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Channel: ...el abismo te devuelve la mirada
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La caza del hombre

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El título original de la última película de Kathryn Bigelow, “Zero Dark Thirty”, es un código militar que significa “30 minutos después de medianoche”. La cinta, que en España ha sido traducida como “La noche más oscura”, narra los esfuerzos realizados por la inteligencia norteamericana para capturar a Osama Bin Laden durante los diez años transcurridos desde los atentados del World Trade Center hasta la muerte (según la versión oficial) del enemigo público número uno. Oh, perdón: spoiler.


Para estructurar esta investigación sobre el paradero de Bin Laden, Bigelow y su guionista Mark Boal se sirven de un personaje central, Maya, magníficamente interpretado por Jessica “hasta en la sopa” Chastain. Su función dentro del relato es utilitaria (estar donde la historia lo requiere para así poder mostrársela desde su perspectiva al espectador) y metafórica: la joven agente es un instrumento de la CIA carente de personalidad y definido únicamente por su objetivo. Maya no es la perseguidora de Bin Laden, sino la persecuciónhecha carne. Y a cualquier precio, sobre todo moral.


Polémica desde su concepción, “Zero Dark Thirty” arranca reconociendo abiertamente los brutales métodos de tortura empleados por la CIA para interrogar a los presos (supuestamente) relacionados con la red terrorista de Al Qaeda, lo que no deja de ser un punto a favor de la imparcialidad del film. Bigelow y Boal no juzgan las prácticas de la inteligencia estadounidense; no las encubren ni las defienden. Prefieren que sea el espectador quien saque sus propias conclusiones. Por supuesto, el hecho de que la caza de Bin Laden sea finalmente fructífera añade matices profundamente maquiavélicos al asunto: sería muy fácil criticar los métodos de tortura si con ellos no se hubiera llegado a ningún lado, pero ¿merece la pena emplear la violencia de un modo tan monstruoso si eso conlleva la consecución de un objetivo ansiado por trescientos millones de estadounidenses?


Con el fin de salvaguardar esta pretensión de objetividad, Bigelow minimiza las florituras narrativas y adopta un tono casi documental, dejando que sea el sobresaliente ejercicio de montaje el que articule la narración e imprima ritmo al relato. “Zero Dark Thirty” es todo lo fría y aséptica que las circunstancias requieren, lo cual por momentos la convierte en una película hermética. Desde luego, es uno de los films de espías con menos glamour que un servidor recuerde, y también posiblemente por ello sea el más creíble. Su clímax llega con la presentación casi en tiempo real de la operación nocturna de infiltración en la casa/fortaleza donde se esconde Osama: una larga escena de acción en modo “Call of Duty” narrada con precisión quirúrjica y que logra que uno contenga la respiración hasta prácticamente el final de la cinta.


Son méritos más que suficientes para reconocer en Bigelow a esa directora valiente y talentosa que gran parte de la crítica consideraba merecida candidata a la estatuilla en la próxima ceremonia de los Oscar. A “Zero Dark Thirty” yo sólo puedo hacerle un reproche; el mismo, curiosamente, que ya empañaba mi valoración del anterior film de la ex de James Cameron, “The hurt locker (En tierra hostil)”: su cine es un subidón de adrenalina técnicamente impecable, pero carente de corazón. Con el tiempo, esta película quedará en el recuerdo como un ejercicio de estilo sobresaliente, pero difícilmente tendré ganas de revisarla para sentir lo mismo que la primera vez. Porque sentir, lo que se dice sentir, zero.

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