus licencias más importantes en el sello Icon de Marvel: "Incognito" y "Criminal".


Este segundo volumen de "Fatale" repite las mismas virtudes (y los mismos tics, tan propios de su equipo creativo) que el tomo precedente: mezcla de género negro y terror sobrenatural en una proporción, digamos, 80% James Ellroy / 20% H.P. Lovecraft; un dibujo atmosférico, cada vez más ágil y expresivo, y una narración precisa como un mecanismo de relojería por obra y gracia de Phillips; violencia, sexo y mujeres malas que manipulan una y otra vez a hombres mucho más simples e ingenuos que ellas. Todo ello contextualizado en esta ocasión en la ciudad de Los Angeles de los años setenta, meca del cine, la droga y las sectas al estilo Manson. Quienes llevamos siguiendo a Bru y Phillips desde los tiempos de la imprescindible "Sleeper" ya sabemos lo que podemos esperar de un tebeo firmado por este equipo creativo. Compra segura, llueva, nieve o salga el sol.

Of wolf and man

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Homo homini lupus”

Tito Macio Plauto


Yo por mi hija mato”

Belén Esteban Menéndez


Publicitada como “la mejor película del año según Quentin Tarantino, la cinta israelí “Big Bad Wolves” llega a las carteleras españolas siete meses después de su proyección en el Festival de Sitges, y lo hace generando controversia entre la crítica especializada y prometiendo emociones fuertes y una factura técnica de altos vuelos. Su argumento sigue a Miki, un detective de homicidios de métodos expeditivos convencido de que Dror, un profesor de secundaria, es el responsable de los secuestros, torturas y asesinatos de varias niñas. Apartado del cuerpo policial por sus actuaciones irregulares, Miki decide saltarse todas las normas e interrogar a Dror de forma extraprofesional. Inesperadamente, el padre de la última niña asesinada entrará en escena para tomarse la justicia por su mano y llevar los planes de Miki aún más lejos de lo que éste habría podido imaginar.


La sinopsis de “Big Bad Wolves” recuerda inevitablemente a títulos como “Prisioneros” (el padre vengativo que secuestra al principal sospechoso de la desaparición de su hija), “Hard Candy” (la tortura a un supuesto pedófilo) e incluso “La caza” de Thomas Vinterberg (el profesor acusado de pederastia que sufre el rechazo de su entorno), pero la diferencia entre aquéllos y la película escrita y dirigida a cuatro manos por Aharon Keshales y Navot Papushado estriba en el tono. Mientras las primeras son ásperos dramas con tintes de thriller (o violentos thrillers con su dosis de drama), “Big Bad Wolves” tira de humor negro (negrísimo) para orquestar una macarrada ultraviolenta de dudosa lectura moral.


Quizá me esté volviendo viejo, no sé, pero a mí “Big Bad Wolves” me ha parecido un chiste demasiado largo y sin pizca de gracia. Es verdad que contiene algunos momentos inspirados en lo que respecta al tratamiento de la imagen, pero en términos narrativos abusa en exceso de la cámara lenta y se apoya demasiado en la (estupenda, eso sí) banda sonora de Frank Ilfman. La dilatación de las escenas para generar tensión entre los personajes en un recinto cerrado, recurso muy apreciado por el citado Tarantino (véanse la escena de la cantina en “Malditos bastardos” o la cena en Candyland en “Django desencadenado”), acaba volviéndose una excusa para justificar los 110 minutos de duración de una película que podría haberse resuelto perfectamente como un mediometraje o un episodio de una serie antológica de televisión al estilo “Alfred Hitchcock presenta”. Tampoco ayuda, me temo, que me haya sido imposible empatizar con ninguno de sus protagonistas. Ni siquiera con el padre de la niña asesinada, que era quien más papeletas tenía para ponerme de su parte: ni me gusta cómo está escrito el personaje ni me convence la forma en que lo aborda el actor que lo encarna, Tzahi Grad. Todos los caracteres que pueblan “Big Bad Wolves” son, en mayor o menor medida, unos psicópatas caricaturescos que sólo saben responder a la violencia con mucha más violencia, reaccionando en ocasiones de forma poco creíble, dadas las circunstancias en las que se encuentran.


No se me escapa cierta intención social en el retrato de los prejuicios hacia la población musulmana, representada precisamente por el único personaje civilizadodel film. Supongo que ahí subyace una crítica hacia lo desproporcionado de la respuesta (ya institucionalizada) de los israelíes hacia la violencia; a cómo el luchar contra el fuego con fuego se ha convertido en parte de la idiosincrasia nacional. O quizás el subjetivismo con el que cada espectador descifra una película esté entrometiéndose en mi interpretación de la cinta, adaptándola a los intereses de mi propia ideología.


Ni siquiera estas consideraciones sociológicas pueden, no obstante, salvar a “Big Bad Wolves” de mi quema particular. Sus intenciones, hacer humor de lo macabro, son tan obvias que el resultado final sólo admite dos opciones: o te ríes o te aburres. Yo me he aburrido, pero tengo perfectamente claro que eso no tiene tanto que ver con saber (o no) reírme de lo políticamente incorrecto (lo dice uno que se parte con “La hermandad de la Biblia Perry”) como con el hecho de que esta manifestación concreta de humor negro, simple en lo argumental y con un final bastante predecible, no me ha parecido especialmente graciosa.

Did he say "justice"?

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Como en tantas otras ocasiones, y muchas más que vendrán, cada vez que paso cerca de una tienda de comics me veo impelido irremediablemente a entrar y echar un vistazo. Lo cual es una malísima idea, porque el 90% de las veces acabo llevándome a casa algún tebeo que en realidad no entraba dentro de mis gastos planeados para ese mes. Pero así soy yo, un ociópata irredento y un comprador compulsivo de celulosa pintarrajeada. Una parte importante del tiempo que paso en el interior de las tiendas de comics lo dedico a hojear publicaciones que sé que no me voy a comprar. A veces se trata sólo de comprobar si Jim Lee sigue dibujando igual de mal, pese a que el fandomcontinúe inexplicablemente postrado a sus pies, o si ese manga con portada genérica de muchacha con ubres generosas es otro ejemplo de erotismo soft con nulo sentido de la puesta en página. Es un gesto casi mecánico, como el de quien hojea el “Hola” en la peluquería, por poco que le interese el nuevo romance de la prima segunda por parte de padre de ese torero tan bien parecido que hace diez años que no pisa la arena de una plaza. Otras veces, sin embargo, lo que me interesa es comprobar cómo una editorial ha vuelto a publicar un material que ya tengo: echarle un ojo a la enésima edición definitiva de “Dragon Ball”, al color ultra-saturado de la nueva recopilación de “La Cosa del Pantano” de Alan Moore o, y aquí es donde quería llegar desde un buen principio, a la reciente reedición en rústica de “Planetary” por parte de ECC Ediciones.


Me encanta “Planetary”. Es uno de mis tebeos favoritos de la última década. Empecé a coleccionarlo en la edición mensual en grapa, a la postre incompleta, que Planeta de Agostini lanzó hace un montón de años. No fue hasta mucho después que conseguí leerla entera en la edición en dos tomos de tapa dura publicados por Norma en algún momento entre 2009 y 2010. Poco después la misma editorial sacó un tochal enorme, tanto por dimensiones como por número de páginas, recopilando la obra completa de Warren Ellis y John Cassaday. Y ahora ECC vuelve a ofrecernos las fascinantes aventuras de Elijah Snow, Jakita Wagner y The Drummer en una edición más económica que constará, si todo va bien, de 5 tomitos en tapas blandas. Si aún no has leído este tebeo no sé a qué estás esperando.

Mi interés al hojear en la tienda esta nueva presentación de “Planetary” en castellano tenía un objetivo muy concreto: descubrir qué se había hecho con la última página del tercer episodio de la colección. Esta página, concretamente (aquí en su versión original en inglés):


¿De dónde proviene mi fijación con esta plancha en particular?



En la primera edición, la de Planeta, la traducción de las últimas líneas de diálogo era algo así como (no tengo los tebeos delante así que cito de memoria):

          Viñeta 3:
                 Shek Chi-Wai: Vinisteis buscando un misterio. Pero no lo hay. Sólo nosotros.

          Viñeta 5:
                 The Drummer: ¿Ha dicho “justicia”?

                 Elijah Snow: No. Sólo nosotros.

En efecto, es una traducción literal del texto en inglés, indudablemente correcta y que mantiene el sentido dramático del original. El problema es que el original juega con el parecido fonético entre las expresiones “justice” y “just us”, lo cual explica la confusión de The Drummer y el hecho de que Snow tenga que corregirle. La edición de Planeta se limitaba a traducir los diálogos al pie de la letra sin explicar este juego de palabras, con lo cual el lector español se quedaba un poco extrañado con ese final tan críptico. Yo tardé un tiempo (y numerosas relecturas) en darme cuenta de por dónde iban los tiros y, cuando por fin me percaté del juego de palabras propuesto por Ellis, aquella historia de “Planetary” subió un par de escalones en mi ranking de números favoritos de la colección.

La edición por parte de Norma era un poco más imaginativa en cuanto a la traducción del diálogo en cuestión. De nuevo cito de memoria:

          Viñeta 3:
                 Shek Chi-Wai: Vinisteis buscando un misterio. Pero no lo hay. Sólo los otros.

          Viñeta 5:
                 The Drummer: ¿Ha dicho “justicia”?

                 Elijah Snow: No. Sólo los otros.

¿“Sólo los otros”? ¿Y esto qué se supone que significa? ¿Acaso el traductor estaba enganchado a “Lost” por esas fechas y decidió que era una buena ocasión para hacerle un guiño a la serie de J.J Abrams y Damon Lindelof? Una vez más, el final del tebeo no acaba de encajar y el lector español se queda con la sensación de haberse perdido algo. “¿Qué le pasa a The Drummer, pensaría más de uno, “está medio sordo o es que es directamente lelo?

Finalmente llegamos a la reciente edición de ECC, la que hojeé esta semana en la tienda. Y el resultado, me temo, no es mucho mejor:

          Viñeta 3:
                 Shek Chi-Wai: Vinisteis buscando un misterio. Pero no lo hay. No hay noticia.

          Viñeta 5:
                 The Drummer: ¿Ha dicho “justicia”?

                 Elijah Snow: No. No hay noticia.

Aquí se prima la importancia del juego de palabras por encima del sentido original del diálogo, buscando el parecido fonético entre “justicia” y otra expresión que se le asemeje. La ganadora ha sido “no hay noticia”, pero podría haber sido “malicia”, “Doña Letizia”, o, qué sé yo, “Oscar Dertycia”.

Tres traducciones distintas y ninguna consigue que el lector español se entere de que ahí, en efecto, hay un mensaje nihilista envuelto en un juego de palabras perfectamente comprensible en su idioma original. Puestos a elegir me quedo con la versión de Planeta, porque al menos respeta el guión escrito en inglés por Ellis, pero ninguna me convence, y las dos últimas directamente me horrorizan. Ante lo cual yo me pregunto: ¿tanto costaba hacer una llamada con un asterisco y poner una nota a pie de página explicando de dónde proviene realmente ese diálogo? Es algo que lleva haciéndose desde hace décadas y, que yo sepa, nunca ha estorbado a la hora de leer un tebeo. De hecho, se agradece contar con esa clase de información cuando se lee algo en un idioma que no es el original.


Es una pena que las dos ediciones que poseo de “V de Vendetta” se encuentren en casa de mis padres, en Galicia, a 600 km. de donde vivo ahora, y que no haya podido encontrar en internet ningún escaneo de la versión publicada por Norma Editorial. Recuerdo que en ella, debajo de estas viñetas había una nota con el diálogo original de V en inglés, explicando además que los versos que recita pertenecían a la canción “Sympathy for the devil” de los Rolling Stones. Algo que se pasaba por alto en la edición de Zinco, que además los traducía como le salía del bálano:


Este desliz, por cierto, sí está solventado en la edición Absolute publicada por Planeta (acabo de hojearla, es la que tiene mi novia en la estantería de casa), obviando la expresión original en inglés pero añadiendo a pie de página, asterisco mediante: “Nota del traductor: V cita los primeros versos de Simpathy for the devil, de los Rolling Stones” (le ha bailado una y en el título de la canción, pero al menos le ha acreditado el texto a sus legítimos autores). Lo que no sé es si la última versión a cargo de ECC, en rústica y a tamaño comic-book, también se hace eco de la autoría de estos satánicos versos. Lo comprobaré la próxima vez que pise una tienda de comics.

Volviendo a la página de marras: la conclusión evidente es que no habrá de momento edición canónica de “Planetary” en castellano. Que sí, que es una menudencia, pero es la clase de menudencia que hace que uno se pregunte a qué juegan exactamente los traductores y editores de tebeos de nuestro país, justificando después algunos precios de sus publicaciones con el argumento de que, entre otras muchas tareas, la traducción del inglés al castellano tiene un coste que encarece el producto final. Para traducir las cosas así yo me quedo con las ediciones USAmericanas; al menos en ellas los personajes respetan el diálogo que el guionista les ha escrito. Yo al menos tengo la suerte de defenderme más o menos bien en la lengua de Shakespeare; no como para leer a James Joyce, pero sí para enterarme de lo que pasa en la mayoría de comics que se publican mensualmente en Estados Unidos... si exceptuamos a guionistas como Dave Sim o Grant Morrison. El problema realmente gordo lo tienen aquellos lectores españoles a los que les cuesta más el idioma extranjero. Esos, me temo, seguirán sin saber qué decía exactamente el atormentado fantasma del policía hongkonés Shek Chi-Wai en una de las mejores series que el comic de super-héroes ha dado en lo que va de siglo.

Todas las fiestas mutantes del mañana

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Se puede afirmar sin miedo a equivocarse que la etapa más determinante en la larga historia editorial de los mutantes de Marvel Comics estuvo protagonizada por el guionista Chris Claremont y los dibujantes Dave Cockrum y John Byrne, a la postre co-argumentista, entre 1975 y 1981. El canto del cisne de Byrne en la colección fue un arco argumental de dos números (“Uncanny X-Men” 141 y 142), considerado actualmente por el fandom como una de las mejores historias de la Patrulla X jamás contadas. En esta aventura, titulada “Días del futuro pasado”, el lector viajaba al (por aquel entonces) lejano futuro del año 2013, en el que el Homo superior había sufrido su propio Holocausto a manos de su prejuicioso hermano sapiens. Este distópico porvenir en el que los supervivientes a las purgas eran perseguidos por gigantes robóticos conocidos como Centinelas tenía su origen en la radical reacción antimutante iniciada en 1980 tras el asesinato del senador de los EE.UU. Robert Kelly a manos de la Hermandad de los Mutantes Diabólicos. Para evitar la cadena de acontecimientos que conducirían al genocidio, un grupo de rebeldes liderado por Magneto (confinado, irónicamente, a una silla de ruedas) proyectaría hacia el pasado la consciencia de una Kitty Pryde adulta, que tomaría el control de su cuerpo adolescente y advertiría a los X-Men de los años 80 del oscuro futuro que les aguardaba tras la muerte del senador Kelly.


Tomando esta premisa como base argumental, el realizador Bryan Singer, artífice de las dos primeras entregas de la franquicia cinematográfica que adapta las aventuras de los mutantes, ha hecho converger la línea temporal de la trilogía inicial (“X-Men”, “X-2” y “X-Men: la decisión final”) y de los spin-ofs protagonizados por Lobezno (“X-Men. Orígenes: Lobezno” y “Lobezno Inmortal”) con la del inteligente reboot orquestado por Matthew Vaughn en “X-Men: Primera generación”. Así, “Días del futuro pasado” supone un sofisticado ejercicio de retro-continuidad en el que el espectador se reencontrará con la gran mayoría de personajes (e intérpretes) que han pasado por la saga en los últimos 14 años, muchos de ellos en sus versiones pasada y futura. La maniobra recuerda en cierto modo a la estrategia de reseteo propuesta por J. J. Abrams en su primer acercamiento a “Star Trek”, y además de funcionar como lógica segunda entrega de las aventuras de la Patrulla-X junior (James McAvoy, Jennifer Lawrence, Michael Fassbender,...) podría servir tanto para revitalizar a la Patrulla-X senior(Hugh Jackman, Patrick Stewart, Halle Berry,...) como para darle a su trayectoria fílmica un cierre más digno que el propuesto por Brett Ratner en la olvidable “La decisión final”.


Además de la lógica argumental, existe una lógica mercadotécnica que ha obligado a realizar algunos cambios sustanciales en el argumento original ideado por Chris Claremont y John Byrne, siendo ahora Lobezno el mutante escogido por los rebeldes del futuro para viajar a la Norteamérica de la década de los 70 y así impedir el atentado contra la vida del Dr. Bolivar Trask, aquí en una versión acondroplásica encarnada por Peter -Tyrion Lannister- Dinklage. Pese a todo, la presencia de Hugh Jackman en el film es menos prominente de lo que un servidor a priori suponía, recayendo casi todo el peso dramático en el triángulo formado por los jóvenes Charles Xavier (McAvoy), Mística (Lawrence) y Magneto (Fassbender). De lo cual me alegro.


La polémica utilización de Peter Maximoff (a.k.a. Mercurio) por parte de Singer, cuando el personaje ya había sido reclamado por Joss Whedon para la próxima entrega de “Los Vengadores” (que, recordemos, pertenece a Marvel Studios mientras que la franquicia X está en manos de la Fox), se salda muy positivamente gracias a la traviesa reinvención post-hippie del velocista, que acapara algunos de los momentos más divertidos del film (por mucho que alguno de ellos se pase por el arco del triunfo las más elementales leyes físicas sobre la propagación del sonido).


Hay muchas licencias llamativas en “Días del futuro pasado”: poderes mutantes que aparecen de la nada, personajes cuyas versiones pasada y futura se contradicen, paradojas temporales que harán que los más intransigentes aficionados a la ciencia-ficción pongan el grito en el cielo... Varias de estas (oportunistas) lagunas tienen mucho que ver con la endeble coherencia interna demostrada por la saga desde un buen principio, pero otras son fruto del capricho de Singer y de su guionista Simon Kinberg, responsable de joyas como “xXx 2”, “Jumper” o el primer “Sherlock Holmes” de Guy Ritchie.


Sin embargo, si uno consigue ver más allá de estos pequeños inconvenientes, lo que encontrará en “Días del futuro pasado” es una cinta de acción y aventuras pletórica de ritmo y sentido del humor, con personajes que sobrepasan con creces el cliché del cine super-heroico y algunas pinceladas de épica que aportan la necesaria intensidad dramática a sus compases finales. Es cierto que los efectos especiales resultan simplemente correctos para un film cuyo presupuesto se estima en 200 millones de dólares, pero las escenas de acción están tan bien resueltas y, sobre todo, perfectamente justificadas, que pocos peros se le pueden poner a “Días del futuro pasado” como blockbusterpalomitero. Además, dada la cantidad de personajes y subtramas que desfilan por la pantalla, resulta casi milagroso que Singer haya conseguido mantener el metraje final en unos muy ajustados 130 minutos que se pasan volando y que, estoy convencido, en otras manos habrían ascendido perfectamente hasta unos megalomaníacos 150 ó 160.


“Días del futuro pasado” supone un compendio casi perfecto de lo que la saga mutante ha dado de sí en la gran pantalla, aunando las virtudes de las que hasta ahora habían sido las mejores cintas de la franquicia (“X-2” y “Primera generación”) con algunas de las incoherencias argumentales heredadas de las peores (“La decisión final” y “Orígenes: Lobezno”). Una carambola narrativa no apta para neófitos que sin embargo resultará muy gratificante para los que llevamos siguiendo a estos personajes desde hace años, tanto en las viñetas como en la gran pantalla. Por lo que a mí respecta, el regreso de Bryan Singer al universo X ha sido un éxito rotundo. Esperemos que la próxima entrega de la saga, cuyas intenciones quedan desveladas en la inevitable escena post-créditos, mantenga el altísimo nivel de estos “Días del futuro pasado”.

El factor Cruise

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No sabéis la manía que le tengo a Tom Cruise.

No porque sea mal actor, porque creo que algunos directores (Oliver Stone, Paul Thomas Anderson, Michael Mann, Ben Stiller...) han sabido sacarle mucho partido en determinadas películas. Tampoco por su impúdica forma de airear su vida personal en los medios de comunicación, normalmente buscando la polémica y cayendo en el ridículo. Ni siquiera por haberse proclamado mesías de la Iglesia de la Cienciología, una secta (o religión, o lo que sea) tan ridícula, a priori, como cualquier otra secta o religión que yo conozca. Lo que realmente me fastidia de Tom Cruise es que su sola presencia en una película le resta potencial. Es un caso muy similar al de Will Smith, otra superestrella a la que le hacen las cintas a medida, cargándose por el camino la posibilidad de que títulos como “Yo, robot”, “Soy leyenda” o “Hancock” llevasen hasta sus últimas consecuencias sus buenas intenciones iniciales. Hay excepciones, claro, pero si uno repasa la carrera más o menos reciente de Cruise (desde, pongamos, el año 2000) se encontrará con un puñado de películas que acabaron siendo menos de lo que podrían haber sido precisamente por ese elemento autolimitante: el factor Cruise.


Un buen ejemplo de ello es “Al filo del mañana” (buena traducción, para mi sorpresa, del “Edge of tomorrow” inglés), última cinta protagonizada por el actor estadounidense y realizada por el irregular Doug Liman, capaz de dirigir films muy interesantes (“El caso Bourne”) y bodrios de difícil digestión (“Sr. y Sra. Smith”, “Jumper”). La película está basada en la novela “All you need is kill” del escritor japonés Hiroshi Sakurazaka, adaptada también al manga en colaboración con los ilustradores Ryosuke Takeuchi, Yoshitoshi Abe y Takeshi Obata (al que muchos asociarán con títulos como “Death Note” o “Bakuman”), y nos sitúa en un futuro cercano en el que la humanidad libra una guerra desesperada contra un ejército alienígena dispuesto, cómo no, a eliminarnos y hacerse con el control del planeta. En este contexto Cruise encarna al Mayor William Cage, burócrata del ejército de los Estados Unidos sin experiencia en combate real y dedicado a labores propagandísticas con el fin de reclutar soldados para las filas de la resistencia. Por razones que no quedan del todo claras, este ex-publicista egoísta y cobarde termina formando parte de la última ofensiva de la alianza internacional humana contra las fuerzas invasoras: una suerte de desembarco de Normandía reescrito según los códigos estéticos y narrativos de videojuegos como “Gears of War” o “Killzone”. Como era de esperar, el inexperto Mayor Cage muere durante la batalla, pero sólo para despertar, sorprendentemente, justo durante la jornada anterior al día D, iniciándose así una dinámica de muertes y resurrecciones con ecos evidentes de “Atrapado en el tiempo” de Harold Ramis que obliga al protagonista a revivir las mismas 24 horas en un bucle aparentemente infinito. La clave para romper este ciclo recurrente y de paso garantizar la supervivencia de la humanidad residirá en la aguerrida Sargento Rita Vrataski, interpretada por una Emily Blunt que parece haberle cogido gusto a la ciencia-ficción tras las positivas experiencias de “Destino oculto” y “Looper”.


“Al filo del mañana” es una película de acción y fantasía sumamente entretenida, dirigida con solvencia por Liman, protagonizada por dos personajes carismáticos y aderezada con un sanísimo sentido del humor que la libera de la grandilocuencia y pomposidad de muchas otras propuestas del ramo que se toman demasiado en serio a sí mismas. Es verdad que su guión contiene lagunas narrativas y pequeños errores de coherencia interna (casi tantos como “X-Men: Días del futuro pasado”), pero como revientataquillas primaveral el film cumple sobradamente con las cuotas de espectacularidad, desenfreno y risas que uno puede exigirle a un producto de estas características. Yo me lo he pasado muy bien viéndolo y no he mirado el reloj ni una sola vez durante sus casi dos horas de metraje.


Pero también es igualmente cierto que “Al filo del mañana” es una película protagonizada por Tom Cruise, y que eso la condena a ser, en última instancia, mucho menos de lo que sin duda podría haber sido. El error de casting es evidente desde la primera escena del film: por mucho que el libreto se empeñe en presentarnos a Cage como un cobarde sin experiencia militar, el rostro de Cruise, al que irremediablemente asociamos con los Maverick, Ethan Hunt, Claus Von Stauffenberg y Nathan Algren que el de Syracuse lleva toda la vida interpretando, nos dice exactamente lo contrario. La presencia de Cruise en una cinta es en sí misma un spoiler. Más o menos como la de Sean Bean, aunque por razones bien distintas. La gracia de “Al filo del mañana” reside en ver cómo Cage pasa “de cero a héroe”, que dirían las Musas de Disney, y eso sólo tiene sentido si uno duda de las posibilidades heroicas iniciales del personaje, como ocurría en la estupenda “Distrito 9” de Neill Blomkamp. Por desgracia, sólo puedo imaginarme cuánto habría ganado la película si el protagonismo hubiese recaído en un actor al que pudiera creerme de entrada como carne de cañón. Alguien como Simon Pegg, Elijah Wood u, ojalá, Joseph Gordon-Levitt. Por supuesto, sin Cruise en los créditos el presupuesto de producción se reduciría en un 70%, las previsiones de recaudación caerían en picado y el estudio posiblemente hubiese preferido gastarse los millones en estrenar cuatro nuevas comedias de Adam Sandler en lugar de regalarnos una película de ciencia-ficción con halo de culto.


El otro elemento limitado por el factor Cruise es el uso de la violencia. Ahí, de nuevo, “Al filo del mañana” se revela tan conservadora y políticamente correcta como su casting. En manos de un director con redaños (Paul Verhoeven hubiera sido mi candidato ideal, pero Edgar Wright, Joe Cornish, Bong Joon-ho, Drew Goddard o el mentado Blomkamp también me parecerían grandes opciones) el film hubiera sido un despiporre gore con calificación R. Es lo que la historia pedía, desde luego, con un protagonista que muere innumerables veces en una batalla a caballo entre la Segunda Guerra Mundial y una partida de “Warhammer 40.000”. Que las muchas muertes de Cruise no salpiquen ni una mísera gota de sangre a cámara le resta parte del encanto a su planteamiento, y convierte un proyecto de ci-fi macarra para mayores de 18 años en un blockbuster funcional para toda la familia.


Lo que nos queda, al final, es una buena película de acción y FX que renuncia a todo su potencial para amoldarse al perfil de su celebridad protagonista, a las ambiciones de sus productores y a la triste lógica mercantil de la industria cinematográfica. Un “pudo haber sido y no fue”que no duele tanto como otros, pero que le deja a uno soñando con una película más valiente y atrevida que podría haber pasado a los anales de la historia del género.

No sabes qué manía te tengo, Tom Cruise.
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