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Channel: ...el abismo te devuelve la mirada
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The White Duke Strikes Again

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Decía Carlos Gardel que “veinte años no es nada”, pero los casi diez que han pasado desde la retirada de los focos por parte de David Robert Jones, más conocido en el planeta Tierra (y también en Marte, si es que hay vida allí) como David Bowie, han dado para demasiadas especulaciones. Tras la intervención cardíaca que sufrió en Hamburgo en 2004 y que significó un abrupto final para el “Reality Tour”, Bowie se alejó progresivamente del ámbito público hasta el punto de que muchos medios comenzaron a hacer cábalas sobre su inminente defunción. Los ídolos muertos venden periódicos, supongo (y si no que se lo digan a Hugo Chávez).

Lejos de ser una Amy cualquiera, el ya-no-tan-delgado Duque Blanco regresó a primera plana en el día de su 66 cumpleaños presentando, para asombro de propios y extraños, un nuevo single (“Where are we now?”) y la fecha de lanzamiento de un inminente trigésimo trabajo de estudio, “The Next Day”. El 8 de enero de 2013 la red se inflamó con titulares de diarios globales, twits de redactores anónimos, likes masivos en los muros de Facebook y tocamientos varios por parte de los fans históricos del hombre que cayó a la Tierra. La filtración, poco después, de una portada particularmente polémica (“cuadrado blanco sobre frontispicio de "Heroes"”, la habría titulado Kazimir Malevich) incrementó aún más, si cabe, las atenciones que el nuevo trabajo del multidisciplinar artista británico ya estaba recibiendo. Viniendo del cuerdo Aladino uno ya debería haber aprendido a esperar lo inesperado, pero sus últimos movimientos, realizados desde el secretismo más absoluto, han vuelto a funcionar con la contundencia mediática que el Camaleón lleva demostrando desde hace más de cuatro décadas: él es el flautista de Hamelin y nosotros las ratas.


Anunciado oficialmente para el 11 de marzo, “The Next Day” comenzó a sonar el día 1 de este mes, primero a través de iTunes y apenas medio segundo después en los reproductores de mp3 de todo el mundo gracias a la celeridad con que actualmente se gestionan las descargas ilegales en internet. En menos de dos meses Bowie ha pasado de viejo decrépito a fénix renacido, y el propio artista se ríe maliciosamente de ello, al más puro estilo Mark Twain (“las noticias de mi muerte han sido exageradas”), en la canción que abre y da título al LP. Es un primer corte enérgico, declaración de intenciones para un disco “muy rockero”, como lo definió el productor Tony Visconti, convertido en el portavoz de un Bowie que prefiere mantener su galvánico silencio ante los medios.

“Dirty boys”, segunda pista del álbum, se arrastra con un ritmo taimado alla Tom Waits, impuesto por una sorprendente sección de vientos, para dar paso al excelente segundo single del disco, “The stars (are out tonight)”, presentado en sociedad hace un par de semanas y recibido (merecidamente) con una ovación generalizada. Se trata de una ácida reflexión sobre la fama, acompañada por un inquietante vídeo co-protagonizado por la andrógina actriz Tilda Swinton, que bien podría ser a Bowie lo que Cate Blanchett fue a Bob Dylan en el antibiopic“I’m not there”.


“Love is lost” me parece un tema menor dentro de “The Next Day”, con un omnipresente teclado que, junto a la machacona cadencia rítmica de la percusión, configura una atmósfera densa y opresiva. La ya conocida “Where are we now?” supone una melancólica (¿y heterocrómica?) mirada a los días compartidos con Iggy Pop y Brian Eno a finales de los 70, en los que Bowie grabó su trilogía berlinesa (“Low”, “Heroes” y “Lodger”). El teclado y la voz quejumbrosa hacen que la canción, una de las más lentas del disco, suene honesta y sentida. Le sigue “Valentine’s day”, cuya ambigua lírica (¿habla del día de San Valentín o de una masacre escolar?), acompañada de unos pegadizos coros y de un excepcional trabajo de guitarra por parte de Gerry Leonard y Tony Levin, redondea una de las cimas del disco: cuanto más la escucho más me gusta.

Quizás por eso llame aún más la atención, en sentido negativo, la marcianada que viene a continuación, “If you can see me”, en la que Bowie pretende ser, una vez más, el más moderno entre los modernos. Personalmente creo que es el corte que peor funciona dentro del disco. Por suerte, la inmediatamente posterior “I’d rather be high” es una pieza (aparentemente) desenfadada, sobre la necesidad de escapar a la confusión del mundo a través de las drogas, que recupera el buen tino imperante en la mayor parte de “The Next Day”. “Boss of me”, la siguiente del lote, saca un gran partido al saxo de Steve Elson y alza progresivamente el vuelo a medida que avanza el segundero, convirtiéndose en uno de los cortes que más crecen con cada nueva escucha. La inevitable referencia cósmica (no hay disco del mayor Tom sin paseo espacial) viene de la mano de “Dancing out in space”, un tema alborozado que recuerda al Bowie de “Reality”, su último álbum antes de la retirada al estilo Salinger a mediados de la década pasada.


Comienza a continuación mi segmento favorito de “The Next Day”: la traca final. “How does the grass grow?” tiene uno de los estribillos más potentes del álbum, un gran trabajo vocal en múltiples registros y un sonido de guitarra espectacular. Pero para guitarras las de “(You will) set the world on fire”, un regreso al glam rock más agresivo que contiene un riff contundente y otro estribillo para enmarcar, de esos que dan ganas de ponerse a dar botes en el salón de casa mientras los altavoces de tu equipo de sonido torturan a los vecinos. “You feel so lonely you could die” baja significativamente el contador de revoluciones y nos transporta a los tiempos de “The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars”: el recuerdo de “Five years”, primer corte de aquella obra maestra publicada en 1972, recorre este rock’n’roll suicida que nos prepara para la inevitable despedida. Finalmente, “Heat” es una suerte de epílogo grave e introspectivo, próximo a la densidad de los años berlineses, en el que el músico hace examen de conciencia y reflexiona sobre las vicisitudes de su propia (y mutante) identidad. “I don't know who I am, dice el cantante. Yo creo que sí lo sabe. Más que nunca.

Es un cierre impecable para un disco claramente autoconsciente de su lugar en la trayectoria del artista. Pese a no ser perfecto, “The Next Day” es un regreso por la puerta grande, una resurrección musical en toda regla, pero también un pertinente vistazo al pasado por parte de un creador con treinta LP’s a sus espaldas. Con suma inteligencia, Bowie no sólo evita maquillar la gloria pretérita para presentarla como nueva (una huida hacia adelante que, dadas las circunstancias, no habría funcionado), sino que reconfigura los elementos más diversos de su discografía en la búsqueda de algo actual y reconocible a la vez. Paradójicamente, su leyenda está más viva ahora que hace diez años, y su impulso creativo parece haber rejuvenecido considerablemente desde los tiempos de “Heathen” y “Reality”. “The Next Day” es el primer gran Bowie del siglo XXI. A estas alturas, el ídolo británico podría perfectamente decir aquello que Frank Miller ponía en boca de Batman en su iconoclasta "The Dark Knight Strikes Again":


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